Diario de un senador.

Mundo Diario. Martes, 28 de Marzo de 1978.

Emigrantes en Suiza (y 2).

Los servicios que el Estado español tiene montados para atender a sus trabajadores emigrados a Suiza se centran en la Embajada de Berna. Por un lado dependen de ella y del Ministerio de Asuntos Exteriores cuatro consulados. Ginebra, Berna, Basilea y Zurich. Por otro lado, existe en la Embajada la Agregaduría Laboral que dependía del sindicato unitario español. A través de ella el Ministerio de trabajo con su Instituto Español de Emigración tiene abiertas catorce oficinas laborales extendidas por todo el país. Existe en Madrid un dinero bajo el largo título «Ayudas colectivas de los Planes Asistenciales del Fondo Nacional de Protección al trabajo». La ayuda es variable, según proyectos. También dan alguna cosa los consulados.

Llama la atención del visitante la corriente asociacionista que se observa entre los trabajadores inmigrados, inducida por la gran libertad de asociación que hay en el país. Existen más de 200 centros españoles con sus estatutos reconocidos por las autoridades suizas y españolas. Son centros autogestionados cuya finalidad básica es recreativa, cultural y asistencial. Los hay que se han especializado por diversos conceptos deportivos, educativos, regionales, nacionales y alguno político, bajo capa de cultural. Los catorce centros de Sant Galen –Appencell– funcionan bien en régimen de federación superior que se reúne cada mes con lo cual poseen mayor fuerza organizativa y reivindicativa, pero no existe la necesaria gran federación a nivel de toda Suiza. Se habló de celebrar la Asamblea General de la Emigración Española en Europa, pero se ve que no está el horno para bollos. En Suiza, después del bajón de 1974-1977 vuelve a subir lentamente la emigración extranjera. Es tristemente sintomático que la máxima subida en 1977, de un 10,8 por ciento sobre el año anterior corresponde a los trabajadores temporeros, que suman en Suiza más de 100.000 y que pueden quedar de nuevo sin trabajo a cada temporada, por el simple procedimiento de no volver a ser llamados por su patrón. La inmensa mayoría de los emigrados quisieran volver a su tierra de origen. Pero, ¿quién lo intenta con el millón y medio de parados que no hace más que aumentar?

Nieva en Zurich y los obreros, que me han venido a despedir al aeropuerto quedan tristes allá abajo, entre copos blancos.

Lluís M. Xirinacs.