Diario de un senador.

Mundo Diario. Martes, 31 de Enero de 1978.

Nación.

Todo el Estado anda revuelto con el tema de las nacionalidades. ¿Será posible un planteamiento basado en la racionalidad o quedaremos una vez más presos de los apasionamientos? Se ha manipulado tanto el tema, a lo largo de la historia, siempre a beneficio de los grandes intereses, que se le hac difícil al pueblo sencillo ver claro en la maraña de argumentos y contrargumentos. Sólo selectos profesionales de la cultura manifiestan ideas un poco científicas sobre el asunto. Y, por desgracia, no son sólo las masas sino los políticos quienes también andan faltos de seriedad científica en sus manifestaciones al respecto porque, según dicen, el pragmatismo del momento así lo exige. Sin embargo, me place reconocer que en los últimos días aparecen políticos que hablan con rigor sobre el tema nacional. El 21 de Enero, Ernest Lluch hace una precisa y comedida referencia a favor de los Países Catalanes en la revista «Presencia». Jordi Solé Tura, en Lérida, y Narcís Serra, para «El País» claman por el regreso a las antiguas comarcas del Principado de Catalunya. El líder oscense del Partido Socialista de Aragón, Santiago Marraco Solana, declaró en Zaragoza entre otras cosas interesantísimas, que «Aragón está ligado al área económica catalana y que, precisamente por ello, debería formar un bloque económico y cultural con Catalunya, Valencia y Baleares, y en este sentido hay que tener mucho cuidado con la fobia anticatalana que desde ciertos sectores se está provocando».

Finalmente, el presidente Tarradellas, con su estilo directo clásico nos ha marcado diferencias entre regiones y naciones, provocando tempestades pasionales pero razonadas de fondo. Dice el editorial de «El País» de 22 de Enero: «El señor Tarradellas apunta ciertamente al centro de un problema que la irreflexión del Gobierno y los deseos de algunos partidos de instalarse en áreas reales de poder han contribuido a crear de una manera un tanto artificial y frívola y añade que la implantación del modelo único de regiones con idéntico régimen autonómico provoca la comprensible irritación de unas comunidades históricas que se consideran minimizadas por esa uniformidad y la creación de bases seguras de poder en zonas económicamente atrasadas para su futura utilización en una dirección antidemocrática y caciquil».

Lluís M. Xirinacs.