Diario de un senador.
Mundo Diario. Sábado, 21 de Enero de 1978.
Ser senador.
Me cuesta hablar mal de los partidos porque los creo necesarios y porque en su actuación tienen múltiples aciertos; pero odio la idolatría y el dogmatismo partidistas, como cualquiera otra forma de idolatría o partidismo.
Me he cansado de comentar con palabras sencillas para qué sirve y para qué no sirve un partido. También he comentado, porque no es cierto, aquel principio de que todo pasa por los partidos. Una persona no deja de ser persona por el hecho de inscribirse en un partido. Una nación no es un partido. Tampoco lo son un municipio, una empresa o una comarca. El arte, la ciencia, la religión, el derecho, la economía dependen de la política, pero también la condicionan: Tienen un área de independencia parcial. Tampoco son lo mismo Estado y partido. ¡Cuántas veces hemos visto al gobierno de un partido determinado actuar con el programa del partido de la oposición en los países democráticos bipartidistas! El señor Suárez, en su calidad de jefe de gobierno, más de una vez se habrá visto obligado a tomar determinaciones contrarias a las líneas establecidas en el seno de su partido.
¿Por qué, pues, hay senadores dependientes de partidos que están continuamente dimitiendo de sus responsabilidades de senadores? A mí no me escandaliza que los senadores de derechas ganen todas las votaciones y los de izquierdas las pierdan todas. Por algo la derecha, aunque en nuestro caso la ley electoral fuera injusta, ganó las elecciones al Senado. Es la ley de la mayoría. Lo que me indigna es que, en la derecha y en la izquierda, los senadores ligados a partidos, que tienen a sus líderes en el Congreso, nunca se atrevan a enmendar nada que sus líderes en el Congreso hayan determinado ni a proponer nada nuevo por vía senatorial. Son los lacayos de sus colegas congresistas y nada más. Y como eso afecta sobre todo a UCD (115 senadores) y al PSOE (47 senadores) que suman bastante más de la mitad del total, tenemos un Senado totalmente inútil. Precisamente la ausencia de líderes políticos en el Senado da a esta institución una distancia y por tanto una cierta independencia de los partidos, que puede ser usada ventajosamente para sacar adelante aquellas medidas que parecen necesarias, pero que pueden deteriorar la imagen de los partidos o del gobierno ante sus electores. Este es el caso del incomprensible indulto para los presos sociales y de las medidas suplementarias de la ley de amnistía política que aún están pendientes.
¿Cuándo empezaremos a ser senadores?
Lluís M. Xirinacs.