Diario de un senador.
Mundo Diario. Jueves, 5 de Enero de 1978.
Historia-ficción en fichas.
El senador Josep Benet no quiere que se destruyan las fichas policiales afectadas por la Ley de Amnistía. Las quiere guardar como material histórico, para reconstruir un pasado, por cierto, muy confuso. Antonio Álvarez-Solís, con su habitual desenfado, se pone del lado de Benet. Quiere presente sin pena de muerte y pasado con fichas. Y ve que nos vamos a quedar con pena de muerte ahora y sin fichas para la historia.
Servidor también está a favor de las fichas y en contra de la pena de muerte. Pero sobre las fichas siente ganas de poner una apostilla para historiadores. Me han fichado por los cuatro costados y tengo un poco de experiencia en asunto de fichas. Tres veces en prisión, cuatro veces en juzgados militares, cinco veces en juzgados civiles por motivos políticos, dos veces en puestos de Guardia Civil y diez veces en Comisaría de Policía.
Por ceñirnos a lo último, los que hayan pasado más de una vez por tan fatídico trance recordarán que, cuando redactan la declaración incluyen como introducción, los datos y acusaciones que obran en la ficha que uno tiene en Policía y que contiene las declaraciones anteriores. Es decir que en cada declaración se repiten todos los datos anteriores acumulativamente. Así, las sucesivas declaraciones crecen en extensión según una progresión geométrica.
Cuando uno visita a la Policía por décima vez los hechos relatados en la primera vez se han repetido diez veces por lo menos. No hay historiador que se resista a creer en la veracidad de mi hecho que se ha repetido tantas veces. Y por las falsedades super repetidas que constan en mi ficha, coligo la cantidad de falsedades que deben haber en las demás. Es un aviso para historiadores.
Por poner algún ejemplo, resulta que yo tengo una «querida» peluquera en Igualada, que de ella tengo un hijo que no quiero reconocer, que soy el fundador y el cerebro gris organizador de la ETA catalana. Sobre esto último, el origen arranca de las declaraciones hechas, bajo tortura, por unos chicos, que yo desconocía, para salir del mal paso. La cosa pasó a tribunal militar allá por el año 1968. Declaré. Los militares se convencieron de que yo no tenía nada que ver y me soltaron, pero la Policía o no recibió notificación o no se dio por enterada. En juicios posteriores de gente del FAC, el fiscal volvió a acusarme y aún en mis últimas visitas policías salía a relucir mi calidad de fundador del terrorismo nacionalista catalán.
Con esas fichas se podría escribir una alucinante novela de historia-ficción.
Lluís M. Xirinacs.