Diario de un senador.
Mundo Diario. Sábado, 24 de Diciembre de 1977.
Misa del Gallo en el cuerno de la Luna.
Hace un año, el belén instalado en un agujero del gran árbol que hay en la calle Entenza, frente a la prisión, fue enviado al cuerno de la luna por un puntapié policial. La Noche buena da noche de paz, final frustrado de una campaña de amnistía, bajo el lema: «Per Nadal tots a casa», se convirtió en una noche de guerra feroz. En oleadas sucesivas, desde las nueve dela noche hasta las tres de la madrugada, fue acudiendo gente para hacer compañía a los presos en la Noche del año más entrañable para el pueblo. Parecía una batalla planeada por Napoleón Bonaparte. Acudió gente de los barrios de Barcelona y gente de las comarcas de Catalunya. Los que fueron a Misa del Gallo, a la salida, trataron también de acercarse a la prisión. La Fuerza Pública los fue expulsando a todos. En muchas manzanas a la redonda se oía retumbar el estruendo de los disparos. Un hombre se atrevió a decir en el diario que aquella noche de lucha fue su mejor Misa del Gallo: Los fariseos de turno se rasgaron las vestiduras. «Si sabrá ese lo que es una misa».
Jesús fue así, no como los fariseos, sino como ese hombre luchador. Jesús nació en un país lleno de sacerdotes, de templos, de liturgias y de purificaciones, pero, sobre todo, lleno de injusticias. Jesús fue un perpetuo militante, siempre al lado del pueblo querido, siempre a la interperie, siempre crítico ante los opresores, siempre perseguido y calumniado por los poderosos que nunca lo pudieron comprar.
Jesús vino a practicar una religión rara donde el templo es la tierra misma, donde el culto es la lucha misma, donde la jerarquía es el servicio, donde el delicuente común es exaltado y las personas honorables humilladas, donde el amor es duro como un cuchillo de acero y donde la ofrenda del sacrificio es la propia vida. Donde la voluntad se junta con la astucia, donde los impuestos exigen a los ricos y donde la hipocresía no encuentra asiento.
Nunca una tal religión será protegida por los poderosos. Siempre hay que irla a buscar al cuerno de la luna.
Lluís M. Xirinacs.