Diario de un senador.
Mundo Diario. Jueves, 1 de Diciembre de 1977.
Ocaña.
Jaume Ramonet tendrá más de sesenta años, camina con dos muletas y me ayuda de secretario gratuitamente, destinado a ello infatigable muchas horas de su jornada. El otro día me llamó asustado y me enseñó una carta de un preso de Ocaña. Un párrafo parecía una sombría amenaza. Los presos habían llegado al límite de su resistencia. La violencia ya resultaba imparable.
–Esto es peligrosísimo– me dijo.
–Ya lo sabía– le contesté.
–Si ya lo sabes, no digo nada.–
En efecto, ya lo sabía desde hacía dos semanas y creo que, incluso, lo anuncié en esta columna. Se avecinaba una racha de nuevos motines en las cárceles con autolesiones, incendios, etc. Lo avisé a los senadores de la Entesa y a otros senadores en Madrid entre los que cabe destacar a Rafael Calvo Ortega, portavoz del grupo parlamentario de UCD en el senado, a quien busqué en su casa, en el Senado, a quien entregué la propuesta de ley de indulto y de quien espero desde hace quince días una explicación de por qué UCD se cierra en banda a la concesión del indulto. Me dijo: «Yo, personalmente, no estoy en contra.»
Yo, desde hace días, estoy recibiendo decenas de cartas de los presos de Ocaña, pidiendo ayuda con muy buenas maneras. Quien más quien menos, todos los senadores y diputados han recibido cartas de éstas. Hará quince días, me llegó la noticia de que si no prosperaba el indulto volvían los motines. Fue entonces cuando lo máximo que conseguimos, Bandrés y yo, fue la recogida de veintiocho firmas para presentar la propuesta.
Y luego a esperar los motines con el alma acongojada.
Ya está ahí, Ocaña no pudo más y explotó. Otras cárceles también han reemprendido su lucha numantina. Las frías huestes de Escipión reducen implacables las revueltas. Y se establece el orden sobre ruinas humeantes.
Hasta los funcionarios de prisiones del Estado, piden un indulto que no viene para los presos sociales y que si llegase ahora ya llegaría tarde. Hay quien se aprovecha para usarlo como arma contra mí.
Uno de diciembre. La Navidad es la fiesta más triste de las cárceles. Yo pasé dos amargas navidades en prisión. ¿Indulto para Navidad? Que los presos también tienen corazón.
Lluís M. Xirinacs.