Diario de un senador.
Mundo Diario. Martes, 29 de Noviembre de 1977.
Dos niveles políticos distintos.
El domingo pasado estuve, por la mañana, con los que intentaban alumbrar la Assemblea Popular de Catalunya. Allí se enfrentaban dos concepciones. Una era continuadora de la Assemblea de Catalunya. La podría resumir en esta frase ya tradicional en la Assemblea: «el pueblo catalán en lucha». La otra era transformadora y se podría expresar por esta otra frase: «la praxis espontánea del pueblo», ya sea lucha, ya sea fiesta, ya sea crítica, ya sea autogestión, ya sea encuesta, ya sea movilización. Mi propuesta de transformación de la Assemblea de Catalunya va en este último sentido y asigna un nivel preciso a la nueva asamblea, el nivel de base, infraestructural o popular con un juego preciso. En cambio la otra concepción continúa incluyendo junto a la función popular la función de conquista del poder del Estado, de la cúspide de la sociedad, del nivel superestructural.
Por la tarde, asistí en la Entesa dels Catalans a una reunión de trabajo de los senadores por Catalunya con Jordi Solé-Tura y Miquel Roca Junyent, ponentes de la Comisión Constitucional del Congreso. La tarde fue el polo opuesto de la mañana. En la Comisión Constitucional se está decidiendo, a puerta cerrada, un articulado de una trascendencia incalculable para el futuro de todo el Estado y, en concreto, de nuestra Catalunya autónoma. Poco puedo decir. En este nivel superior se trabaja con unas reglas de juego que son lo más contrario a la «praxis espontánea del pueblo». Las formidables concentraciones de poder en la cúspide que se han producido, en la sociedad de nuestro tiempo, hacen que el trabajo de la cúspide política sea un peligrosísimo juego de alta tensión eléctrica. Es la guerra disimulada bajo una negociación que encubre una confrontación permanente, no de razón, sino de fuerza. Eso obliga a la astucia, a la intriga, a los secretos, a las fintas. Todo lo contrario de la espontaneidad popular.
Obligar al pueblo a salir en masa de su espontaneidad es utópico. Obligar a la alta política a ser espontánea es utópico. Es trabajo de los partidos políticos y de los políticos independientes tender el puente dialéctico entre estos dos niveles opuestos, pero complementarios, de la realidad social. Si los políticos fuerzan el movimiento popular a salir de su espontaneidad para seguir las rígidas normas de la guerra de las alturas acabarán en una dictadura idealista e inventarán un pueblo. No servirán un pueblo real. Si los políticos tratan de llevar la durísima lucha de las alturas con procedimientos democráticos, autogestionarios, de participación, sin secretos, demagógicamente, con filtrajes de las negociaciones, etc., acabarán en derrota total. El pez gordo se comerá al chico y el grupo político opresor aplastará a los políticos populares.
Creo que deberían pensar eso por un lado los partidos que quedan en la Assemblea de Catalunya y por otro el PSC-PSOE.
Lluís M. Xirinacs.