Diario de un senador.
Mundo Diario. Domingo, 27 de Noviembre de 1977.
Tarde y mal.
Alguien me explicó que antes de las elecciones un antiguo ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido visitó al rey Juan Carlos. Hablaron de la violencia en Euskadi y la compararon con la del Ulster. El antiguo ministro dijo al rey: «Al Ulster le concedimos poco y tarde». Parece que el Rey quedó preocupado y mandó acelerar los pasos para el autogobierno de Catalunya como primer intento que sirviera de pauta para otros pueblos que lo piden.
Quiero hoy fijarme en esta frase «poco y tarde». Es comprensible que la política sea lenta porque requiere consultas y pactos entre muchas partes. Y ocurre que esta lentitud a veces destruye lo que quiere arreglar. Aquello que en un momento es oportuno se suele obtener más tarde o en una medida inferior a la oportuna y entonces ya no sirve.
Esto viene a propósito de unas actuaciones del ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa. Como las fotografías lo han presentado en el Senado hablando conmigo, algún comentarista frívolo ya deduce que estarnos en luna de miel. Más bien es al revés. Creo que se está equivocando cuando cede a presiones de la derecha para que se rebaje el contenido de la Amnistía aprobada en 14 de octubre. Empezó por protestar contra su aplicación a los implicados en el caso Bultó. Luego se vió obligado a protestar por los Grapos y por los de Atocha para ser ecuánime. Supongo que lo de Atocha no lo dice por presiones de la derecha. Si sigue así, entre derechazos e izquierdazos, dejaría él la amnistía reducida a un esqueleto.
Esa amnistía llegó exigua y tarde. Estrecha de pecho, avara y mezquina. Más apta para hacernos enfadar a todos que para pacificarnos. Lo que debió darse en el año 1975 se dió dos años después y mal. No produce los efectos que se persiguen sino que solivianta los ánimos. Y aún sale Martín Villa a introducir nuevos recortes.
También caerá un día u otro el indulto para los presos sociales, exigible desde la perspectiva estricta de la amnistía política. Pero llegará tarde y mal. Se habrán envenenado demasiado los ánimos, la desesperación habrá sobrepasado límites irreversibles.
Lo que la gente de orden llama terrorismo y que yo llamaría la defensa de los desesperados, sólo se puede combatir de dos modos o con una dictadura feroz, a su vez terrorista, o no empujando hasta la desesperación a los oprimidos. Ése segundo modo es el democrático: gobierno de las mayorías con respeto de las minorías. Existe una variada gama de minorías muy desesperadas por situaciones intolerables ante la inocencia o la frialdad de los fuertes. Es urgente que esos fuertes desarrollen una política eficaz de protección y respeto de las minorías. Es la mejor ley antiterrorismo que se pueda hacer.
Lluís M. Xirinacs.