Diario de un senador.
Mundo Diario. Viernes, 25 de Noviembre de 1977.
Inflación.
«Chorizos a la calle, no». Eso oí decir a muchos políticos, cerrados en banda a la concesión de un indulto para los presos sociales. Eso mismo me vino a gritar en la calle Entenza un pobre obrero que aquella misma mañana había sido desvalijado en una esquina oscura por dos navajeros, cuando iba a su trabajo. La gente no quiere ladrones en la calle, no quiere ser robada.
Ayer, una señora que ayuda a los presos y colabora en una nueva campaña de indulto me preguntaba: ¿Cómo contestar a los que no quieren ladrones en la calle y se oponen al indulto?
Yo le contesté que nos cebábamos en el pequeño ladrón porque por cobardía no nos atrevíamos a acusar a los grandes ladrones. Ese mismo obrero, que tuvo que desprenderse de tres mil pesetas ante unos navajeros, no sabe que la inflación que padecemos le roba cada mes alrededor de 5.000 pesetas sin que se dé cuenta, sin que se sepa quien es el ladrón. El gran robo no sólo no es perseguido sino que está bendecido por la ley. Y hablo sólo del robo por inflación, cuando existen muchas otras formas de robo legal.
En el día de la primera sesión plenaria de Parlamentarios Catalanes, íbamos hacia el histórico palacio de la Ciudadela de Barcelona, en el mismo coche, Laureano López Rodó y yo. Le pregunté:
–La inflación. ¿es un robo?
–Evidentemente,– me contestó–.
–Pues, que yo sepa, nadie se confiesa de haber producido inflación. Ni mucho menos, a nadie se le ocurre restituir o devolver lo robado por inflación. ¿Quién es el ladrón?
–El Gobierno– dijo él. Respuesta, quizá, un poco simplista, comprensible en una conversación informal. Se adivinaba al político orgulloso de los años en que gobernó, años de desarrollo fulgurante y relativamente poca inflación, y ahora atacaba a los gobernantes actuales, naufragados en un mar de inflación y recesión. Yo hubiera dicho:
–El Gobierno y cierta oposición y muchos más.
Con frase dura, pero creo verídica, he dicho a menudo: los pequeños delincuentes van a la cárcel. Los grandes van al poder.
Y pensemos que la inflación y el aumento del coste de la vida afecta sobre todo a las clases pasivas, a los marginados sociales que no disponen de palancas de presión para conseguir aumentos. La tercera clase social, los débiles de entre los débiles. Y de éstos se nutre la cárcel. Y por eso, quiero yo que de ellos también se nutra el indulto.
Lluís M. Xirinacs.