Diario de un senador.
Mundo Diario. Martes, 15 de Noviembre de 1977.
Cierre de empresas.
En los años cincuenta, Alemania cumplió la obligación capitalista de concentrar empresas. Le costó lo suyo. Francia cumplió con idéntica obligación en los años sesenta. También le costó lo suyo. Es natural que en los años setenta nos toque a nosotros. Y que nos cueste lo nuestro.
No es que todas las empresas pequeñas deban desaparecer. Muchas siguen siendo necesarias. Hay sectores en los cuales la pequeña empresa es indispensable y aún está en crecimiento. Pero, en general, y especialmente en Cataluña, hay un minifundio empresarial desolador. Fue posible al amparo del proteccionismo del Estado español franquista, aislado de los fuertes vientos de la competencia internacional, encasillado en un capitalismo feudalizante. Esos pequeños empresarios catalanes, con sus correspondientes bancas catalanas, engordaron al socaire de los privilegios franquistas. Que no se olviden y que no se quejen si ahora se acaban las vacas gordas: Hay que poner el país en marcha en el conjunto internacional; hay que adaptarse; hay que desperezarse.
Sólo quiero avisar que se están cerrando empresas que no pierden y empresas que pierden, pero tienen trabajo. El Estado, cuando cierran, las ayuda. Les paga indemnizaciones y paga el paro obrero que genera el cierre. Con lo cual ayuda al cierre en vez de ayudar a las empresas en dificultades.
Lo ideal sería que las empresas en dificultades tolerasen el control obrero durante seis meses, por ejemplo, para demostrar si es rentable o no. Que los obreros pudiesen participar en la administración y operaciones mercantiles. Si fuese necesaria la reducción de plantilla se trataría de que afectase a los menos obreros posibles. Al Estado le saldría mucho más barato pagar él una semana y la empresa otra, alternativamente, los salarios de los obreros.
Y si el control obrero de la empresa en dificultades pareciese una solución demasiado avanzada se podría nombrar un interventor económico por vía administrativa o judicial.
Porque al amparo de las crisis, mucho desaprensivo está especulando con la empresa, como si fuese una cosa sólo suya, con la complicidad de la administración.
Lluís M. Xirinacs.