Diario de un senador.
Mundo Diario. Sábado, 12 de Noviembre de 1977.
El avión de la Moncloa vuela alto.
Escribo esta crónica ante la puerta de la sala de sesiones del Senado. Dentro, las grandes estrellas: Suárez, Fuentes Quintana, Abril Martorell, Landelino Lavilla, Martín Villa, Fernández Ordóñez... Se trata de aprobar el Pacto de la Moncloa.
No sé cómo volveré a Barcelona. El tráfico aéreo está paralizado. Los trenes atestados. El personal no funcionario de la subsecretaría de Aviación Civil ha iniciado una huelga de tres días. Se trata de reivindicaciones económicas. El Gobierno considera que supera los límites convenidos en el pacto de la Moncloa.
Ayer, cuando venía para Madrid, aún funcionaban los aviones. En el tren de 35 pesetas, de Sants al aeropuerto de Barcelona, se me sentaron al lado un chico y una chica. «Personal no funcionario de la subsecretaría...». Dicho en sencillo, dos trabajadores del aeropuerto de Barcelona. Forman parte de la Coordinadora de los trabajadores de la subsecretaría…
–Nos deben unas gratificaciones desde abril, aumento del sueldo base interprofesional desde octubre. Ya intentamos una huelga en primavera, suspendida por las elecciones. Nos acusan de que rebasamos los topes del Pacto de la Moncloa. Primero: el pacto no tiene efectos retroactivos, excepto si el aumento supusiera más de un 30 por ciento. Y no es éste el caso. Segundo: aún dentro del tope del 22 por ciento del Pacto de la Moncloa, no faltamos. Sólo ha habido un aumento del 14 por ciento. Hasta el 22 nos pueden aumentar un 8 por ciento más. Por tanto es el Ministerio de Transportes o el subsecretario de Transportes y Comunicaciones, señor Bayón, quienes presionaron el Pacto de la Moncloa. Los acusamos a ellos de incumplimiento de la ley.
El trenecito va que vuela. No queda más tiempo para explicarme las miserias del sueldo de los peones y otras cosas más. ¡Es tan veloz ese tren!
En un santiamén el avión se me lleva a Madrid, donde hay que aprobar el Pacto de la Moncloa y después volver a Barcelona como pueda. Esos pequeños problemas quedan atrás, atrás...
Lluís M. Xirinacs.
