Diario de un senador.
Mundo Diario. Sábado, 15 de Octubre de 1977.
La amnistía política.
Hemos llegado a la última. Seguramente, después de esta no habrá más amnistía política a propósito de la guerra civil y de sus consecuencias. Es el punto final de un sistema y el principio de otro. Largo fue el primero, laboriosa es la transición al segundo. Es la tercera amnistía y aún no es total. Contiene puntos realmente importantes y olvida puntos también importantes. Nos interesa lo que nos trae, por eso no pudimos votar en contra. Estamos obligados a conseguir lo que falta, por eso no podremos parar en el trabajo por conseguir despenalizaciones, cambios de ley y lo que convenga para acabar con los privilegios y las marginaciones. Quedamos comprometidos con los que aún esperan su parte del pacto de paz. Cuarenta años de luchas heroicas por reconquistar una sociedad libre no se pueden resumir sin traición. Las campañas de los últimos años en las que ha estado participando tanto pueblo y en las que padecieron muchos y murieron algunos, han sido tan intensas y constantes, que han conseguido las sucesivas amnistías en contra de la voluntad decidida de no darla por parte de los vencedores.
Pero me ha cogido amnesia, amnistía sólo quiere decir eso. Ya no recuerdo nada. No voy, pues, a hablar del pasado. Combatiré sus reliquias en el presente con todas mis fuerzas.
Estoy muy cansado. Me he sentado en el Senado desde el momento de la aprobación de esta amnistía. También abandonaré, sencillamente, mi guardia delante de la prisión Modelo, después de mantenerla durante un año y nueve meses. Haré unas vacaciones lo más cortas posibles. No abandono, sin embargo, nada de lo que no deba abandonar.
Doy gracias a ti, a ti, a ti. Os veo a todos los que me habéis ayudado. Gracias a esa comunidad, abierta de la calle Entenza que ha dado dimensión a mi pequeño signo personal. Gracias por tanta compañía, tanta ayuda, tanta imaginación al servicio de la causa noble, altruista, de la amnistía para todos los ciudadanos del Estado.
Gracias también a los queridos enemigos, desde el policía que nos pegó, hasta el gran estadista que ganó la guerra. Su contradicción ha dado, quizás, un valor único en el mundo a nuestra libertad. La cuidaremos, la alimentaremos y la acreceremos.
Lluís M. Xirinacs.