Diario de un senador.
Mundo Diario. Viernes, 7 de Octubre de 1977.
Carta de Suárez.
Quizás el mejor título fuera «Demagogia». Una demagogia en la cual muchos han colaborado. Suárez acaba de escribir una carta, «en un especial y delicado momento», a los distintos grupos parlamentarios buscando acuerdos para un año.
Es el mismo Suárez que para aguar la amnistía política la mezcló con demagógicos indultos generosos a los presos sociales y ahora no puede, por ello, frenar la contestación en la cárcel. Los presos sociales empiezan a sentirse amos de su destino y se han organizado en sindicato de presos. Ahora, tarde y mal, se monta la comisión unitaria de parlamentarios para la ley de amnistía política total, que debiera estar concedida hace casi dos años.
Es el mismo Suárez que aceleró unas elecciones parlamentarias propiciando la división precipitada de la sociedad en partidos abundantes, por aquello de «divide y vencerás». Los partidos de la oposición siguieron el juego, olvidaron la grave necesidad coyuntural de actuar todavía unitariamente para resolver la herencia franquista y se lanzaron a la consecución de sus metas divergentes. Yo pedía candidaturas unitarias por esta primera vez. Dije varias veces, desde el mes de enero, a los políticos de los partidos que, «sin fusiones ni contusiones», debían presentar batalla unidos «por esta vez». Ahora el PSOE quiere pactos, el PCE quiere gobierno de concentración y Suárez pide un año de acuerdos «sin que los partidos políticos pierdan por ello su personalidad e identidad».
También han colaborado a formar el caos actual los manejos especulativos de empresas pequeñas y grandes, con cierres, suspensión de pagos y quiebras sospechosas. Hoy, hasta los grandes bancos tiemblan y el despierto Sr. Botín, del Banco de Santander, lanza un cable de salvación recomprando sus acciones, a precio más alto que el de la Bolsa, para inyectar «in extremis» confianza en una economía que se hunde.
Desde el mes de Enero ha imperado en todo el Estado la más vergonzosa ley de la selva. Los grandes líderes políticos del gobierno y los de la oposición, de derecha y de izquierda, como críos, han ido cada uno por su lado a llevarse la mejor porción de la tarta. Avergonzados y siempre disimulando sus trapacerías irresponsables, se ven obligados a unirse, para, juntos, fabricar una nueva tarta. En estos «momentos especialmente delicados» han sobrado hombres de partido y han faltado hombres de Estado.
Sepan esos hombres de partido, tan obsesionados en la consecución de sus ventajismos, que un partido se prestigia por el bien que hace al pueblo, no por lo bien que él se sitúa en el pueblo. ¿Para qué servirá tener en las propias manos el timón de la nave, cuando la nave esté en el fondo del mar?
Lluís M. Xirinacs.