Diario de un senador.
Mundo Diario. Domingo, 11 de Septiembre de 1977.
Desde la puerta de la prisión.
Los parlamentarios catalanes, elegidos el 15 de Junio por voluntad popular, abrirán la solemne marcha. Detrás de ellos, la mayor multitud que la historia unió bajo el nombre y la bandera de Catalunya. Una multitud no abigarrada. Cada partido, cada sindical, cada barrio, cada asociación cita a los suyos para desfilar corporativamente. No se trata de una masa amorfa, electrizada por una propaganda aturdidora. Se trata de un maravilloso pueblo, que resurge vertebrado después de cuarenta años de adversidad, sorprendentemente renovado.
Ese millón organizado de personas avanzará serenamente por el Paseo de Gracia, eje de Barcelona, dejando a su espalda una triste victoria, y llegará, por la Ronda de muralla de San Pedro, hasta el punto de los antiguos baluartes, hoy desaparecidos, en donde cayó Rafael Casanova, y con él, la libertad de un pueblo entero.
Todos sabremos ver, detrás de la imponente columna formada por los catalanes de hoy, la columna más imponente todavía de todos aquellos hombres que desde siempre han luchado de mil maneras para defender y vigorizar la comunidad catalana que quiere existir pacífica y solidaria, en el concierto de todos los pueblos del mundo. Los obreros, los campesinos y pescadores, los empresarios, nacidos aquí o inmigrados, que han hecho posible una sociedad próspera. Los científicos y técnicos, los literatos y artistas, los educadores y demás profesionales, que nos han dado un alto nivel cultural, Los políticos, los militares, y los no violentos, que han sufrido persecución, torturas, muerte por reconquistar nuestro autogobierno. En casa o en el exilio.
Sólo faltará un parlamentario porque falta la Amnistía. Ese parlamentario debe seguir en su guardia mientras queden restos de la gran represión, mientras la guerra del 1936 no esté acabada del todo y el pacto de paz firmado.
Y sólo faltará un presidente porque falta la Generalitat. Este Presidente debe seguir en su guardia mientras no sea consumada la devolución de lo robado, mientras el decreto de guerra del 1938 no esté anulado y el pacto de reconocimiento de nuestra soberanía, firmado.
Lluís M. Xirinacs.