Diario de un senador.
Mundo Diario. Sábado, 27 de Agosto de 1977.
Espionaje laboral.
La palabra «capitalismo» es palabra no grata. Hay que decir «economía de mercado». Pues bien, durante esos cuarenta años de parón histórico en nuestras tierras, por ahí fuera el sistema de economía de mercado ha evolucionado y se ha perfeccionado notablemente, tal vez acuciado por la presión del sistema de economía planificada existente en los países del Este.
Nuestro tierno estado democrático, puesto a homologarse con los Estados vecinos, ya que llega tan tarde, al menos podría beneficiarse instaurando, de entrada, a la hora de redactar aquellos capítulos de la nueva Constitución referentes a los derechos de los trabajadores, un modelo avanzado de economía de mercado. Me refiero a aquellos intentos, que se ensayan hoy por doquier, de que el obrero pueda participar en la gestión y en la propiedad de la empresa.
El nuevo Ministro de Trabajo, Jiménez de Parga, lanzó un globo sonda en este sentido e inmediatamente se oyó el clamor de los beocios que sólo toleran mínimas dosis de democracia en el terreno político, pero no en el económico.
Aún está vigente el terrible artículo 35 de despido libre. Sobre ello quedaría hoy explicar algo totalmente inaudito para mí.
Existen empresas que acuden a una casa de detectives, alquilan un detective adecuado, le hacen un contrato de trabajo como si fuera un obrero y entra a trabajar. Un compañero más entre los otros. Se le paga religiosamente su nómina, que el detective camuflado debe entregar, íntegra, a la agencia de detectives, porque su sueldo real de detective lo cobra de la agencia. Su trabajo real no es fabricar tornillos o descargar camiones. Ésta es la cobertura para disimular su verdadero trabajo. Él se dedica a espiar a los obreros luchadores que tratan de desvelar la conciencia obrera entre los compañeros y de organizarlos para batallar por sus reivindicaciones. Detectado y delatado el obrero peligroso, es sencillamente despedido por el artículo 35.
¿No hay protección legal? ¿Tendrán las centrales sindicales que montar un servicio de contraespionaje laboral para descubrir estos detectives y boicotearlos? Tampoco en la empresa queremos una democracia salvaje, sino una democracia con rostro humano.
Lluís M. Xirinacs.