Diario de un senador.
Mundo Diario. Jueves, 25 de Agosto de 1977.
La fuerza.
Juan, el bautista, predicaba muy sencillo y muy claro. Por ejemplo: «Quien tenga dos túnicas que dé una a quien no la tiene». Se le acercaron unos soldados y le preguntaron: «¿Qué debemos hacer?». Y les contestó: «No abuséis de vuestra fuerza».
También yo quisiera decir eso a los hombres de la fuerza, los militares, de aquí. No se puede hablar de ello aquí. Es un punto tabú. Hay tres cosas de las que no se puede hablar y esa es una de ellas. Convendría, pero no se puede. Te puede llegar un proceso por «injurias a un cuerpo del Ejército». Los diarios, aún hoy, tachan la frase o vetan el artículo.
Está prohibido en sentido general, a pesar de la conveniencia de enjuiciar el peso del Ejército en la política. Está prohibido, se ve, aunque de ello hable un senador con la obligación de vigilar democráticamente las actitudes del Ejército, como las de cualquier otro sector de la sociedad.
Pero existe un caso especial. En el Estado español, las fuerzas del orden dependen del Ejército, son Ejército. No ocurre así en los países democráticos, donde la Policía o Guardia Civil sólo dependen del Ministerio del Interior. ¿Cuándo superaremos este anacronismo de nuestra incipiente democracia?
Es cierto que las fuerzas del orden tienen una misión arriesgada no exenta de peligros muy serios. Pero son ellas las que están al servicio del ciudadano y no a la inversa. Ellas tienen la fuerza frente a un ciudadano, las más de las veces, desarmado y, si, en algunos casos, armado, sin el apoyo de toda la estructura legal y oficial de seguridad.
Los abusos de fuerza son muy posibles. Yo los he padecido y continuamente me llega gente con quejas graves. De momento no explicaré nada concreto. Pero, por favor, hay que separar las Fuerzas de Orden de los ministerios militares. Y, por favor, «no abuséis de vuestra fuerza».
El principio a seguir es: «Lucharé contra el fuerte mientras sea débil y contra mí mismo cuando sea fuerte». Y así la fuerza será buena para todos.
Lluís M. Xirinacs.