Diario de un senador.
Mundo Diario. Jueves, 21 de Julio de 1977.
En la cúpula de la Modelo.
Ya llegó a Barcelona un amago de motín de presos. Un motín es algo gravísimo. En mis dos años de cárcel no me pilló ninguno. Pero los compañeros de prisión me explicaron, muchas veces, los hechos espeluznantes que suelen suceder en los motines.
La calle llena de jeeps y autocares de policía. Los policías dentro con escopetas de gases lacrimógenos. Las puertas cerradas. Dentro gritos. Un grupo numerosos de presos alcanzó el tejado de la cúpula central. Lugar peligroso.
El diputado Rudolf Guerra y yo nos ofrecemos como mediadores. El subdirector de régimen nos rechaza.
Más tarde me vienen a buscar funcionarios de prisiones. Se me juntan el senador Felip Solé Sabarís y el abogado Marc Palmés. El director en funciones nos promete que se retira la fuerza y que no habrá represalias, como exigen los 39 presos de la cúpula. El resto ya está «chapado», encerrado en las celdas.
Por el suelo comida y vino volcados. En el aire gas que llena los ojos de escozor.
Bajan tres presos de la cúpula. Parlamentamos en el patio posterior a la vista de los presos de arriba. Se convencen. Piden amnistía total para toda clase de presos. Nos comprometemos a comunicarlo.
Suben de nuevo. Llevan agua como signo de buena voluntad. Pero arriba hay nerviosismo. No se fian. Aumentan las condiciones. Quieren que los abogados puedan entrar en los días siguientes.
Confusión. No bajan. No hay confianza de ninguna de las dos partes. Nuevos plazos.
Finalmente bajan dos nuevos parlamentarios que ya no volverán a subir. Y no convencen, desde abajo, a los de arriba que los han enviado.
El director, agotado el tiempo, nos manda retirar y ordena la actuación de la fuerza.
No sé como acabará. Afuera, manifestaciones animan a los de la cúpula. Los de la cúpula bajan.
Desde fuera ya no se ve nadie en la cúpula. ¿Sufrirán represalias?
Sólo puedo decir que esta vez en Barcelona, de momento, ha sido diferente. Mucha más serenidad por parte de la policía, de los funcionarios y de los presos.
No se pueden arreglar cuarenta años en dos días.
Lluís M. Xirinacs.