Al servicio de este pueblo.
Avui. Miércoles, 27 de Septiembre de 1978. Página 5.
Bonapartismo.
Débil y tímida al máximo ha sido la salida del franquismo. No se puede pensar en una revolución como la francesa o como la de los claveles. Ni se puede hablar de ruptura. Sólo, de reforma.
Pues, aun así, esta exigua reforma ya empieza a sufrir una reacción como la bonapartista. El pasado viernes fue aprobada con todos los permisos de la izquierda la ley antiterrorista.
Toda una serie de delitos perfectamente tipificados en las leyes anteriores pasan a recibir un tratamiento especial si tienen carácter terrorista. La conexión con aquellos delitos también es delito. Se podrá mantener en comisaría estas personas hasta diez días. Se podrá entrar en los domicilios para registrar sin orden judicial previa, a la más mínima sospecha, a juicio de la policía. Ya no necesitamos puertas en casa. Se podrán controlar, por tres meses prorrogables indefinidamente, el correo, el telégrafo y el teléfono, incluso de las personas que se estime que puedan estar relacionadas con los grupos antes mencionados. Un pariente, un compañero de trabajo, un vecino, su abogado defensor, el médico... La policía lo escuchará todo. El secreto profesional se irá al traste.
¿No querían terrorismo, señores diputados y senadores? Pues, ya tiene el terror. En el País Vasco todo el mundo está relacionado al menos, por haber bebido un vaso de vino con el sospechoso en cualquier bar. Todo el mundo ha caído bajo el terror.
A quien ha hecho esta ley le podrían poner el título de «genio tenebroso», como calificó Stefan Zweig a Joseph Fouché, duque de Otranto, que fue ministro de policía en la época del terror de la revolución francesa, en la época de Napoleón Bonaparte y en la época de la restauración monárquica. Eficaz estado policial, el suyo, que flota por encima de los sistemas políticos más contradictorios. Envidia de algunos ingleses, que quisieran hacer aprobar en el Parlamento una ley, digamos de terrorismo oficial como en Francia. La mayoría de los parlamentarios ingleses tuvieron el buen sentido de rechazarla. Alegaron que preferían algún atentado de vez en cuando que la amenaza de la policía dentro de casa todos los días.
Aquí las cosas van por otros caminos. Siempre imitamos las cosas peores que hacen en Francia. Me dan ganas de vomitar.
Lluís M. Xirinacs.