Al servicio de este pueblo.
Avui. Domingo, 10 de Septiembre de 1978. Página 9.
No nos moverán.
Como un árbol, firme junto al río, no nos moverán.
El pino de la nación catalana, de Salses a Guardamar y de Fraga hasta Maó. Los Países Catalanes.
La copa del pino es la prudencia de los catalanes. Es la parte alta, la más visible, la más voluminosa, la más flexible. Se adapta a los vientos que soplan de todos lados. Se comba y gime ante la tormenta. De vez en cuando se le desgarra alguna rama. Los pájaros venidos de lejos hacen una parada para tomar aliento o hacen el nido para quedarse para siempre. Como una nube verde y compacta dibuja formas cambiantes. Ahora una Mancomunidad, ahora una autonomía, ahora unos principios y unas instituciones configurados en un Estatuto, como medio para ejercer no se sabe cuando, el derecho de autodeterminación. El ramaje de la prudencia es grande y ufano. Concentrará este año como el año pasado inmensas multitudes el día 11 a las ocho de la tarde frente a la estatua de Casanova de Barcelona.
El tronco de nuestro pino es la justicia de los catalanes. Somos una nación soberana, y por tanto independiente. Amos de nuestros destinos. Tronco recto e inflexible. Endurecido por los años y las contradicciones. No se puede mover del sitio. No se puede disimular. Las ramas nunca lo podrán ocultar. Es demasiado recto y es demasiado alto, el tronco del pino. Muchos ramitas encumbradas, muchos pájaros inmigrados instalados en la altura del rodete no lo ven. Lo olvidan bailando al son del viento que sopla. Pero nunca será movido. Tiene las raíces en el Fossar de les Moreres, donde yacen los que dieron la vida no para conservar un Estatuto sino para conservar un Estado, no para obtener una autonomía sino para afirmar una soberanía, no para negociar un pacto sino para autodeterminarse, no para dulcificar la esclavitud sino para defender la independencia de una comunidad racional, adulta y responsable. El pino no se puede mover de lugar. El día 10 a las 12 del mediodía congregará, como el año pasado, los catalanes con conciencia y voluntad de ser una nación soberana, patria común e indivisible de todos los catalanes.
Jordi Carbonell, nos decía el año pasado: «Que la prudencia no nos haga traidores». Este año hay que decir: el artículo 2 de la Constitución española es la sierra destinada a cortar el tronco de nuestro pino.
En este artículo hemos obtenido el reconocimiento del título de nacionalidad, pero sólo para un pedazo de los Países Catalanes. Y, en contrapartida, nunca más podremos autodeterminarnos, nunca más podremos unirnos políticamente todos los catalanes, nunca más tendremos patria propia.
La ribera de sangre, cerca de la cual arraiga el pino, nos está llamando: «¡No, esto no!».
Lluís M. Xirinacs.