Al servicio de este pueblo.
Avui. Miércoles, 30 de Agosto de 1978. Página 5.
Autoridad y pueblo.
Ajetreado hasta el máximo por el debate constitucional, no he podido ir a visitar los caminantes del Llobregat. Sólo he ido siguiendo las vicisitudes de esta campaña por las notas de la prensa. Intervine cerca del gobernador cuando la prohibieron. Ante la imposibilidad de llevar adelante, por vía legal, una marcha tan necesaria aconsejé desde esta columna a los caminantes la desobediencia cívica. Ellos salieron adelante, no sé si por razón de mi consejo o por decisión suya previa.
Hablé con dureza de la actitud poco dialogante del gobernador Belloch. En cambio, él dialogó después con los responsables de los caminantes y, superadas las deficiencias técnicas de la Marcha,, finalmente, la permitió. Le estoy agradecido como si me lo hubiera hecho a mí. Le agradezco, sobre todo, haber pasado por encima de los defectos formales de organización para ir al nudo del problema.
Me dolió aconsejar la desobediencia cívica. Este tipo de acción no debería significar nunca una venganza. Se debería hacer siempre con pena porque representa una crítica a la autoridad. Se debería hacer después de agotar todos los medios de diálogo y debería hacerse siempre con miedo de estar equivocado y después de haber hecho una autocrítica rigurosa. No sé si todas estas condiciones se habían cumplido esta vez. Todo ello fue muy precipitado, pero las escasas posibilidades de los caminantes justifican las posibles imperfecciones del planteamiento.
Pensamos sin embargo que la única forma de lograr el equilibrio social entre la autoridad y el pueblo es que junto a la relación permanente de bajada de la autoridad al pueblo hecha de decisiones y obediencia se establezca una relación permanente de subida que vaya del pueblo a la autoridad hecha información y acogida. Cuando la primera falla, sale la fuerza coactiva de las fuerzas de orden. Cuando falla la segunda, sale la fuerza popular de la resistencia cívica. ¡Ojalá que por ninguna de las dos bandas nunca se hiciera necesaria la fuerza! Estábamos muy acostumbrados a ver funcionar la primera y poco la segunda. En la televisión siempre hay películas de policías. Nunca se ven películas que enseñen al pueblo la fuerza del pueblo.
Pero pensamos siempre que la mejor de todas las fuerzas la da la buena avenencia entre la autoridad y el pueblo y esto sucede cuando el pueblo siendo suya la autoridad, cuando la autoridad sin abdicar de sus responsabilidades es una autoridad democrática.
Lluís M. Xirinacs.