Al servicio de este pueblo.
Avui. Viernes, 16 de Septiembre de 1977. Página 5.
Leva popular.
Lector,
Has vuelto de vacaciones. Habrás descansado. Pienso que si lees el periódico es porque te preocupa la marcha del país y del mundo. Eres un hombre con sentido de responsabilidad social.
¿No te han mordisqueado, a veces, dentro de ti, las ganas de intervenir activamente en el proceso apasionante de construir y mantener una sociedad verdaderamente democrática?, ¿de no limitarte a leer lo que hacen los demás? Cuarenta años de veto de participación en las tareas colectivas han generado en mucha gente una auténtica enfermedad de abulia social, de falta de voluntad de actuación conjunta. Gandhi seguía un principio muy sano. Cuando leía algo que exigía que se pusiera en práctica, detenía la lectura, hacía lo que había que hacer y, una vez hecho, continuaba la lectura. Produce desequilibrio mental recibir mucha información y no poder descargar con actuaciones prácticas todo lo que se ha acumulado en el cerebro.
La felicidad que dan las experiencias colectivas -piensa en la manifestación del Once de Septiembre de este año- es muy superior a la pequeña felicidad de las satisfacciones, pero es una felicidad poco conocida porque ha sido prohibida. Las inagotables facultades que todos tenemos encuentran muchas más oportunidades de expansión en el campo social, que en la actividad personal o familiar. La persona alcanza dimensiones ilimitadas cuando se abre el campo de la colectividad. Tiene la sensación de nacer de nuevo a una vida ignorada, a un mundo aún por descubrir.
Hay que ir con generosidad y entusiasmo por un lado y, por otro, con una actitud sencilla y modesta. El mundo no depende de un solo hombre. Depende de todos. Yo soy responsable de un trozo. Me entregaré tanto como pueda. Pero nunca pretenderé erigirme en dictador de los demás. Lo que depende de los demás lo dejaré a su responsabilidad, tanto si me complace como si no me place. No seré arrollador. Me mantendré sereno en medio de decisiones ajenas que me disgusten. Sabré encajar las derrotas y no abusar de las victorias. Tampoco me dejaré acobardar por nadie.
Lector, ¿y por qué no te apuntas en tu asociación de vecinos, a una central sindical, en tu asamblea de barrio, local o comarcal, a alguna de las entidades cívicas que radican cerca de donde vives y si te ves con corazón y lo has estudiado bien, en aquel partido político que más se adecue con tus ideas sobre la sociedad?
Y si ya trabajas, ¿podrías entusiasmar en esta tarea otros parientes, amigos, vecinos o compañeros de trabajo? ¿Podrías tratar de iniciar en esta línea tus hijos o los niños sobre los que tengas responsabilidad, hasta que no quede ningún ciudadano dormido?
Señores, hagan fuego, si les place, en el gran juego de la democracia. ¿Quién quiere cartas? ¿Quién apuesta más?
Lluís M. Xirinacs.