Diario de un senador.
Mundo Diario. Miércoles, 7 de Diciembre de 1977.
Minusválidos desalojados.
Un caso más de abandono de la tercera clase. Karl Marx designó con el nombre de «lumpen proletariat» las capas más pobres de la población urbana. La componían las personas no integradas en el proceso productivo, como los mendigos, delincuentes, etc., sin conciencia política y sin formar una capa social homogénea.
Desde los tiempos de Marx las cosas han cambiado. Hoy se pueden distinguir tres clases: la opresora, la oprimida que se puede defender y la oprimida sin defensa. Es la tercera clase. La de los desesperados. A lo largo de un siglo y medio la clase proletaria ha sabido jugar su papel y ha conseguido victorias parciales o totales. Muchos representantes obreros se sientan en los consejos de administración de las empresas, en los escaños de los Parlamentos. Muchas leyes de protección laboral y social han sido conseguidas. Existe el arma de la huelga y de la sindicación. Y grandes partidos obreros.
Pero los mendigos, los delincuentes, los jubilados, los inválidos, los disminuidos físicos, los deficientes mentales, los parados, los menores de edad, los enfermos crónicos, etc. y, en general, todos los que se engloban en el nombre de marginados están casi sin armas ante una situación en la que, especialmente, la inflación galopante los pone en situación de miseria, y el profundo egoísmo de una sociedad liberal donde el más fuerte se come al más chico, hace que no sólo el opresor sino también el oprimido que se puede defender, aunque en menor grado, fabrique toneladas de marginación.
Después de muchos días de ocupación de «SEREM» por parte de los minusválidos, finalmente han sido desalojados y detenidos por la Fuerza Pública a las 1h15’ de la madrugada del día 6 de Diciembre, en una hora en la cual poca presencia popular podía haber. Algunos habían comenzado huelga de hambre. Arma no violenta de desesperados. También fue privado de libertad el obrero contestatario de Sears.
Escoba que va barriendo la escoria de la humanidad y la lleva al basurero de la cárcel.
Todos tememos pringarnos las manos con ellos. Sus problemas no son resueltos. No pueden ser resueltos, de ellos viven los opresores, que influyen en el pueblo para que aborrezca a los marginados.
Gente que creía en mi y me votó me interpela por la calle y escriben cartas en los diarios contra mí. Es tarea ingrata preocuparse por esta gente. Uno se va sintiendo cada vez más marginado políticamente. Los grandes temas van por otro lado. Uno se acercó demasiado al pantano de la miseria y el pantano lo está engullendo. La marginación social parece el infierno sin retorno.
No olvidemos, sin embargo, que por una parte ellos se sienten desesperados y por otra están adquiriendo conciencia política.
Lluís M. Xirinacs.