Diario de un senador.
Mundo Diario. Martes, 26 de Julio de 1977.
Sol gris.
Mucha amargura. Mientras estáis en vuestras vacaciones, los pobres en sus casas y en sus tascas de barrio, los ricos en montaña o playa. Mucha amargura. Me votásteis bajo el lema: «Un voto contra la violencia». Y me siento impotente contra el oleaje embravecido de la violencia.
Hoy es domingo. Un domingo calmo de vacaciones. Casi no pasan coches por la calle Entenza, frente a la prisión. Casi no hay gente. Sol de julio. En un abrir y cerrar de ojos, los dos lados de la calle se han llenado de «jeeps», de coche patrulla, de autocares, de coches de policía secreta. Son las once de la mañana. La calle se ha vuelto gris. Más de cien policías. Órdenes. Portazos. Trasiego de material antidisturbios. Otra vez amenaza de motín. La labor difícil de trenzar la paz, por los suelos.
Primero, mientras en otras cárceles la violencia lo arrasaba todo, conseguimos una paz honrosa en Barcelona.
Segundo, avisé por la prensa la urgencia de la amnistía para el día 22, fecha de la inauguración de las nuevas Cortes.
Tercero, Solé Sabarís notificó al presidente de la Audiencia de Barcelona la petición de amnistía de los presos.
Cuarto, intenté una entrevista con el Rey inútilmente.
Quinto, esperé, en pie, que en el discurso del Rey se concediese la amnistia, que no vino.
Sexto, los presos se ilusionaron equivocadamente en los resultados del Consejo de Ministros del sábado. Nada.
Y ahora preparan el peor motín. O se prepara la peor represión. Los abogados agotan argumentos. Los familiares tienen la cara blanca como el papel de fumar. Los presos políticos se ven incapaces de contener a sus compañeros. Los funcionarios están espantados. Yo –hoy cumplo un año y siete meses de guardia en la cárcel– estoy muy cansado.
¡Qué falta de sentido político no dar la amnistía de una vez para siempre! ¿Por qué nos empujáis a la deseperación?
Lluís M. Xirinacs.