Mohandas Karamchand Gandhi. Introducción: Lluís Maria Xirinacs.
Índice del libro.
Introducción a la primera edición catalana.
Quiero hacer una introducción sencilla y llana como son los artículos periodísticos de Gandhi de este libro. Quizás son artículos repetitivos, quizás encontraremos puntos de vista discutibles, pero son enamoradores. No puedes leer dos páginas sin sentir la punzada que penetra hasta las junturas que ligan el alma y el espíritu.
En el artículo 21 piden a Gandhi que en nombre del Congreso nacional envíe un cable a la Liga de Naciones en protesta de las acciones criminales de los franceses contra Damasco y los drusos de Siria. Gandhi, sorprendentemente, dice que no. «Ahorrémonos de tener que anunciar nuestra impotencia». «Los animales en presencia de una tormenta, se juntan y buscan calor y coraje unos de otros. No hacen un llamamiento al dios del tiempo para que modere su ira».
Lector, ¿no has sentido el mismo rechazo interior a la hora de participar en las inútiles recogidas de firmas para Guatemala, por los desaparecidos de Argentina...? Gandhi es enemigo de palabras vacías, de tapaderas nobles y cobardías innobles. Gandhi nos presenta auténtico en su grandeza y en su pequeñez, testimonio fidedigno, sólo testigo, del espíritu humano.
1. No-violencia.
La no violencia es la ley de la humanidad, como la gravedad es la ley de los astros. La gravedad –nos dice Gandhi– regula los astros desde tiempo inmemorial pero fue descubierta hace pocos siglos. La no-violencia regula la humanidad desde su origen pero ha sido descubierta ahora. El descubrimiento de la ley de la gravedad permite hacer cosas, como los satélites artificiales, que antes de su descubrimiento no se podían hacer. También la toma de conciencia de la ley de la no-violencia permite a la humanidad de hacer cosas, como la descolonización de la India por vía no-violenta, que antes no se podía hacer.
Gandhi nos eleva a todos por encima de nuestra dejadez. Nosostros queríamos vivir más violentamente, en la estulticia del seguimiento ciego de nuestros deseos, en el empuje ciego de los deseos contradictorios que chocan y se destrozan. Poníamos nuestra luz intelectual humana al servicio de la imposición ciega y hemos desarrollado el perfeccionamiento de la capacidad animal de herir y matar mucho más allá de lo que el animal puede hacer.
Desde que existe el espíritu del hombre sobre la tierra ha terminado la violencia. En mi cerebro caben no sólo todos mis deseos sino también los deseos de todos los hombres, las ansias de los animales, la vitalidad de los vegetales y las atracciones y repulsiones de la materia cósmica. Y en mi interior existe la posibilidad de conseguir la armonía de esta inmensa gama de amores. Por consiguiente, la violencia se ha acabado.
Pero, ¿quién tiene un corazón tan grande donde quepan todos los amores y donde se cree la armonía de todos ellos? A Gandhi le decían «Mahatma», «Alma grande». Nosotros más bien tendemos a convertirnos en pequeñas almas, alma de ratitas contentas con roer la cotidiana ración de queso para cuidar a amadrigar al nido hasta mañana. Todos tenemos la gran alma dentro de nosotros, todo somos «yo y to el género humano» como decía Agustín de Hipona, y, sin embargo, fácilmente nos abrazamos alocadamente al «yo» y prescindimos de «todo el género humano» y de «el universo entero» que forman la parte principal, más grandiosa, más gratificante, más gloriosa de nuestro espíritu. «Hombres de poca fe, -dice Jesús-, ¿por qué habéis temido?».
Gandhi pone como condición especial de la no-violencia la fe. Si no tenemos un alma resplandeciente de fe amorosa, «el género humano», «el universo entero» son expulsados de nuestro espíritu por nosotros mismos y se convierten, entonces, en nuestro enemigo gigantesco, temible hasta el extremo. El miedo. El miedo de los animales ante todo aquello que les es desconocido. No queremos conocer la parte más maravillosa de nuestro espíritu y nos sentimos terriblemente solos, desamparados y hasta incluso amenazados... ¡en nuestra propia casa!
Si aceptáramos la grandeza del espíritu –la fe– nuestros deseos particulares nacerían de los deseos conjuntos –no-violencia– y desaparecería el sufrimiento, la muerte, la opresión.
Disponemos de un libro autobiográfico, –«Les meves experiències amb la veritat» («Mis experiencias con la verdad»)–, donde Gandhi explica cómo consiguió su emancipación personal. Por la historia sabemos que Gandhi consiguió la emancipación política de la India respecto al imperialismo británico. Pero él dice que renuncia a la libertad de la India si es necesario conseguirla renunciando a la no-violencia. La no violencia es la ley conjunta, ninguna parte no se puede liberar violentamente del conjunto. La parte en función del todo y no el todo en función de la parte. Alma grande.
Y a pesar de ello consiguió las dos liberaciones: la suya y la de la India. La suya liberando los hombres de su entorno, y la de la India liberando los británicos del ansia dominadora.
Gandhi veía la no-violencia, –«Ahimsa»–, tan clara como Newton su fórmula de la gravedad. Deberíamos aprender de Gandhi a pasarnos la vida contemplando el conjunto y actuando desde el conjunto del universo, objeto de nuestra fe y contenido del único amor auténtico posible, en vez de tener continuamente el alma vendida a pequeños dogmas de fe y pequeños objetos de amor que siempre dan dinero y placeres a costa del sufrimiento de otros. Gandhi es práctico y concreto, estudia y actúa en las cosas pequeñas minuciosamente. Pero no hace nada si antes no ha consultado su fe, si antes no tiene la respuesta del «gran retablo de la creación» en forma de una «pequeña voz silenciosa» que le habla a él desde el Todo en cada momento y ante cada situación. No es él desde él quien hace las cosas. Él sólo es testigo y enviado. Y no tiene respetos humanos ni se siente ligado por las conveniencias de una sociedad parcial y egoísta. Lo ve todo, lo oye todo, lo presenta todo al Espíritu y espera la respuesta armónica conjuntada con el resto del universo. Entonces actúa.
Gandhi tiene muchos valores, pero, amigo, te ruego que consideres éste como el valor supremo del mensaje de Gandhi. Es testigo y enviado fiel del Espíritu y quisiera que todos los hombres y todas las naciones también lo fueran. Te recomiendo que este libro lo consideres de cabecera. Sería bueno que leer un artículo cada noche antes de ir a dormir. Sólo un artículo y basta.
2. Independencia.
Nuestra pobre cooperativa «Ahimsa» se ha embarcado a publicar este primer volumen de los artículos de Gandhi en catalán con total ilusión. Es como una primicia. Me parece que nunca han sido estos artículos editados en occidente. Partimos de la edición inglesa hecha en la India en vida de Gandhi, corregida y revisada por él mismo, según nos informó Lanza del Vasto.
La mayor parte de los artículos son respuesta a preguntas de extranjeros, especialmente europeos. Es admirable que trate de encontrar el consejo adecuado a los problemas de tantos países: África del Sur, Abisinia, China, Japón, USA, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Dinamarca, Rusia, Austria, Checoslovaquia, Suiza, Italia, España, Polonia, los judíos, los palestinos,... Responde a gravísimas contradicciones derivadas de la guerra de 1914 y las que plantean la conflagración mundial de 1939.
Esta enumeración podría dar a entender que Gandhi se dispersaba como las mariposas. Nada más falso. Si el primer principio de la no-violencia se podría anunciar así: «la parte siempre se resolverá en función del todo», el segundo principio diría: «No puedo resolver la otra parte si aún no he resuelto la mía». De lo contrario me podrían decir: «Médico, cúrate a ti mismo».
Gandhi es invitado en Lancashire de Inglaterra, es invitado a América, a Rusia, a China. No. Dice que aún no ha convencido a su pueblo. Serían visitas vacías. Nunca niega que estos países envíen mensajeros a aprender. Atiende todos mientras se lo permite su trabajo. Estos hechos hablan más claro que todas las visitas.
Pero él empezó por alcanzar su libertad interior y continuó conquistando la independencia de la India. «La independencia nacional no es una ficción. Es tan necesaria como la independencia individual. Pero ninguna de las dos, si están basada en la no violencia, no debe ser una amenaza a la independencia de la otra. Y así como con la independencia individual y con la nacional, también con la internacional» (artículo 40).
Uno de los temas más importantes de esta recopilación de artículos es el tema de «Swaraj», el tema de la independencia.
Por lo pronto hay que decir que él veía la independencia no como «ponerse enfrente» de ningún otro país, sino como derecho a tener «casa propia» al lado y en hermandad de todas las demás casas del mundo. Gandhi quiere la independencia de la India y sin embargo no es nacionalista. Maneja una fecundísima idea bastante conocida entre nosotros: la ancestral idea de «Imperio».
La India formaba parte del Imperio británico. En principio Gandhi no quiere separarse. Pero desde el principio quiere un trato de igual a igual con la metrópoli. Quiere hermandad, no supeditación. «Si Gran Bretaña quiere ser totalmente compañera, me gustaría mucho, pero el compañerismo debe ser real, no debe ser una excusa para gobernar o para proteger» (artículo 42). Y en un principio lo cree posible y lo intenta ya desde África del Sur (1893) y en la India hasta 1919. La matanza de Amristar lo convence definitivamente que el Imperio británico es imperialista. Define así el imperialismo: «está únicamente garantizado para la protección del comercio imperial y por lo tanto para el mantenimiento de la paz en la medida que es necesaria para la seguridad de este comercio; es impotente para prevenir la pérdida de la vida y de la propiedad» (artículo 95).
Un japonés le pregunta: «¿Cómo sería posible la unidad entre Japón y la India?». Responde: «Puede ser posible si Japón deja de mirar la India con ojos codiciosos. Sin duda no lanza su ejército hacia la India, pero utiliza su habilidad sin igual, y su traza, para ocultar la verdad y su conocimiento de la debilidad de los indios, para llenar la India de sus artículos que a menudo son malos. Ha copiado los métodos de explotación de los gobernantes de la India (los británicos) y quizás todavía los ha superado. Ahora, desde el punto de vista japonés, no pueden perder los millones de rupias que obtenga de la India. Y si no se puede obtener voluntariamente, tendrá que hacerlo por la fuerza de las armas. Pero este no es el camino de ajuntar la India y Japón. Lo que las puede unir es un vínculo moral basado en la amistad mutua» (artículo 69).
Él cree que un imperio no imperialista da amistad, da comodidades y privilegios (artículo 30), «Entonces creía que el Imperio británico era un sistema del todo benéfico para la humanidad» (artículo 50). Dentro de un imperio verdaderamente amigable necesario que las partes libremente confederadas hagan sacrificios para mantenerlo.
Cuando en 1920 lanza la campaña de no cooperación con el Imperio británico porque finalmente la ha juzgado irrecuperable, no plantea la independencia nacional de los indios. Plantea la independencia de un hasta entonces subimperio. Gandhi sueña con un nuevo imperio resultado de la unión de la nación india y de la nación musulmana de la India. Él quiere la unión de los pueblos, no su separación. Luchó heroicamente en este sentido. A finales de 1947 la mala fe británica partió el terriotri en dos estados conflictivísimos, India y Pakistán y Gandhi murió asesinado por unos fanáticos que no le toleraban su amor a la nación musulmana.
Se ha pintado en Occidente una imagen espiritualista y poética de Gandhi en el corazón de muchos no violentos. No. Gandhi, entre otras cosas, fue un gran político. Luchó por una independencia real. Dirigió el partido del «Congreso Nacional Indio», fundado en 1885. «El Congreso es la única organización política del mundo que ha adoptado, que yo sepa, una no-violencia pura para conseguir la independencia» (artículo 54).
Es un partido que llega a tener ministros y legisladores de la India antes de la independencia. La no-violencia, cuando no encuentra la libertad, la hace. Este partido monta un Congreso indio, una autoridad paralela a la impuesta. Ningún enemigo no puede parar el avance de la nueva sociedad libre si se está dispuesto a dar la vida para salvar la propia dignidad del país libre.
Gandhi eleva el pueblo a su dignidad y al honor de la independencia fraternal. Antes, la India siempre fue –con contadísimas excepciones– no-violenta. Pero se trató de una no-violencia pasiva. Ahora Gandhi enseña en la India una nueva no-violencia, la activa. El pasado original de la India le hace sospechar la existencia de una misión universal de su país. «Tengo una fe inextinguible que, de todos los países del mundo, la India es el único país que puede aprender el arte de la no violencia» (artículo 90).
Distingue taxativamente entre la no-violencia activa del fuerte, del valiente y la no-violencia pasiva del débil, del cobarde, que es en realidad impotencia, simple pasividad y acaso violencia inactiva o en suspensión.
Pregunta a los componentes de su partido: si no somos capaces de resolver los disturbios internos sin llamar la policía del gobernador británico, ¿cómo resolveremos la seguridad del país el día de la independencia?
Inmediatamente planifica la constitución y el entrenamiento de unas fuerzas de seguridad no violentas, un ejército de defensa no-violenta (artículos 52-55, 57, 61 y 95).
3. Militarismo.
Aquí llegamos al tema más conflictivo planteado en este libro: ¿un no-violento puede participar en la guerra o en la milicia? En las preguntas que le hacen, sobre todo no-violentos occidentales, se transparenta una duda terrible sobre la ortodoxia no-violenta del fundador de la no-violencia. ¡Paradoja sorprendente! Los discípulos occidentales de Gandhi parecen más ortodoxos que Gandhi.
A primera vista, parece que él fue más laxo en los primeros años, en la práctica: participación con los ingleses contra los boers y los zulúes en África y contra Alemania en la guerra de 1914 en Inglaterra. Aun en los primeros artículos de este libro siempre justifica esta posición (artículos 11, 14, 18, 30, 32, 38 y 40). Más tarde parece que se vuelve radical y aconseja ofrecerse en autoinmolación personal y colectiva cuando sea necesario (artículos 43, 56, 59, 60 y 64).
Pero mi impresión es que Gandhi tiene una posición invariante desde el primer día hasta el final. Nunca reconoce equivocaciones en este terreno. Mantiene hasta el final la justificación de sus primeras actuaciones y de sus palabras. «Es una convicción profunda que la guerra es un auténtico daño. No cederé a nadie mi rechazo a la guerra. Pero la convicción es una cosa y la práctica correcta es otra» (artículo 32).
«Las proposiciones sobre las que he construido mis argumentos son tan ciertas como las definiciones de Euclides, las cuales no dejan de ser verdaderas porque en la práctica seamos incapaces de dibujar una línea de Euclides en una pizarra (línea sin grosor). Pero incluso un geómetra encuentra que es imposible avanzar si no recuerda las definiciones de Euclides». Tampoco nosotros no podemos rescindir de las proposiciones fundamentales en las que se basa la doctrina de Satyagraha» (línea sin violencia) (artículo 18).
Creo que aquí está el hilo conductor de su pensamiento: hay que pensar la no violencia en el nivel teórico y de las convicciones sin ninguna concesión a la violencia. Si le damos el más mínimo espesor de violencia toda la «geometría» de Gandhi cae por tierra. Ni uno de sus «teoremas» se mantiene.
Pero si nos creemos en la práctica que somos no-violentos puros, o somos unos ingenuos o somos unos hipócritas. En la práctica siempre hay un mínimo espesor de violencia. La práctica correcta no consiste en que yo, o los mios, hagamos actos puros de no-violencia, sino para pasar a la situación de mínima violencia conjunta posible. A menudo preferimos la adoración de líderes purísimos a los que exigimos despiadadamente un número de circo cada vez más difícil, a la liberación de pueblos enteros.
«¡Claro, que en mi Independencia de hoy hay lugar para los soldados! No tengo suficiente capacidad como para predicar en todo el país la doctrina de la no-violencia. Por eso la practico restringida rigurosamente al objetivo de conseguir nuestra libertad, y tal vez ésta es una forma de favorecer que la regulación de las relaciones internacionales se realice por medios no-violentos. Pero mi incapacidad no debe confundirse con la doctrina de la no-violencia. Intelectualmente la veo con todo su esplendor. Mi corazón se aferra. Pero aún no he encontrado la manera de difundir la no-violencia universal de manera efectiva. No estoy suficientemente preparado para esta tarea gigantesca. Dentro de mí todavía hay indignación, dualidad» (artículo 14).
«Quizás nunca seremos lo suficientemente fuertes como para ser del todo no-violentos de pensamiento, palabra y obra. Pero hemos de mantener la no violencia como nuestro objetivo, y tenemos que hacer progresos hacia él» (artículo 23).
En otro lugar dice que la no-violencia no tiene grados, y que la violencia sí tiene. También afirma, valiente, que el no-violento no puede ser neutral ante las luchas entre violentos. No se pone más a favor del poderoso cuando éste gana, como aquellos obispos cristianos que bendecían al tirano como un «cruzado de Dios». Pero tampoco, cuando llega una cierta «democracia», no hace aquellas clásicas afirmaciones neutralistas de los mismos obispos: «Condenamos la violencia venga de donde venga». Gandhi dice: «Una persona no-violenta, cuando surge la ocasión debe decir de qué lado es el justo. Por eso deseé el éxito a los abisinios, los españoles, los checos, los chinos, y los polacos, aunque en todos los casos habría deseado que ofrecieran resistencia no violenta» (artículo 96).
Con toda suavidad acaba un artículo (32) que responde a las objeciones de heterodoxia contra él hechas por un discípulo de Tolstoi. Si tan quisquillosos son «los resistentes europeos a la guerra harian bien de formular una opinión pública en Europa que obligara a Gran Bretaña a volverse atrás y detener la continua explotación de la India». En vez de atacar a Gandhi ¿no se podrían dedicar a atacar a los británicos?. A menudo mi pureza de pensamiento y convicción sin práctica exige a otro la pureza de práctica que a mí no me exijo. Otras veces para salvar mi pureza de práctica en cosas insignificantes hago un acto de cobardía o de pasividad ante cosas muy significativas.
Gandhi no cae en estas trampas. Para salvar el Imperio (muy significativo en la práctica), renuncia parcialmente a la práctica de su convicción (poco significativa en la práctica). Luego, con coherencia, lo pensará igualmente para el nuevo imperio indio-musulmán que quiere crear verdaderamente independiente.
«Por eso creo que he cumplido bastante mi deber como hombre y como ciudadano, ofreciendo mis humildes servicios al Imperio cuando éste los necesitaba. Así es como espero que cada indio actúe con su país bajo la independencia. Estaría profundamente desconsolado si, en cada situación imaginable, cada uno de nosotros tuviera que tener un código de leyes dentro de sí mismo y sopesar con balanzas doradas cada acción de nuestra futura Asamblea Nacional. Debemos ceder nuestro juicio sobre la mayoría de los temas a nuestros representantes nacionales y debemos poner particular cuidado en elegir estos representantes. Creo que si no es así, un gobierno democrático no sería posible ni por un solo día» (artículo 11).
«Podemos responder fácilmente que es lo que sucederá durante el independencia. Entonces los soldados no serán mercenarios sino que formarán la milicia nacional sólo con propósitos de defensa y protección» (artículo 8).
«Mientras que yo, que incluso como creyente de Ahimsa puedo comprender y admitir que haya una instrucción militar para aquellos que creen en la necesidad de emplear las armas en contadas ocasiones, no puedo defender de ninguna manera la instrucción militar de los jóvenes del país bajo un gobierno (el británico) que no responde en absoluto a las necesidades del pueblo; y además, estaré en contra del servicio militar obligatorio en cualquier caso, e incluso, bajo un gobierno nacional» (artículo 17).
«En el estado actual de la sociedad, no dudaría de aprisionar los ladrones y los asaltadores, lo que es en sí mismo una especie de castigo. Pero también tengo que admitir que esto no es Satyagraha, sino que es un lapsus de la auténtica doctrina» (artículo 19).
«Si hubiera un gobierno nacional, aunque no participaría directamente en ninguna guerra, me puedo imaginar situaciones en las que mi deber sería votar por el entrenamiento militar de los que lo desearan, ya que sé que todos sus miembros no creen en la no violencia hasta el mismo punto que yo. No es posible hacer una persona o sociedad no-violenta por obligación. La no-violencia actúa de manera misteriosa. A menudo las acciones de una persona contravienen el análisis en términos de no-violencia; o también a menudo sus acciones tienen aspectos de violencia y en cambio ésta es absolutamente no-violenta en el sentido más profundo del término, y después se puede comprobar» (artículo 30).
Y cuando su no-violencia personal práctica habrá crecido, en el otoño de su vida, cuando la vocecita pequeña y silenciosa se le habrá ido poniendo cada vez más imperiosa, mientras que los militantes del Congreso habrán ido remachando, dimitirá de cargos para mantener el mensaje puro, recomendará el uso de las armas a aquellos cuyo corazón sabe que teme el desarme total del país y se sentirá solo, terriblemente solo...
«La aceptación por parte de la India de la doctrina de la espada sería la hora de mi prueba. Espero que me sea necesaria. Mi religión no tiene límites geográficos. Tengo una fe viva que trasciende incluso mi amor por la India» (artículo 94).
El cáliz amargo de la prueba no fue durante la guerra mundial, vino cuando ya la India fue independiente. Sus dirigentes del Congreso no se vieron con el corazón de montarla sin fuerzas coactivas (ejército, policías, cárceles). Gandhi, para dirigir él la India, puso como condición la supresión de fuerzas coactivas. Y Gandhi debió recluirse, fiel a su destino de testigo puro de la no-violencia. Ocupó su lugar el pandit Nehru y él quedó como el hombre con más autoridad moral de su país, pero sin ninguna autoridad legal. Espíritu puro sin ningún afán de poder.
4. Economía.
Y aquí llegamos al último punto que quería yo tratar: el tema económico. Àngel Colom, un líder de la lucha no-violenta en Cataluña, en 1976 reprochaba a Gandhi el haber abandonado la autoridad de la India a manos de las ricas oligarquías opresoras autóctonas cuando la tenía toda en sus manos, después de recuperarla de los británicos, y cuando la habría podido conservar al servicio de las clases oprimidas del país.
A esta terrible retirada de la permanencia de la opresión económica interior en la India se podría añadir la opresión que le viene del exterior también por vía económica por causa del sistema vigente actualmente en ese país.
¿Tenía Gandhi una visión clara del problema económico del país? Hay que decir primero que él rechazó interceder en ciertas guerras sin estudiar sus causas.
«Toda actividad para detener la guerra es inútil hasta que no se entiendan sus causas y se traten desde la raíz. La primera causa de las guerras modernas, ¿no es la carrera inhumana para la explotación de las llamadas razas más débiles de la tierra?» (Artículo 36).
Creo poder afirmar que de la lectura de este libro y de toda la actuación de Gandhi, se puede deducir que él cree que la causa estructural determinante de las violencias del mundo es la no solución del tema económico. Él tiene una idea muy clara, como hemos visto a propósito del Japón, de lo que es el imperialismo económico.
«Si hoy (1925), Alemania transformara su policía y tomara la determinación de usar su libertad, no para dividir el comercio mundial, sino para proteger a través de su superioridad moral los pueblos más indefensos de la tierra, ciertamente lo podría hacer sin armas» (artículo 18).
«El prestigio americano no está basado en su fuerza moral sino en su fuerza física. La autolimitación de América significaría un cambio radical de punto de vista. La actual defensa de los ciudadanos es una defensa del comercio nacional, es decir explotación. Esta explotación presupone el uso de la fuerza para imponer el comercio a un pueblo que no lo desea. De alguna manera las naciones se han convertido en bandas de ladrones en vez de ser un conjunto pacífico de hombres y de mujeres unidos por el objetivo común de la humanidad» (artículo 26).
Para entender el potencial revolucionario de Gandhi a nivel económico hay que situarse en el marco económico de su país. En los años 60, veinte años después de la independencia, la renta per cápita se estimaba en 82 dólares (USA) y las calorías diarias por habitante inferiores a las 200. Más de las tres cuartas partes de la población era analfabeta. Tal es el mayor país tercermundista del planeta.
«Vuestra no violencia no puede ser efectiva a menos que tengáis fe en la rueda de hilar. No podéis construir la no violencia en una civilización industrial, pero sí en pueblos autosuficientes. La economía rural tal como yo la he concebido soslaya totalmente la explotación y la explotación es la esencia de la violencia» (artículo 94).
«Cuando la India sea autosuficiente y autocapaz y esté a prueba de las tentaciones y de la explotación, dejará de ser objeto de insaciable atractivo para cualquier potencia occidental u oriental y se sentirá segura sin tener que llevar la carga de un costoso armamento. Su economía interna será el baluarte más fuerte de la India contra la agresión» (artículo 41).
«Nuestra economía debería estar tan bien diseñada que no ofrezca ninguna tentación a los explotadores» (artículo 90).
Opino que esta idea gandhiana es ingenua. Los explotadores, ante una economía sencilla de autosuficiencia, entran por la fuerza, arrasan todo y diseñan y montan una nueva economía de monocultivos rentables a la metrópoli. Sin embargo, supuesta la resistencia del país, es cierto que la autosuficiencia es la única economía de emergencia para salvar a los pueblos débiles sin ayuda foránea.
Y Gandhi no sólo previó de montar una así economía en orden a la futura independencia, sino que genialmente la empleó como arma no-violenta, original arma económica para conquistar la independencia.
Su campaña de boicot a los tejidos ingleses y de instauración del hilado y el tejido manual artesanal (Khadi, artículo 39) produjo efectos fulminantes que hicieron diana en el centro de gravedad económico de la metrópoli inglesa.
También lo desea contra el Japón en ayuda internacional de la China invadida: «Nuestras simpatías están con vosotros (los chinos) pero, (los indios) no estamos conmovidos profundamente (por vuestra desgracia), de lo contrario estaríamos boicoteado todos los productos japoneses y especialmente los tejidos. Japón no sólo os está conquistando a vosotros sino que está intentando conquistar a nosotros con sus artículos manufacturados, baratos y malos. Si dijéramos a los japoneses: «No importaremos ni una yarda de su indiana ni os exportamos nada de algodón», Japón lo pensaría dos veces antes de continuar con su agresión» (artículo 72).
Contra Inglaterra Gandhi utilice el arma económica y tuvo éxito en hacerla practicar en la India por convicción.
Sin embargo la solución gandhiana a nivel económico es una solución primitivista, de marcha atrás.
«No estoy de acuerdo en la creencia de que todas las cosas antiguas sean malas. La verdad es antigua y difícil. La mentira tiene muchos atractivos. Pero con mucho gusto retrocedería hacia la muy antigua Edad Dorada de la Verdad. El antiguo pan negro es sin duda superior al pan blanco pastoso que ha perdido mucho de su valor nutritivo al pasar por los diversos procesos de refinamiento. La lista de las cosas antiguas que todavía son buenas se puede alargar indefinidamente. La rueda de hilar es una, por lo menos en la India» (artículo 41).
Tiene razón Gandhi. Muchas cosas antiguas son mejores que las actuales, pero no todas ni en todo lugar. En la India, país rural y primitivo, la rueda de hilar es buena en una economía de resistencia a la opresión exterior y de emergencia descolonizadora. Ojalá que todos los pueblos pudieran reconvertir y rearmonizar su economía diabólica empezando por rehacer la agricultura más elemental y autosuficiente. La China comunista ciertamente independizada por vía violenta, pudo empezar su recuperación económica por la agricultura de base, pero fue gracias al «paraguas militar» soviético que impidió la rapiña del águila escondida detrás de los ejércitos de Chan-Kai-Chek.
Japón con el exceso de población, la falta de recursos y la dependencia de la industria habría sufrido un desastre apocalíptico entre sus habitantes si hubiera sido boicoteado totalmente y reducido a una economía rural de autosuficiencia.
Existe una salida económica adelante sin renunciar a la industria y al comercio. Representaría un gran cambio en las costumbres económicas opresivas actuales.
Primeramente habrá que rehacer clara y transparente la economía con una moneda responsable moralmente y realmente informadora científicamente. Gandhi fue siempre escrupolosísimo en la claridad y transparencia de la gestión económica de sus campañas y de su organización.
Se habrá también de preservar la libertad económica privada para todo (iniciativa, empresa, mercado, propiedad), excepto para la apropiación indebida del bien común o excedentes mercantiles conjuntos. Para Gandhi es puro bandolerismo esta apropiación indebida realizada hoy por las grandes instituciones financieras, por los estados, por las multinacionales.
Y en tercer lugar será necesario que la amistad entre los pueblos no esté limitada al nivel moral sino que lleve a practicar pactos bilaterales de ayuda mutua, trascendiendo particularmente la autosuficiencia de cada país por la interdependencia voluntaria y libremente pactada. Sería necesario que los pueblos ricos cesen de producir para exportar sin freno. Sólo se produciría para exportar en orden a compensar las necesidades importadas y basta.
Esto elimina el imperialismo y el colonialismo económicos y abre caminos para el establecimiento de la no-violencia económica a escala mundial sin tener que estancarnos en una sociedad primitiva, feudalizante, incompatible con el progreso y con el exceso de población actual. Esta idea no la he sabido encontrar en Gandhi. Y me parece que su posición induce a la tentación de perpetuar el primitivismo entre discípulos suyos tan insignes como Vinoba o Lanza del Vasto. Así se habría que juzgar su antimaquinismo sin matices (artículo 16).
Nuestra cooperativa Ahimsa está investigando en esta dirección y tiene en preparación un libro sobre una propuesta de vía económica no-violenta y de progreso.
Pero Gandhi tenía razón respecto a las condiciones concretas de la liberación de una India tan subdesarrollada. No le escucharon. India trabaja hoy con patrones clásicos más o menos corregidos.
Gandhi se apartó de las tareas directivas. Àngel Colom se lo reprocha. Pero Gandhi había dicho: La religión de la no-violencia es más que mi amor a la India. Perdió la India, en parte, es cierto, pero salvó el mensaje revolucionario de la no violencia que, a nivel económico no tiene solución completa si no es a escala planetaria. Perdió la India para conquistar el mundo.
Hace falta que sus seguidores y amigos a escala planetaria estudiemos plantearnos aquella solución económica revolucionaria que acabe con «la explotación, esencia de la violencia».
5. Final.
Cierro esta introducción con un agradecimiento al buen trabajo de traducción por Bet Abeyà y la voluntad moral y económica de Jaume Chalamanch en hacer posible esta edición. Jaume dice que esta primera selección es sólo un libro de párvulos sobre la no-violencia. Es bueno empezar por lo que nos es más fácil. Porque quisiéramos que de la lectura de Gandhi saliéramos maduros revolucionarios capaces de liberar sin violencia el mundo de la violencia. Que si un cambio de estructuras económicas es necesaria para hacer desaparecer la violencia, la existencia de algunos miles de revolucionarios no-violentos convencidos es necesaria para obtener este cambio de estructura.
Éste es el primer volumen sobre «La no-violència en la pau i en la guerra» («La no-violencia en la paz y en la guerra»). Dos volúmenes más seguirán para completar este conjunto. Tenemos previstos cuatro volúmenes más con el título común: «A la recerca del Suprem» («En busca del Supremo»). Con estos siete volúmenes se renacen los principales escritos de Gandhi, que según nuestro conocimiento nunca han sido publicados en Occidente, elegidos por V. B. Kher y revisados personalmente por Mahatmiji.
Y finalmente quiero recordar al lector lo que Gandhi nos aconseja en la lectura de un libro: detenernos en cualquier punto y de no seguir leyendo el libro mientras no hayamos puesto en práctica lo que ya nos ha convencido. Así leeremos poco, pero bien.
Lluís Maria Xirinacs.
Barcelona, abril 1983.
Índice del libro.