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Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.

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Martí Olivella.

Introducción al Sistema General.
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¿Es posible un mundo sin dinero en efectivo?

Autor/es: Guillermo de la Dehesa.1
Categoría: Política Monetaria.

Sociedad Abierta. Logotipo.Imaginemos un mundo sin circulación de billetes y monedas de curso legal. Una consecuencia inmediata sería la desaparición del dinero negro ya que los billetes y monedas son los únicos medios de pago donde resulta imposible identificar a su portador. Sin dinero no nominativo, todas las actividades ilícitas que se llevan a cabo en el mundo –financiadas mayoritariamente con billetes «al portador»– perderían su anonimato. Consecuentemente, es muy probable que dejaran de llevarse a cabo.

Estoy pensando, ni más ni menos, que en el terrorismo, tráfico de armas, de drogas, de personas (inmigrantes, hombres, mujeres y niños), de órganos humanos, de animales y plantas, de objetos robados, de objetos copiados o imitados, así como en la gran y pequeña corrupción y en la evasión fiscal. Sin billetes, viviríamos en un entorno mucho más seguro, menos violento y con mayor cohesión social, al desaparecer de un plumazo el mayor incentivo que ampara la actividad ilegal en el mundo.

Paradójicamente, las autoridades políticas de todos los países no son capaces de iniciar un proceso de acuerdo para lograr una sociedad mejor en la que: (i) no hiciera falta tanta policía pública y privada, (ii) pudiera reducirse drásticamente el número de guerras, actos terroristas y atracos, y (iii) solo fuera posible adquirir drogas por vía legal, sin ocasionar una grave violencia sobre personas inocentes. Nótese que en este mundo, una inmensa mayoría de los ciudadanos saldrían muy beneficiados. Solamente, aquellas minorías dedicadas a actividades irregulares o ilícitas saldrían perdiendo.

¿Cuáles son las razones de que una reforma de este tipo no tenga lugar en pleno siglo XXI donde ya existen alternativas tecnológicas para realizar pequeños pagos (los únicos que justificarían el uso de monedas y billetes) más prácticas, rápidas, limpias, duraderas y eficientes que el dinero en efectivo (por ejemplo, las tarjetas monedero, las tarjetas de débito y crédito o los teléfonos móviles, es decir, el llamado «dinero electrónico»)?

La primera razón es que, especialmente en los países desarrollados, hay algunas personas que, sin tratarse de delincuentes o evasores de impuestos, prefieren utilizar el dinero en efectivo para preservar su intimidad ante el temor de que el control del estado sobre los ciudadanos llegue a las cotas de absolutismo que George Orwell anticipó hace varias décadas. No obstante, ante esta visión caben dos importantes respuestas. Por un lado, la gran mayoría de los que comparten esta preocupación, que no son muchos, no están pensando en utilizar el dinero en efectivo para pagos elevados sino para afrontar los gastos corrientes en su vida diaria. Por otro, una cosa es que deba preservarse el inalienable derecho de las personas a su intimidad –a través del estricto cumplimiento de la Ley de Protección de Datos por parte de los intermediarios financieros– y otra bien distinta es incentivar la economía sumergida que beneficia a unos pocos a costa de perjudicar a una gran mayoría de ciudadanos.

La segunda es que existe una corriente de pensamiento libertario, todavía influyente pese a ser minoritaria, que estima que la existencia de una economía sumergida es totalmente legítima, además de eficiente, ya que constituye la respuesta ciudadana natural a la gran maraña de regulaciones del estado o al excesivo nivel de impuestos en algunos países. Esta forma de pensar podría tener cierta legitimidad en casos extremos de algunos países poco democráticos con un control excesivo del estado sobre sus ciudadanos. Sin embargo, este no es el caso en las democracias: en una sociedad democrática, si el estado no puede conseguir que la economía sumergida pague impuestos se verá obligado a aumentarlos a los ciudadanos y empresas que trabajan en la economía oficial.

Además, la gran mayoría de la regulación en los países democráticos no es arbitraria o innecesaria y, si así lo fuera, estaría condenada a desaparecer rápidamente por la presión de los votantes perjudicados. Por último, la teoría convencional de las finanzas públicas estima que la eficiencia impositiva se estimula mediante un reparto más igualitario del gravamen impositivo.

La tercera es que, en algunos países en vías de desarrollo –históricamente afectados por frecuentes episodios de inestabilidad financiera, hiperinflación y fuertes devaluaciones– la única forma de ahorro de sus ciudadanos, especialmente de los más pobres, es a través de billetes denominados en divisas estables –como el dólar, el marco o ahora el euro– ya que sus monedas pierden valor continuamente frente a las divisas fuertes. De ahí que la demanda de billetes denominados en euros y en dólares esté concentrada fundamentalmente en la economía sumergida, en la economía ilícita y en la de los ciudadanos de algunos países en desarrollo poco estables, sean sumergidos, ilícitos o normales.

La cuarta, y más paradójica, es la objeción de las autoridades fiscales de los países con monedas de reserva que circulan globalmente, como el dólar o el euro, ya que pueden financiarse de forma mucho más barata emitiendo billetes que emitiendo deuda. Ello se debe a que los billetes son, en realidad, una deuda perpetua, al portador y muy perecedera que emiten los estados sin tener que pagar interés alguno. En otras palabras, se trata de un préstamo sin intereses del portador del billete a su emisor (el estado, a través del banco central) ya que si el portador lo devuelve al cabo de varios años, porque está estropeado, el emisor sólo le paga su valor nominal entregándole otro igual. Es decir, los gobiernos reducen tanto más el coste de su deuda cuanto mayor sea la emisión y utilización de dichos billetes que sustituye su emisión de letras y bonos con interés. Esto es lo que se llama en el argot monetario «señoreaje», que tradicionalmente representaba la diferencia entre el coste de producirlo y su valor facial cuando el dinero era de un metal precioso (oro o plata). Actualmente, el coste de producir, distribuir y eventualmente retirar un billete es mínimo, al tiempo que su valor facial es cada vez más alto. Por ello, el señoreaje se ha convertido en un ingreso muy importante para las haciendas públicas.

Al señoreaje nacional, por la utilización de los billetes dentro del territorio del país, hay que añadirle un componente internacional, por su utilización en el resto del mundo. Se calcula que, fuera de EEUU, circulan unos 400.000 millones de dólares en billetes, es decir, un volumen superior al que circula dentro de dicho país. Ante tal historial de éxito recaudatorio, no es de extrañar que en el lanzamiento del euro se decidiera emitir billetes de muy altas denominaciones (de 200 y 500 euros) para poder competir en «señoreaje» internacional con los billetes de 100 dólares de EEUU. Sin duda fue una decisión con un gran poder recaudatorio, ya que este año y por primera vez, la utilización de billetes en euros en los países miembros y en el resto del mundo ha sido ya mayor que la de los billetes en dólares. A modo de ilustración, si un bono en euros pagara aproximadamente un cupón del 5 por ciento frente al cero de un billete en euros, el ahorro de intereses sería enorme. Calculando cerca de 900.000 millones de euros en billetes en circulación dentro y fuera del Área Euro, el señoreaje sería de unos 45.000 millones de euros.

El único problema, que considero muy grave, es que la mayor parte de la emisión de billetes de muy elevadas denominaciones acaba en manos de delincuentes nacionales e internacionales. Parece como si el afán recaudatorio de los estados pesase más que interés en acabar con la delincuencia. Seguramente esta interpretación sea muy exagerada, pero hay indicios de la misma en la actuación de algunos funcionarios fiscales que intentan justificar esta contradicción mediante afirmaciones del tipo: «como no podemos gravar con impuestos a los delincuentes por que no somos capaces de detectarles, al menos, conseguimos que paguen algo, ya que les colocamos grandes volúmenes de deuda perpetua sin tener que pagarles interés alguno y además, mantener grandes cantidades de dinero en efectivo no es rentable y es muy costoso».

Este argumento es falaz ya que, de no existir dichos billetes de altas denominaciones, los delincuentes serían más fácilmente detectados, difícilmente escaparían al pago de impuestos y podrían verse forzados a abandonar dichas actividades delictivas. Es decir, las haciendas públicas de los países recaudarían mucho más de lo que obtienen hoy por el «señoreaje», al lograr aflorar toda la economía sumergida que funciona con dinero negro y que, además, compite deslealmente con las empresas que sí pagan sus impuestos y que no explotan la situación irregular de sus trabajadores. Más todavía, los estados también se ahorrarían mucho gasto público en fuerzas policiales y evitarían la corrupción de algunos de sus funcionarios y políticos.

La quinta razón es el temor de los bancos centrales a perder el control monetario o a reducir la eficiencia con la que desarrollan su política monetaria, ya que, para ello, necesitan dos condiciones. Por un lado, que el banco central sea monopolista bien en la emisión de dinero en efectivo y en el suministro y retirada de las reservas obligatorias (en efectivo y depósitos) que, en algunos países, deben de tener todos los bancos depositadas en el banco central, o bien de las reservas que, en todos los países, mantienen voluntariamente en el banco central para facilitar sus operaciones de compensación y liquidación con otros bancos. Por otro, que pueda aplicar un tipo de interés variable a sus «operaciones de mercado abierto», por las que compra o vende, a los bancos del sistema, los activos financieros (bonos, letras, depósitos etc.) que considere necesarios para regular su liquidez.

Sus temores son que el dinero electrónico emitido por otros bancos pudiera sustituir el efectivo y depósitos en el banco central y que dichas compras y ventas pudiesen hacerse fuera de su control. Sin embargo, desde hace ya mucho tiempo, se ha demostrado (véase Sargent y Wallace, 1983) que un banco central puede estabilizar los precios incluso si el público no bancario deja de utilizar totalmente los billetes y monedas. Además, las autoridades monetarias pueden obligar a que todo emisor de dinero electrónico esté regulado, supervisado e inspeccionado, además de forzarle a que les proporcione toda la información necesaria sobre las transacciones que efectúen y a que mantengan reservas obligatorias en los bancos centrales. Con ello, la política monetaria no perdería ninguna eficacia. Nótese que también los bancos centrales generan señoreaje ya que, con el dinero en efectivo que crean sin interés, compran a los bancos activos financieros por los que recibe intereses y podrían perderlo. Incluso en el caso de que algunos emisores de dinero electrónico intentasen mantenerse en una situación de extraterritorialidad, y así replicar el dinero negro sustituyendo los billetes al portador por dinero electrónico no regulado, sería siempre mucho más fácil para la policía y la justicia rastrear las transacciones electrónicas entre delincuentes que las actuales transacciones físicas con billetes.

La sexta razón, y posiblemente la más importante, es que eliminar todo el dinero al portador necesitaría un acuerdo global de todos los estados y bancos centrales en los cerca de 200 países que existen actualmente en el mundo. Lograr un pacto en esta dirección sería un proceso complejo pero no imposible, ya que aquellos pocos países y sus bancos centrales que no aceptaran la propuesta, podrían ser presionados por el resto o ayudados temporalmente para evitar convertirse en «estados delincuentes».

Finalmente, lo lógico es que, de llegarse a un acuerdo global, este proceso se desarrolle de forma gradual a lo largo de una o dos décadas. Al principio, reduciendo los incentivos a su utilización, por ejemplo, eliminando cada dos años la validez de los billetes en circulación de mayores denominaciones para que sus detentadores tengan que cambiarlos por los nuevos y se vean forzados a declararlos o «lavarlos». Más tarde, eliminando definitivamente primero los billetes de elevadas denominaciones, para posteriormente ir eliminando paulatinamente los de menor denominación hasta llegar finalmente a las monedas pequeñas, las cuales, a su vez, pueden ser sustituidas por las actuales tarjetas tipo monedero.

Nota:

1Presidente del Centre for Economic Policy Research (CEPR). Se trata de una versión modificada del artículo que apareció en el diario EL PAIS el día 13 de octubre de 2007.

Referencias:

Sargent, T. and N. Wallace (1983) «A Model of Commodity Money», Journal of Monetary Economics, vol. 12

Este artículo fue escrito el Lunes, 22 de Octubre de 2007 a las 4:55 pm y archivado en Política Monetaria. Puedes seguir cualquier respuesta a este artículo a través del feed RSS 2.0. Puedes dejar una respuesta, o trackback desde tu propio sitio web.

Respuestas a «¿Es posible un mundo sin dinero en efectivo?».

1. Gustavo Nombela dice:

Octubre 23rd, 2007 a las 10:56 am

Estoy de acuerdo con algunos de los argumentos presentados en el artículo, en el sentido de que existirían ventajas en un mundo que utilizase exclusivamente el dinero electrónico, y que las razones de peso que impiden avanzar en esa dirección son la necesidad de coordinar un número elevado de países independientes y las rentas de señoreaje que se obtienen con la emisión de dinero.
Discrepo, por el contrario, profundamente con la idea de que las actividades ilegales disminuirían o desaparecerían por la no existencia de dinero anónimo. En los campos de prisioneros de la II Guerra Mundial no se permitía a los confinados disponer de dinero, y rápidamente apareció el tabaco como un bien nominal alternativo con las mismas propiedades del dinero: almacenabilidad, divisibilidad, facilidad de intercambio y escasez.

Los cigarrillos no podrían jugar ese papel de bien nominal a nivel de un mundo globalizado sin dinero, pero surgirían automáticamente otros bienes alternativos que funcionarían como medio de pago para las actividades ilegales y la economía sumergida. ¿Podemos predecir cuáles serían estos bienes? Fácilmente, sólo hay que retroceder en la Historia a épocas pre-dinerarias.

Por lo tanto, la respuesta a la pregunta que se plantea en el título del artículo es la siguiente: no es fácil, pero sí que sería posible en el futuro lograr un mundo sin dinero en efectivo. No obstante, el tráfico de drogas, la prostitución, el pago de cantidades en negro para adquirir viviendas, la compra de árbitros, etc., no disminuirían por ello. Eso sí: subirían exponencialmente los precios del oro, diamantes, y algunos otros minerales escasos que sean fácilmente reconocibles y con calidad contrastable, que acabarían actuando como nominal para las actividades ilícitas.

2. alejandro dice:

Noviembre 9th, 2007 a las 10:14 pm

Yo voy un paso más allá.

¿Es posible un mundo sin dinero?... ni efectivo, ni en tarjeta.

Es decir que no exista el dinero en ninguna de sus formas.

Pensemos. Si no existiera el dinero, las personas podrían tener todo lo que necesitan. Las empresas fabricarían lo que las personas demandan y sus empleados trabajarían menos horas y también tendrían todo lo que necesitan para vivir dignamente.

No habría guerras porque el motivo más importante por las cuales aún siguen existiendo es el dinero. Dinero para comprar armas, guerra a países que tienen petróleo, conflictos por intereses económicos, etc.

No existiría el hambre en el mundo.

Las multinacionales farmacéuticas no tendrían un motivo para comerciar con enfermos del tercer mundo o países africanos desahuciados.

No habría mafia ya que no es necesario, todos tendrían lo que sueñan.

Las ciudades serían menos asfixiantes ya que las personas buscarían pueblos para vivir sin contaminación y sin tanta población.

No habría contaminación. Se podría investigar con todas las garantías y ponerlas en marcha de inmediato, cuestiones sobre la contaminación ambiental, vehículos ecológicos, viviendas autosuficientes, etc.

¿De verdad que esto sería una locura impensable e irrealizable?

3. guillermo de la dehesa dice:

Noviembre 10th, 2007 a las 7:38 pm

Contestación a Gustavo Nombela

Va a ser muy difícil encontrar medios de pago de tan elevada circulación, aceptabilidad y facilidad de transporte como los billetes de elevadas denominaciones en euros. Por ejemplo, cada billete de 500 euros pesa 2,25 gramos, luego el famosos kilo que pesaba un fajo de mil billetes de 1000 pesetas (es decir, un millón de las antiguas pesetas) es equivalente ahora a 12 billetes de 500 euros, es decir sólo a 27 gramos o lo que es lo mismo, los billetes de 500 euros son 37 veces menos pesados que los de mil pesetas en relación a un valor equivalente. esto significa que un kilo de billetes de 500 euros representa ahora 73 millones de las antiguas pesetas, 73 veces más valor por el mismo peso.

El oro, que se pesa en onzas troy y que cada una pesa 31,1 gramos, ahora vale aproximadamente 800 dólares, es decir unos 500 euros, es decir 31,1 gramos de oro equivalen en valor a 2,25 gramos de billetes de 500 euros. es decir, para alcanzar el mismo valor, el oro es 13,8 veces más pesado que los billetes de 500 euros. No sólo eso, sino que hay oro de muy diferente calidad una onza troy debe de ser de oro puro, es decir de 24 quilates o mil milésimas, pero existe oro de muchos menos quilates que hace falta un experto para saber cuantas milésima posee. Es decir, el oro no es un producto estándar como un billete de 500 euros.

Lo mismo pasa con los diamantes aunque aquí el problema no es la relación valor peso que puede ser más favorable que la de los billetes de 500 euros, sino que sus problems derivan de su producción y de su inmensa variedad.

Primero, su producción es complicada ya que se necesitan unas diez toneladas de mena para obtener un quilate y para obtener una gema apreciable se necesitan excavar varios kilómetros de terreno: Segundo, el valor de cada gema depende del tallado y pulido de la pieza, de su color y de su brillantez. Es decir, tampoco los diamantes son homogéneos como un billete de 500 euros y hay que ser un gran experto para saber cuanto vale realmente cada gema. Tercero, existen diamantes artificiales, que ya empezaron a fabricarse por General Electric en 1954, para usos industriales, que son más baratos y también los diamantes artificiales «cultivados», que no se distinguen de los naturales, a menos que la persona que los compra sea un experto.

Cuarto, la producción y fabricación de diamantes está muy regulada y controlada. Si hoy existe un tráfico de diamantes por parte de los trabajadores que trabajan en las minas, es porque son pagados en dólares o en euros en billetes, de no ser así no los podrían colocar.

En definitiva creo que las alternativas que propone Gustavo Nombela son poco atractivas, bien por peso, por variedad o por calidad contrastable.

4. Lorenzo Martos dice:

Noviembre 12th, 2007 a las 10:31 pm

Si abolimos el dinero anónimo por el dinero telemático –nominativo– tendría que ser con la condición de que se entregue como un instrumento, dedicado al servicio de la libertad y de la información de todas las personas. Tal como se está desarrollando actualmente, el dinero electrónico constituye sistemas de información muy parciales y cerrados, limitados a unos núcleos privados muy reducidos. El ejecutivo es muy partidista y por tanto muy peligroso, por lo que tendría que ser controlado por el poder judicial el cual ni siquiera los jueces tienen acceso a él si no es con la razón de buscar una prueba para un juicio o por una acusación que tenga visos de ser real. Es decir que el secreto queda salvado.

Agustí Chalaux (1911-2006) mucho antes que existiera la telemática y durante toda su vida ha investigado y desarrollado este sistema económico, científico y racionalizado. En 1984 cuando la telemática ya era una realidad fundó el Centro de Estudios Joan Bardina (del que soy socio) http://www.bardina.org En este Centro han colaborado varios estudiosos interesados por el tema cuyos trabajos se han concretado con la edición de varios libros y múltiples documentos.

5. Gustavo Nombela dice:

Noviembre 15th, 2007 a las 12:47 pm

Contestación a Guillermo de la Dehesa:

Sigo pensando que la existencia de actividades ilegales se debe a razones fundamentales que justifican que haya oferta y demanda, y que estas actividades no desaparecerían porque el mecanismo de pago se haga más complejo.

No me convencen las dificultades que planteas sobre el volumen y la evaluación de la calidad de los medios de pago no fiduciarios, esto es, basados en el valor del bien nominal, que yo creo aparecerían de forma natural si todo el dinero en el mundo fuese nominativo.

Hagamos un poco de ciencia-ficción: imaginando cómo sería el mundo futuro sin dinero anónimo se me ocurren al menos dos ejemplos.

Supongamos que un narcotraficante europeo viaja a un país extranjero, a hacer una gran operación de compra valorada en 5,68 millones de euros. Hasta ahora estaba acostumbrado a pagar con billetes de 500 euros, es decir, tenía que transportar una caja de 25,56 kg llena de billetes para pagar la droga.

¿Qué alternativa tiene ahora que se han retirado los billetes de la circulación? Bueno, siempre puede ir a Sotheby's a una subasta y comprar un diamante azul (véase https://www.elmundo.es/elmundo/2007/10/09/ciencia/1191922443.html). Por el precio que va a pagar, seguro que el diamante irá acompañado de un certificado de calidad, y puede viajar ahora mucho más ligero de equipaje a realizar la operación. Si el tipo que le vende la mercancía no está convencido de que el diamante valga lo que pone en el certificado, siempre pueden acordar contratar un experto independiente que valore la calidad. Los costes del experto, tirando por lo alto, pueden llegar a ser un 0,0003% del valor de la transacción. Anda!, más o menos como los aranceles que cobraría un notario o un registrador por una operación de esa cuantía...

Evidentemente, no todo el mundo que se dedica a actividades ilegales realiza transacciones de esa magnitud, pero tampoco necesita la misma seguridad en el medio de pago. Basta con que exista confianza en el valor del bien nominal para que el mercado siga funcionando. Supongamos que la empresa FRAUDOSA, S.L. empieza a vender unos anillos de oro que llevan grabado el nombre de la joyería, y que se popularizan como medio de pago en algunos clubs de carretera. Los clientes van a la joyería, compran anillos con sus tarjetas –en las facturas que les llegan a casa aparece el nada sospechoso nombre de la filial del grupo «Gasolineras Fraudosa, S.L.»– y saben que pueden pagar con ellos. Las chicas después del trabajo llevan a la empresa los anillos, que los recompra pagando con dinero electrónico legal y emite facturas por compras de oro en bruto. Todas las transacciones son legales, llevan su IVA y pueden ser supervisadas por Hacienda, mientras que el mercado real sigue funcionando en la sombra.

Seguro que a algún otro lector de este foro se le están ocurriendo más ejemplos de fórmulas de pago que permitirían la supervivencia de las actividades ilegales en el «mundo sin billetes». Aunque no sé si conviene que los pongan por escrito, no sea que estemos dando demasiadas ideas...

6. francisco varvaro dice:

Noviembre 19th, 2007 a las 1:40 pm

Para realizar un cambio monetario de tal magnitud hace falta crear primero una sociedad preparada e informada.

Creo que al abolir el dinero anónimo por el dinero telemático –nominativo– se crearía un instrumento (en esto estoy completamente de acuerdo con Lorenzo Martos) cuyo fin debe ser el servicio de la libertad individual atraves de mecanismos fiables, que protejan al individuo frente a una sociedad tipo gran hermano de Orwell, donde el control individual se aplica desde el mismo nacimiento.

La supervivencia de las actividades ilegales creo que es inherente a nuestra naturaleza , no debemos caer en idealismos inalcanzables...pero ello no quita que para crear una sociedad mucho mas justa debemos inventar alternativas monetarias mas seguras y transparentes.

De nuevo recordar el trabajo de Agustí Chalaux como referente, donde se crean los elementos fundamentales para crear un tipo de sociedad fiable donde la moneda telemática sea una realidad en beneficio de las libertades individuales y por ende de una sociedad mas equitativa.

Cualquier cambio de tal magnitud debe realizarse desde una base social fuerte.

7. Mauricio Javier Sierra Morales dice:

Junio 25th, 2008 a las 11:09 am

Respuesta a Alejandro, por Mauricio Sierra

El capitalismo como único sistema de producción dominante a nivel mundial exige para garantizar su propia existencia futura, de un sometimiento gradual y total de los otros sistemas productivos que existen y existirán sobre la faz de la tierra.

Siendo así, y tratándose de un sistema de dominación cuya faceta económica es conocida como capitalismo, cabe preguntarse si existen otras formas de dominación sobre los seres humanos y por adhesión sobre el territorio contemporáneo que, posibiliten o permitan la existencia de formas urbanas de asentamiento humano, ya sea las que actualmente conocemos: ciudades, suburbios, etc., o si por el contrario, los seres humanos estamos condenados, por naturaleza de nuestra especie o por lo que sea, a vivir bajo un sistema de dominación que reduce absolutamente todo al monetarismo y a la acumulación, incluyendo las formas urbanas derivadas del intercambio y el consumo.

Sabemos por vivencia propia o de terceros, que existen agrupaciones de seres humanos, grandes y pequeñas, que sobreviven en la actualidad lejos de las ciudades y demás formas de ocupación del territorio conocidas y articuladas al sistema global de dominación. Incluso aun existen naciones enteras que se dan el lujo de decir que no están articuladas o al menos que no precisan del capitalismo para garantizar su existencia. La pregunta seria: Cuanto tiempo mas podrán resistir? Lo cual nos lleva a suponer que es cuestión de décadas y quizás de años, para que lleguemos a contemplar la realización de una de las utopías del pensamiento occidental, hoy también dominante, cual es pensar en un espacio mundial, un único sistema valido para todo el planeta y por supuesto para toda la especie humana.

Surgirán así nuevos espacios en los asentamientos humanos que darán al habitante o visitante la sensación de no estar bajo la dominación global, y eso podrá garantizar que incluso, aquellos que hoy viven, o creen que viven, por fuera del sistema, ingresen también a este mundo planetario, valga la redundancia.

El presente ensayo, inspirado en el aula magistral del profesor Roberto Segre, pretende imaginar como serian esos nuevos espacios habitables que posibilitarían al habitante del siglo XXI pensar que es un ser libre y autónomo y aun así estar bajo un sistema de dominación único y planetario.

Primero tenemos necesariamente que repensar cuales y de que manera son y se articulan las demás facetas de la dominación global al sistema, luego con este conocimiento, entender como se manifiestan dichas formas de dominación-sometimiento en el espacio urbano contemporáneo, para finalmente, intentar describir un escenario habitado sin la presencia tangible del monetarismo. Anticipo desde ya que será un escrito incompleto, provocador y que dejara quizá un sabor no muy agradable en la boca, especialmente para aquellas personas que aun sueñan con la idea de un mundo por fuera del sistema, pero que no hacen nada para conseguirlo.

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