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Los «Cien pasos de una vía de humanidad» de Lluís Maria Xirinacs.
Dolors Marin Tuyà.
Artículos publicados en la revista Penedès Econòmic.

Al servicio de este pueblo.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el diario Avui, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979, traducidos al castellano.

Diario de un senador.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.

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Mundo alternativo.
Lluís Maria Xirinacs.

Pequeña historia de la moneda.
Agustí Chalaux de Subirà, Brauli Tamarit Tamarit.

El capitalismo comunitario.
Agustí Chalaux de Subirà.

Un instrumento para construir la paz.
Agustí Chalaux de Subirà.

Leyendas semíticas sobre la banca.
Agustí Chalaux de Subirà.

Ensayo sobre Moneda, Mercado y Sociedad.
Magdalena Grau Figueras,
Agustí Chalaux de Subirà.

El poder del dinero.
Martí Olivella.

Introducción al Sistema General.
Magdalena Grau,
Agustí Chalaux.

5. libertad, tiempo y educación en Joan Bardina. Joan Bardina, un revolucionario de la pedagogía catalana. Índice. Joan Bardina, un revolucionario de la pedagogía catalana. 7. La 'Escola de Mestres'. Joan Bardina, un revolucionario de la pedagogía catalana.

6. La pedagogía agonística de Joan Bardina.
Ramón Cortada Corominas.

El intento de Joan Bardina por aplicar los impulsos combativos a la educación total del hombre constituye una originalidad. Hasta el momento sólo se habían dado manifestaciones parciales en este sentido1.

El ascetismo (de una palabra griega que significa ejercicio, cf. Epicteto, Manual, 47) consiste en la privación y esfuerzo voluntarios encaminados a obtener un dominio más perfecto de sí2. «Sólo luchando se concibe el entrenamiento (...), por esto las privaciones son la escuela más fecunda de educación (...); se puede afirmar que el mismo progreso, siendo lucha, sólo por los rieles de las dificultades vencidas puede avanzar3». El obrar cobra un especial relieve en su pensamiento, llegando a constituir una verdadera doctrina de la acción4. Bardina considera que la virtud no puede ser sino el fruto del esfuerzo y de una lucha perseverante contra los desarreglos a los que la naturaleza, dejada a sí misma, está inclinada de hecho. Afirma: «Quien actúa se perfecciona, quien huelga se degrada (...), la lucha es connatural al hombre5». No concibe la vida moral faltando la ascesis, y aquélla le es indispensable al hombre. «La moral es al alma lo que el oxígeno a la sangre. Sin ella la energía podría ser brutalidad, y entonces no fuera verdadera energía6». Así pues, el ascetismo será el medio práctico más seguro para fortalecer nuestra voluntad y sacrificar los gustos sensibles al deber. El dominio de sí y del mundo exterior, y como consecuencia la autorrealización fundada en ideales practicables constituirán las manifestaciones del fin de la lucha ascética.

1. La atención voluntaria.

El fenómeno de la atención era objeto de estudio por autores coetáneos7. Se define Como una determinada orientación de Conocimiento, sensible o intelectual, aplicada por diversos medios a un objeto aislado de los demás por el interés que presenta. Bardina atiende de forma especial a la atención voluntaria, analizando tanto la atención subjetiva (reflexión) Como la objetiva (observación), infiriendo oportunas aplicaciones pedagógicas. Observa cómo los hombres huyen de sí mismos, siendo atraídos por los demás8. «Las leyes sociales -afirma- les protegen; el reglamento de despacho les marca sus deberes; el jefe de oficina les guía por el cabestro; la moda les dicta trajes y ademanes; la rutina les lleva de la mano; la máquina social montada para el rebaño inmenso, se lo suple todo, dispensándole de pensar, de querer, de cavilar, de orientarse9». Bardina se lamenta de que si bien muchos conocen «las profundas disquisiciones de nuestra educación imbécil», desconocen, en cambio, qué pasa allá en los adentros de ellos mismos10. El conocimiento del yo y de las circunstancias constituirán el requisito indispensable sobre e! que habrá de basarse nuestro esfuerzo. «Toda lucha es algo concreto: se trata de ti, de hoy, de aquí11». La importancia de la atención voluntaria está en que ésta depende de la iniciativa del sujeto y no de la atracción del objeto.

a) La reflexión.

Bardina toma el término reflexión como la actualidad de una conciencia de subjetividad, es decir, el acto por el que yo afirmo y asumo ejercitándola mi propia subjetividad. La capacidad de atención voluntaria será la que definirá el grado de energía intelectual. «El hombre circunstancial que desconoce su interior, derrama estúltamente sus fuerzas (...). La atención es fijar en el alma un estado de conciencia (...), lo cual exige un esfuerzo12». Se trata de medir las propias fuerzas y canalizarlas adecuadamente, con lo que la atención se nos presenta como conquista personal, debiendo preceder siempre a la acción13. Si el fin inmediato de la atención es el conocimiento de la verdad14, el fin mediato será el fortalecimiento de la voluntad, así lo reconocen destacados ascetas de nuestras letras15. En este sentido afirma Bardina: «Atención es sinónimo de concentración, esto es, de silencio y recogimiento, condiciones necesarias para la exploración del yo (...), y de acumulación de fuerzas16». Así, los conocimientos, por vía de reflexión, despertarán decisiones de la voluntad.

b) La observación.

La atención objetiva se caracteriza por el hecho de ser yo simple espectador y de buscar una adaptación física y mental a la situación dada, para comprenderla mejor. Bardina apunta a la necesidad de una visión justa de las cosas17, sin la cual no es posible escoger los medios adecuados. «El solemne silencio de las cosas -ese silencio misterioso que se percibe en medio del ensordecedor ruido de los acontecimientos- te enseñará en gran manera. Las cosas renovarán constantemente los motivos de interés, fortaleciendo tu entusiasmo; (...)18». Cree necesario que el ideal conducente a la mejora personal y de la comunidad esté en contacto con el mundo exterior y las gentes, es decir, con el no yo19. «Se precisa una adaptación de nosotros a la forma de lo conquistable (...), sin encerrarnos en la torre de marfil de nuestro yo20».

Bardina pone de manifiesto las más esenciales y profundas aspiraciones de la naturaleza humana, es decir, la doble necesidad de conocer y de amar. Por el pensamiento el hombre es capaz de dominar y comprender el mundo, y en y por el amor aspira a poseerlo. La posesión supondrá el despliegue de una actividad21. En este sentido afirma: «Con este amor has de entrar en el estudio del mundo y del hombre. Debes conocerlos suficientemente, para subyugarles ya la vez gozarles. Pero que el mundo sea bello y los hombres te sonrían no quiere decir que debas ir tras ellos pasivamente (...). Goza del mundo empujándolo hacia la perfección22». Conocimiento y amor que deberán hacerse compatibles con nuestro actuar libre. «Debemos -dice- ser sensibles a toda vibración de las cosas, a toda palpitación de los hombres, a condición de mantenernos libres, (...)23».

2. Autodominio y realización de valores.

El ascetismo está ordenado por esencia a hacer prevalecer en la vida la ley de la recta razón, por tanto su ejercicio deberá estar regulado por las exigencias de la razón. En este sentido afirma: «Atiende a las leyes de la lógica y del sentido común24». Ello supone y exige diversas medidas, según temperamentos, medios, edades y estados, al menos en las virtudes en las que lo que es razonable depende de las circunstancias personales tanto y más que de las objetivas. Por eso, es perfección y no mediocridad saber hallar la medida exacta de lo que conviene. «La conquista de mí mismo (...) exige, pues, un rudo trabajo. Es necesario que yo me dé una ley para mí mismo y que la cumpla25». Del examen de las propias fuerzas debemos sacar un juicio práctico sobre el valor de uno mismo (...). El sentimiento del valor propio espoleará tu responsabilidad. El propio conocimiento facilitará la concentración, economía, dirección, lugar y tiempo de aplicación de los propios esfuerzos26». Consecuencia de este conocerse será la serenidad en la acción, actividad consciente y dueña de sí, es decir, actividad humana. «Se trata de poner por obra nuestras propias posibilidades (...); se trata de no ser juguete pasivo de los hombres y de las circunstancias27».

Bardina entiende que el desarrollo personal será posible si somos capaces de decidir de acuerdo con la propia razón, lo cual supone saber valorar, tener criterio propio, apuntando a un verdadero ideal practicable28. De los impulsivos afirma: «Son una caricatura del hombre de fuerza, de carácter y de ideal, cuya esencia íntima es el dominio y la independencia. La energía es, por encima de todo, gradación, medida, exactitud, dominio de sí, ideas directrices. Traspasar ciegamente no es dar sabiamente en el punto crítico29». Por ello, el impetuoso está dominado por las circunstancias externas sin poder de dirección (autodirección). Bardina otorga una gran importancia a las ideas y a su cultivo: «Las ideas gobiernan el mundo y mueven los brazos (...). Las ideas son proyectos..., realizarlos es cultivar las ideas30». Cree que la fuerza potencial de las ideas, su valor operativo, sólo se actualiza por el sentimiento. Este es el regulador de la actividad, favoreciendo o paralizando la acción. «El sentimiento es puente de unión entre la idea y la materia. La inteligencia reina, el sentimiento gobierna (...). El sentimiento humaniza la idea31». Observa cómo la necesidad y el interés van unidos. El interés por una cosa será el efecto de la necesidad de ella. «Necesidad de atacar los vicios con ideas, sí, pero rodeándolas y vivificándolas con razones sentimentales y haciéndolas centro de interés humano, arrancándolas del plano frío de la intelectualidad pura32».

Para Bardina, el amor al ideal practicable y la adquisición de la virtud, engendran la alegría de la buena conciencia. «La alegría de vivir sólo la saborean las almas enérgicas ( ...). Quien busca la actividad, halla felicidad. En cambio, quien la busca directamente, fuera de las vías de la acción, no la hallará nunca33». Considera que la voluntad libre es el principio esencial de los actos humanos. Ahora bien, el acto humano es a menudo aumentado o disminuido por las disposiciones morales (pasiones y hábitos) que se añaden a la voluntad influyendo en su elección. La virtud (del radical vir(vis) que indica idea de fortaleza) califica, en general, a la energía de la voluntad. Estima que la buena voluntad, junto con una práctica perseverante, engendrará la virtud. Ésta es, pues, esencialmente personal, es decir, fruto del esfuerzo constante de cada uno. Así, por el hábito del bien, el hombre será capaz de atender al cumplimiento de sus deberes. En este sentido afirma: «La voluntad, el propio dominio, no lo tenemos por herencia. Debemos, pues, adquirirlo por conquista..., la continuidad, la paciente perseverancia lo es todo..., debemos ejercitarla en obras humildes de cada día (...). La energía es la voluntad reinando y conquistando..., la alegría y la felicidad son hijas de la energía..., la felicidad del propio perfeccionamiento (...)34». Para Bardina, las pasiones racionales (pasiones superiores) son fecundas por sí mismas, pues exaltan lo que hay de mejor en nosotros y manifiestan la ambición del hombre de irse superando constantemente. «Las pasiones, (...), son colosales instrumentos de acción que han de saberse manejar. (...) Sólo con semejantes ministros podrá reinar en tu ser el ideal que te hayas forjado, al servicio de tu idea; este ideal que debe constituir la orientación y la finalidad de tu accionar continuo, de tus luchas sin tregua35». Considera que las grandes pasiones requieren la entrega total del hombre, haciendo una severa crítica a los que dejan llevarse de la indiferencia36.

Otorga importancia a la higiene corporal, pues la considera necesaria para el desarrollo armónico de todas nuestras potencialidades. «Con buena base física, la inteligencia se desarrolla ordenada y vigorosamente, (...). Por el camino del cuerpo dominarás tu alma37». El desasimiento de las cosas, la mortificación, el orden, la efectividad (concreción) imprimirán carácter a la acción en la lucha diaria. «La lucha es ya una mortificación, (...). Haz ayunar tu cuerpo, si pretende hacer de bestia. (...) Mortifica también tu alma: calla a tiempo, poda tus vicios38». «Ordenar la acción quiere decir ser amo absoluto de ella. ( ...) Ordenar las cosas es ponerlas en su lugar tal cual les pertenece. y esto es tanto más difícil cuanto que suele confundirse el orden, que es algo vital e interior, con una seca reglamentación externa, encasilladora y moldeante, pero de ningún modo ordenatriz39». Concreta. No digas: soy perezoso; sino: soy perezoso en tal cosa o asunto40».

Bardina parte de la concepción del hombre como persona, como sujeto activo frente al mundo (realidades humanas y materiales), coadyuvando al progreso colectivo en el que está comprometido. Se trata de poner en práctica actitudes y hábitos que, a través de la comunicación con los otros, nos muevan, sin dejamos llevar por las circunstancias, a una participación libre y creadora. «Lo externo se filtra en nuestro interior, reemplazándonos a nosotros mismos (...). Se trata de independizarse «mecánicamente» de las cosas que te agarran. (...) Saber utilizar las cosas, estando despegados de ellas..., de aprender a orientarse entre los demás..., de moverse inteligentemente en medio de los intereses externos41».

La confianza, entendida como aceptación sincera de los demás, facilitará la colaboración en lá tarea común. «No renegar del medio (cosas, hombres, ideas, tradición, etc.) ponderándolo y aclarando su calidad. (...) Laborar por la felicidad ajena, a pesar de los defectos que tengan. (...) La colaboración es mutuo mejoramiento, solidaridad integral, dignificación de lo existente con sentido de evolución42». Ello será posible si actuamos con sentido de responsabilidad y entrega personal (amor). En este sentido afirma: «Evitar la frivolidad en el contacto con los hombres y las cosas... Los frívolos confunden el movimiento con la eficacia, el ruido y la agitación con el trabajo creador. (...) El amor por las cosas engendra la diligencia, el trabajo y el progreso43».

La pedagogía ascética, en Bardina, presupone una antropología, un conocimiento adecuado del hombre. El auto dominio y la realización de unos valores para la consecución de unos ideales habrán de contribuir al propio perfeccionamiento.


Notas:

1Aparte de Bardina, hasta la obra, de carácter sistemático, de V. García Hoz, Pedagogía de la lucha ascética (1946), desconocemos otros intentos de construir una técnica total de educación fundada en los hechos combativos.
2Se entendió, especialmente dentro del cristianismo, como un entrenamiento espiritual al objeto de adquirir un cierto hábito de perfección, distinguiéndose de la austeridad y del misticismo. Su función en la vida humana ha sido debatida por pensadores con. temporáneos: Nietzche, Genealogía de la moral (¿Qué significan las ideas ascéticas?, en la parte III) (1887); Max Scheler, El resentimiento en la formación de las doctrinas morales (trad. cast. 1938); Max Weber, en el trabajo: «Die protestantiche ethik un der Geist des Kapitalismus» (1904-1905).
3J. Bardina, La energía de la voluntad. Ed. F. Granada y Cía., Barcelona, 1916 (4ª. ed.) , p. 279.
4Observamos algunas analogías con Maurice Blondel, L'Action, 1893, en que se plantea en su indivisible unidad el triple problema del pensar, del obrar y del ser.
5J. Bardina, o. c., p. 65.
6J. Bardina, o. c., p. 242.
7T. Ribot, Psycologie de l'attention, 1885; Harry E. Kohn, Zur Theorie der Aufmeksamkeit, 1895; W. B. Pillsburg, L'attention, 1906; E. Düpp, Die Lehere von der Aufmerksamkeit, 1907; Husserl, Investigaciones lógicas, 1900-1901, trad. Morente-Gaos, t. II, cap. II; P. Janet, Nevroses et idées fixes, 1898; Meunier, Pathologie de l'attention, 1908.
8J. Bardina, o. c., p. 80.
9Ib., p. 81.
10Ib., p. 79.
11J. Bardina, 0. c., p. 77.
12Ib., pp. 87-89.
13Ib., p. 90.
14A. de Alvarado, Arte de bien vivir, libro II, cap. XXXVIII, n.º 8, p. 278.
15A. de Alvarado, o. c.; Fr. Juan de los Ángeles, Conquista, Diálogo VIII, VI, p. 318; P. La Puente, Guía espiritual, trat. II, cap. I; B. Ávila, Epistolario.
16J. Bardina, o. c., p. 90.
17Ib., o. c., p. 146.
18Ib., p. 157.
19Ib., p. 146.
20Ib., p. 147.
21Pascal desarrolla este tema en numerosos textos de sus Pensamientos.
22J. Bardina, o. c., pp. 156 s.
23Ib., p. 158.
24Ib., p. 116. El principio de la moral estoica y de las morales racionalistas afirman que se ha de vivir conforme a la naturaleza y para esto obedecer a la ley de la razón. Bardina acepta este principio dentro de un eudemonismo objetivo, con lo que queda salvaguardada la Autonomía del agente moral.
25Ib., p. 249. El ascetismo está sometido a la regla del justo medio (que no es de orden cuantitativo, sino racional), siendo su fin asegurar el dominio de sí.
26Ib., p. 86.
27Ib., o. c., p. 85.
28Ib., pp. 134 s.
29Ib., pp. 137-140.
30Ib., pp. 111-122.
31Ib., pp. 123-135.
32Ib., p. 128. Coincide con la formulación de la ley funcional de la necesidad o del interés de Claparède.
33Ib., p. 290.
34Ib., pp. 229, 235, 279, 289 ss.
35Ib., p. 134.
36Ib., pp. 133 s. H. Bergson dio también gran importancia al valor de las pasiones, pues, como ha escrito, todos los progresos de la humanidad son obra de las grandes pasiones.
37Ib., pp. 202, 248.
38Ib., p. 240.
39Ib., p. 158.
40Ib., p. 246.
41Ib., pp. 83, 102, 170 s.
42Ib., pp. 102, 169.
43Ib., pp. 163, 171.

5. libertad, tiempo y educación en Joan Bardina. Joan Bardina, un revolucionario de la pedagogía catalana. Índice. Joan Bardina, un revolucionario de la pedagogía catalana. 7. La 'Escola de Mestres'. Joan Bardina, un revolucionario de la pedagogía catalana.

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