Un lunes de marzo en la sede de una pequeña cooperativa agraria catalana. Asamblea General extraordinaria. Unos veinte asistentes. Orden del día: ratificar los acuerdos tomados en la Asamblea General anterior sobre el Decreto-Ley 2/2016, de 17 de marzo de 2016, de modificación de la Ley 6/1998, de 13 de marzo, de Regulación del funcionamiento de las secciones de crédito de las cooperativas (DOGC del 19 de mayo del 2016), que obliga a las cooperativas con sección de crédito a hacer una aportación a un Fondo Cooperativo, con lo que no se está de acuerdo. Los socios deciden no hacer esta aportación.
El fondo para la salvaguarda de las cooperativas agrarias catalanas, que se quiere crear, obliga a las más estables a aportar un 3% de los depósitos, para hacer frente a los descubiertos de las otras cooperativas en quiebra. Si este fondo es consumido por quiebras continuadas, entonces hay que volver a aportar otro 3% y así sucesivamente, haciendo que las cooperativas mejor gestionadas deban hacerse responsables de la mala gestión de las que han estirado más el brazo que la manga. En el caso que una cooperativa decida no aportar este 3% de sus depósitos, entonces deberá traspasar la gestión de su sección de crédito a otra entidad, desprendiéndose así de su parcela de soberanía bancaria.
Los abusos cometidos por ciertas cooperativas agrarias, en algunos casos por haber invertido indebidamente en especulación inmobiliaria, han sido la ocasión para que desde la Generalitat de Catalunya se legisle en favor de las grandes entidades bancarias para que se puedan adueñar de estos instrumentos de ahorro de proximidad a pequeña escala.
En cambio, el proceso de concentración bancaria y empresarial provoca el peligro de que estas grandes entidades, cada vez más, vayan adquiriendo un poder excesivo para que ni los estados, ni las administraciones, ni los individuos puedan hacer frente con eficacia a los abusos que estas mismas grandes entidades puedan generar. Es lo que dijo, en boca de quien fue abogado, consejero de la Generalitat y escritor Francesc Sanuy: «Too big to fail» y «too big to jail»: «Demasiado grande para caer» y «demasiado grande para ir a la cárcel».
Además, sabemos que todo banquero, ya sea grande o pequeño, necesita que le devuelvan los préstamos que concede si quiere garantizar la continuidad de su proyecto. Forzosamente, debe dotarse de las herramientas de presión necesarias para conseguir saldar estas deudas. Como los préstamos con interés suelen generar deudores en quiebra y el hábito de presionar a los deudores reticentes se convierte en costumbre, el banquero acaba convirtiéndose en grupo de presión para conseguir otros propósitos, tales como vencer las resistencias de los gestores y propietarios a la adquisición de otro banco o una empresa, o bien disuadir a un individuo o a un colectivo de comprometerse con una causa noble cuando ésta genera conflictos de intereses con el banquero. Cuando más poderoso es el banquero, más facilidades tiene para doblegar a sus posibles oponentes.
Dentro del sitio web del Centro de Estudios Joan Bardina, nos hemos hecho eco de las propuestas de monedas sociales locales nominativas y comunitarias, como la Turuta de Vilanova i la Geltrú, que pueden constituir aplicaciones parciales del Sistema General, tendentes a dinamizar la economía local y generar un incremento de la transparencia y de la ética en las transacciones mercantiles.
Igualmente, desde aquí rechazamos el decreto ley citado al principio y defendemos la continuidad de la independencia de las secciones de crédito de las cooperativas agrarias catalanas, frente a la voracidad de algunas grandes entidades bancarias, para que las primeras, bien gestionadas, continúen siendo herramientas de defensa de los intereses de sus socios y puedan convertirse, en un futuro, en instrumentos que faciliten la extensión de estas monedas sociales locales nominativas y comunitarias.
Brauli Tamarit Tamarit.
Viernes, 16 de junio de 2017.
Bandera del Arco Iris de siete colores, símbolo desde el año 1925 de la Alianza Cooperativa Internacional, fundada en Londres en el año 1895, y del movimiento cooperativo. Sobre la base de esta bandera se diseñó la del Centro de Estudios Joan Bardina y su «Sistema General», añadiendo un sol dorado en el centro.
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