Alternativas sostenibles a la moda del usar y tirar.
El Quinze de Público. Miércoles, 12 de Diciembre de 2019.
Foco.
Alternativas sostenibles a la moda del usar y tirar.
Texto: Laura Andrés Tallardà. Fotos: Miguel Velasco Almendral.
Miércoles, 12 de Diciembre de 2019.
Iniciativas textiles apuestan por los productos éticos y el reciclaje de tejidos, plásticos e incluso redes de pesca. La concienciación en el consumo responsable es uno de los frentes abiertos en el sector textil del futuro.
Maniquíes con ropa para todos los gustos llenaron los escaparates durante el Black Friday. Y así seguirán hasta que acabe la campaña de Navidad. Los transeúntes se agolpan frente a los expositores, anhelando prendas que, en muchos casos, no tardarán en meter en el cajón del olvido del armario o tirarlas a la basura. Y es que, en lugar de comprar prendas que duren, crece la tendencia de comprar y tirar. «La ropa cada vez se usa menos. Las prendas se rechazan enseguida y muchas veces acaban en el vertedero», mantiene Mar Isla, coordinadora de la Cátedra de Economía Circular y Sostenibilidad del TecnoCampus, adscrito a la Universitat Pompeu Fabra, y ponente en Re-Barcelona, el primer encuentro de moda sostenible y ética del sur de Europa, celebrado recientemente en la capital catalana.
Según la Asociación Ibérica de Reciclaje Textil (Asirtex), cada español compra una media de 34 prendas al año y desecha en el mismo período entre 12 y 14 kilos de ropa. Esto tiene un gran impacto para el medio ambiente. «El textil es el sector más contaminante después del petrolero. Utiliza grandes cantidades de agua, energía, fertilizantes para los cultivos... Hablamos de toda la cadena, partiendo de la utilización del algodón y el poliéster», apunta la especialista, que defiende que hacen falta políticas decididas en este sentido. «Es necesario que la Administración se ponga seria y que haya normativas sobre el uso de las materias primas», reclama.
La tendencia del mercado es hacer productos cada vez más económicos. «La fiebre de comprar sólo cuando hay rebajas obliga a producir y vender cada vez más barato; es el fast fashion», comenta Isla, que, sin embargo, considera que en los últimos tiempos se está dando un cambio de paradigma, ya que los jóvenes están más dispuestos a comprar prendas de segunda mano o recicladas: «Esto dará opción a muchas empresas que usan materiales reciclados y que no pueden competir en precios con las grandes firmas».
Un tejido creado con su propio residuo.
En Barcelona existen distintas iniciativas que apuestan por la moda sostenible, elaborando productos éticos y recurriendo a menudo al reciclaje de tejidos. Montse Bayen, bióloga, y Núria Nobiola, ambientóloga, crearon en enero de 2017 la firma Back to Eco y abrieron en la ciudad una tienda con productos denim –de moda vaquera–. El taller está en la trastienda y en él trabajan tres personas contratadas; gente que llevaba mucho tiempo en el paro o que, por distintas circunstancias, tenía más dificultades para encontrar un trabajo.
Al principio remanufacturaban –restauraban productos usados– pero se dieron cuenta de que seguían generando residuos, ya que no todo se podía aprovechar durante el proceso. Por eso en 2018 desarrollaron un producto de I+D, un tejido propio. «Parte del tejido es nuestro propio residuo y algodón regenerado. El residuo vuelve a entrar en el circuito. No queríamos usar poliéster; usamos refibra, con un 40% de origen vegetal, y un 60% del tejido es reciclado», expone Bayen.
Cristina entra en la tienda buscando una mochila tejana para su nieta. «Iniciativas como esta me parecen muy interesantes, porque solamente producimos y tiramos, producimos y tiramos... Cuando veo tejanos o ropa en la basura, se me cae la cara de vergüenza», lamenta la clienta. Y promete volver pronto a recoger la mochila. Dice que también traerá sus tejanos porque, por cada tejano que se entrega en la tienda, el cliente recibe un vale de descuento por importe de un simbólico euro.
Toda la producción de Back to Eco se realiza por ahora en este taller o en otros talleres de Catalunya. El gran reto es, según la cofundadora, ser competitivos. «Nunca tendremos un precio de Zara, pero queremos ser accesibles para todo el mundo», afirma Bayen.
En la misma línea se posiciona Carolina Rodríguez, fundadora de LEF Lingerie, una firma de lencería creada en 2019 en Barcelona. Rodríguez insiste en que estas marcas que empiezan lo tienen económicamente complicado: «El tejido es muy caro y esto repercute en el precio final. Y, además, eso se junta con los condicionantes que supone sacar una firma nueva con lo poquito que sabes como emprendedor novato». La idea de Rodríguez era ofrecer un producto de proximidad. Por eso las gomas son españolas, los tejidos italianos y la fabricación se realiza en Mataró. La ropa está hecha con Tencel, una fibra natural que viene del eucalipto y utiliza mucha menos agua que el algodón.
Los materiales que se pueden utilizar para producir textil incluyen el plástico. The Running Republic, una compañía barcelonesa especializada en ropa deportiva, recurre a tejidos italianos y españoles confeccionados con este tipo de residuos, incluso con redes de pesca, recogidos sobre todo en el mar Mediterráneo y el océano Atlántico. «Con aproximadamente unas diez botellas de plástico, hacemos una camiseta», sostiene Paolo Quagliotti, fundador de la empresa. Los materiales se purifican, se hacen trizas y se mezclan con un pequeño porcentaje de poliéster reciclado de posconsumo. «Existe una cierta sensación errónea en el mercado de que la calidad de las prendas es inferior o que puede ser perjudicial, porque nos estamos poniendo residuos sobre la piel. Pero el poliéster está purificado y, además, las propiedades de este material reciclado son las mismas que las del primer uso», mantiene Quagliotti.
«Upcycling» en la Garriga.
Mow-t es una cooperativa de la Garriga, en el Vallès Oriental. Sus socias son Francesca Riu, Isabel Gil y Sandra Esteve. Y su negocio se basa en el upcycling, es decir, en el aprovechamiento de residuos textiles para fabricar nuevos tejidos o productos de mejor calidad. «Todo empezó cuando, estando de voluntarias en Cáritas, vimos que había mucha ropa procedente de donativos a la que no se le daba salida, porque estaba en malas condiciones». Fue entonces cuando pusieron en marcha su proyecto. El centro de Cáritas acabó cerrando, pero la gente, ya a título individual, les sigue llevando su ropa usada. Ahora, de hecho, tienen exceso de stock.
Eligieron el nombre de su marca con la voluntad de que las letras se pudieran leer tanto del derecho como del revés –Mow, si se gira, vuelve a ser Mow–. «De esta manera creábamos un círculo que remitiría a la economía circular», afirma Riu, diseñadora y patronista del proyecto. Más adelante les gustaría llevar a cabo una fase formativa y de integración social y laboral. «Nos gustaría contratar a personas en riesgo de exclusión social. Lo hemos hablado con los servicios sociales de la Garriga, pero esto no será factible hasta que todo sea más estable», explica Riu. Por el momento venden la ropa a través de internet y en ferias. También han empezado a contactar con colegios, para fomentar la concienciación entre los estudiantes.
La tecnología, clave para la moda.
Esa concienciación está muy ligada a la innovación, según la experta Mar Isla, que asegura que las nuevas tecnologías tienen –y tendrán– un protagonismo creciente en el sector de la moda y en la preservación del medio ambiente. Las redes sociales, por ejemplo, pueden servir para concienciar al consumidor final. «Organizaciones no gubernamentales o incluso algunos influencers están desempeñando ya un papel muy importante, promoviendo un consumo responsable», remarca. Pero advierte de que las redes pueden también complicar las cosas, pues son un escaparate en el que los jóvenes tratan de mostrar su mejor versión y eso incluye su indumentaria: «Las nuevas generaciones están muy implicadas en redes como Instagram o Facebook. El outfit se puede ver repetitivo y por eso quieren llevar ropa nueva».
Además, la sensibilidad de los consumidores por una moda más sostenible no siempre se acaba traduciendo en una compra responsable, ya que muchas veces no es posible acceder a toda la información necesaria antes de tomar la decisión. «Las etiquetas no siempre te informan de manera correcta. Las nuevas tecnologías, como el blockchain [o cadena de bloques, una tecnología que permite transferir datos digitales con una sofisticada codificación de manera completamente segura], asegurarán la trazabilidad del sector, de manera que puedas afirmar que todo el proceso ha sido sostenible», concluye Isla.
Alimentos para hacer prendas.
Además del reciclaje de materiales plásticos, de redes de pesca o de los propios tejidos reutilizados, también existe la posibilidad de usar ciertos alimentos para la confección de prendas de vestir. Su utilización es todavía anecdótica y su uso masivo queda todavía lejos. Pero alimentos como el plátano, el café, la naranja, la patata, la piña, la flor de loto, el cáñamo, la caña de azúcar o el orujo de uva son algunos de los candidatos a convertirse en tejidos más respetuosos con el medio ambiente.
Un taller para recoser prendas y tejer historias de superación.
Suokayna Achouqua se inclina sobre la máquina de coser para arreglar un caftán blanco para su hijo pequeño. «Este traje era de mi hijo mayor, que ahora tiene cuatro años. Y ahora lo estoy arreglando para el que tiene un año. Se lo ha puesto una vez y ya se ha roto. Voy a ponerle una cremallera», explica. Telas de distintos colores, flores bordadas, vestidos y flamantes máquinas de coser dibujan el taller de autorreparación Tot a Punt, en la calle de la Reina Amàlia, en el Casal dels Infants.
Suokayna es de Marruecos y llegó a Barcelona hace casi cuatro años. En el taller, que empezó en octubre de 2018, le enseñaron las técnicas básicas: coser un botón, arreglar un roto, estrechar o ensanchar piezas... Desde entonces no ha parado de aprender. «He hecho un vestido para mi sobrina, un neceser para maquillaje e incluso algunos estuches. Le hice un estuche a mi hija y ya me ha pedido uno para una amiga suya, a quien le ha gustado mucho», cuenta orgullosa. La semana que viene hará un zapatero, conjuntamente con sus compañeras de taller.
Khadija Raissouni, otra participante, arregla una funda para el sofá de color vino mientras sonríe relajada. «Gracias al taller he aprendido a estar más tranquila y concentrada en la máquina», asegura. Khadija es también de Marruecos y llegó a la capital catalana hace 11 años. Sus hijos, al igual que los niños y niñas de otras de estas nuevas modistas, encuentran en el Casal dels Infants un espacio en el que jugar y hacer los deberes.
De alumnas a profesoras.
En Tot a Punt, las participantes no solo tejen o reparan ropa para ellas: también ayudan a vecinos y vecinas del barrio que necesitan que alguien les eche una mano con sus arreglos. Al principio del proyecto, estas mujeres aprendieron con otras profesoras. Pero desde Enero de este año también ellas ayudan a otras personas que quieren reparar su ropa. De algún modo, a estas mujeres les enseñaron a enseñar. Khadija recuerda que ha ayudado a hacer una funda de cama a una señora que quedó muy contenta con el resultado. Así que ella está también muy feliz. «Me gusta mucho cuando viene gente del barrio. Te sientes bien sabiendo que vas a ayudar a otra persona», añade Suokayna.
En total, son 15 voluntarias que se organizan en turnos para poder ofrecer su ayuda a los vecinos el máximo de horas posibles. Al taller de autorreparación se puede asistir los lunes y los miércoles por la mañana, de 10 a 13 horas, y los martes y los miércoles por la tarde, de 17.30 a 19.30 horas. El taller también ofrece herramientas que ayudan a la inclusión laboral. María José Muñoz, educadora y coordinadora del proyecto Casal Familiar –en el que se enmarca Tot a Punt–, mantiene que tanto la realización del curso como la obtención del certificado pueden resultar muy útiles a la hora de buscar trabajo.
El proyecto, sin embargo, no ha renovado la subvención del Ayuntamiento –a través de Barcelona Activa–, lo que limita su capacidad de actuación y pone en peligro su futuro. «Por desgracia no nos la han dado. Habíamos pedido que estas mujeres estuvieran contratadas; que fueran las profesoras del taller. Antes teníamos una tutora que supervisaba el trabajo. Pero ahora ya no está y es un grupo autogestionado», expone la educadora.
Las puertas del Casal dels Infants están abiertas a los vecinos del barrio y a personas que no siempre tienen recursos para comprar ropa nueva o arreglarla. «Viene mucha gente de mi país, porque muchos no tienen máquina en casa y aquí les ayudamos a arreglar las prendas», comenta Israt Jahan. Ella es de Bangladesh y llegó a Barcelona hace siete años. En el tiempo que dura la entrevista para El Quinze, le da tiempo de marcar con un bolígrafo la tela de un modelo y de cortarlo. Las flores del vestido pastel quedan en un segundo plano detrás de sus finos dedos.
Empoderar a las participantes.
Además de reparar y coser ropa, las protagonistas de este proyecto tejen sus historias de vida y de superación personal. «El taller consigue empoderar a estas mujeres, permite darles una motivación, una razón por la que ilusionarse», sentencia Muñoz. Una de las ilusiones de las participantes es crear una firma propia para que no se tiren y malgasten tantos tejidos. «Pensamos que podríamos hacer una marca de ropa para la casa. Nos gustaría venderlo todo en una web. Queremos hacer piezas como fundas para la cama y el lavabo, manoplas... Aprovechando ropa vieja para darle una nueva vida», concluye Khadija.
Enlace al artículo original en castellano:
https://temas.publico.es/el-quinze/2019/12/12/alternativas-sostenibles-a-la-moda-del-usar-y-tirar/
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