El Doctor Richard J. Roberts se queja de que, en el mercado actual, el fármaco que cura del todo no es rentable. Se comprende fácilmente que a una empresa farmacéutica le interesa ir recibiendo una renta de sus pacientes enfermos a no curarlos con un remedio eficaz que sólo hay que pagar de una sola vez. Este problema lo entendieron muy claramente los médicos tradicionales chinos, los cuales tenían la costumbre de cobrar una cantidad periódica en efectivo por cada paciente sano, dejaban de cobrar por cada paciente enfermo, y tenían que encender una lámpara en su casa por cada paciente que moría por enfermedad.
Este problema es extensible a muchos más sectores de la sociedad: La solución definitiva a un problema no es rentable, sea cual sea el problema y sea cual sea la solución. Es la explicación de porque el auténtico y necesario progreso científico y tecnológico al servicio de todos está parado o muy ralentizado.
Agustí Chalaux (1911-2006), líder en el diseño de un nuevo modelo político, económico y social, incorpora dos incentivos que favorecen este progreso científico y tecnológico: La transparencia mercantil y un capitalismo comunitario al servicio de la entera sociedad, basado en la riqueza generada por los avances científicos y tecnológicos que no tributan derechos de patente. Con esta última medida, la entera sociedad está incentivada para favorecer la inventiva, pues es beneficiaria en su conjunto de sus avances.
La aportación del equipo de Agustí Chalaux también distingue entre las profesiones mercantiles, que persiguen la rentabilidad económica y facilitan el ofrecimiento de unos productos y servicios para el conjunto de la población, de las vocaciones liberales, como son la sanidad y la educación, las cuales deben disponer de unos servicios públicos situados fuera del ámbito mercantil, que fomenten la salud, la cultura y la instrucción de todos los individuos, lejos de las exigencias de rentabilidad. Es evidente que una sanidad y una educación públicas y gratuitas también favorecen las personas que compiten en el mercado, y su calidad puede medirse por la mayor aceptación relativa de estas sanidades y educaciones públicas frente a las sanidades y educaciones privadas.
Equipo del Centro de Estudios Joan Bardina.
Última modificación: Domingo, 17 de abril del 2016.
Entrevista al Doctor Richard J. Roberts, Premio Nobel de Medicina 1993: «El fármaco que cura del todo no es rentable».
La Vanguardia. La Contra. Viernes, 27 de Julio del 2007.
«El fármaco que cura del todo no es rentable». Richard J. Roberts, Premio Nobel de Medicina 1993.
Richard J. Roberts. Foto: Joan Pujol.
Tengo 63 años: lo peor de hacerte mayor es que das por seguras demasiadas verdades: es cuando necesitas nuevas preguntas. Nací en Derby: mi padre mecánico me regaló un juego de química... Y aún me divierte jugar. Casado, cuatro hijos; uno, tetrapléjico por un accidente, me anima a seguir investigando. Participo en el Campus Excelencia.
-¿La investigación se puede planificar?
-Si yo fuera ministro de Ciencia, buscaría a gente entusiasta con proyectos interesantes; les daría el dinero justo para que no pudieran hacer nada más que investigar y les dejaría trabajar diez años para sorprendernos.
–Parece una buena política.
–Se suele creer que, para llegar muy lejos, tienes que apoyar la investigación básica; pero si quieres resultados más inmediatos y rentables, debes apostar por la aplicada...
–¿Y no es así?
–A menudo, los descubrimientos más rentables se han hecho a partir de preguntas muy básicas. Así nació la gigantesca y billonaria industria biotech estadounidense para la que trabajo.
–¿Cómo nació?
–La biotecnología surgió cuando gente apasionada se empezó a preguntar si podría clonar genes y empezó a estudiarlos y a intentar purificarlos.
–Toda una aventura.
–Sí, pero nadie esperaba hacerse rico con esas preguntas. Era difícil obtener fondos para investigar las respuestas hasta que Nixon lanzó la guerra contra el cáncer en 1971.
–¿Fue científicamente productiva?
–Permitió, con una enorme cantidad de fondos públicos, mucha investigación, como la mía, que no servía directamente contra el cáncer, pero fue útil para entender los mecanismos que permiten la vida.
–¿Qué descubrió usted?
–Phillip Allen Sharp y yo fuimos premiados por el descubrimiento de los intrones en el ADN eucariótico y el mecanismo de gen splicing (empalme de genes).
–¿Para qué sirvió?
–Ese descubrimiento permitió entender cómo funciona el ADN y, sin embargo, sólo tiene una relación indirecta con el cáncer.
–¿Qué modelo de investigación le parece más eficaz, el estadounidense o el europeo?
–Es obvio que el estadounidense, en el que toma parte activa el capital privado, es mucho más eficiente. Tómese por ejemplo el espectacular avance de la industria informática, donde es el dinero privado el que financia la investigación básica y aplicada, pero respecto a la industria de la salud... Tengo mis reservas.
–Le escucho.
–La investigación en la salud humana no puede depender tan sólo de su rentabilidad económica. Lo que es bueno para los dividendos de las empresas no siempre es bueno para las personas.
–Explíquese.
–La industria farmacéutica quiere servir a los mercados de capital...
–Como cualquier otra industria.
–Es que no es cualquier otra industria: estamos hablando de nuestra salud y nuestras vidas y las de nuestros hijos y millones de seres humanos.
–Pero si son rentables, investigarán mejor.
–Si sólo piensas en los beneficios, dejas de preocuparte por servir a los seres humanos.
–Por ejemplo...
–He comprobado como en algunos casos los investigadores dependientes de fondos privados hubieran descubierto medicinas muy eficaces que hubieran acabado por completo con una enfermedad...
–¿Y por qué dejan de investigar?
–Porque las farmacéuticas a menudo no están tan interesadas en curarle a usted como en sacarle dinero, así que esa investigación, de repente, es desviada hacia el descubrimiento de medicinas que no curan del todo, sino que cronifican la enfermedad y le hacen experimentar una mejoría que desaparece cuando deja de tomar el medicamento.
–Es una grave acusación.
–Pues es habitual que las farmacéuticas estén interesadas en líneas de investigación no para curar sino sólo para cronificar dolencias con medicamentos cronificadores mucho más rentables que los que curan del todo y de una vez para siempre. Y no tiene más que seguir el análisis financiero de la industria farmacológica y comprobará lo que digo.
–Hay dividendos que matan.
–Por eso le decía que la salud no puede ser un mercado más ni puede entenderse tan sólo como un medio para ganar dinero. Y por eso creo que el modelo europeo mixto de capital público y privado es menos fácil que propicie ese tipo de abusos.
–¿Un ejemplo de esos abusos?
–Se han dejado de investigar antibióticos porque son demasiado efectivos y curaban del todo. Como no se han desarrollado nuevos antibióticos, los microorganismos infecciosos se han vuelto resistentes y hoy la tuberculosis, que en mi niñez había sido derrotada, está resurgiendo y ha matado este año pasado a un millón de personas.
–¿No me habla usted del Tercer Mundo?
–Ése es otro triste capítulo: apenas se investigan las enfermedades tercermundistas, porque los medicamentos que las combatirían no serían rentables. Pero yo le estoy hablando de nuestro Primer Mundo: la medicina que cura del todo no es rentable y por eso no investigan en ella.
–¿Los políticos no intervienen?
–No se haga ilusiones: en nuestro sistema, los políticos son meros empleados de los grandes capitales, que invierten lo necesario para que salgan elegidos sus chicos, y si no salen, compran a los que son elegidos.
–De todo habrá.
–Al capital sólo le interesa multiplicarse. Casi todos los políticos –y sé de lo que hablo– dependen descaradamente de esas multinacionales farmacéuticas que financian sus campañas. Lo demás son palabras...
Lluís Amiguet.
La Evolución.
El Campus Excelencia reúne este año en Fuerteventura a 14 premios Nobel, un astronauta (López Alegría) y un puñado de doctorandos. El Nobel Richard Roberts hace gala en la isla de un sentido del humor muy británico: «Soy científico, pero creo en la magia, sólo tengo que empezar a decir: "En mi último experimento...", ¡y mis amigos desaparecen!». Roberts asegura que sólo ha fichado para su equipo a científicos que no supieran distinguir entre su trabajo y su ocio. Él mismo no deja la ciencia ni rodeado de doctorandos junto a la piscina del Kempinski, cuando ironiza sobre la noticia bomba que para la bioquímica han supuesto los avances en el MRNA: «¡Evolucionamos! ¡Está claro! Tal vez hacia nuestra propia extinción: ahora ya somos capaces de programarla».