Decía Lluís Maria Xirinacs, durante el turno de palabras que precedió a su conferencia Mundo alternativo: «Ya sé que es un desastre lo que os vengo a decir, pero hemos de abrazar todas las causas perdidas». El Xiri se refiere a las causas justas que son perdidas mientras no las defendemos y luchamos por su realización.
Como «la única lucha que se pierde es la que se abandona», defendiendo la transparencia dentro de la economía y la política que reivindican Chalaux y Xirinacs, queremos también aplicar la transparencia informativa sobre los hechos históricos de la historia de la nación catalana. Nación que, según Alexandre Deulofeu, ha sido la cuna de la civilización europea occidental o románico-gótica, lo que explica que haya sido pionera en numerosos avances científicos, filosóficos y artísticos, muchos de los cuales han sido manipulados y censurados, a partir del momento en que finaliza la etapa creativa de fragmentación demográfica, que es cuando se establecen los imperialismos que hacen suyos estos avances y difunden esta creación por los diferentes territorios del área de influencia de esta cultura.
Quién quiere defender y proteger las culturas de los pueblos indígenas de América, del Pacífico, y de otros lugares, que en su momento fueron víctimas de la colonización europea, también, en justa coherencia, debe defender y proteger la cultura del pueblo indígena catalán, víctima de la colonización de los estados que lo rodean, tal como hace Jordi Bilbeny y las personas que colaboran con el mismo objetivo.
Ello no quiere decir que por el hecho de tener que estudiar reyes, príncipes, nobles, papas, prelados, banqueros, militares, cortesanos y otros personajes del pasado, olvidemos nuestro objetivo de una sociedad más justa donde no haya oprimidos y opresores, a todos los niveles, y donde se apliquen aquellas soluciones que en cada momento sean las más beneficiosas dentro de cada ámbito de la actividad humana, porque quien olvida su propia historia está condenado a repetirla, sin haber de esperar los diecisiete siglos que dura un ciclo de civilización según Deulofeu.
Equipo del Centro de Estudios Joan Bardina.
Fecha de creación: Miércoles, 28 de septiembre del 2016.
Última modificación: Martes, 11 de octubre del 2016.
Cristòfor Colom y el respeto al conocimiento.
Por Jordi Bilbeny.
Durante siglos la historia de Cataluña ha sido silenciada, perseguida, secuestrada y reescrita. La Inquisición no ha sido una broma ni un tema de estudio más o menos antipático. Era una realidad, una realidad legal. Conjuntamente con el Consejo real, tenía la misión de velar por la pureza de la fe católica como de la ideología de estado. Aunque aparentemente, tenía que trabajar en el ámbito de la interpretación del dogma, demasiado a menudo se convirtió en el brazo más feroz de la ley. Allí donde no llegaba la persecución política, llegaba la Inquisición.
El estado español, pero también la Inquisición, son los auténticos responsables de la desaparición de miles de libros de nuestra historia. De algunos de los cuales tenemos constancia, pero de la mayoría, ya no. No ha quedado ni rastro, entre otras cosas, porque el nombre de sus autores ha cambiado y los hechos han sido ubicados en países diferentes. Los censores -inquisidores o no- no retocaban cosas insignificantes, como el nombre de una calle donde se había meado un perro. No. Todo lo que era susceptible de fama, ya fuera una novela, una obra de arte, el nombre de un artista, un científico, un místico, una beata, un papa, un militar, un filósofo de relieve, era sistemáticamente ocultado y tergiversado.
Después de treinta y cinco años de dedicarme al estudio sistemático de la censura de estado y de la manipulación de nuestro pasado, tengo algo que decir. Y lo que quiero decir es que todos estos siglos no han sido en vano. Hoy el Estado español continúa afirmando que no somos una nación o que Cataluña ni ha sido un reino ni ha tenido reyes. Muchos intelectuales defienden -y ha sido aprobado por ley- que el valenciano y el catalán son dos lenguas diferentes. Se cree también que Cataluña formaba parte del reino de Aragón. «Un condado de Aragón» dicen que somos. La obra más grande de la literatura catalana medieval -Tirante el Blanco- la llamaban castellana, hasta que al final del siglo XIX se encontraron dos ejemplares en catalán. En este mismo sentido, se ha borrado la presencia catalana en Italia y toda relación de que los occitanos y catalanes somos algo más que hermanos. Hasta hace dos días la gente se reía de lo que decía Rubió i Lluch: que había habido en el siglo XIV una Grecia catalana. Ahora, con tantos matices como se desee, es aceptado universalmente.
Pues bien: todo esto que os digo sólo son las migajas de una voluntad premeditada y multisecular, urdida y regulada por el estado español, para hacernos desaparecer de la faz de la tierra. Y no sólo por la vía de las armas y de las leyes. Demasiado académicos se han quedado atascados en el 1714 y casi, más que el final de un ciclo, parece que lo interpreten como un hecho aislado y una derrota «incomprensible», cuando realmente, la mayor parte de lo borrado de nuestro pasado termina aquí y a partir de ahí se empieza a trabajar para restituirlo, aunque no siempre con eficacia. Así, Serra Postius, por ejemplo, en su Epítome Histórico de Montserrat aprovechará cualquier pretexto religioso para hablar del Emperador Carlos, de la batalla de Pavía, de la conquista de Nápoles, los antiguos almirantes, de la grandeza y extensión de la lengua, y por supuesto, de Colom y de la importancia de los catalanes en el descubrimiento, conquista y primera colonización americanas. En el siglo XIX lo harán aún con toda prolijidad y documentación ingente, Víctor Balaguer y Antoni de Bofarull en sendas Historias de Cataluña.
Si al Estado español ya le molestaba la historia medieval catalana, mucho más le irritaban las gestas navales producidas en todo el mundo a lo largo de los siglos XV, XVI y XVII. Y se las apropió. El caso más flagrante es el de Cristòfor Colom, un militar, político, humanista, escritor y científico barcelonés, miembro de la casa real catalana y pariente de los condes de Urgell, que hoy pasa por un pobre plebeyo genovés, con el consentimiento inaudito de nuestro mundo académico e intelectual, que tienen el tema como tabú, al estilo de las sociedades tribales primitivas. La censura, pues, no ha sido en vano. Ha hecho un trabajo vastísimo e inteligente, que ha arraigado en los rincones más secretos del alma de los catalanes y hoy se nos hace ya casi imperceptible discernir qué es un pensamiento propio de un mensaje censor inoculado en nuestros libros. Podría dar decenas de ejemplos. Algunos de los que ya he esbozado o sugerido más arriba. Pero, para mí, que hace ya casi tres decenios que trabajo, el más paradigmático es el de Colom, que a menudo pongo por ejemplo y metáfora de Cataluña.
Contrariamente a lo que se cree, Colom no fue esclavista, sino luchó con todas sus fuerzas para evitar que los indios fueran esclavizados y fueran tratados como súbditos de los reyes, con los mismos derechos que los catalanes. El Padre Casas, considerado hoy, el protector de los indios, es su más fiel seguidor en esta política de respeto y protección. Es necesario que tengamos también presente que Colom había llegado a juzgar y condenar a muerte algunos colonos que se habían excedido con los pobladores nativos del Nuevo Mundo. Y que es el autor de unas «Instrucciones», aceptadas por los Reyes Católicos, que debían funcionar como ley, a fin de que los indios fueran verdaderamente respetados. En una carta a su primo Pere Bertran i Margarit, fechada en abril de 1494, le expone:
«La principal cosa que necesita hacer es guardar mucho los indios, que no les sea hecho ningún mal ni daño, ni les sea tomada cosa contra su voluntad, sino reciban honra y sean asegurados».
Entonces, como que las condiciones proteccionistas no dejaban margen al delito, algunos colonos escribieron a los monarcas acusándole que no les dejaban tener esclavos, que les hacían labrar las tierras, los obligaban a construir sus casas y no les dejaban margen de ganancia en los intercambios de productos. Y que si todo seguía así, esto sería su ruina, porque ellos habían ido a aquellas tierras a enriquecerse y no a trabajar en esas condiciones. Este es un aspecto totalmente silenciado. No por la censura, sino por la falta de conocimiento que tenemos de aquella época y de aquellos hechos. Si a todo ello añadíamos que la Corona destituyó Colom el 1495 y le hizo encerrar acusándolo de crímenes de lesa majestad, podremos darnos cuenta con mucha más nitidez, que entre que se embarca de Barcelona en el segundo viaje y llega al Nuevo Mundo, en noviembre de 1493 y es detenido a mediados de 1495, no ha pasado apenas un año y medio. ¿Y durante este año y medio se le quieren atribuir todos los crímenes que ha habido en América desde entonces hasta nuestros días?
¿Se quiere convertir en un símbolo de criminalidad y esclavismo un hombre que luchó por las libertades y la justicia de Cataluña, que puso su vida en peligro guerreando más de diez años contra Joan II, que le fueron confiscados los bienes, que tuvo que vivir en el exilio por razón de su actitud revolucionaria? ¿A qué manera de caricatura de la inteligencia hemos llegado? ¿Alguien se le ocurriría pedir a los Estados Unidos que tiren al suelo la estatua de Washington porque hoy en día en todo aquel país la policía mata negros como quien degüella pollos? Nuestros antepasados se dieron cuenta de la importancia que tenía nuestra historia en la configuración de una mente sana y de una actitud justa. Sabían lo que nos habían escondido y cambiado, pero en 1888, aprovechando la Exposición Universal de Barcelona, quisieron explicar al mundo que Colom era catalán y catalanes eran Lluis de Santàngel, el Padre Bernart Boil, Pere Bertran i Margarit y Jaume Ferrer, que son las imágenes que hay al pie del monumento. Quizás no creyeron oportuno en ese momento hacer un juicio ético a la conquista y el posterior genocidio. ¿O tal vez lo que querían denunciar antes de nada era la conquista española de Cataluña y el intento de aniquilación de la cultura catalana en manos de la Monarquía española?
Sea como fuere, el debate ético ha de ser. Seguro que será, pero poniendo antes las bases de los hechos. Sin distorsiones de ningún tipo. Aquellos hombres hicieron levantar el monumento para que el mundo viera lo que la Inquisición, la censura, la persecución intelectual, la confiscación de bibliotecas, la quema de libros y la reescripturación global de nuestro pasado intentaron de obliterar para siempre de nuestra conciencia colectiva: que Colom y los primeros descubridores de América eran catalanes. Intentaron poner de pie la estatua más alta del mundo, como Gaudí hacía con su Sagrada Familia, para que nuestra Historia, nuestra cultura y nuestra gente dejara de estar arrodillada y humillada. Dejara de ser invisible a los ojos del mundo y nuestros ojos. Levantaron este monumento en señal de respeto, de conocimiento y dignidad. Como un gran faro erguido también a favor de la claridad y de la libertad. Las voces que ahora se escuchan pidiendo que se retire este símbolo catalán, ¿han pensado bien en qué parte de la historia hay que enmarcar su petición? Abolir, derribar, ocultar, borrar son palabras e ideas que no han dejado de preconizar no los defensores de ninguna república, ni de ninguna revolución social, ni de ninguna Itaca ni Utopía, sino que son las ideas fuerza, las ideas clave de los enemigos de todo pensamiento, de toda cultura y de toda libertad. Sin información, no hay ideas, sin ideas, no hay pensamiento, sin pensamiento está el dogma.
El debate sobre el monumento de Colom debería ser la gran oportunidad de los catalanes de hoy para derribar la desinformación, el dogma y el lavado de cerebro y preservar, más allá de toda intoxicación y uniformización inquisitoria y estatal, la información, la luz, las ideas, el pensamiento.
Jordi Bilbeny.
Martes, 27 de diciembre del 2016.
Institut Nova Història.
Enlace del artículo original en catalán dentro del web del Institut Nova Història:
http://www.inh.cat/articles/Cristofor-Colom-i-el-respecte-al-coneixement
Enlace del artículo original en catalán dentro del web Unilateral:
http://unilateral.cat/2016/09/27/cristofor-colom-i-el-respecte-al-coneixement/
Refrán en homenaje a los pioneros:
«La suerte del pionero es bien lúcida: o bien su generación le da la razón casi inmediatamente y absorbe en un gran esfuerzo colectivo su esfuerzo investigador aislado; o bien su generación se resiste y deja que sea la siguiente quien haga germinar la simiente prematuramente tirada».
Combates por la Historia.
Historiador francés Lucien Febvre (1878-1956).
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Por una sana memoria histórica. Dolors Marin Tuyà.
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Agnotología. Dolors Marin Tuyà.
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