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Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el diario Avui, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979, traducidos al castellano.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.
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Publicaciones:
Lluís Maria Xirinacs.
Agustí Chalaux de Subirà, Brauli Tamarit Tamarit.
Agustí Chalaux de Subirà.
Agustí Chalaux de Subirà.
Agustí Chalaux de Subirà.
Magdalena Grau Figueras,
Agustí Chalaux de Subirà.
Martí Olivella.
Magdalena Grau,
Agustí Chalaux.
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Capítulo 17. La sociedad utilitaria-consumidora.
- Dinámica propia de la sociedad utilitaria-consumidora.
- Composición de la sociedad utilitaria-consumidora.
- Protección y responsabilización de los consumidores.
- Consumo y consumismo.
Nos ocuparemos en este capítulo de la sociedad utilitaria-consumidora.
Ya la hemos definido en el capítulo 15
como «el conjunto de todas las personas, mercaderías e interrelaciones
monetarias implicadas en los procesos de consumo».
1. Dinámica propia de la sociedad utilitaria-consumidora.
Como se desprende del análisis de los ciclos mercantiles, efectuado
en el capítulo 8, la sociedad utilitaria-productiva
(o ciclo de la producción, según terminología mercométrica),
produce mercaderías no finitas y paga salarios a las
fuerzas de producción que intervienen en el proceso de producción.
Estas mercaderías no finitas producidas tienen diversos destinos,
según sus características:
-
Unas, las mercaderías no finitas y no finibles por razón
de su cantidad, permanecen en el ciclo de la producción, para continuar
siendo transformadas.
-
Otras, las mercaderías no finitas y no finibles por razón
de su naturaleza (esto es: las mercaderías inversivas), permanecen
también en el ciclo de producción, pero no para continuar
siendo transformadas, sino para servir como instrumentos en los procesos
de producción.
-
Finalmente, una tercera categoría de mercaderías no finitas
pero finibles, en poder de los comercios e industrias al detalle, está
destinada a pasar al ciclo del consumo, a la sociedad utilitaria-consumidora:
esto es, está destinada a ser vendida a los consumidores.
Así pues, los procesos de consumo, propios de la sociedad utilitaria-consumidora,
son única y exclusivamente los de compra-venta de mercaderías
finitas
(por compradas) entre detallistas y consumidores.
Por lo que acabamos de decir, se puede ver que la sociedad utilitaria-productiva
está orientada a la sociedad utilitaria-consumidora, -ya sea directamente
(en el caso de las mercaderías no-finitas y no finibles por razón
de cantidad y en el caso de las mercaderías no-finitas pero finibles),
ya sea indirectamente (en el caso de las mercaderías inversivas).
Toda mercadería producida en la sociedad utilitaria productiva lo
es para ir a parar, mas o menos directa o indirectamente, mas tarde o mas
temprano, mas o menos transformada a la sociedad utilitaria-consumidora.
Y así, es el consumo el que da a la producción un sentido
humanista al servicio de las personas. Y es el consumo el que acaba, finaliza,
todo proceso mercantil.
El consumo, pues, no es sino la última etapa de la producción,
la que cierra el ciclo: una vez la mercadería es adquirida por un
consumidor, esta mercadería se vuelve finita y su vida mercantil
se acaba, empezando para ella una vida de uso personal, al servicio de
las necesidades de la persona que la ha adquirido.
Pero, a pesar de que el consumo sea el fin y la finalidad natural de
la producción, hay que separar muy bien la sociedad utilitaria-productiva
y la sociedad utilitaria-consumidora, porque son, en realidad, muy distintas
en cuanto a composición, intereses, características... y
el político ha de tener siempre presentes estas diferencias.
2. Composición de la sociedad utilitaria-consumidora.
Mientras que la sociedad utilitaria-productiva es excluyente -solo se
cuentan los profesionales utilitarios-, la sociedad utilitaria-consumidora
es totalizadora: engloba todos los miembros de la comunidad imperial sin
excepción.
Efectivamente, todas las personas pertenecientes al imperio consumen,
según dos posibles modalidades.
En primer lugar, hay los productores-consumidores: son los profesionales
utilitarios, que realizan su consumo a través de un poder de compra
de doble origen:
-
de origen salarial-privado, remuneración de su participación
activa en la sociedad utilitaria-productiva;
-
de origen financiero-comunitario, en virtud del Estatuto General y ocasionalmente,
del Estatuto Utilitario.
En segundo lugar, hay los simples consumidores, que no pertenecen a la
sociedad utilitaria-productiva, pero si a la utilitaria-consumidora. Los
simples consumidores son:
-
los profesionales y colectividades liberales, que gozan única y
exclusivamente de un poder de compra para consumo de origen financiero-comunitario,
en virtud de su Estatuto Liberal;
-
los individuos sin profesión, así como las familias (independientemente
de los ingresos particulares de cada uno de sus miembros), que gozan también
de un poder de compra para consumo de origen financiero, en virtud del
Estatuto General.
3. Protección y responsabilización de los
consumidores.
El consumo es un derecho que tienen todos los ciudadanos del imperio,
por el solo hecho de haber nacido o/y vivir en él.
Para proteger de manera efectiva este derecho, hay que, en primer lugar,
proteger la sociedad utilitaria-productiva, que, como sabemos, es la que
produce los bienes destinados al consumo: esta protección es la
que hemos indicado en el capítulo 15;
y en segundo lugar, dar gratuitamente a toda la población el dinero
financiero para el consumo que necesita, en función de su estatuto
social-financiero (como hemos visto en el capítulo
14).
Estos dos sencillos mecanismos son suficientes para asegurar, de momento,
un consumo básico para todos los miembros de la comunidad imperial.
Pero el consumo, como cualquier otro acto monetario, requiere su inmediata
y total personalización y responsabilización. La sociedad
utilitaria-consumidora es tan simple, que no necesita ninguna legislación
específica, como no sea la muy general y fundamental que toda transacción
(compra-venta de mercadería finita entre un detallista y un consumidor)
sea efectuada por factura-cheque pro-telemática y a través,
exclusivamente, de una cuenta corriente de ahorro de consumo abierta en
una Caja de Ahorros: toda persona tendrá una y solo una de estas
cuentas corrientes.
Solamente en un caso hará falta una legislación mínima
de los actos de consumo y es el caso de las colectividades liberales: como
ya hemos visto anteriormente, a fin de evitar la corrupción en la
gestión de sus presupuestos, las instituciones liberales habrán
de contar, por ley, con un jefe de compras, único responsable ante
la Justicia de la administración del presupuesto.
4. Consumo y consumismo.
La sociedad utilitaria-consumidora, que realiza actos de compra-venta
de mercaderías de consumo, tiene como finalidad la realización
del consumo real, material: éste ya no es un proceso mercante-monetario,
sino un acto íntimo y personal, socialmente liberador, de
cada consumidor.
Efectivamente, podemos describir el consumo real como el proceso consistente
en la absorción de bienes utilitarios para su transformación
en vitalidad corporal-anímica o/y en vivencias espirituales-culturales.
El consumo satisface las necesidades utilitarias del hombre, pero por esto
mismo lo libera, lo deja libre para dedicarse a actividades de orden superior
al puramente utilitario. Consumo equivale, para nosotros, al sostenimiento
y promoción del propio ser de cada persona, individual, colectiva,
étnica...
El consumo, como hecho vitalmente necesario y socialmente liberador,
tiene que ser potenciado al máximo. Buscamos la obtención
de una producción máxima en cantidad y óptima en cualidad,
para gozar de un consumo también máximo y óptimo;
esto no tiene porqué significar, necesariamente, ni consumismo estúpido,
ni desarrollismo ciego e ilimitado, siempre que se respeten las siguientes
condiciones:
-
Que el consumo no esté manipulado. Esta es la base del consumismo:
las empresas más potentes gastan grandes cantidades de dinero en
una publicidad absurda y manipuladora, con el objeto de hacer consumir
a la gente aquello que realmente no necesita o no desea. La reforma de
los sistemas publicitarios que hemos propuesto (capítulo
15) será la garantía mas eficaz contra este consumismo.
-
Que la producción no sea antiecológica. Como ya hemos dicho,
se dictarán leyes mínimas de estrategia ecológica,
que cada gremio habrá de adaptar a su especialidad productiva (capítulo
15).
Aseguradas estas dos condiciones, creemos que no es ninguna locura la idea
de un consumo máximo en cantidad y óptimo en calidad para
todos los miembros de la comunidad imperial. La aparición continua
de nuevas necesidades es una de las características mas peculiares
de la especie humana, que hace de ella una especie en constante evolución
cultural, siempre abierta a nuevos horizontes y nuevas perspectivas: aquí
radica todo progreso, tanto tecnológico-productivo como social-liberador.
Por esto, no somos partidarios de la idea de crecimiento cero. Para nosotros,
el objetivo prioritario es la superación de los escandalosos desequilibrios
existentes entre el nivel de consumo de las diferentes capas de la población
y de los diferentes bloques de países. Y a partir de aquí,
potenciar al máximo tanto la producción como el consumo,
siempre dentro de las dos estrategias mínimas apuntadas anteriormente.
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