L’Ebre. Viernes, 12 de Junio de 2020. Página 30.
Opinión.
De Norte en Sur.
Probando la tecnología 5G en el Ebro.
Xavier Garcia, escritor.
Hace un mes, en plena pandemia, varias empresas de la Ribera de Ebro y Terra Alta recibieron un correo del Centro Empresarial Terra Alta y del Ayuntamiento de Gandesa invitándolas a formar parte del Área 5G Tierras del Ebro, que promueve el Departamento de Políticas Digitales y Administración Pública de la Generalitat, que dirige Jordi Puigneró, divulgador del concepto «República digital» y, al parecer, posible candidato de JuntsxCat a las próximas elecciones catalanas.
El objetivo principal de esta Área 5G en el Ebro sería el de «ser el laboratorio de 5G de referencia en el ámbito de todo Cataluña para el testeo y definición de modelos de despliegue de la tecnología 5G en zonas rurales».
Otra vez, como hace 50 y 60 años, las «zonas rurales» –una vez despobladas, envejecidas y sacrificadas a placer por los poderes centrales, sean los de Barcelona, Madrid o Bruselas– pueden convertirse en un vasto espacio colonial para el proyecto –en este caso de dimensión inaudita– de ampliación, a nivel terrestre (antenas) y atmosférico (se habla de 20.000 satélites), de la red de telecomunicaciones de la llamada Quinta Generación (5G), que el año pasado, con toda pompa, se presentó en el Mobile World Congres, en Barcelona, por parte, sobretodo, de la gran multinacional china Huawei, con sede, precisamente, en Wuhan, allí donde el gobierno de los Estados Unidos hace nacer la Covid-19, acallando todos los preparativos –de la OMS (Bill Gates) a la gran industria farmacéutica y en el Pentágono– que los norteamericanos hicieron posible para que se produjera, como consecuencia, esta devastación sanitaria y económica en todo el mundo.
Ahora, por si no fuera suficiente, en plena situación crítica, que también afecta a las «zonas rurales», la Generalitat que, por un lado pone en marcha la campaña «País vivo» para luchar contra el despoblamiento y por el otro deja a los ayuntamientos la responsabilidad de tener que pronunciarse sobre los proyectos empresariales de ampliación de parques eólicos en varios municipios de la Terra Alta ya saturada, ahora, digo, nuestro Gobierno –siguiendo los planes de acción europeo (2016) y español (2017) para el despliegue de la tecnología 5G– traspasa este despliegue en fase inicial de prueba a las llamadas «zonas rurales», concretamente en el caso de las Tierras del Ebro, al polígono del Molló, en Móra la Nova, esperando poder extender esta tecnología, que tiene que permitir el llamado «internet de las cosas», «en aquellas zonas del territorio que dispongan de los agentes implicados necesarios».
Ahora que la industria nuclear en Ascó parece que tiene fecha de caducidad hacia 2027, así como la Electroquímica de Flix (ya prácticamente desmantelada), nos llega la nueva panacea milagrosa del 5G. No pretendo, porque no puedo, aguar la fiesta a nadie, porque un humilde cronista rural no llega a tanto, pero sí que me parece que estoy en el deber personal y profesional –después de 50 años advirtiendo de los malos modelos económicos, energéticos y ecológicos que se han ido sucediendo– de volver a lanzar una llamada de alerta ante el despropósito descomunal al cual nos enfrentamos, no sólo nosotros, sino toda la Humanidad.
Para decir esto, me fundamento en los muchos estudios de científicos independientes de la industria y de los gobiernos (médicos, biólogos, epidemiólogos, virólogos, ecólogos, etc), expertos de 35 países que pocas veces (o ninguna) encontraréis en los grandes medios escritos o en la TV, los cuales, estos últimos años, han dirigido llamamientos fundamentados (y en cierto modo desesperados) a la ONU, a la OMS, a la Unión Europea, al Consejo de Europa y a los gobiernos de todo el mundo, reclamando detener el despliegue de la red inalámbrica terrestre 5G, incluida la red en el espacio, las cuales «incrementarán masivamente la exposición de las personas y el medio ambiente a las radiaciones electromagnéticas de las telecomunicaciones».
No es ninguna broma. Llegan a decir que el 5G –esta inmensa cubierta terrestre y aérea de transmisores de radiofrecuencia para hacer posible la llamada «inteligencia digital» a toda la realidad– constituye «un experimento sobre la sociedad mundial y el medio ambiente que, bajo el prisma del derecho internacional, puede definirse como un crimen contra la Humanidad».
Son palabras mayores, como las que hace 50 años también dijeron los críticos de la energía nuclear, civil y militar, o de la industria química, causantes todos de tanto desorden ambiental y humano. No se les hizo caso, y aquí tenemos el resultado.
Tanto sobre la pandemia del virus (sobre la cual ya pocos se creen lo que sale de los gobiernos, transmisores de lo que dice la OMS) como en el caso del 5G, la gente, tanto en las «zonas rurales» como en las capitales, empieza a reaccionar, si bien la acumulación de situaciones críticas comporta desorientación e impotencia. Aun así, han surgido plataformas de disidencia que abordan abiertamente los problemas, como el Movimiento Stop 5G International.org, el Manifiesto Menorca Libre de 5G, la Plataforma Stop 5G Garraf-Vilanova, el grupo Ecologistas en Acción, la Plataforma Quiero Auditoría Energética, la Plataforma Española Contra la Contaminación Electromagnética, etc., todas los cuales, y otras, dirigen cartas, alegaciones y firmas a ayuntamientos, gobiernos y parlamentos para que no se hagan corresponsables de esta nueva dictadura tecnológica que, bajo la apariencia de la «interconexión global», nos puede dejar una realidad huérfana de toda sustancia humana.
Enlace del artículo original en catalán:
https://www.setmanarilebre.cat/opinio/118567/provant-la-tecnologia-5g-a-lebre
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