El urbanismo de Cataluña. Las ciudades históricas.
Revista de Girona. Número 210. Enero-Febrero de 2002. Páginas 88-89.
Dosier.
El urbanismo de Cataluña. Las ciudades históricas.
Ricard Giralt i Casadesús.
Cuando en la soledad de la cámara de trabajo descansamos de un largo viaje y examinamos nuestras notas, pasan por nuestro pensamiento las imágenes de las cosas vistas en las ciudades. Pero de todas no conservamos el mismo recuerdo: hay que nos han quedado grabadas y nos complacen de pensar, otras nos queda una idea confusa, y, finalmente, de muchas su recuerdo se nos ha borrado completamente.
¿Qué hay, qué encontramos, en las ciudades, que todas nos impresionan igualmente? ¿Qué extraño secreto tienen sus plazas, sus calles y sus monumentos, que no todos dejan en nuestro espíritu el recuerdo de su imagen?
Esta impresión que nos queda de las ciudades, viejas o nuevas, es el secreto de su urbanizador. Él ha conseguido dar vida en las calles y plazas de las ciudades, haciendo que hablen a través de los años, expresando unas veces sentimientos colectivos, otras la misión del lugar. Nuestras plazas porticadas son la expresión del corazón de la ciudad, tan diversas, tan distintas, de las otras plazas de las ciudades catalanas. A pesar de que pase el tiempo y las veleidades de las modas, admiraremos siempre la plaza Mayor de Vic, las escalinatas de la Seu de Girona. Es, en definitiva, la sensación que nos produce la obra bien hecha.
Los años son los que consagran los aciertos o los desaciertos de los arquitectos que construyen las ciudades. Nos maravillan los porches de Xifré de Barcelona, con su ritmo armonioso de repetición de los elementos de su composición, que año tras otro van afirmando la majestad de su arquitecto. Por el contrario, la anárquica plaza de Cataluña de la ciudad condal profundiza a través de los tiempos la carencia de espíritu de sus constructores.
A menudo el constructor de ciudades lucha entre el tipismo de la organización mecánica de la vida moderna. Hay que hacer boquetes en las ciudades, hay que reformarlas, para ponerlas al ritmo del tiempo, y en esta tarea difícil se corre el peligro de ultrajar la personalidad de las calles y de las plazas. ¿Quién, recorriendo la parte vieja de la ciudad de Colonia, tiene la sensación de que la ciudad ha sido reformada? El urbanista moderno ha sabido prender el ánimo de la ciudad, que perdura a pesar de las nuevas calles. La misma sensación se tiene recorriendo las calles reformadas de Estrasburgo, con sus ligeras curvaturas y sus edificios de estilo moderno.
Calles rectas o tortuosas; es el dilema que ha apasionado durante muchos años a los urbanistas. Había quien creía que la reforma de una ciudad vieja se tenía que hacer siguiendo las calles antiguas, ensanchándolas: a otros les parecía que era mejor que fueran rectas. Y es cierto es que ambas soluciones pueden ser buenas y de todas hay bellos ejemplos.
El urbanista no es un matemático, no encuentra en los libros de urbanización aquella fórmula que dé la solución de su caso. Un libro de urbanización no es la panacea para curar los males de la ciudad: el urbanista tiene que saber sacar del lugar, que es el tema de su estudio, todo aquello que es eterno y que perdura por encima de las modas efímeras de los estilos y las modas.
Hubo un tiempo en que la obsesión era reproducir plazas y calles de Italia, como todavía hoy ciertos urbanistas modernos querrían en nuestra tierra soluciones que nos son exóticas. La ciudad es algo más que un museo: es, esencialmente, clima, topografía, geografía e inquietud social.
La seu de Lleida, levantándose encima la montaña de la ciudad; la seu de Barcelona encima el Monte-Taber, la de Girona dominando el Gironès, ¿qué son, sino un hábil aprovechamiento de la topografía de sus terrenos? La Acrópolis de Atenas nos muestra un buen ejemplo de la urbanización al servicio de un clima. ¿Os sabríais explicar el Partenón en un clima nórdico? La plaza del Ayuntamiento de Bruselas, ¿qué es, sino la explicación social consagrada en la piedra de una época? El castillo de Montjuic y la torre de aguas de Barcelona, ¿qué hacen, sino explicar la geografía de la capital de Cataluña?
Si la historia de Cataluña se esfumara del espíritu de los hombres, si las obras de Ausiàs March, Ramon Llull, Verdaguer, Guimerà y Maragall desaparecieran de nuestras bibliotecas, si el recuerdo de nuestra antigüedad desapareciera, quedarían todavía nuestras ciudades para perpetuar la existencia de nuestro pueblo, para afirmar, como Ampurias, nuestra historia, y seríamos todavía un lugar de elección para meditar sobre el espíritu de Cataluña.
Un ejemplo de reforma de una ciudad histórica es el hecho que ilustra estas rayas. La ciudad de Girona, atravesada por una carretera internacional que recorre calles estrechas, tenía el problema de su reforma obligada por las exigencias del aumento considerable del tráfico, y uno de los lugares era el cruce de la subida de Sant Feliu con la calle de Calderers, calle estrecha y dificultosa para toda clase de circulación.
El campanario de Sant Feliu ofrecía una ocasión para destacar su silueta y convertirlo en tema focal de un conjunto urbano. Cerraba su visualidad una isla de casas que era el obstáculo más grande para la circulación. Había también el problema de salvar los desniveles que había entre las calles de Calderers y la iglesia de Sant Feliu.
El escombro de la isla de casas permitió de dar una solución al problema que se tenía que resolver, mejorar la visualidad del campanario y sanear un barrio de habitaciones insanas. El desnivel ha sido salvado por una sencilla combinación de escalinatas, manteniendo la antigua zanja de la subida de Sant Feliu y decorando el paramento del muro de contención con una fuente. A fin de mantener el ambiente local, se ha puesto cuidado en el pavimento, que es de tejos y adoquines en la subida de Sant Feliu.
En todo el estudio de esta modesta urbanización no se ha perseguido otro objetivo que el de mantener el ambiente de una parte de Girona, que constituye uno de los conjuntos más admirables de Cataluña. En la urbanización de las ciudades históricas, creo que la obra del urbanista tiene que quedar reducida, más que a proyectar nuevos edificios y nuevas concepciones arquitectónicas, a suprimir aquellos elementos que son un estorbo para que tome relevo el conjunto urbano del lugar; más que hacer lucir la personalidad del proyectista, hay que dar valor a aquello que el tiempo y las generaciones han consagrado con su respeto y devoción.
En Cataluña, el estudio de la urbanización de las ciudades catalanas, tan racialmente distintas de las otras ciudades hispánicas, es una tarea interesantísima que, hundiéndonos en su estudio, nos demostrará la sabiduría con qué fueron trazadas muchas ciudades catalanas. Estudiar nuestras urbanizaciones es una tarea patriótica, que nos abrirá nuevos horizontes, para que, a través de los episodios de nuestra historia, podamos siempre encontrar que nuestras ciudades dibujan sobre el mapa de nuestra tierra la imagen de una Cataluña inmortal.
Ricard Giralt i Casadesús.
[Publicado en Arquitectura i Urbanisme (Arquitectura y Urbanismo, Abril de 1934), páginas 18-21].
Fotografía y proyecto de la subida de Sant Feliu, antes de la nueva urbanización. Publicada en Arquitectura i Urbanisme (Arquitectura y Urbanismo), Abril de 1934.
Fotografía y proyecto de la subida de Sant Feliu ya urbanizada por Ricard Giralt. Publicado en Arquitectura i Urbanisme (Arquitectura y Urbanismo), Abril de 1934.
Enllaç de l’article original en català:
http://www.revistadegirona.cat/rdg/recursos/2002/0210_088.pdf
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