Última Hora. Opinión.
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El otro escenario.
Pere Bonnin.
Imaginen que el 17-8-2017 tres furgonetas con explosivos estallan en Girona, Barcelona y Tarragona: centenares de muertos y heridos, edificios derrumbados. Los Mossos –mantenidos en precario por el gobierno español– y las urgencias médicas («les hemos destrozado la Sanidad» ¿recuerdan?) están desbordados. El caos impulsa a decretar el estado de excepción en Catalunya, donde es desplegada la Guardia Civil, la Policia Nacional y el Ejército, con la anuencia de la UE y EE.UU. Los medios –como han hecho– culpan al independentismo. Nada impide destituir el gobierno catalán por incompetente ni la caza de independentistas al estilo Erdogan: las ansias de libertad, ahogadas otra vez en sangre y cenizas.
No ocurrió por la impericia de los terroristas con los explosivos. Los Mossos, elogiados por Europol, y las urgencias médicas funcionaron como un reloj suizo. La Generalitat ejerció de gobierno del Estado. El conseller de exterior recibió a los ministros francés y alemán. La información fue emitida en catalán y en los principales idiomas europeos. El ex-presidente Obama puso a Carles Puigdemont de ejemplo al mundo por su manejo de la crisis. Tiempo habrá para saber quién urdió los atentados.
La multitud congregada en duelo coreó un grito espontáneo, voz espectral de los millares de patriotas ejecutados por defender las libertades catalanas: «No tinc por!» («¡No tengo miedo!»).
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