Publicamos, dentro del sitio web del Centro de Estudios Joan Bardina, este artículo del semanario Directa donde se denuncia la necesidad de una mayor transparencia en la fabricación de los electrodomésticos y en el tratamiento de los residuos electrónicos.
En este documento se informa de propuestas alternativas impulsadas desde las empresas, como la fabricación del primer terminal móvil inteligente y justo, Fairphone. También hemos reproducido, en otra página, dos entrevistas al empresario Benito Muros, que denuncia que muchos electrodomésticos son fabricados anticipando el fin de su vida útil, llenando de residuos el planeta. Él es iniciador del movimiento SOP, Sin Obsolescencia Programada, una iniciativa destinada a fabricar bombillas, puntos de luz y otros electrodomésticos con una duración larga y de muy bajo consumo, con la intención de que su ejemplo se extienda dentro del mundo de la industria.
Desde el Centro de Estudios Joan Bardina creemos que todo impulso particular en favor de la ética y la transparencia en el mundo de la industria es un hecho positivo, que se verá reforzado en gran medida con la aplicación de un Sistema General que establezca la transparencia en cada intercambio monetario, lo cual hará que quien juegue limpio tenga ventaja frente al más corrupto, invirtiendo así los incentivos que se han mantenido desde hace 4300 años.
Directa. Número 355. 26 de marzo de 2014. Cuadernos Illacrua. Transformaciones. Página 6.
Ética en la industria electrónica.
El Estado español genera más de 40.000 toneladas de residuos electrónicos cada año y sólo un 8% son reciclados o reutilizados. La industria electrónica crece un 7% cada año. La diversidad de componentes que integran los aparatos hace que la población no tenga información de la procedencia de los productos que compra. En Asia, las principales empresas proveedoras de tecnología son denunciadas por abusar de las condiciones laborales de las trabajadoras. En África, se perpetran situaciones de conflicto para explotar las materias primas que se usan para fabricar los aparatos. La certificación TCO de material informático y telefonía, el proyecto Electronics Watch para la compra pública socialmente responsable o el primer móvil justo, Fairphone, son los primeros pasos para dotar de ética una industria que, históricamente, ha vivido de espaldas a los impactos sociales y ambientales de sus productos.
Oriol Agulló.
«Trabajo seis días a la semana de las siete de la mañana a las siete de la tarde. Es un trabajo duro que debe hacerse muy rápido: debemos terminar 105 piezas cada hora», relata Yang Xiaohong, una trabajadora de 30 años que se encarga de comprobar y soldar las placas de los circuitos para Dell en la fábrica de MSI de la provincia china de Hunane. Este es uno de los testigos que relatan DanWatch y China Labor Watch en el estudio Electrónica «low cost» -elaborado con el apoyo de Setem Cataluña-, donde retratan las condiciones laborales de cuatro empresas proveedoras del gigante informático Dell en las regiones chinas de Guangdong y Jiangsu. Ambas entidades forman parte de Good Electronics, una red de organizaciones y personas expertas de la sociedad civil preocupadas por los derechos humanos, laborales y ambientales de las proveedoras de componentes electrónicos. Good Electronics promueve la campaña de las Naciones Unidas que, bajo el lema Protect, Respect and Remedy, hace hincapié en el papel de las empresas y las administraciones para evitar las vulneraciones de derechos humanos y en la responsabilidad que tienen para dar soluciones efectivas a las víctimas.
Sin embargo, el informe de DanWatch y China Labor Watch no ha cogido el sector por sorpresa. Hace un año, TV3 emitió el documental francés de Upside TV Made in China, donde se mostraban los problemas de salud y seguridad, los salarios precarios o las multas punitivas que sufrían las trabajadoras de Foxconn -la principal fabricante china de los dispositivos de Apple, Amazon o Hewlett-Packard-, señalada públicamente tras los repetidos suicidios de trabajadoras en 2010. Made in China retrata que, para llevar a cabo la fabricación en masa del iPhone 5, las trabajadoras de Foxconn producían, dormían y comían dentro de las instalaciones de la empresa por un sueldo inferior a 200 euros mensuales. Aunque Apple y Foxconn recibieron una fuerte crítica a raíz del documental, no existen demasiadas proveedoras de componentes electrónicos y la mayoría de las principales marcas tecnológicas han sufrido denuncias por abusos de los derechos laborales de las trabajadoras de sus cadenas de fabricación.
De espaldas a los problemas ambientales.
El estudio Electrónica «low cost» también relata la experiencia de Zhao Lily, trabajadora de la fábrica de MSI en la provincia de Guang Xi. «La soldadura hace que las temperaturas sean extremadamente altas, el ambiente es tóxico. No tenemos ninguna protección para la boca y, cuando me toco la cara, se me irrita la piel. Estamos derechas durante turnos de doce horas seguidas y tenemos que pedir permiso para sentarnos», relata la joven de dieciocho años. Pero las consecuencias del uso de los componentes electrónicos sin medidas de seguridad y salubridad no sólo se encuentran en la fase de fabricación de los productos. En 2007, la Fundación Bip Bip hizo público que el Estado español tiraba 42.000 toneladas de residuos informáticos cada año y sólo en reutilizaba un 8%. Permanent Error, un reportaje fotográfico de Pieter Hugo, captaba imágenes de la conversión del mercado de Agbogbloshie de Accra, en Ghana, en uno de los vertederos tecnológicos más importantes del mundo, donde se desmontan y se queman millones de ordenadores viejos europeos sin ninguna medida de seguridad. Para evitar el crecimiento de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), o e-basura, el programa Reutiliza de la UPC o la organización Red de Apoyo a la Reutilización de las TIC -que facilita el contacto entre donantes de equipos y particulares y entidades- dan vida nueva -y segura- en nuestros aparatos. Llevar a los comercios de compra o en los puntos verdes también asegura un desmontaje y una descontaminación adecuada del cadmio, el cromo, el plomo, el níquel o el mercurio. Otra opción es comprar productos certificados por TCO Development, una empresa independiente encargada de garantizar la llamada TCO Certified, una ecoetiqueta creada por la Asociación Sueca de Sindicatos que, desde 1992, promueve la certificación sostenible de material informático y teléfonos móviles bajo criterios de sostenibilidad, salud y seguridad durante la fabricación, el uso y el reciclaje de sus productos. Algunos de los criterios que promueve son que las empresas fabricantes deben comprometerse a cumplir las convenciones laborales internacionales, a reducir el uso de sustancias como los materiales pesados, el níquel, el berilio o los ftalatos, a elaborar diseños ergonómicos, a promover la eficiencia energética o disminuir las emisiones de ondas electromagnéticas.
Promover la responsabilidad.
Desde hace un año, TCO ha incorporado los smartphones y las tabletas a su ecotiqueta. Con todo, la industria electrónica crece un 7% anual y, como señala Martina Hooper, coordinadora del consorcio de ONG que conforman la organización Electronic Watch, «la mayoría de los compradores finales no tienen ni idea de la procedencia de los productos que compran». Aunque las empresas tecnológicas indican embalajes donde han sido fabricados los móviles, ordenadores o tabletas que vienen, éstas integran una gran cantidad de componentes de varias fábricas, lo que impide su identificación. De hecho, señala Hooper, a menudo, ni las trabajadoras ni las gerentes de las fábricas saben el destino de lo que fabrican. De manera similar a lo que ocurre en el sector textil, uno de los grandes problemas de la industria es la falta de transparencia.
Para hacer frente a ello, hace un año un grupo de socias europeas de Good Electronics lanzó el proyecto Electronic Watch, en colaboración con organizaciones de defensa de los derechos laborales de países que ofrecen mano de obra barata. El objetivo del proyecto es promover la compra pública socialmente responsable, especialmente por parte de las universidades y las administraciones públicas. Setem Cataluña, Sündwind de Austria, CentrumCSR de Polonia, Weed de Alemania o People & Planet del Reino Unido son algunas de las organizaciones implicadas. El proyecto cuenta con un grupo de personas que asesora sobre la compra pública socialmente responsable y la monitorización de las cadenas de fabricación en los países productores. El poder de compra de las instituciones públicas europeas representa un factor determinante a la hora de iniciar acciones conjuntas entre empresas y proveedoras. Para Hooper, el objetivo de Electronics Watch es que «las administraciones públicas que compran equipos electrónicos exijan a sus contratos el respeto por los derechos laborales de las personas que trabajan en las fábricas de producción y transparencia sobre dónde vienen los productos». La Universidad de Edimburgo ha sido el primer organismo que se ha afiliado a Electronics Watch. Hacerlo ha posibilitado que la organización pueda monitorizar las cadenas de suministro y plantear cambios estructurales a largo plazo. Sin embargo, Electronics Watch aún se encuentra en fase de captación de afiliaciones y de creación de la estructura de la organización, que espera estar consolidada a mediados 2015, cuando dispondrá de un consejo de administración y de una plantilla de trabajadores.
El «fairphone».
Hace menos de un mes, 80.000 visitantes de 200 países y más de 3.000 periodistas y analistas se encontraron en Barcelona durante el Mobile World Congress (MWC), el evento más importante de la telefonía móvil a nivel mundial, centrado en las innovaciones de la industria electrónica. El MWC se ha convertido, también, en una fecha señalada para las entidades sociales, que aprovechan la atención mediática para denunciar el papel de la industria electrónica. Aunque tanto la Generalitat como el Ayuntamiento de Barcelona se encuentran dentro del grupo asesor de Electronics Watch, durante el MWC 2014, el impacto ambiental y social de la industria electrónica no ha sido un tema de debate. Sin embargo, la edición de este año ha servido para presentar públicamente el fairphone, una de las mejores diez iniciativas sociales digitales según The Guardian, que pretende introducir la ética en la industria electrónica comercializando el primer terminal móvil inteligente y justo. ¿Cómo? Haciendo un ejercicio de transparencia y garantizando que las trabajadoras que fabrican los componentes para los aparatos tengan unas condiciones laborales justas, no utilizando materiales (coltan) que provengan de zonas con conflictos armados (República Democrática del Congo) o reduciendo el impacto de los residuos que produce el teléfono.
Iniciado hace cuatro años en los Países Bajos, Fairphone «nació como una campaña de concienciación sobre algunos abusos originados por la industria del móvil, pero siempre tuvo presente la idea de desarrollar un producto, un teléfono», explicaba Miquel Ballester -trabajador de la empresa neerlandesa- en Vilaweb. Después de llevar a cabo una campaña de micromecenaje en mayo de 2013 y gracias a un acuerdo con A'Hong, compañía china de telecomunicaciones -sometida a auditoría social-, en diciembre pasado, Fairphone lanzó y agotó los primeros 25.000 ejemplares de su terminal en el mercado europeo por 325 euros. Aunque los fairphones hacen prevalecer los aspectos sociales a las prestaciones o el precio, el éxito de la primera campaña también radica en el hecho de que los teléfonos que comercializan no se encuentran desfasados del mercado actual, ya que utilizan un sistema Android 4.2.2, una pantalla de 4,3 pulgadas, una cámara de ocho megapíxeles. Se espera una segunda campaña de teléfonos justos en junio de este año y la empresa ya cuenta con más de 30.000 compradores potenciales más. El éxito de la primera campaña y la creciente concienciación ambiental y social de las consumidoras hacen que Fairphone aspire a cumplir con su lema -¡Compra un móvil y pone en marcha un movimiento!-. Y, de paso, a arrastrar una industria que, hasta ahora, ha vivido de espaldas a los impactos sociales y ambientales de sus productos.
Ilustraciones:
En el estudio «Electrónica low cost», DanWatch, China Labor Watch y Setem retratan las condiciones laborales de cuatro proveedoras de Dell en China. Electronics Watch.
Agbogbloshie, en las afueras de Accra, la capital de Ghana, se ha convertido en uno de los vertederos tecnológicos más grandes del mundo. Pieter Hugo.
Los destinos de la basura electrónica.
Agradecemos al equipo del semanario Directa y los Cuadernos Illacrua la facilidades aportadas para la reproducción de este artículo.
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