Blog de Diego Sànchez Martínez. Lunes, 2 de octubre del 2017.
«Allí estaban, a pesar de Twitter y Whatssap».
(Hay periodistas que honran su profesión).
Personas esperando para votar en el Centro Cívico Joan Puig i Elías de Sallent, Barcelona. Foto: Diego Sànchez.
Vi determinación y vi entereza. Vi solidaridad y vi alegría. Y también vi respeto, y vi comprensión hacia el trabajo de la prensa española (algo difícil de ver estos días). Todo eso vi en Sallent, provincia de Barcelona. En el colegio electoral del Centro Cívico Joan Puig i Elías se pudo votar. Unas 2.000 personas introdujeron sus papeletas en las cuatro urnas de plástico dispuestas por la Generalitat.
En ese mismo colegio también se pudo informar, sin presiones y «sin gritos de manipulación». Se pudo explicar cómo una patrulla de los Mossos d’Esquadra hizo acto de presencia para constatar que había demasiada gente como para desalojar y precintar el colegio con seguridad. Se pudo emitir en directo el voto de la diputada por la CUP al Parlamento de Catalunya, Anna Gabriel. También fue posible escuchar sus valoraciones sobre la jornada: «Agradecimientos a los que han hecho posible que la gente vote, lamentar las actuaciones de la policía, y el convencimiento de que los resultados del referéndum serán vinculantes», dijo Gabriel.
Guardia Civil y Policía nacional, nunca llegaron. Quizá en los planes de los responsables del dispositivo nunca se encontró el actuar en Sallent. Pero el miedo y la inquietud por la llegada de los furgones, se vislumbraba en las constantes miradas nerviosas de la gente hacia la puerta de acceso. A partir de primera hora de la tarde, la tensión era evidente. «No abandonemos la entrada, no vayáis a casa a comer, si ven poca gente, pueden venir a precintar el colegio», gritaron varias veces a través de un megáfono.
La carga parecía segura. Y allí estaban. Familias, niños, gente mayor. Charlando, compartiendo la comida, jugando a la pelota, votando, esperando. Esperando quizá a ser desalojados a la fuerza por la policía. A recibir golpes, o empujones, en el mejor de los casos. Pero allí estaban. Entonces comprendí que los valientes eran ellos. Las imágenes de vídeo de las intervenciones de la policía corrían como la pólvora a través de las redes sociales: Twitter, Whatssap. Sabían qué era lo que les esperaba. Y sin embargo, allí estaban.
«Informad bien por favor», «están viniendo 20 furgones de la Guardia Civil», «la policía está en el pueblo de al lado», o «gracias por el trabajo que estáis haciendo», son sólo algunas de las frases que hoy, día de resaca informativa, todavía retengo en la memoria. «Estamos aquí para explicar lo que sucede en directo, las imágenes hablarán por si solas, hay poco margen para hacer política, o manipular», esa era mi respuesta cuando alguien, –siempre con educación–, me abordaba al ver el micrófono.
Es cierto que percibí miradas recelosas, miradas escrutadoras, miradas incluso inquisitivas. Un bajo precio, –ahora lo creo–, para lo que esas personas estaban dispuestas a soportar, con el único objetivo de mantener su colegio electoral abierto. «En Sallent, –cuna minera–, siempre pasa lo mismo», –me confesó un andaluz que con 14 años llegó al pueblo, y que durante 40 años trabajó arrancando la sal a la roca–, «cuando pasa algo así, todo el pueblo se vuelca».
Enlace del artículo original en castellano:
https://diegosanchezmartinez.wordpress.com/2017/10/02/alli-estaban-a-pesar-de-twitter-y-whatssap/
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