Ideales éticos, instrumentos técnicos y objetivos políticos.
3. Utilización de la inteligencia lógica para abandonar los idealismos.
- Consecuencias prácticas de la distinción entre «ideales» y «fenómenos».
- Ideales, idealismos, «ideológicas».
- Sólo los fenómenos son tratables con lógica.
1. Consecuencias prácticas de la distinción entre «ideales» y «fenómenos».
Algunas de las consecuencias
prácticas de todo el que hemos visto sobre ideales y fenómenos
son las siguientes:
Los «ideales» son energía
del hombre. Los «fenómenos», para el hombre, no son ni
contrarios ni enemigos de sus ideales. Se puede decir que son el motor complementario
dónde emplear su energía íntima, en la dirección
que él, libremente, solidaria y amorosa, haya elegido y decidido.
Si el hombre delimita «el
campo de la concreta acción fenoménica sobre sólo y
exclusivas cosas fenoménicas», podrá lograr sacar
de sus ideales, con eficiencia práctica, la energía exuberante
de su espíritu ético--trascendente.
Hay todavía quien pretende
reducir los «ideales» (radicalmente inefables y sólo transmisibles
por poesía simbólica de imágenes análogas),
a simples conceptos, fácilmente analizables en sus contenidos y sustituibles
por señales matemáticas.
Contrariamente, hay también
quienes quiere juzgar la eficacia instrumental inerte de las disciplinas
fenoménicas (las únicas reductibles a tratamiento lógico)
con términos noüménicos como «verdad o falsedad»,
en lugar de utilizar términos apropiados como «exactitud o inexactitud
fenomenológica» o como «coherencia o incoherencia omnideductiva».
En el hombre no puede haber ética
sin estética, í recíprocamente. La única medida
natural del hombre consiste en sus más bellas creaciones
fenoménicas-culturales.
Si esto no es así, si
el hombre contemporáneo no se comporta según la más
elevada ética y estética, a medida que irá aumentando
su saber instrumental, la nuestra hasta ahora tan trágica civilización
no sabrá separar «el legítimo poder sobre las cosas»
de «la ilegítimo poder sobre las personas».
Cada día, más y
peor, se inventarán «falsos problemas éticos» que,
como lo intuye todo el mundo, nacen de mentira originaria y sofismo evidente,
pero que nadie sabe como desentrañar y desarmar el hipócrita
fanatismo dogmático.
Cada día, más y
peor, muchos hombres irán a parar por este camino tan equívoco
y tan equivocado -engañados desde sus más altivas pretensiones
de purísimos espiritualismos e idealismos, sistemáticos de
todo y de nada- a las infectas realidades infra-animales que tanto ha practicado
y practica nuestra orgullosa anti-civilización del siglo XX.
Vale la pena de decir las realidades
concretas por el nombre originario ancestral y preciso de cada una -elemento
por elemento- de forma que nadie pueda legítimamente engañarse.
Esto se así con respecto a como se han de emplear, y se emplean,
tanto la evolutiva inteligencia global como las todavía más
evolutivas inteligencias especializadas del hombre. Entre estas últimas
hace falta considerar la razón lógica, puramente auxiliar
e inerte, que es convencionalmente universalizadora de todos los fenómenos
de nuestro caos-cosmos ambiental e interior, pero que hace exclusivamente
referencia de los fenómenos. Toda otra utilización de la lógica
no sólo es incorrecta sino nociva, como una droga cualquiera que
toma el lugar de las endorfinas del cerebro1. Toda droga externa, substituidora
de las endorfinas, impide rápidamente la producción neuro-cervical
de éstas y, al tomar su lugar, reduce la potencialidad creativa de
la persona.
Hace falta insistir: si los ideales
-y las ideas que derivan- son de una tal complejidad interior e inefable,
es evidente que serán siempre in-analizables, in-cuantificables
e in-mensurables. Los ideales y las ideas no podan nunca -sin caer
en verbalismos «ideológicos»- ser objeto de un tratamiento
empírico-lógico-experimental de tipo fenoménico.
Hay otra clase de subjetivismos
personalísimos, también muy difíciles de poner en la
lógica-científica. Forman el caos, siempre en ebullición
en cada persona, de sus pasiones más íntimas y de sus intereses
menos confesables; pasiones e intereses que, además, son excesivamente
variables por motivos muy poco aprehensibles desde fuera. Del intento de
tratar los «afectos» con «lógica» decimos «afectivológica».
Es necesario decidirse, radicalmente
pues, en los fines ahora tan mal denominadas «ciencias humanas»,
a expulsar todo lo que no puede ser objeto de estudio empírico-fenomenológico
pro-experimental; si decimos que la operativa de la «ciencia»
no les es aplicable, inmediatamente caen por la propia base todos los discursos
«ideológicos» y «afectivológicos».
Todas las personas tienen la perfecta libertad de explicar verbalmente sus
ideas y sus pasiones; sus discursos y diálogos serán de una
total libertad ideologal y afectivologal, pero no podrán
nunca pretender la menor consideración «lógica».
La lógica hace muchos años que no se sirve operativamente
ni de la palabra corriente, ni de las ideas demasiadas complejas e inanalizables
en su estado naciente (porque son una mezcla enorme de todas las capacidades
de vida plena e inteligencia evolutiva de cada persona); tampoco utiliza
las pasiones demasiado fáciles de esconder por cada persona al observador
«científico».
Todo lo que no sea delimitar exactamente el campo de eficacia experimentadora de las disciplinas adscritas a lógica acaba en nimiedades y drogadicciones (crueles fanatismos ideológicos y hipócritas clasismos afectivo lógicos), que -por acumulación racionalista-unidimensional o, lo que es peor, dicotomía clasificadora y detallista sólo en dos dimensiones- desprecian el humilde caos que es nuestro mundo ambiente y que somos nosotros mismos, un por uno. De este modo es exaltado el más imbécil orgullo individualista, colectivista y/o racionalista y, así, va siendo borrado el perfil exacto de cada realidad, siempre tan compleja, y que es uno de los elementos que conforma el cosmos material, existencial y insistencial, viviente y perviviente, aprehensible por el hombre.
La concreta pluri-dimensionalidad,
tan compleja y inter-activa, del hombre no puede ser reducida a unas pocas
dimensiones fenoménicas, pues siempre serán un mínimo
las estudiadas en comparación con las estudiables, a pesar de que
no negamos la utilidad instrumental-experimentadora de los estudios fenomenológicos
llevados a buen término hasta hoy en día. Si un logiciano
sereno e imparcial rehúsa, en cualquier capítulo de física
inerte o bio-física, el reduccionismo sistemático a «n»
dimensiones rebuscadas, cuanto más no rehusará de reducir
el estudio del hombre a dos pervalencias dicotómicas y dilemáticas.
Ahora bien, su rehuso será total cuando se lo quiera hacer comulgar
con una sola dimensión fenoménica para explicarlo todo.
Este es, finalmente, el reto
mas aleccionador que el humilde empirismo exclusivamente fenomenológico
y pro-experimental plantea a nuestros contemporáneos: la diferencia
esencial entre materia (también biológica, incluida la humana)
y el espíritu perviviente del hombre, creador de ideales perconscientes,
es decir, que se saltan -gratuitamente y con gracia casi infinita-
el horizonte fenoménico, los límites mismos de nuestra conciencia
pan-fenoménica.
Sólo es posible al hombre
de desprenderse generosamente «de las cosas» si se decide a dominarlas
fenomenológicamente a fondo, con corrección y legitimidad
de eficacia experimentadora en beneficio de todos los miembros de la comunidad
humana.
Para ésto, hace falta
dejar de preocuparse de continuar siendo esclavos de retóricas desfasadas,
donde el «pensamiento» confundía:
- «analítica de señales contenidas» y «logística de señales continentes»;
- «lógica verbalista» y «lógica (filo) matemática»;
- «estúpida lógica orgullosa» (usurpadora de las más altas excelsitudes del espíritu) y «humilde lógica instrumental auxiliar-inerte» (al servicio incondicional de las vocaciones e ideales más profundamente personales).
No se trata ya, llegados a finales
del siglo XX, de querer ser petulantes -sabios universales «pour épater
le bourgeois», sino de saber apreciar las enormes diferencias entre
las diversas inteligencias lentamente surgidas en el hombre desde hace unos
5/4 millones de años, así como de saber situar cada inteligencia
dentro de su legítimo ambiente en el ser total de cada persona y
de toda la humanidad.
La lógica no merece en lo más mínimo el falso prestigio que se le ha dado durante siglos, el cual es responsable del actual delirio esquizofrénico de toda la humanidad contemporánea. Por el contrario, la lógica es radicalmente incapaz de crear sistemas pretendidamente universales, válidos para el hombre considerado en toda su complejidad panóptica, tanto si estos sistemas son de tipo «espiritualista-ortodoxo» como «materialista-heterodoxo».
Por lo tanto, afirmamos que hace falta destruir en el hombre el convencional determinismo de la lógica inerte, pues este hombre -libre siempre, por todas partes y para todo- está casi infinitamente por encima de una operativa intelectual tan pobre como es la «lógica» del sistema de pensamiento de nuestro mundo actual.
La «magia lógica»
se muy útil para estudiar fenómenos empíricos elementales,
hasta hacer disciplinas extraordinariamente especializadas y limitadas,
incluso cuando se pasa a las modernas inter-disciplinas tan entusiastas
y fecundas.
La lógica sólo
es para «las cosas» y no sirve de nada para el trato entre personas
o la auto-reflexión interior, puesto que toda inter-personalidad
y intra-personalidad no ha de ser coherente según lógica,
sino según libertad personalísima, solidaridad interpersonal
y amor gratuito a los otros, a todos los demás..
2. Ideales, idealismos, «ideológicas».
Todos los sofismas y todos los
engaños «ideológicos», «afectivològicos»,
propagandísticos y publicitarios son, en primer lugar, mezclas muy
complejas y inconexas de fenómenos (simple motor objetivo) y de ideales
(energía espiritual pura). En segundo lugar, todos los «idealismos»
son generalizaciones y abstracciones demasiadas directas, precipitadas,
imprudentes, indisciplinadas, sin el más mínimo análisis
fenomenológico previo y sin plena aceptación que los ideales,
siendo «nociones en espíritu puro», son inefables
por su misma naturaleza, tan fulgurantemente simple, íntima, profundísima
y singular en cada persona singularísima y en su fuero interno incomunicable.
Los ideales inefables
-no comunicables por el verbo, si no es por la poesía más
análoga a base de imágenes fenoménicas ancestralmente
entrañadas por cada pueblo a su idioma étnico- no pueden tomar
ninguna forma fenoménica directa completamente satisfactoria para
la persona singular que los genera como fulgurantes «nociones en espíritu
puro».
Esto lo saben muy bien los grandes
intuitivos, los grandes artistas, que nunca quedan satisfechos de sus obras,
pues saben muy bien que sólo son traducciones muy imperfectas de
su vocación y entusiasmo originarios, aunque se han pasado toda la
vida persiguiendo la plasticidad sensible de sus ideales más estimados.
Si incluso, pues, en los hombres
mas geniales los ideales no pueden tomar valor empírico-sensible
completamente satisfactorio, es evidente que no se puede aplicar a los ideales
ninguna «lógica correcta», puesto que, por esta expresión,
se entiende hoy en día una disciplina muy precisa y estricta: «el
empirismo exclusivamente fenomenológica pro-experimental»,
que es la única operativa demostrativa que «la lógica»
sirve de algo y no se simplemente un medio de pseudo-educación clasista
como lo ha sido discriminatoriamente durante siglos -y continúa siéndolo
en ciertos medios de ilegítimo e inmoral poder sobre y contra las
personas, sobre y contra todo un pueblo-.
3. Sólo los fenómenos son tratables con lógica.
Si, descartados los ideales (no
sometibles a lógica correcta), nos decidimos a distinguir los fenómenos
que están mezclados, identificaremos inmediatamente dos categorías:
- Unos fenómenos empíricos-objetivos, exteriores a la persona e inscritos al tiempo y a el espacio, que siempre son condicionantes evidentes de los fenómenos subjetivos-internos (de los cuales hablaremos acto seguido) y, todavía mucho más, de los ideales.
- Unos fenómenos empíricos-subjetivos, (emociones, impulsos, intereses, apasionamientos, obsesiones, prejuicios, etc...), sólo inscribibles en el tiempo de cada persona singular, aunque pueden tomar forma sensible y ser objeto de «lógica correcta». Cómo ha demostrado Hüsserl, son muy a menudo poco investigados por introspección, siempre difícil. Además, hay muchas personas que llegan a creer que estos fenómenos subjetivos son más fuertes que los fenómenos objetivos exteriores.
Parece, pues, evidente que «las
ideas» son una riqueza enorme a la disposición de las personas
con fuerte vocación de realizarlas fenoménicamente. Esta realización
fenoménica concreta exige, pero, un previo rechazo de todo «idealismo»
chapucero, construido sin ninguna precaución sobre cualquier «idea»,
y pasa necesariamente por un paciente y posterior estudio analítico
de todos los fenómenos integrados en cada «idea», estudio
lentamente madurado por observación fenoménica-exterior e
introspección fenoménica-subjetiva.
Es necesario, pues, huir de toda
operativa de «magia pensada o pseudo-lógica» en
la manipulación absurda «de idealismos». Si no se abandona
esta práctica tan corriente, todo acaba en esquizofrenias fanáticas,
crueles, partidistas, estúpidamente reaccionarias o pretendidamente
revolucionarías... Si «el 'idealista» terriblemente convencido
de «la verdad objetiva» de su idealismo de turno consigue «el
poder», todo continúa y acaba con sistemas más o menos
inteligentes, pero manifiestamente infra-animales, de tipo policial, militarista,
funcionalista, estatista...; con numerosísimos controles kafkianos,
censuras «burrocráticas», torturas rutinarias, asesinatos
y desapariciones de sospechosos sin ninguna razón aparente, etc.
Todo por amor a «la patria financiera».
Nota:
1Endorfinas. Neuromoduladores que refuerzan, cuando son producidas, o reducen, cuando carecen, la intensidad vital-entusiasmadora de los impulsos nerviosos desde los circuitos encefálicos.