Ideales éticos, instrumentos técnicos y objetivos políticos.
2. Condicionamientos fenoménicos de la plenitud humana.
- Los ideales, la energía íntima del hombre.
- Ideales trans-animales y comportamiento fenoménico infra-animal del hombre.
- Condicionamientos fenoménicos de la plenitud humana.
1. Los ideales, la energía íntima del hombre.
Hemos visto que los ideales son la misma energía íntima de cada persona que -siempre, por todas partes y por todo- le permiten, no sólo de sobrevivir a si misma, constantemente en evolución dentro del caos-cosmos fenoménico ambiente, exterior, existencial, sino de mover este motor fenoménico hacia una evolución conforme a su voluntad continuamente enfrentada a numerosísimas limitaciones.
Estas limitaciones fenoménicas
del hombre, o bien son naturales, o bien son resultantes de un largo conformismo
al desfase originado por estructuras, funciones y organizaciones sociales,
quizás necesarias en su tiempo, pero diametralmente anacrónicas,
en relación y proporción al progreso técnico-material
realmente logrado, a partir de un cierto momento histórico.
Si el hombre se sumerge en sus
ideales primigenios y más ingenuos, la energía de todo su
ser tan complejo es, a la larga, paulatinamente invencible en su lucha perseverante
contra los «condicionante naturales» que le son contrarios: va
consiguiendo una lenta, pero segura, domesticación armoniosa de toda
la natura fenoménica-ambiente, si la sabe conservar como propia matriz
ecológica. Este poder sobre las cosas exteriores, esta domesticación
armoniosa del mundo fenoménico, la lleva a término a través
de la edificación, nunca acabada, de una cultura étnica y
ínter-étnica que, cuando se es justamente inteligentemente
respetuosa y superadora de la natura, pasa a ser una búsqueda y un
esfuerzo incesante de un equilibrio fecundo, una euritmia dichosa,
y un bien común para todos los vivientes.
Esta incoercible energía
de sus ideales mes íntimos también ha sido, es, y puede ser
invencible, a la larga, contra todos los «condicionantes anti-humanistes»
de cualquier «poder de unos pocos sobre y contra las otras personas».
2. Ideales trans-animales y comportamiento fenoménico infra-animal del hombre.
Este breve resumen sobre «fenómenos»
y «ideales», nos ha permitido entender que los ideales son la
más concreta y la más originaria realidad y creatividad trans-animal
del hombre en cuanto que especie. A partir de un caos-cosmos existencial
dado, estos ideales han ido creando su propio caos-cosmos insistencial,
personalísimo, íntimo. El término trans-animal se refiere,
por lo tanto, a la capacidad espiritual específica del hombre que
lo distingue del resto de animales. Dentro de esta específica capacidad
espiritual o trans-animal del hombre hace falta distinguir la fenoménicamente
humanista-libertaria y la anti-humanista, por anti-libertaria;
a esta última, para hacerla todavía mes comprensible en función
de la diferenciación «animal/hombre», la podemos calificar
de «infra-animal». Este término de «infra-animal»,
lo podemos aplicar a todo comportamiento exclusivamente humano nacido de
un exceso de cultura mal digerida, que ni los animales de una misma especie
tienen entre ellos: la guerra, el genocidio, el pacto del hambre, la explotación,
la violación, etc.
Sufrimos, cada día más,
una infra-animalidad humana debida en grande parte a un exceso de inteligencia,
de cultura, de civilización
, mal digeridas y peor conducidas.
Pero el potencial trans-animal puede convertir el caos-cosmos actual en
un humanismo armonioso a favor de cada uno y de todos los pueblos de la
tierra, en todos y cada uno de sus miembros colectivos e individuales, poniendo
el actual progreso tecnológico al servicio incondicional de los más
bellos y generosos ideales.
La revolución humanista
que proponemos -evolución rápida y permanentemente repetida-
es puramente y exclusivamente fenoménica-técnica. Sabemos
suficientemente que ni los fenómenos, ni la técnica que los
puede dominar a favor del hombre total -en armonía con todo él
mismo- no pueden dar ellos solos a este hombre la alegría y la felicidad
a que noüménicamente puede aspirar. Si sólo los ideales
pueden generar felicidad y alegría de vida plena es porque, al contrario
de los fenómenos favorables que la tecnología actual puede
universalizarse para todas las personas, los ideales son tan singulares
como la misma persona que los genera espontáneamente fuera de todo
control y de toda censura.
Los fenómenos de control
y censura son evidentemente externos a cada persona servida, puesto que
le están impuestos por poderes establecidos (hetero-control y hetero-censura)
o/y por el miedo a estos poderes (auto-control y auto-censura). Son precisamente
estos fenómenos de control y censura que hace falta destruir drásticamente,
radicalmente, porque todas las personas, hechas fenoménicamente «libertarias»
para la revolución eminentemente material-fenoménica que proponemos,
puedan ir volviendo a la alegría espontánea y expansiva, a
la felicidad inexplicable y inexplicada, de la vida interior en plenitud
de libertad noüménica, es decir en espíritu puro.
Es necesario que, por fin, el
hombre contemporáneo vea satisfechas sus necesidades materiales-culturales
más perentorias, satisfacción tecnológicamente posible
de manera muy rápida, en este momento, gracias al esfuerzo tecnológico
acumulado históricamente. Teniendo cubiertas estas necesidades, podrá
dedicar el tiempo que le haga falta para escucharse, en introspección
y auto-reflexión, en meditación y admiración sorpresiva
de si mismo, en todas sus dimensiones.
3. Condicionamientos fenoménicos de la plenitud humana.
Todo que hemos dicho hasta aquí
exige de analizar a fondo el caos-cosmos infra-animal fenoménico
que se opone al libre caos-cosmos humanista de cada persona, nacida libre.
Desde que ha habido personas
avasalladas, la insurrección interna, libre y caótica contra
todos los condicionamientos fenoménicos-materiales que se oponen
a la propia vida y evolución personal en plenitud, es un hecho histórico
permanente en el hombre. Este es un hecho-clave de su ininterrumpido progreso
humanista, pese a las terribles crisis destructoras de infra-animalidad.
Hay dos tipos de condicionamientos
materiales fenoménicos:
- naturales
- artificiales
- Los condicionamientos materiales fenoménicos naturales han de ser paulatinamente dominados por la física inerte y la biofísica. A partir del momento que las disciplinas e interdisciplinas -bien diferenciadas por sus respectivos títulos- se han puesto bajo el mando del más radical «empirismo exclusivamente fenomenológico pro-experimental» sus progresos son espectaculares, y se van acumulando en una aceleración histórica radicalmente inédita.
- Con respecto a los condicionamientos materiales fenómenos artificiales, hace falta estudiarlos históricamente a fondo. Han sido sutilmente estructurados, puestos en funcionamiento y organizados por hombres de gran y muy sagaz inteligencia proyectiva, bien que inclinados a intereses anti-comunitarios y a pasiones infra-animales: acumulación de enormes riquezas materiales perfectamente inútiles para su subsistencia, y acumulación de poder oculto e irresponsable contra de otros hombres. Estos condicionamientos contra el hombre total y libre van conduciendo a sus indignos beneficiarios, a la corta o a la larga, a callejones sin salida racional. Estas crisis, así provocadas, sólo tienen dos salidas: o el aumento de la irracionalidad con nuevas medidas de poder o la disminución de los condicionamientos opresivos con nuevas soluciones racionales.
Para hacer el estudio de estos
fenómenos antisociales aparecidos hace poco tiempo, a escala humana,
se cuenta hoy con una operativa eficaz y «científica»:
el materialismo histórico, que parte del estudio documental de las
primeras sociedades geopolíticas.
A grandes rasgos, las «sociedades
geopolíticas» han evolucionado en dos grandes etapas, hasta
llegar a un callejón sin salida. Salida que, hoy, aparece técnicamente
resuelta, si las sociedades actuales son capaces de racionalizar su existencia
como tales. Estas etapas, que aquí no podemos detallar (ver Colección
«Textos», número 5) son:
- Etapa: Imperial (del 8500/8000 al 2500/2000 antes de nuestra era, en Asia sudoccidental). La progresiva constitución de «ciudades-imperios» durante estos milenios fue fruto de la capacidad multi-confederativa de las diferentes tribus y etnias que libremente se federaban cara a la defensa exterior y a la protección mutua de la «ciudad constituida. Se dio una cierta pacificación a la zona, con un creciente comercio exterior entre las ciudades, responsabilizado por una moneda personalizada de cuenta abstracta e intracontable.
- Etapa: Imperialista (nacida el 2500/2000 antes de nuestra era a Asia sudoccidental; se ha ido mundializando hasta nuestros días). El imperialismo es la desviación y viciación de los «imperios» -libres y protectores de todos sus miembros- a beneficio y bajo el poder exclusivo de unos pocos, que sirven a todos los otros. Los imperialismos exteriores, hoy prácticamente todos derrotados a excepción de dos, se han transformado en intraimperialismos estatistas, tiránicos y despóticos contra sus pueblos y ciudadanos a través de múltiples sistemas «burrocráticos», policíacos, industrial- militaristas, consumistas, sexistas...
- Etapa: Post-imperialista. Se puede iniciar cuando se quiera con una voluntad auto-política de no-violencia activa e inteligente, porque todos los ingredientes tecnológicos necesarios están a punto. El que técnicamente es posible, tarde o temprano se realiza; pero mes vale que sea temprano que tarde, por tal de poder evitar las tragedias congénitas a todo desfase entre «progreso social y progreso tecnológico». Esta etapa, de inicio inmediatamente posible en cualquier Estado contemporáneo, es de una potencialidad libertaria inédita en la historia humana.
Así pues, cualquier progresivo
«poder fenoménico del hombre sobre las cosas» es el cambio
técnico-cultural normal y legítimo del hombre para poner la
materia inerte y viviente no humana a su servicio, dentro de unos principios
de ética que hace falta ir explicitando y perfeccionando fenoménicamente
en función del progreso real de su inteligencia y generosidad con
todo el que es «otro».
Muy al contrario, cualquier «poder
de unos cuántos sobre y contra todas las otras personas» es
tan escandalosamente anti-ético, ilegítimo e inmoral, que
no lo puede aceptar ningún hombre digno de este nombre y de toda
la evolución de nuestra especie, desde sus orígenes hasta
ahora.
Actualmente, «los poderes
establecidos sobre y contra las personas» han llegado a un tal grado
insoportable de sutil -o descarada- tiranía, que hace falta centrar
el esfuerzo de la lucha humanista en «tomar el poder para destruirlo,
radicalmente, desde dentro» y no tomar el poder «para ejercerlo»,
como corrientemente proponen y realizan, cuando pueden, la mayor parte de
las ideologías. Hace falta estudiar y proponer mecanismos sociales,
económicos y políticos para que este ideal sea concretable
y no quede sólo en buenas intenciones y discursos populistas. Como
veremos en otros volúmenes («Textos» 3 y 5), se puede comprender
que «responsabilizar documentadamente la libertad de mercado y sociedad»
con una moneda personalizada e informativa puede ser un paso por acabar
con la «impunidad del poder con dinero y por afán de dinero,
anónimo». Asimismo, independizar totalmente la Justicia, y socializar
comprensiblemente la información para toda la población, son
otros pasos para dificultar la perpetuación de las estructuras de
poder oculto.
Otras medidas referentes a la
delimitación del «mando social» son posibles de
poner en práctica en el marco de estas reglas de juego: limitar el
número de responsables de los «órganos ejecutivos»;
impedir la reelección; demultiplicar confederativamente el «mando
social»; dar cuentas ante la Justicia al finalizar el mandato... (Ver
«Textos», número 5).
Todas estas estructuras son fenómenos
y como tales se les puede someter a revisión, pese a ciertos aires
de «sacralidad» (jerarquía) que el poder ha conseguido
suscitar entre el pueblo.