7. La «Escola de Mestres».
Josep González-Agàpito.
Mi agradecimiento a los alumnos de Bardina, Carme Sagarra
y Miquel Fornaquera, sobre cuyos recuerdos e informaciones se basa, en
buena parte, este estudio.
La «Escola de Mestres» es la obra capital de Joan Bardina.
La idea de su fundación es consecuencia lógica de toda la
actividad anterior de Bardina en el campo educativo, la cual estuvo presidida
por la doble preocupación de catalanizar y renovar pedagógicamente
la escuela. A partir de su intervención en el frustrado Patronat
Escolar nuestro pedagogo entiende que existe un camino previo y obligado
para alcanzar su doble objetivo: la formación de maestros. Dejando
a un lado las motivaciones políticas y económicas que llevaron
al naufragio el mencionado Patronato, Bardina llegó a la conclusión
de que esta institución resultaría incapaz para transformar
aquel grupo heterogéneo de maestros que a lo largo del Principado
sentía la necesidad de incorporar el catalán a la escuela,
pero hallábanse anclados en el rutinario quehacer de la escuela
tradicional. No era suficiente con catalanizar la escuela, había
que llenarla del nuevo espíritu pedagógico. Bardina comprende
que es necesario iniciar un plantel. Sólo formando maestros noveles,
no maleados por la escuela normal oficial, podría esperarse el cambio.
«Nosotros -dice el pedagogo- cavilábamos así: las Escuelas
Normales Oficiales se escapan de nuestra acción, por varios motivos
invencibles, pero evidentes. En las Escuelas Normales forman los maestros
que mañana han de regentar todas las Escuelas públicas y
privadas. Salen de allí con una falsa idea de la educación
nueva; huérfanos de toda costumbre física y económica;
petrificados sus entendimientos por la acción constante de libros,
maestros y procedimientos; sin noción del nacionalismo pedagógico,
del cual ignoran hasta su existencia; sin una palabra de cuestión
social ni de equilibrio ni humanismo ni de armonía; ignorantes de
las fecundas corrientes de la Pedagogía estimulante y a la vez solidaria,
es decir estética; reducido todo su bagaje a unos Programas centenarios
que de todos los factores integrales se ocupan de uno solo, el entendimiento,
y aún con deficiencias clarísimas, ¿qué podrían
ser los maestros de la futura reforma pedagógica1?».
El pedagogo de Sant Boi espera que aquel plantel de su Escola de Mes-
tres irá creciendo y que cada año un buen puñado de
maestros saldrá de la institución y poco a poco «la
conquista de las Escuelas, así, será segura; y la conquista
de Cataluña, después, general, inmediata, total, indudable2».
Es una conquista cultural, civilista, la que se quiere acometer.
Bardina, de naturaleza emprendedora, dotado de gran entusiasmo y optimismo,
encontró en 1906 el clima apropiado para llevar a cabo la primera
normal catalana. En aquel año Solidaritat Catalana triunfaba en
las elecciones. Por doquier corrían aires de despertar nacional.
La escuela, que desde el siglo pasado es vista como la palanca que puede
regenerar la sociedad, no podía quedarse ajena a esta euforia nacionalista.
Era, pues, el momento oportuno de poner manos a la obra. Bardina y sus
fieles colaboradores -su esposa Josepa Soronellas y el doctor Felix Jové-
visitaron entidades i particulares y «apelando al patriotismo»
recaudaron los fondos necesarios para abrir la escuela.
El éxito fue espléndido. Muchas entidades públicas
y privadas becaron a los alumnos3.
El entusiasmo arrebatador bardiniano ganaba colaboraciones por todas
partes. Para imprimir las primeras circulares consiguió desde la
componedora de La Veu la ayuda de Eladi Homs, hasta la impresión
a cargo de Mn. Camil Vives. De la misma forma procuró grandes descuentos
en el material, gestiones gratuitas de prestigiosos abogados, servicios
desinteresados de seis médicos, colecciones de libros... Menciono
todos estos detalles para que el lector capte la euforia con que es acogida
la creación del centro y la forma, tan suya, que tenía Bardina
de hacer las cosas. Consiguió interesar en el proyecto a destacadas
personalidades de diversas tendencias: el cardenal Casañas, J. Monegal
i Nogués, N. Verdaguer i Callís, Artur Bulbena, Enric Batlló,
Eusebi Güell, Hermenegildo Giner de los Ríos, Martí
i Julia, etc., que contribuyeron al sostenimiento económico de la
entidad. Estos protectores de la escuela pertenecen a la pequeña
y gran burguesía catalana, a la Lliga o al republicanismo, pero
coincidentes, por encima de sus divergencias en el campo educativo, en
la necesidad de culturalizar el país y en el ideal de formar buenos
ciudadanos, conscientes, libres y patriotas. Este ideal será una
de las constantes del pensamiento educativo burgués catalán,
el cual buscará en la escuela un elemento de armonización
de las clases sociales como alternativa a la cruda realidad social.
Obtenido el capital necesario se alquiló un piso principal doble
en el número 23 de la calle Nueva de San Francisco, en el casco
antiguo de Barcelona. Se realizaron las necesarias reformas. En el propio
taller de la escuela se fabricaron muebles. Así el 15 de octubre
de 1906 abría sus puertas la Escota de Mestres. Aquel día
el sueño de Bardina se hizo realidad.
Catalanidad y educación renovada.
Ya hemos visto como Bardina plantea su Escola de Mestres como
un paso necesario para la normalización cultural catalana. El reto
es aceptado por el pedagogo más allá de una simple recuperación
lingüística. Entiende que cada pueblo tiene su idiosincrasia
y tiene derecho a una escuela nacional, que responda a aquélla.
No sólo es el idioma, es el talante, son las costumbres, los contenidos
de esta escuela, que deben ser catalanes4.
Joan Bardina, suscribiendo a Prat, piensa que Cataluña se encuentra
en pleno inicio de su momento imperialista cultural. Los catalanes están
llamados a ser vanguardia de civilización para los pueblos de España,
es necesario educar a sus hijos para este momento. Esto sólo es
posible haciendo una educación nacional y renovada. Se ha de incorporar
a las escuelas los modelos sajones, conformándolos con nuestra manera
de ser. De ahí surgirá el ideal bardiniano: Catalanidad
y educación renovada.
La Escola de Mestres será el crisol de las teorías
pedagógicas de Bardina, ya estudiadas en otra parte de esta monografía.
Aquí nos centraremos en cómo fue concretada.
La normal bardiniana aspira a una educación integral poniendo
el acento en esta educación por encima de la instrucción.
El objetivo, ante todo, formar hombres. Sólo una profunda educación
forjará individuos equilibrados, capaces de convertirse en maestros
de otros. Bardina quiere lograr hombres- maestros. Aquí,
como en otras cosas, vemos una clara conciencia con las doctrinas de la
Institución Libre de Enseñanza. Aquella aspiración
debe cumplirse mediante la acción directa del educador, transmisor
de valores. «No creemos en ciertas educaciones colectivas: la educación
individual es la única que hace la mayor parte de las cosas en educación5».
También se advierte la necesidad de una metodología adecuada
que instruyendo a su vez eduque la inteligencia, la voluntad, la estética...
«Nuestro ideal instructivo, puro, es un trasiego completo de la actual
metodología normalista. Quitar toda la paja inútil; agregar
muchos conocimientos útiles, no obligatorios ahora; nada de teorizar
a
priari, sino ver, tocar y hacer -hacer sobre todo- las cosas, y después,
por inducción socrática, teorizarlas6».
Así para formar los maestros adecuados a la escuela catalana,
con los objetivos y la metodología que se han apuntado, no puede
limitarse la educación normalista a los planes oficiales. Los alumnos
de la Escala de Mestres obtendrán el título oficial,
pero seguirán en la escuela tres años más. «Esto
dará la medida del valor que damos al pedazo de cartón del
gobierno», dice despectivamente Bardina refiriéndose al diploma
oficial. La frase no es anecdótica, sino sintomática. Es
bien sabida la deficiente preparación que recibían los maestros
y mucho peor la consideración social que éstos gozaban en
aquellos días. Contrariamente la corriente noucentista tenía
reservado para la escuela y el maestro -mágicas palancas de transformación-
un papel de primer orden dentro del encumbramiento cultural que se soñaba
para Cataluña.
Bardina es consciente de que con la Escala de Mestres está
abriendo un camino hasta ahora no trillado y de que su trabajo es pionero
y valioso. Ya el año 1908 pide que la autonomía incluya libertad
de enseñanza y la abolición o equiparamiento de la enseñanza
oficial a la privada. Es decir, el reconocimiento de la Escala de Mestres
y su mantenimiento con fondos públicos, dotando sus títulos
de validez oficial. Sin estas condiciones era muy difícil tener
éxito, puesto que los programas oficiales imponían de por
sí fuertes contradicciones con la metodología y los objetivos
de la normal bardiniana, como ya veremos más adelante. No podía
imaginarse Bardina que la autonomía no llegaría y que sus
ilusiones se esfumarían con la complicidad o la pasividad de los
estamentos que estaban al frente de la política autonomista.
Plan de estudios y conferencias.
El plan de estudios y el reglamento de la Escola eran ya objeto
de meditación por parte de Bardina mucho antes de la fundación
del centro. El plan incluye más materias que el de las normales
oficiales. En él se contienen aquellas materias típicas de
la escuela nueva o bien las que procuran a los futuros maestros una formación
enraizada en el país. El objetivo del mencionado plan es el de «hacer
buenos educadores de ambos sexos, dándoles no solamente la instrucción
que el Estado exige para el título oficial, sino, además,
todas las enseñanzas que se dan a los maestros en los países
sajones y, sobre todo, aquella educación y sentido especial que
son el secreto de los verdaderos educadores7».
He aquí el plan:
-
Estudios pedagógicos.
-
Pedagogía general (Psicología, Lógica, Metodología,
Organización).
-
Pedagogía Nacional Catalana.
-
Educación de la voluntad (Ética, Carácter, Sociología).
-
Historia de la Pedagogía (General, de España y de Cataluña).
-
Derecho y Legislación (Universal y de España; General y Escolar).
-
Economía (General, Política y Doméstica).
-
Higiene (Anatomía, Fisiología, Medicina vulgar, Antropometría).
-
Dibujo pedagógico (sistema Mont-d'Or8).
-
Estética (Artes y su historia; Educación del gusto).
-
Gimnasia sueca (teoría y práctica).
-
Estudios generales.
-
Lengua catalana (con gramática general).
-
Lengua castellana (con vocabulario y práctica hablada).
-
Lengua francesa (ídem).
-
Religión (Dogmática, Historia bíblica, eclesiástica
y de las religiones).
-
Geografía (Cosmografía y Estadística; general, de
España y de Cataluña).
-
Historia (externa y de la civilización; general, de España
y de Cataluña).
-
Literatura (catalana y general).
-
Aritmética (racional, cálculo, contabilidad, álgebra).
-
Geometría (Trigonometría, aplicaciones al corte y a los trabajos
manuales).
-
Dibujo lineal (geométrico y aplicado).
-
Ciencias naturales (Zoología, Botánica, Mineralogía,
Geología).
-
Agricultura (teoría y práctica; Meteorología).
-
Industria (Mecánica, Física y Química).
-
Estudios especiales.
-
Pulcritud y trato social.
-
Caligrafía (letra vertical norteamericana).
-
Taquigrafía (sistema Garriga reformado).
-
Música (solfeo, piano, coral). Lectura-escritura.
-
Trabajos manuales.
-
Para chicos:
-
Carpintería sobre mueblaje escolar.
-
Herrería sobre objetos científicos.
-
Marquetería con sierras de mano.
-
Torneado.
-
Explotación de aves y miel.
-
Trabajos agrícolas.
-
Trabajos sobre papel y cartón.
-
Modelado.
-
Para chicas:
-
Coser blanco y de color.
-
Corte de ropa.
-
Modas.
-
Bordar y tapicería.
-
Malla, ganchillo, media.
-
Flores y papel artístico.
-
Cocinar.
-
Jardinería.
-
Lavado.
Después de la lectura del plan no creo que sea necesario añadir
nada sobre la modernidad y alcance de este programa de instrucción.
Otra aportación novedosa era la concepción cíclica
del mencionado plan, es decir que las mismas materias eran cursadas cada
año con una ampliación encadenada de contenidos. Toda esta
transmisión de conocimientos se quería ligada a la educación,
a su servicio, contribuyendo a desvelar intereses o vocaciones latentes,
enriqueciendo las facultades y haciendo de la educación intelectual
costum
pensanta.
Una de las formas de vincular este plan de instrucción a la cultura
viva eran las conferencias. Se procuraba que destacadas personalidades
hablaran en la escuela de sus especialidades, volcando así el entusiasmo
y la viveza de quien está apasionado por el tema. De entre los conferenciantes
de los cuales tenemos noticias citaremos al Padre Miquel d'Esplugues, uno
de los pensadores católicos más influyentes del momento;
Josep Puig i Cadafalch, arquitecto y estudioso del arte; al doctor Martí
i Julia, una de las más interesantes personalidades del catalanismo;
Josep Comas i sola, director del Observatori Fabra; el Padre Francesc Barbens,
introductor de la psicopedagogía entre nosotros; Uuís Torres
i Ullastres, director de las Escoles del Districte VI; el doctor Alvar
Presta, presidente de la Sociedad Barcelonesa de Amigos de la Instrucción;
Serra i Pagés, folklorista... Todas las conferencias eran seguidas
de coloquio y discusión, costumbre en la que Bardina tenía
bien adiestrados a sus alumnos.
No sólo daban conferencias personas forasteras, también
lo hacían profesores de la casa e incluso los propios alumnos. En
este último caso los profesores hacían la crítica
valorando la expresividad, organización expositiva y preparación.
El profesorado.
La Escola de Mestres fue iniciada únicamente con el dinero
necesario para material, alquiler y matrículas oficiales. La falta
de fondos será uno de los constantes obstáculos de la institución,
que repercutirá sobre todo en la retribución del profesorado.
Ya hemos hablado de la capacidad animadora de Bardina. Ésta consiguió
llevar a la escuela a prestigiosas personalidades como profesores. La lista
del profesorado del primer curso es suficientemente expresiva: Jesús
Bellido, Josep R. Bulbena, Josep Carner, Gaieta Cornet, Josep Elías,
Norbert Font i Sagué, Joan Llaverias, Josep Pijoan, Frederic Rahola,
entre otros, además del propio Bardina, su esposa y el doctor Jové9.
Pero el entusiasmo y deslumbramiento inicial muchas veces no se corresponden
con medida seria del compromiso que se toma. Así el profesorado
fue una de las fuentes de preocupación, principalmente por dos causas.
La primera se halla en que algunas de aquellas personas, tan competentes
en sus materias, no siempre fueron capaces de hacer que la práctica
precediera a la teoría, tal como pretendía la escuela. Bardina,
con su criterio de honradez a ultranza, estampa en las memorias la crítica
sobre los problemas didácticos de algún profesor: «El
doctor Font i Bosch, no tan bien. El profesor sabe mucho (...). Para dar
fruto ha de meditar sobre la manera de enseñar10».
La segunda causa fue la falta de sueldo del profesorado, el cual, en
su gran mayoría, ejercía gratuitamente. Ello hacía
difícil exigir el cumplimiento de su tarea a los profesores. No
obstante el trabajo fue positivo, predominando la «práctica,
comprensión, discusión, en una palabra: enseñar a
pensar, más que hacer erudición».
A partir del segundo año se procura que mínimamente el
profesorado cobre y así gane la escuela en estabilidad y exigencia.
Esto obliga a una reducción del personal, que pasa de treinta y
dos profesores a veinticuatro, previéndose para el próximo
curso alguna reducción más.
Quizá valga la pena mencionar que en la Escola de Mestres
no existió nunca personal subalterno, no sólo por
razón del ahorro, sino por convicción.
Si hacemos un balance del profesorado, teniendo en cuenta las limitaciones
y el testimonio que hemos recogido entre los ex alumnos, este balance parece
positivo. Hubo preocupación por la educación integral y se
consiguió mantener generalmente el objetivo metodológico
de la casa.
Queremos remarcar, al acabar este apartado, que para entender como la
Escola
de Mestres surgió y se mantuvo cuatro cursos con tan escasos
recursos, fue gracias a su profesorado. Éste luchaba por un ideal,
por la Cataluña soñada, ungido de la mística propia
de los buenos educadores del regeneracionismo hacia su profesión.
Este entender el magisterio como sacerdocio encontrará en Bardina
uno de sus más altos exponentes.
Evaluación.
En la escuela de Bardina no existían los exámenes finales
tradicionales, pretendiéndose que la evaluación fuera fruto
de la medida del trabajo diario del alumno y de su actitud. Se calificaba
la asistencia, el esfuerzo de voluntad, la atención y la asimilación
de cada asignatura casi diariamente.
Durante el primer curso se decidió, no obstante, realizar una
prueba final, dirigida a seleccionar el alumnado. Se quiso evitar en ella
los defectos de los exámenes dentro de lo posible. Se realizó
un ejercicio de invención sobre un tema con ocho días para
realizarlo. Un ejercicio escrito de un tema, sacado a suerte, durante una
hora. Otro ejercicio oral ante un tribunal. Completaba la prueba un ejercicio
práctico. Esta prueba se realizó con cada una de las materias.
El promedio resultante y el de las evaluaciones del curso, también
promediados, formaban la nota final. Véase el ejemplo adjunto:
Els alumnes.
Bardina partió de la idea de seleccionar el alumnado de la Escola
de Mestres principalmente entre gente obrera, mayor de 13 años
y de inteligencia despierta. «Serán pobres aquellos alumnos
y habrán de hacer oposiciones para ganarse el pan. Serán
naturalmente despabilados11».
Se pretende así hacer «obra de misericordia y progreso».
Este criterio de selección expresa una de las constantes del pensamiento
escolar burgués en Cataluña: el trabajo como virtud, como
posibilidad de ascensión social de los individuos por la constancia
y el esfuerzo. Este criterio es aún más significativo si
pensamos que va dirigido a futuros maestros, ya que ellos han de educar
en parecidas virtudes al pueblo catalán, era preciso que lo sintieran
en su propia carne.
En consecuencia la composición de alumnado era mayoritariamente
de gente humilde e incluso la mitad de los alumnos son calificados de «clase
pobre, pobrísima», los cuales «vienen a la Escuela sin
nutrición positiva».
El número máximo de alumnos que tuvo la escuela fue unos
sesenta. El límite venía fijado por las dificultades de financiación.
De todas formas solamente se admitían veinte alumnos por clase.
Hubo una selección basada en la capacidad y preparación intelectual.
De entrada se admitió a los candidatos según el informe de
las entidades patrocinadoras y los datos proporcionados por sus maestros.
Resultó que algunos eran incapaces de seguir el nivel de la escuela
e incluso alguno sólo sabía leer y escribir. Por éste
y otros motivos se estableció la prueba de selección de la
que hemos hablado en el anterior apartado. En consecuencia en el primer
curso fueron excluidos seis alumnos. Este hecho nos parece significativo
de la exigencia a que aspiraba la primera normal catalana.
Tenemos constancia de los alumnos a través de las memorias. Entre
las listas publicadas en ellas destacamos a los siguientes: Artur Martorell,
Pere Blanc i Blanc, Felix Foguet, Miquel Fornaguera, Artur Brugués,
Carme Sagarra, Ramon Sastre, Enric Casassas, Anton Bonet... Algunos de
los cuales tuvieron una participación destacada en la renovación
pedagógica catalana. La mayoría de los alumnos eran de Barcelona,
sin embargo había una media docena de comarcas (Granollers, Borges
del Camp, Montblanc, Reus...).
Ya hemos hablado del trato individualizado que recibían los alumnos.
«Nosotros -escribe Bardina- hacemos educación individual.
El alumno es todo nuestro. Le conocemos íntimamente (...). Base
indispensable para toda educación fecunda12».
Dentro de la escuela funcionaban sociedades que agrupaban a los
alumnos según sus intereses. Estos grupos establecían sus
juntas y reglamentos y estaban abiertas a personas ajenas a la escuela,
principalmente a los alumnos de la normal oficial. Tenemos noticia de tres
de estas asociaciones: la pedagógica, la religiosa y la deportiva.
Bardina refiriéndose a su finalidad educativa las rubrica así:
«Iniciativa, despabilamiento, ilusiones, acción».
También los alumnos participaban en entidades foráneas,
principalmente en la Sociedad Barcelonesa de Amigos de la Instrucción.
Los alumnos en la escuela cuidaban de todo. Ya se ha dicho que por principio
la institución no tenía personal no docente. Todas las tareas
estaban distribuidas rotativamente entre los alumnos: portero, vigilancia,
barrer y limpiar, administración, impresión de apuntes, reparaciones
del mobiliario, botiquín, jardines, instrumentos musicales, enseres
de limpiar zapatos, material escolar, pájaros, listas, proyector...,
sería largo de referir todos los cargos pero con los citados el
lector puede formarse una idea de su variedad. Estos, cargos estaban encaminados
a fomentar la iniciativa, el trabajo y la economía13.
El maestro.
En el pensamiento de Bardina ser maestro es algo más que una
profesión. Ser maestro es una especie de sacerdocio cívico.
El maestro debe ser ante todo persona para poder ayudar a los demás.
Esta visión no es nueva, pero Bardina es quien mejor formula,
entre nosotros, esta concepción sacerdotal del magisterio, enlazada
con todo el pensamiento regeneracionista y que tiene sus raíces
en los ilustrados. Dicha concepción informará la visualización
del magisterio por parte de la Renovació Pedagógica
hasta la guerra, incluso con ciertos matices, dentro de la corriente racionalista.
No es necesario esforzarse en sintetizar la visión bardiniana
del maestro ya que el mismo pedagogo nos da una síntesis en forma
de decálogo: Els manaments del bon mestre. No es casualidad
que sea un decálogo ya que se deseaba que quedara fijado en el ánimo
de los futuros maestros como principio deontológico14.
Ello, justo con la ideología nacionalista y conservadora de Bardina,
tendía a configurar la sociedad de acuerdo con los intereses de
la burguesía, hecho que no escapa al propio director de la Escola
de Mestres cuando, reclamando ayuda económica, argumenta: «Miren
los ricos cuanto les interesa estos maestros que harán paz social
por todo Cataluña, y verán como, con unas miserables pesetas
mensuales, ganarán el 100 por 1 en huelgas evitadas, en gente educada,
en trabajador fuerte y listo», o en otro pasaje: «y téngase
en cuenta que si un maestro es buen maestro, él es el dueño
del pueblo. Y teniendo educadores, tenemos las multitudes ingenuas y las
minorías directoras de la mano15».
A los futuros maestros se les quiera hacer vivir en la escuela en aquella
sociedad a que aspira la burguesía de la Lliga. Una sociedad
donde viven en armonía pobres y ricos, hermanados en un mismo ideal
de progreso, comprendiendo que la existencia de clases es fuente de avance.
Una sociedad superadora de las diferencias a través de la ética.
En el aspecto formativo Bardina desea un maestro con voluntad. No quiere
ni un sabio ni un erudito, le quiere con «iniciativa, cop d'ull,
confianza en sí mismo y perseverancia16»,
cualidades que unidas al servicio de un ideal conseguirá realizarle
como persona. El pedagogo de Sant Boi insufla a sus alumnos la convicción
de que han de transformar Cataluña con la levadura de la educación
nueva. Esta idea la veremos después formulada por los pedagogos
catalanes noucentistes en la máxima fer bons ciutadans,
hacer buenos ciudadanos.
La vida en la Escola de Mestres.
Para aquellos muchachos que vivieron en la escuela de Bardina la experiencia
ha sido imborrable. Casi hace setenta años que la dejaron y aún
continúan reuniéndose una y otra vez. ¿Qué
tenía aquella escuela que ha mantenido este mágico encanto
entre sus alumnos?.
«La Escola de Mestres era un mundo maravilloso -me contaba
Carmen Sagarra, ex-alumna y profesora de la Normal de Girona- nadie había
imaginado que una escuela pudiera ser así. Limpia y primorosa. Los
maestros eran auténticos compañeros».
La normal de Bardina era uno de los pocos oasis en medio del desierto
de la rutina escolar. Un ordenado desorden posibilitaba la creatividad
y el desarrollo personal. Uno de los aciertos fue comprender las grandes
posibilidades de los adolescentes cuando sienten que se confía en
ellos y que el adulto es capaz de compartir su mundo, manteniendo su papel
de tal. La autorresponsabilidad fue entendida como herramienta educativa
eficaz. Era necesario dar margen para el despabilamiento. Los futuros maestros
se encontrarían solos en su escuela, así pues desde el primer
momento se palpa- han todas las tareas, aprendiendo a desenvolverse por
sí solos. Esto les maduraba y los hacía crecer.
El ambiente cordial y lleno de optimismo, junto a la sonrisa de Bardina,
era el marco de aquella experiencia piloto, que deseaba formar hombres-maestros.
«Hemos dado las enseñanzas tan atractivas como sabíamos;
(...) hemos vivido con los discípulos como en familia, jugando con
ellos, barriendo con ellos, entristeciéndonos con sus penas y alegrándonos
con sus alegrías; (...) les hemos hecho comprender toda la responsabilidad
y trascendencia del educador en los tiempos modernos, verdadero sacerdocio.
Los resultados han sido grandes. Nuestros discípulos, con las ligerezas
de sus 15 años, saben, donde van y la misión que llevan,
idolatran las cosas pedagógicas, adoran la Escala de Mestres.
Con esta palanca tenemos suficiente para hacerlos hombres, para hacerlos
maestros».
Sobre esta actitud de convivir y participar de las ilusiones y proyectos
de los alumnos me contó Fornaguera: «Un día estábamos
en la azotea de l'Esmeralda y sucios de trabajar la arcilla y sudados por
el calor, se nos ocurrió fabricar con una manguera y el cabezal
de una regadera una ducha. Cuando nos estábamos duchando, apareció
Bardina. Todos creímos que recibiríamos una repulsa. Bardina,
al contrario, nos felicitó y nos dio sugerencias de como arreglar
mejor la rudimentaria ducha para hacerla estable y hasta regulable. Trabajo
que emprendimos al día siguiente». Así era Bardina,
el cual no dudaba en encaramarse a los pinos con sus discípulos
o entusiasmarse con sus ideas. Este vivir los intereses de los muchachos,
junto con la capacidad de utilizar cualquier situación con finalidad
educativa, hacía de Bardina un maestro capaz de ser compañero
y educadores a un tiempo.
Con este ambiente no era de extrañar los domingos o en vacaciones
ver a los alumnos ir a la Esmeralda a terminar un torneado, un experimento,
a arreglar el jardín o a leer a la biblioteca.
Los muchachos sentían como suya la escuela y como ya se ha dicho
cuidaban de todo, desde la limpieza a la administración. Más
de un visitante se sorprendía de verse atendido por un alumno que
le entretenía enseñándole la escuela o el jardín
hasta que podía ser recibido.
La exigencia presidía la actividad. Siete horas de clase y dos
de estudio eran el quehacer diario de la escuela.
La educación moral.
Uno de los pilares del individuo es, para Bardina, la moral ligada estrechamente
al ejercicio de la libertad. En otro trabajo de esta obra es estudiado
el tema. Sólo quiero dejar constancia de que nuestro pedagogo se
sentía satisfecho de los resultados de la Escala de Mestres
en este aspecto, corroborados por el testimonio de los exalumnos. El ambiente
de espontaneidad y buena camaradería no podía tener otra
fundamentación ideológica. Aquella relación positiva
entre compañeros y entre alumnos y profesores no podía basarse
en el castigo, que impone a la larga una moral hipócrita. Se deseaba
que aquellos futuros maestros basaran su actuación en la lealtad
y la sinceridad17.
Esto junto con una actitud tolerante y respetuosa hacia las propias convicciones,
creó una buena relación interpersonal.
Joan Bardina deseaba ir más allá de una moral fundamentada
en el deber para ir a desembocar en el entusiasmo.
La educación física.
En lo que se refiere a la educación física e higiene la
presencia de las ideas de Spencer es notable en Bardina. Éste plantea
la educación física, en su normal como importante componente
de la educación integral. Planteo muy progresivo en su época.
El fin de la educación física es hacer hombres fuertes y
potentes, como contribución a la armonía y equilibrio personal.
Convencidos los maestros de la importancia de la educación física,
espera Bardina que ésta se extenderá por toda Catalunya y
con ella vendrá la regeneración física del pueblo.
«Sería inútil ir hacia una Cataluña conquistadora
del pensar y por la acción, sin esta regeneración física»,
nos dice el pedagogo samboyano. Recuerde el lector el preocupante panorama
de enfermedades infantiles existente en las primeras décadas del
siglo.
En la Escola de Mestres la educación física era
asunto más importante que saber leer y escribir. Para Bardina la
mencionada educación comprende: gimnasia, juegos, higiene, agilidad,
excursiones y trabajos manuales. Visión globalizadora que no limitaba
la educación física sólo a ejercicios reglados o al
deporte.
La gimnasia fue practicada bajo la dirección de Jaume Vila, y
por los datos que tenemos se realizaban cuatro sesiones semanales de gimnasia
sueca. Eran los primeros alumnos normalistas de España que hacían
sistemática- mente gimnasia y se procuraba que descubrieran el deleite
de practicarla.
Los juegos eran cultivados como asunto importante. En los amplios patios
de la Esmeralda los chicos y chicas practicaban juegos convencionales,
de equipo y agilidad.
Bardina tenía especial interés en rechazar lo que él
llamaba el tipo de escuela latina, sólo preocupada por el intelecto.
Los alumnos de su escuela fueron rápidamente subidos al carro del
estallido deportivo del inicio del siglo.
Los hábitos de higiene como complemento necesario para mantener
la salud fueron inculcados desde el primer curso. No fue tarea fácil
vencer la rutina social y que naciera el hábito de limpiarse frecuentemente
las manos, ir con la ropa aseada, mantener limpios los mapas, cuadernos
y otros objetos de trabajo, lograr que no se ensuciaran los suelos ni las
paredes, imponer la ducha y el lavabo como necesidad o limpiarse diariamente
los dientes. En el aspecto higiénico la Escola de Mestres
fijó una de las connotaciones de las escuelas renovadas catalanas
que le seguirían: la pulidez y la limpieza como necesidad higiénica
y estética.
La agilidad comprendía, según Bardina, la gimnasia natural:
subir paredes, saltar márgenes, escalar árboles... «Haciendo
la educación del cuerpo por la agilidad, es decir, sortear peligros
naturales por medio de la flexibilidad del cuerpo, guiada por un entendimiento
claro y astuto».
Las excursiones, además de su finalidad didáctica para
la geografía y la historia, como ya hacían los hombres de
la Institución Libre de Enseñanza, tenían en la Escola
de Mestres una finalidad básicamente física de educar
el esfuerzo y la resistencia. Grandes caminatas de diez horas ponían
a aquellos chicos de ciudad con el aire puro y la naturaleza. Las salidas
se efectuaban, generalmente en domingo y eran presididas por el espíritu
excursionista, con la significación que en aquella época
tenía el término y que tanta trascendencia cultural ha tenido
en Catalunya. Las excursiones eran, además, ocasión para
conocer a los alumnos y motivo de formación. En esto Bardina, como
dice muy acertadamente Galí18,
es una especie de antecesor del escultismo catalán, ya que utiliza
educativamente las salidas al campo de forma parecida al método
escultista. Planteadas las excursiones como aventura, a veces sin que se
sepa el destino, eran momentos de alto valor educativo. Como muestra transcribimos
uno de los más completos informes que Bardina nos dejó de
una excursión, por cierto de las más duras: «A Sant
Llorenç de Munt, a pie. Asistencia 22. Salida de Barcelona a las
6 de la tarde, subiendo por el Tibidabo. Luna llena, cenando en la plaza
de Sant Cugat. A Sabadell donde llegamos lloviendo a las doce de la noche.
Descanso de una hora en el local de la «Lliga Regionalista»,
la cual obsequió a los excursionistas con café y tres tartanas,
para marchar a Matadepera, donde llegamos a las 3 de la madrugada, llovisqueando.
Subida al gran Turó, amaneciendo, llegando a las 6 de la mañana;
y sin descansar baja a can Poble a misa, esperándola organizamos
juegos de rescate. Comienzo del Herbario de la montaña, recogiendo
unas 50 variedades y colocándolas ya en sus papeles de envolver.
Comida en la cima del monte. Después, a correr por los alrededores,
obligándonos una lluvia torrencial a meternos en el pajar. Al caer
la tarde, continuación del Herbario. A dormir a las 10, levantándonos
a las 3 de la madrugada. Hacia la Roca del Drac, desde donde contemplamos
la salida del sol. Bajada a Sta. Agnès, donde terminamos el Herbario
(unas 180 especies arregladas) y arrancamos del lago interior pequeñas
estalarcitas. Vuelta a toda la montaña, para caer a can Poble, desde
donde vamos al Cavall Bemat, desde el cual dibujamos toda la silueta de
la montaña, que dejamos atrás. A Matadepera, Terrassa (donde
comemos), Rubí, Sant Cugat (6 tarde). Rabassada, Tibidabo, llegando
a las 10 de la noche a casa. Duración de la excursión: 52
horas. A pie: 34 horas. A caballo: 2. Descanso: 16 horas. Todos con la
comida para dos días a cuestas19».
Estas excursiones encontraron fuertes resistencias por parte de las
familias, principalmente las de chicas. La escuela acabó por fijar
las excursiones obligatorias (las de menos de 7 horas de camino) y exigiendo
justificación de los médicos del centro para dejar de asistir.
En el curso 1907-08 la asistencia a estas salidas era de un 87%. Los muchachos
con una asiduidad del 99% y del 87% para las chicas.
Los trabajos manuales los entiende Bardina como medio de educación
corporal, inventiva, ejercitación de la paciencia, gusto estético,
instrucción y sentido de realidad. Para el cuerpo son un buen aprendizaje
de destreza y visualización y un buen vigorizador corporal. En la
Escala
de Mestres los trabajos manuales incluían desde aquellos aspectos
más creativos como moldear hasta los que eran simples tareas útiles
como lavar. Remito al lector al plan de estudios donde se hallan especificados.
Para el pedagogo de Sant Boi la educación física es sinónimo
de «educación energética de la voluntad, pasta de hombres
resolutos, que solventan todas las dificultades por la ciencia, por la
astucia o por la fuerza... Así deseamos a nuestros discípulos
y así harán ellos a los catalanes del mañana: potentes,
emprendedores, resolutos, enérgicamente constantes20».
Conclusión.
El curso de 1909-10 fue el último de la Escala de Mestres.
La causa de su clausura fue principalmente las dificultades económicas.
Eran cada vez más escasas las aportaciones que recibía la
escuela y la deuda alcanzó la cifra de 40.000 pesetas. La Diputación
de Barcelona, que podía salvar la institución, negó
su ayuda. Sobre las motivaciones de este hecho, como ya se ha dicho, planean
los intereses de la política de la Lliga. En otro plano el arrinconamiento
de la Escola se ha de cifrar en su espíritu romántico,
modernista
es la palabra justa, que chocaba con la nueva mentalidad
noucentista,
que empezaba a regir en los hombres que detentaban el aparato cultural
de la Diputación barcelonesa. Galí denuncia la falta de rigor
metodológico en la preparación didáctica de los futuros
maestros21.
Son los años de la pedagogía científica y experimental.
La intuición y el «personalismo» bardiniano no encajaba
dentro de la pulcritud, el orden y la profesionalidad noucentista.
Tampoco podemos olvidar otros factores como el espíritu tolerante
que en materia religiosa y moral tuvo Bardina, no acababan de ser comprendidas
por el sector católico22.
Los discípulos continuaron unidos después del cierre de
la escuela. Felix Foguet se encargó de reunir a los compañeros.
Incluso se alquiló un piso muy pequeño, donde continuaron
planteando futuras empresas, se forjaron proyectos y se realizaban estudios,
todo ello presidido por el magisterio de Bardina. Después de la
dispersión de los discípulos en el año 1916, los que
se quedaron en Barcelona editaron una revista «... de l'Escola»,
la cual tenía por finalidad mantener el vínculo a pesar de
la distancia.
Después de la marcha o auto exilio de Bardina, los discípulos
han continuado reuniéndose hasta la actualidad. Nos parece muy significativo
que tan larga unión se deba a las vivencias de cuatro cursos y el
recuerdo de un maestro. Fueron cuatro años decisivos para su formación
humana y aquí radica el éxito de Bardina, haber proporcionado
una formación personal por encima de la estrictamente técnica.
Hacer un balance de la Escala de Mestres no es cuestión
fácil. La Escola se nos aparece en vanguardia de muchas de
las realizaciones catalanas posteriores. Entre los caracteres más
notables e innovadores destacamos la incorporación de la educación
física, el contacto con la naturaleza y la preocupación por
la higiene; el ambiente de comunicación entre maestro y alumno;
la valorización del esfuerzo y la investigación personal
dentro de un marco estimulador de la creatividad; la autogestión
del centro por los propios alumnos como medio educador de la responsabilidad,
civismo y trabajo; el valor educativo de la libertad; la escuela abierta
a la vida real; la coeducación como vehículo formativo; el
plan de estudios cíclico y la adaptación a Cataluña
de los contenidos del plan, etc. De hecho nada nuevo, pero sí que
lo es el plantearlo como un todo coherente en la Cataluña de aquel
momento, y más si se piensa que se hace desde una óptica
conservadora y al servicio de esta ideología.
La normal de Bardina no se preocupó demasiado por la adquisición
de técnicas de didáctica, metodología o experimentación,
pero infundió algo que está en la base de toda renovación
escolar: la educación activa. Los muchachos de la Escala de Mestres
fueron el auténtico motor de la primera normal catalana y no obstante
las dificultades aprendieron este principio básico en su propia
piel.
La Escala de Mestres expresó la voluntad de lograr para
Cataluña una escuela normal que formara maestros para conseguir
la catalanización de la escuela a la vez que su renovación.
Maestros conocedores de nuestro bagaje cultural y que respondan a nuestra
identidad nacional. Lógica aspiración, basada en el respeto
a los derechos del niño, que no se alcanzará hasta que la
Generalitat, ya en los años treinta, pondrá en marcha la
Escola Normal.
Notes:
1Joan
Bardina, Escola de Mestres. Memoria del curs 1906-07. Barcelona,
107, p. 6.
2Op.
cit., p. 7.
3Relacionamos
a continuación las entidades citadas así como el número
de alumnos que becaban cada una. Los datos están tomados de la mencionada
memoria de 1906-07. Ayuntamiento de Barcelona, 6. Diputación de
Barcelona, 6. Agrupació Catalana d'Agramunt, 1. Centre Autonomista
de Dependents del Comer9 i la Indústria, 1. Agrupació Regional
de Terrassa, 1. Centre Catala de Sabadell, 1. Ateneu Obrer Catala de Sant
Martí, 1. Cambra Agrícola Oficial de Montblanc, 1. Agrupació
Catalanista del Casino Mercantil, 1. Centre Catala d'Horta, 1. Associació
Protectora de l'Ensenyança Catalana, 2. Foment Martinenc, 1. Unió
Catalanista, 2. Escoles del Districte II, 2. Federació Escolar Catalana,
2. Centre Autonomista Catala de Sant Gervasi, 2. Cambra Agrícola
Oficial del Valles, 1. Cercle Catolic de Sants, 1. Lliga Regionalista de
Barcelona, 3. Ajuntament de Papiol, 1. Associació Catalanista de
Montblanc, 1. Ajuntament de Sarria, 1. Ateneu Democratic Regionalista del
Poble Nou, 1. Ateneu Barceloní, 2.
4Cf.
Joan Bardina, Pedagogia Nacional, Estudis Univesitaris Catalans,
gener-febrer 1907, pp. 31-33.
5Joan
Bardina, Escola de Mestres. Memoria del curs 1907-08. Barcelona,
1908. p. 24.
6Op.
cit., p. 57.
7J.
Bardina, Escola de Mestres. Memoria del curs 1906-07. Barcelona,
1907, p. 11.
8El
colegio Mont-d'Or fue fundado por Joan Palau Vera el año 1905. Instalado
en Sant Gervasi, tenía inspiración fröbeliana y decrolyana.
Centro de gran prestigio destinado a preparar a los hijos de la burguesía
dentro de un espíritu de escuela nueva.
9Véase
la lista completa en la ya citada memoria de 1906-07, p. 9.
10Joan
Bardina, Escola de Mestres. Memoria del curs 1907-08. Barcelona
s. a., p. 31.
11Joan
Bardina, Escola de Mestres. Memoria de 1906-01. Barcelona s. a.,
p. 7.
12Memoria
de 1907-08, ya citada, p. 24.
13Para
la lista completa de cargos y su valoración consúltese la
memoria de 1907-08, pp. 28 y 29.
14Els
Manaments del Bon Mestre están reproducidos en la antología
de textos de Bardina que presentamos al final de esta obra.
15Memoria
1906-07, ya citada, pp. 42 y 43.
16La
locución cop d'ull, que debe traducirse por vistazo, ojeada,
ha de entenderse aquí como rápida composición de los
hechos.
17Cf.
Joan Bardina, Revista d'Educació, n.º 1, enero 1911,
p. 29.
18Alexandre
Galí, Historia de les institucions i del moviment cultural a
Catalunya. 1900-1936. Obra a punto de publicarse al redactarse estas
notas.
19Memoria
del curso 1907-08, ya citada, pp. 18 y 19.
20Memoria
de 1906-07, p. 32.
21Cf.
Galí, op. cit.
22Según
testimonio de Carme Sagarra, Galí discrepaba de Bardina en este
aspecto.