5. libertad, tiempo y educación en Joan Bardina.
Ramón Cortada Corominas.
La evolución del pensamiento escolar de Bardina, uno de los promotores
del movimiento de la renovació pedagógica a principios
de siglo1,
está formada «d'una mena d'aiguabarreig on s'entrecreuen diversos
corrents pedagògics que van des del positivisme de Spencer, especialment
pel que fa a la educació dels sentits, totalment menyspreada fins
aleshores, fins a la idea de la vocació magisterial entroncada directament
amb la escola tradicional, passan finalment per las concepcions antiautoritarias
que s'entenian arreu d'Europa y d'America2».
Su prosa deshilvanada, su estilo periodístico, hacen que nuestro
intento de sistematizar su pensamiento pedagógico no resulte fácil.
Junto a grandes intuiciones, a veces, la falta de rigor conceptual hace
que ciertas expresiones debamos contemplarlas a la luz del contenido general
de su pensamiento.
Juan Bardina critica las concepciones caricaturescas que se hacen
de la educación; asimismo, lo que considera palabrería
sin contenido del régimen educativo español del momento.
«Tenim a Espanya, fa dos terçs de sigle, une llei d'instrucció
pública (...). Y els resultats son fatals. Es que la educació
t'el seu contingut ben determinat y precís. Y Espanya ha prés
la carcassa per la essencia. (...) ¿Pot dirse educació aquéts
romanços de llegir y escriure y cantar verps y dir la doctrina com
lloros, i alçar palmetes y ponerse de rodillas, o con
los brazos cruzados (...). Així vegetem ab una caricatura de
civilisació que no'ns passa de la epidermis3».
Y en la Revista de la Educación leemos: «Esto es cuanto
interinamente podríamos sentar, sosteniendo nuestros juicios condenatorios
de la actual educación española, que prescinde llanamente
de nuestro aspecto libre4».
Para que una educación pueda considerarse tal, según Bardina,
habrán de concurrir cuatro condiciones:
Primera, desarrollar las facultades según la naturaleza de
cada una. Entiende la educación como un progreso integral,
apuntando
a un desarrollo permanente. Si bien hay ocasiones en que sus referencias
a pasajes bíblicos no nos parecen afortunadas, consideramos oportuno
destacar la siguiente afirmación: «La perfecció cristiana
-que Deu imposa al home- és progrés integral (...). La
parábola deIs talents es una lliçó d'educació
moderne. Y no será posible complir aquet progrés
jamay
acabat, al qui aborreixi les cosas mondials, que són la palanca
d'aquest progrés integral del home5».
Segunda, la educación ha de ser humana, es decir, libre.
«Atacar la libertad como potencia, es atacar lo más profundo
del ser humano, es negar al hombre (...). Por esto, se ha dicho que el
régimen autoritario de imposición es antihumano, profundamente
atentatorio a la misma esencia educable6».
Tercera, que prepare para la vida, lo cual supone el ejercicio
del dominio de sí, responsabilidad y confianza en los
demás. «La educación debe inclinar al niño
a esta futura vida de hombre de mundo (...); a dominar las dificultades,
convirtiéndolas en substancia de propia nutrición (...);
en una palabra, a adquirir el hábito de una vida escolar de iniciativa,
enlazándola sin solución de continuidad con la vida de sociedad,
con la áspera conquista de las cosas. (...). la Escuela es un «aprendizaje
para la vida» y no una «providencia para los imbéciles7».
Ello será posible si introducimos en lo educativo el sentido
optimista, alegre y sano de la vida, fecundo en sus consecuencias;
frente a la esterilidad de las actitudes contradictorias del pesimista.
«Y aixís, mentres el sentit optimista ens empeny a la activitat
ya la comunicació ab les cosas, al revés y mutualment, la
activitat y la comunicació ab les coses ens engendren salut y optimisme».
Cuando se refiere a los pesimistas, afirma: «Fixeuvos en altres qualitats
d'aquesta casta psicologica: qué fan ells? Res. Ells farien això,
si...; ho arreglarien així, si... (...), si no fossin criticaires.
Pero ni fan, ni arreglan, ni obren...8»».
Cuarta, la educación ha de tener en cuenta el tiempo
presente. «Que prepare para la vida actual, si bien guiada
por un ideal superior de perfección que ha de espolear a todos por
la vida del progreso integral humano9».
Idea ya recogida en EIs manaments del bon mestre, «Escull
com a mèdi una educació que't fassi apte pera la vida
del teu temps10».
La inclusión del tiempo en la teoría y práctica pedagógicas,
tan escasamente tratada en los teóricos de la educación,
constituye una nota de especial relieve en los escritos de Joan Bardina.
Como hemos observado en la segunda condición de la educación,
constituye requisito previo para que un acto sea educativo el que éste
sea libre. La esencia de la libertad es su aspecto libre. Educar la libertad
es educar el aspecto libre, esto es, fortificar el hábito de una
dirección recta, pero libremente recta11».
Con lo cual entiende la libertad como forma del acto educativo.
Al situar la libertad en la esencia misma de lo educativo, toma postura,
frente a las tres opiniones que dividen a los pedagogos (autoritarismo,
liberalismo, régimen de previsión), acerca de
qué régimen debe seguirse en la educación.
En un primer análisis, se refiere a los educadores que siguen
un régimen autoritario, «de reglamentación detallada,
de imposición del bien y privación del mal (...).
Son las razas que se gobiernan por la desconfianza12».
En la Escuela se refleja en los ámbitos de la instrucción
de la educación física y moral. Las iniciativas e inquietudes
quedan pulverizadas. Las ventajas aparentes: una, no pueden desviarse;
otra, el mejoramiento individual, por coacción, «no
dejan de seducir a espíritus rectilíneos y superficiales;
a los que no ven en la moral más que la materialidad del acto, olvidando
su raíz voluntaria; a los que conciben la vida como una ley
mecánica de repeticiones13».
Los extremos peligrosos a que conduce el autoritarismo son la imposibilidad
a determinarse por sí mismo y el tender a una confianza ciega
e irreflexiva en los demás, o bien a un escepticismo estéril
respecto de la autoridad. Como consecuencias pésimas destaca la
infecundidad
inventiva, fruto del régimen autoritario en la educación
intelectual; la dualidad entre el yo pensante y el yo operante,
consecuencia del mismo régimen de educación ética;
y, en tercer lugar, la negación de la personalidad, resultado
de la educación coaccionadora de la voluntad. «De ahí
que el que carece de carácter personal sea víctima de las
personas y de las circunstancias que le arrollan, ya en el terreno económico
(inadaptados), ya en el moral (inconscientes), ya en el político
(seducciones colectivas). (...); el origen actual de grandes males colectivos
no es otro que el procedimiento autoritario y de imposición pasiva
que se sigue generalmente en la educación latina14».
El liberalismo, según Bardina, es el sistema de confianza
aplicado a todos los aspectos de la vida. La Escuela queda alejada de toda
sombra de imposición, dando a maestros y discípulos -en los
cuales todos confían- una absoluta libertad. «Quien
enseña y educa, enseña como le place, mientras no se aparte
de principios universalmente reconocidos, de los cuales, sin embargo, no
le alejaría el Gobierno, sino el público. (...) Los alumnos
hacen lo que quieren. El maestro es pasivo: libertad15».
Las consecuencias serán la desorientación y el abandono
al medio; en un plano ético, ausencia de compromiso, es decir, irresponsabilidad.
Hay quienes, desechando el sistema de coacción, como también
el de libertad absoluta, recurren al régimen de previsión,
procedimiento mixto, «consistente en limpiar de peligros el
campo de acción de los alumnos; y, una vez hecho eso, dejar a los
niños en libertad completa16».
Ese proceder de previsión, aparentemente aceptable, produce frutos
amargos. Hace referencia a tres aspectos del problema: la falsa concepción
del mundo. «Creen los niños que la Escuela es reflejo
de la vida. Así lo sienten, por instinto, y así debería
ser. Creen, en consecuencia, que la futura vida de sociedad será
como esa fácil vida de Colegio (...). y en cuanto se lanzan al mundo...,
se desquicia su alma. «El segundo aspecto del problema es la indisciplina.
(...) Se acostumbran a confundir la libertad con el capricho... Si la autoridad
no sirve para guiar, no tiene objeto formal. Ella huelga donde la ausencia
absoluta de peligros imposibilita toda caída. Se es, entonces, anárquico,
sin ley ni guía...17».
Por último, hace referencia a la falta de armas para el combate
de la vida. «Ni libertad e iniciativa para orientarse, ni disciplina
para dejarse orientar, ni caluroso entusiasmo. Los educandos en un régimen
previsor están vencidos antes de luchar18».
La antinomia, aparentemente irreductible, entre necesidad de vivir,
accionar la vida, y la debilidad, desconocimiento y falta de hábito
en el niño, conduce a los coaccionadores «a dárselo
todo impuesto, pero no enseñándole ni acostumbrándole
a luchar. Salvan continuamente la infancia pero matan al hombre».
Los naturistas de la libertad le abandonan al medio, «intentan
salvar al hombre, pero lo inutilizan desde niño». Los previsores
«apartan de antemano el peligro y dan a los niños libertad
completa. Pero los niños viven así vida ficticia... salvan
a la infancia pero también le entregan al mundo sin tener la costumbre
de luchar19».
Frente a ello Bardina opta por lo que llama régimen del esfuerzo
libre y graduado. «Considerando que las fuerzas integrales del
niño se fortifican progresivamente, se le debe hacer operar continuamente
entre dificultades y peligros proporcionados a su fuerza en cada momento;
de tal manera que luche continuamente, pero que luche contra un enemigo
proporcionado20».
Tales dificultades habrán de ser adecuadas y reales,
pues la vida es dura, por tanto duro habrá de ser su entrenamiento.
Ello habrá de basarse en el conocimiento hondo de la evolución
general de la niñez, así como en el estudio de todos y cada
uno de los niños individualmente. «Consiste en saber adecuar
a cada instante, para cada niño, el esfuerzo pertinente, ni menor
ni mayor de lo que entonces él requiere21».
Al estar la vida constituida por iniciativas y sumisiones, se impone, por
tanto, favorecer la libertad de iniciativa, de elección y
de aceptación. La obediencia y la disciplina activas
son consecuencia de una libertad bien entendida, frente a la pasividad,
fruto seco de coacción. «Del amor a la libertad, hijo de la
razón y de la voluntad, se derivará el amor a la obediencia
y a la disciplina. Hasta podrían casarse ambas palabras y hablar
brillantemente de obediencia libre». Confianza, obediencia,
disciplina y entusiasmo son cuatro condiciones de la vida que deben educarse
ya en la escuela (preparación para la vida). Si bien no son la libertad,
habrán de educarse cerca de ella, nunca bajo un régimen de
coacción. «En la vida es necesaria una confianza grande
en el prójimo y en las especialidades técnicas, sin las cuales
ni la sociedad ni el progreso serían viables. Es necesaria una obediencia
absoluta a cuanto significa también base necesaria de la libertad
y de la fraternidad. Es necesaria una disciplina inflexible en la
subordinación de mi «yo» a mis deberes de lugar, tiempo
y trabajo. Es necesario un entusiasmo (sugestión) cálido,
que mueva mi libertad y la voluntad colectiva a empresas altas, a ideales
de ilusión, a empresas fecundas22».
La personalidad es fruto de una elaboración interna de
actividad total, «la cual supone un lento proceso de autoeducación23».
El criterio personal, fundamentado en el aufoconocimiento,
la observación y el espíritu de iniciativa,
constituirán la base de la autorientación, sin menosprecio
del consejo orientador. Su concepto de la vida como lucha y de la
educación como conquista personal hacen que el aspecto ascético
sea una constante en su pensamiento pedagógico, fuente, a la vez,
de virtudes morales. Orden, ritmo y perseverancia constituirán los
valores
técnicos que darán relieve a nuestro obrar cotidiano,
aparentemente intrascendente24.
Entender, como hace Bardina, la libertad en la esencia misma de la educación,
como forma de ella, es tanto como considerar a la educación
como conformación de la libertad. El personalismo antropológico,
como doctrina ético política, subyace en su planteamiento
de la libertad; asimismo, bajo esta formalidad, en un plano pedagógico,
apunta a una personalización educativa. En lo que se refiere
a principios didácticos de personalización, creatividad
y contacto directo con la sociedad, observamos analogías
con la Institución Libre de Enseñanza y el movimiento
de la Escuela Nueva.
El hombre, por ser libre, tiene que desplegarse históricamente.
La historicidad compromete totalmente al ser humano. La libertad humana
hace de la historia algo, a la vez, libre y necesario. En este sentido
apunta Bardina cuando afirma: «(...); y siendo la vida un instante
de la evolución, con su parte fundamentada y su parte perfectible,
y, por lo mismo, ruda lucha, y constante iniciativa, resulta que no primariamente
a la imitación, sino a la autarquía individual deberemos
encaminar los pasos y los hábitos de los pequeños25».
El hábito es condición de continuidad, por él
el presente está unido al pasado que se incorpora, y prepara el
porvenir. Si la inercia es factor de identidad y repetición, el
hábito es principio de novedad y de progreso. Bardina hace
referencia al hábito en su sentido más estricto, es decir,
hábito
creador, en cuanto añade algo nuevo a la naturaleza bajo una
forma que constituye una verdadera novedad. Ello supone una intervención
de la voluntad según finalidades concebidas por la razón.
«El hábito, nutrido de ayer, es padre del mañana porque
entraña una cierta necesidad de obrar (...). Una vez adquirido el
hábito, el hombre libre continúa vigilante..., no sólo
creando nuevos hábitos de perfección, sino concretando los
hábitos a objetos libres..., atendidas las mil circunstancias en
cada instante variables26».
Lo que caracteriza a la historia es el acontecer en libertad y comunidad.
Toda la comunidad es histórica y se encuentra en una época
precisa. El hombre está sujeto a unas leyes, pero, al mismo
tiempo, su poder de decisión le permite trascenderlas, dando nueva
forma (reformación) al movimiento histórico. «La segunda
característica de la vida moderna es el sentido de intervención
social, de colaboración colectiva, de mutuo mejoramiento
(...); laboran en su propia reforma, transformando pacientemente
lo caduco, y animando con un alma nueva (...). Laboran sobre lo existente
(trabajo parcial, posible y efectivo27).
La educación ha de satisfacer necesidades verdaderas, teniendo
en cuenta posibilidades reales de una sociedad concreta. «Un
utopista, menos aún, un hombre cuyo valor total excede en mucho
al de su instante, o vive aislado en comunidad, no en comunidad,
y no colabora al común perfeccionamiento; o no tiene más
remedio que vestirse de formas vulgares..., y acomodarse a la manera hic
et nunc de sus prójimos, y concebir su ideal como realizable
por dosis. Para arrastrar hacia arriba a una sociedad, debemos hacernos,
de una manera u otra, solidarios con ella28».
Los soñadores y utopistas no tienen en cuenta la naturaleza del
niño, ni la situación real de que forma parte, «esperan
elaborar un futuro incierto (trabajo total, imposible y nulo29»).
El hombre concreto es horno viator, hombre en camino. «El
ideal me señala el fin al cual me propongo llegar. Pero el triunfo
depende, en gran parte, de las circunstancias de tiempo y lugar y de los
medios que escoja para llegar a aquel fin30».
La libertad posibilita la creatividad y el progreso. El
hombre cuanto más libre es más original. La libertad, como
autofidelidad
existencial, a que apunta Jaspers, es fidelidad a nuestra misma historia,
a nuestra propia originalidad, que se pone de manifiesto en nuestra libre
decisión; así, educando la voluntad, podemos emanciparnos
de la imitación. «Cada momento de la vida integral de una
persona libre es un pequeño invento, si él se desenvuelve
de una manera racional y humana. (...) Sólo así con este
carácter creador se concibe la educación primero, el amor
al oficio después, y, finalmente, el progreso anónimo y colectivo
de un pueblo hacia su perfección31».
Notas:
1Artur
Martorell i Bisbal, Joan Bardina i 1'«Escola de Mestres».
Ed. Gustavo Gili, 1961, p. 259.
2Jordi
Monés, El pensament escolar i la renovació pedagógica
a Catalunya (1833-1938). Ed. La Magrana, Barcelona, 1977, p. 227.
3Joan
Bardina, El valor de la Educació. Ed. Fidel Giró,
Barcelona, 1908, pp. 7-12.
4Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
en: «Revista de Educación», julio 1911, número
7, p. 280.
5Íd.,
L
'Optimisme en la Educació. Escola de Mestres. Barcelona, 1909,
p. 8.
6Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., año 1, febrero 1911, número 2, p. 74.
7Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., julio 1911, número 7, p. 427.
8Íd.,
L
'Optimisme en la Educació. Escola de Mestres. Barcelona, 1909,
pp. 9 s.
9Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 2, p. 76.
10Íd.,
Memoria
del curs 1906-1907. Escola de Mestres, p. 14.
11Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 2, pp. 74 s.
12Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 1, enero 1911, p. 28.
13Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 2, p. 72.
14Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 3, marzo 1911, p. 171.
15Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 1, pp. 29 s.
16Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 7, p. 426.
17Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 7, p. 428.
18Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 7, p. 429.
19Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 9, septiembre 1911, p. 592.
20Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 9, p. 591.
21Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 9, p. 592.
22Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 7, pp. 283 s.
23Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 3, p. 171.
24Íd.,
La
energía en 10 lecciones (Educación práctica de la
voluntad). Sociedad General de Publicaciones, Barcelona, pp. 132-138.
25Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 2, p. 76.
26Íd.,
La
energía en 10 lecciones (Educación práctica de la
voluntad). Sociedad General de Publicaciones, Barcelona, pp. 110 s.
27Íd.,
ibíd., p. 95.
28Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 2, p. 76.
29Íd.,
La
energía en 10 lecciones (Educación práctica de la
voluntad). Sociedad General de Publicaciones, Barcelona, p. 95.
30Íd.,
ibíd., p. 82.
31Íd.,
Sobre
el régimen de libertad de los escolares en la Educación Primaria,
o. c., número 3, p. 167.