3. Bardina y la renovación pedagógica en
Cataluña.
Buenaventura Delgado.
Se ha dicho en otra parte de este trabajo que Bardina sustituyó
las lides políticas en las que tomó parte activa desde muy
joven, por las actividades pedagógicas, al convencerse de que, para
la recuperación y regeneración de la personalidad catalana,
el campo de la educación era mucho más operativo que el político1.
Como a tantos hombres de su generación, a Bardina le decepciona
la política y cree firmemente que la educación posee un valor
salvífico, es la panacea y receta contra la decadencia, contra los
desastres nacionales, las injusticias sociales y todos aquellos defectos
que, en general, con actitud excesivamente acre, a veces, y con tendencia
a la desmesura, ven en España los regeneracionistas del 98, a cuyo
grupo pertenece Bardina.
Durante diez años -de 1902 a 1911- interviene como un torbellino
en todo lo referente a la cultura y a la educación catalanas: campañas
periodísticas, congresos, instituciones pedagógicas, programas
pedagógicos de los partidos políticos, revistas especializadas,
cursos, conferencias y reuniones le absorben su tiempo, a la vez que las
clases particulares pro pane lucrando y el estudio.
Bardina, hombre de acción y de gran magnetismo personal, se mueve
en las coordenadas de la filosofía espiritualista y voluntarista
que tan profunda huella imprime al movimiento renovador de la escuela2.
A principios de siglo existen fundadas esperanzas para creer en una próxima
autonomía concedida a Cataluña por el poder central. Una
vez conseguida la tan inminente y anhelada autonomía, ¿cómo
se prepara Cataluña en el terreno educativo?. ¿Con qué
hombres y con qué estructuras se puede contar para esta nueva organización?.
¿Qué tipo de educación se va a impartir entonces,
la antigua o la moderna?.
Estas cuestiones de vital trascendencia aborda Bardina en una conferencia
pronunciada en el Ateneo Autonomista del Distrito VI, el 28 de noviembre
de 1908. Hay que seguir el ejemplo de los países que, desde hace
tiempo, se han tomado muy en serio la educación nacional; en los
Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, «la educación
hace allí un segundo y mayor milagro: va transformando aquel bloque
colosal de conglomerados amorfos, en personalidad nacional definida, con
todas las fuerzas que da aquella personalidad3».
Joan Bardina piensa certeramente que la autonomía pedagógica
no es más que una condición previa, una plataforma, pero
no «un maná que alimenta; és, solsament, una arma:
podem usarne bé y mal. Es una qüestió imprescindible,
essencialíssima; pero previa, res més que previa4».
El que se imparta una educación de calidad no depende esencialmente
del grado de autonomía de que goce la escuela, sino de otras muchas
variables, más importantes, quizás5.
Algo semejante ocurre con la lengua en que se imparte esta educación;
autonomía y lengua catalana en la escuela son necesarias, pero no
resuelven el problema de la educación. «La cuestión
de la lengua en la escuela es una gran cuestión; pero no es toda
la cuestión. Es una condición para hacer educación
honda. No es la educación honda. Resuelve el problema lingüístico
y nada más, no queda resuelta la cuestión educativa; no queda
ni siquiera abordada. La lengua, como la autonomía, son condiciones
esenciales de vida; no son, sin embargo, la vida6».
Bardina viene preparándose y preparando intensamente al equipo que,
a su juicio, llevará a cabo esta gran misión cuando suene
la hora de la autonomía. Cree que nadie podrá discutirle
la primacía con una mejor hoja de servicios y está convencido
de que en Cataluña no existe equipo más y mejor preparado
que el que él alienta. «Hace tres años que -afirma
Bardina en la citada conferencia- apartados de las luchas periodísticas
que con tanta actividad sostuvimos en pro de la Educación, nos dedicamos
de lleno al estudio y a la práctica de las grandes cuestiones pedagógicas,
allá, en un rincón del mundo, en la Escuela de Maestros;
rincón de donde saldrá la luz y el fuego a no tardar mucho
(...). Allí, meditando las grandes cuestiones de la Educación
nueva, estamos trabajando en una empresa pesada, pero grata: la resolución
en Cataluña de los grandes problemas educativos para que, al llegar
la Autonomía y la Libertad, no nos quedemos con las manos atadas
por la ignorancia; para que no hagamos una Educación falsa, creyendo
que todo se resuelve con prácticas y hablando nuestra estimada lengua7».
Su ambición era poder ofrecer, llegado el momento deseado, a
los poderes públicos autónomos, un plantel de educadores
forjados en consonancia con las exigencias de la nueva educación,
y capaces de organizar y de resolver definitivamente la cuestión
pedagógica. Los resultados y frutos de esta nueva educación
serían purificar los individuos, potenciar la raza y hacer «un
poble fort de cos, perseverant de voluntat, emprenedor de caracter, de
vida intensa, rich en tota mena de riquesa y de salut. Y vessarem com riuada
la força y la potencia, y imperarem sobre Espanya ab el ceptre de
la civilisació8».
Bardina y Prat de la Riba.
Al comienzo de las campañas de Bardina en La Veu de Catalunya,
Prat de la Riba le escribió una carta desde Suiza donde se reponía
de una grave enfermedad, ofreciéndosele para colaborar y organizar
la cuestión educativa9.
Podemos reconstruir parcialmente las relaciones de Bardina con el gran
político catalán a través de las cartas que el archivo
familiar de Prat de la Riba conserva del samboyano; guarda, en total, 21
cartas, la primera de las cuales está fechada el 6 de mayo de 1902.
A primeros de diciembre de 1902 debió escribirle Prat pidiéndole
información sobre lo que podría costar el montaje de una
escuela moderna. Bardina era el hombre del día en el terreno pedagógico
en Barcelona; el 11 y el 14 del mismo mes contesta Bardina con sendas cartas.
El presupuesto de una escuela verdaderamente moderna y bien equipada puede
depender de múltiples factores; aparte los gastos del material escolar,
de los libros de texto, de los gastos de electricidad, de la retribución
al profesorado, etc., el presupuesto de una escuela de ocho a diez aulas
varía según las condiciones del local -viejo o construido
exprofeso-, de su ubicación en el casco antiguo o en la zona del
ensanche, o bien en el extrarradio, o en una localidad cercana a Barcelona.
Varía también según que vaya destinada a hijos de
obreros y, por tanto, sea gratuita, o bien semigratuita.
Otro problema con el que conviene contar es el de los libros de texto
que, a juicio de Bardina, debieran ser concebidos y escritos según
un plan cíclico de enseñanzas; si es así, habría
que editar unos diez libros distintos.
En cuanto a la retribución de los maestros, se debería
tener en cuenta si esta hipotética escuela moderna sería
regentada por maestros pagados, o bien por voluntarios, o ayudados por
auxiliares, según la costumbre de la época; un maestro con
un centenar largo de alumnos solía contar con uno o dos auxiliares.
A fines del mismo mes de diciembre escribe de nuevo Bardina comunicándole
que sigue trabajando en el Pressupost de l'Escola. No cabe duda
de que el capítulo escolar ocupaba un lugar importante entre las
preocupaciones de Prat de la Riba, el cual no pretendía otra cosa
que hacerse una idea del coste de la «operación escuela».
En el resto de las cartas no se vuelve a aludir al tema; probablemente
Prat dejó de preocuparse del Pressupost, o bien tuvo suficiente
con los datos generales suministrados.
Un año después10,
le escribe de nuevo Bardina indicándole que muy pronto le enviará
una lista de personas con las que se podría contar para la elaboración
de los libros de texto; en esta lista incluiría también nombres
de dibujantes y fotógrafos entre los que poder elegir. Bardina le
comunica igualmente que hará,
«a ratos perduts, las bases concretes sobre les quals s'haura
d'escriure cada assignatura, pera entregarla en son dia als encarregats
de fer els llibres, bases pedagògiques sols, naturalment. Quan seran
fetes, las hi enviaré, per si las trova reformables».
No es necesario decir que estas bases pedagógicas fueron exclusivamente
elaboradas por el pedagogo; poco podía aportar Prat de la Riba en
este terreno; difícilmente podía comprender la idea de Bardina
de escribir una serie de libros de acuerdo con un plan cíclico.
Lo que sí podía aportar Prat era su enorme sentido práctico
lanzando a Bardina para que redactase las normas a las que habrían
de atenerse los nuevos textos escolares. Bardina escribió a las
principales editoriales extranjeras (Garnier, Hachette, Delagrave...) pidiendo
catálogos y ejemplares de libros escolares, antes de ponerse a redactar
las bases; no creyó nunca en el libro de texto como en la solución
a todos los problemas de la escuela; no podía creer, como buen pedagogo,
que el libro era la panacea; al libro de texto lo juzgaba en su justo valor
como un auxiliar, importante sin duda, pero auxiliar.
En otra carta le recomienda Bardina las personas que podrían
hacer los primeros libros: Jové, para la Gramática Castellana,
pensada sobre la base de la Catalana; Vives, para la Aritmética,
y Font, un ex-seminarista de Gerona especialista en Ciencias y familiarizado
con las revistas científicas extranjeras11.
Además de los libros de texto, sobre los que sigue trabajando
durante 1904, preocupa a Bardina el pupitre escolar; con el tiempo llegó
a diseñar uno para la Escola de Mestres fabricado por los
mismos alumnos12.
A principios de 1904 terminó las Bases generals per als llibres
de text, dos copias de las cuales se conservan en el archivo de Prat
de la Riba13.
Cada escuela sería organizada en seis cursos graduados, prescindiendo
de las aulas de párvulos y de ampliación; cada curso tendría
un solo libro de texto -seis en total por tanto-, en cada uno de los cuales,
de forma progresiva, se desarrollarían las mismas materias, graduando
la extensión e intensidad; de esta forma, por ejemplo, el libro
de sexto curso para niños de 12 años, trataría las
mismas materias y en el mismo orden que el libro del primer curso, destinado
a niños de seis años. Las ventajas pedagógicas son
obvias; con este enfoque se lograba la graduación del aprendizaje,
a la vez que; se evitaban los saltos injustificados, la dispersión
y desconcierto al abordar materias nuevas, olvido de lo aprendido de un
curso para otro, etc.
Las materias a estudiar en cada curso serían: Higiene, Doctrina
Cristiana, Economía, Derecho, Geografía, Historia, Ciencias
Naturales, Física, Cosmografía, Aritmética, Geometría,
Catalán, Francés y Castellano, catorce materias en total,
que podrían resumirse en diez o doce. Si desde el punto de vista
pedagógico era bueno el plan, desde el punto de vista práctico
presentaba ciertas dificultades; cada texto debía ser, en cierto
modo, voluminoso y no sería sencilla la coordinación de los
distintos autores encargados de cada materia. La lectura, la escritura,
el dictado y el dibujo no necesitaban libros de texto. Quizás estas
objeciones aconsejaron la edición de los libros independientes,
como tendremos ocasión de ver.
Tras madura reflexión, Bardina llegó a la conclusión
de que cada libro de texto y cada materia debía tratarse bajo cinco
aspectos claramente diferenciados:
-
Una parte mnemotécnica o de memoria.
-
Una parte explicativa.
-
Una parte sintética.
-
Una parte gráfica.
-
Una parte práctica.
En la primera, el autor consignará lo que, a su juicio, considera
más importante; será poco y el alumno lo deberá aprender
de memoria. Como orientación aconseja lo siguiente:
-
Que el autor medite las palabras que ha de poner, sin consignar nada más
que las necesarias. Cada palabra recordará al alumno alguna aclaración
o demostración del libro, o bien alguna explicación del profesor.
-
Las palabras repetidas en la asignatura pueden ponerse abreviadas; para
mayor concisión, puede usarse un lenguaje no demasiado sintáctico,
con tal de que sea claro.
-
Evitar las repeticiones inútiles; evitar colocar «los corolarios
como principios o viceversa».
-
Las preguntas y respuestas seguirán el método expositivo.
-
En cada punto el autor utilizará indistintamente el método
analítico o sintético, según crea conveniente; «en
el primer caso, comenzando por un ejemplo y acabando por la definición
o teorema; y en el segundo, al revés».
«Las definiciones han de ser, antes que exactas, claras y cortas;
si esto no es posible, es mejor suprimirlas poniendo en su lugar una explicación
vulgar».
-
Todos los libros han de escribirse en catalán, siguiendo unas mismas
normas ortográficas.
Por lo demás, cada autor tenía libertad incluso para prescindir
del orden lógico, si lo creía conveniente; «l'ordre
logic, en llibres de text per a nois, a voltes és el més
gros obstacle per a la bondat del llibre».
La parte explicativa comprende las aclaraciones, demostraciones,
símiles, ampliaciones, etc., que ayudan a la mejor comprensión;
para que pueda ser extensa irá en letra menuda y con ilústraciones,
a continuación del texto mnemotécnico al que explica o demuestra.
En las normas prácticas aconseja Bardina no despreciar las explicaciones
o símiles vulgares; «com més vulgar millor, fugint
d'abstraccions y cosas superiors». Generalmente debe seguirse el
camino analítico multiplicando los casos particulares. Al mismo
tiempo podrá usar el método concéntrico relacionando
cada punto con los anteriores o posteriores, bien de la propia asignatura
o de otras, para lo cual se facilitaría a los autores el índice
de los restantes libros de texto.
La parte sintética comprendía los cuadros sin ópticos,
fórmulas, esquemas, etc., en los que se resume lo explicado para
poder fijarlo mejor en la memoria. Esta parte iría mezclada con
la práctica y en letra bastardilla.
La parte gráfica la constituyen los grabados, los croquis
intuitivos, etc. En esta parte conviene no escatimar los grabados, intentando
poner, como mínimo, seis por página.
En el caso de que el autor no sepa dibujar con facilidad, debería
explicar convenientemente lo que desea que el dibujante haga. Además
de los dibujos que generalmente ilustran los libros de texto, pondrían
otros que sean prácticos; en Geometría, por ejemplo, edificios,
en Gramática, objetos, en Educación Cívica, dibujos
simbólicos, etc.
En el caso de una ilustración importante el autor habría
de especificar las dimensiones que tendría en el texto y las que
tiene en la realidad, lo cual es sumamente importante cuando se trata de
animales, plantas, máquinas, etcétera.
Estas partes deben estar concebidas de modo que el alumno vea las consecuencias
prácticas inmediatas de lo que está haciendo; al hablar,
por ejemplo -aclara Bardina-, del elefante y del marfil, se indicarán
sus utilidades, y en los dibujos deben aparecer los objetos conocidos para
los que sirve el marfil. «Además de este aspecto práctico
general, existe una parte práctica especial que podrá acompañar
a muchos párrafos, aunque no a todos, por no prestarse a determinadas
materias. Esta parte especial práctica consistirá en cuadros,
listas, tablas, etc., en que consten detallados los datos prácticos
que puedan interesar, pero que no sea posible hacer aprender de memoria,
por ejemplo, tratándose del calor (Física), los coeficientes
de dilatación de las cosas más usuales; en Francés,
los principales nombres que tienen h inicial sonora; en Derecho, los artículos
literales más interesantes que crea el autor (artículos del
derecho actual vigente); en Doctrina, el Santoral Catalán; en Aritmética,
fórmulas claras para abreviar problemas; en Higiene (pública),
estado higiénico de las naciones más avanzadas; en Geometría,
fórmulas de la superficie y volumen de las cosas, etc».
Estas cuatro últimas partes habrán de ser como un apéndice
de la primera; cada párrafo deberá ir numerado de manera
que todas las materias que forman parte de un mismo libro puedan interrelacionarse
siguiendo el método concéntrico.
Bardina calculaba que la materia más extensa -la Aritmética
y la Geometría- debería constar de no más de un centenar
de párrafos y el resto de materias, unos 60; formando en total cada
materia alrededor de 30 a 35 páginas.
Cada autor redactaría tan sólo el texto del último
curso; los otros cinco serían extractados de éste por un
maestro o por una comisión pedagógica. Posteriormente el
autor del primero podría revisar los cinco restantes y hacer las
observaciones que creyese conveniente.
Un detalle más: se haría un programa-cuestionario aparte
de cada materia con preguntas relacionadas con uno de los párrafos
numerados del texto; estas preguntas no serían directas, sino indirectas,
de carácter indefinido y en relación con las distintas materias
tratadas.
Para mejor comprensión de estas «Bases pedagógicas»
Bardina confeccionó, a modo de ejemplo, cuatro folios referidos
a otras tantas materias: Gramática Catalana, Derechos y Deberes,
Geometría e Higiene.
Sin pretender realizar un análisis exhaustivo y pormenorizado,
estas «Bases» contienen numerosos aciertos útiles hoy
día en la confección de los libros de texto. Con estas o
parecidas bases podría elevarse el nivel pedagógico de los
libros escolares, evitando, por ejemplo, las repeticiones inútiles,
el vocabulario distinto y, en ocasiones contradictorio de los libros de
distinto nivel de una misma editorial; se evitaría también
el enfoque divergente de la exposición, de la metodología,
de los ejercicios prácticos, el desequilibrio entre unas partes
y otras... No es nada descabellada la idea de Bardina de que, aparte del
especialista, intervenga en la redacción definitiva un maestro o
una comisión pedagógica.
Otras ventajas son el carácter concéntrico e ÍnterdisciplÍnar
de los libros pensados por Bardina, la parte mnemotécnica que permite
al alumno fijarse en los aspectos más importantes, ayudándole
a distinguir lo esencial de lo accesorio, el uso alternativo del análisis,
síntesis y aplicación práctica de lo aprendido, el
aprecio del lenguaje coloquial huyendo del academicismo y tecnicismo innecesarios
en los niveles elementales de la escuela, el esquematismo del texto, la
abundancia de ilustraciones... Más discutible sería el orden
establecido en las distintas partes del texto, el uso de distinta tipografía,
la brevedad de las materias, lo apretado de las páginas, etc.
Estas «Bases pedagógicas» fueron escritas y ciclostiladas
por el propio Bardina en las oficinas de la Lliga Regionalista. Del proyecto
inicial tan sólo se publicaron unas cuantas obras; he visto la Aritmètica
Pedagógica Catalana. Curs Superior. Llibre de Text y un Qüestionari
pràctic de la misma materia, volúmenes escritos por Vives-Cornet
y publicados en 190514;
Historia
Sagrada Educativa de la esposa de Bardina J. Soronellas (1905); Gramática
Pedagógica de la Llenga (sic) Catalana, grados elemental
y superior, ambas de Bardina y aparecidas en 1907, libros todos ellos elaborados
según las citadas «Bases pedagógicas».
Paralelamente a la redacción de los libros de texto pensó
Bardina, de acuerdo con Prat, constituir un Patronato de Escuelas Catalanas
encargado de aglutinar los esfuerzos dispersos que por doquier surgían
en toda Cataluña. En la Memoria del Curs 1906-07 de la Escola
de Mestres afirma Bardina que él se encargó de la organización
técnica y pedagógica del Patronato, mientras que Prat lo
hacía de la estructura, del personal y de la parte económica
del mismo, lo cual, a la luz de las cartas comentadas, no es exacto. Tan
sólo se trata de una deferencia cortés respecto al líder
de la Lliga. En estas cartas habla Bardina del «Patronato de Escuelas»,
de una Memoria y de la «Organització d'Escoles Cícliques
Catalanes», nombres distintos referidos a un mismo trabajo de Bardina
que no llegó a ver la luz por no considerarlo oportuno Prat de la
Riba.
Por primera vez habla Bardina de este trabajo en carta del 3 de enero
de 1904; en ella comienza felicitando a Prat por su artículo en
La
Veu que «'m vá alegrar molt -dice Bardina- puig significa
el retorn á la vida pública del qui ha de fer possible la
realisació de las Escolas Catalanas». No era Prat el único
preocupado por las escuelas catalanas, ni el primero; el Dr. Jerónimo
Estrany había sido encargado de establecer una escuela catalana
subvencionada por la que Bardina llama «Cooperativa Catalana de Monjas»;
al no desear crear una escuela rutinaria más, el Dr. Estrany «volía
enterarse dels plans nous», escribe Bardina, es decir, de las directrices
más modernas de la Pedagogía. El Dr. Jerónimo Estrany
hacía gestiones para fundar las Escuelas del Distrito VI
de la calle del Carmen, introductoras en Barcelona de interesantes novedades
pedagógicas. Anteriores a estas escuelas catalanas era el Col·legi
Sant Jordi -considerada la primera escuela catalana moderna-, fundado
por Flos i Calcat en 1898. Un año después se constituyó
la Asociació Protectora de la Ensenyança Catalana,
encargada de fomentar la creación de escuelas catalanas; subvencionaba
a escuelas qué lo solicitaban, editaba libros escolares en catalán
y contaba con numerosos socios protectores dentro y fuera de España.
No obstante, en la época a que nos referimos la Protectora
estaba en sus balbuceos y no contaba con el apoyo y fuerza que tendrá
durante los años de la Mancomunidad de Cataluña; en los primeros
años de siglo las iniciativas de creación de escuelas catalanas
eran dispersas y faltas de cohesión, por lo que Bardina transmite
a Prat la idea del Dr. Estrany: «aniría mellor que tots els
que fan Escoles Catalanes anessin units baix un plan general», idea
con la que Bardina estaba de acuerdo y le impulsaba a concluir su plan
general de escuelas. En la misma carta -recordemos la fecha de enero de
1904- escribe:
«Ara estich ampliant una Organisació d'Escolas. Cíclicas
Catalanas, que tenía embastada; y quam estiga acabada (crech
d'aquí unes 8 días), (...) vindré á visitarlo
ab aquestas Bases, per si té un rato de vaga pera pasarhi
'ls ulls. Tracta (en resúm) dels noys, mestres, llibres, locals,
horaris, assignaturas, metodes moderns y educació integral, pera
dar una idea exacte als patrons, si convé algún día».
En otras cartas vuelve Bardina a aludir a su Memoria; en una
de ellas dice que podría publicarla dedicándola a Ramón
Monegal, industrial protector de las Escuelas del Distrito VI; en
otra le comunica que los dirigentes del Instituto Obrero le han
ofrecido publicar su Memoria, oferta que Bardina desecha siguiendo
el criterio de Prat de la Riba15.
Creada la Lliga Regionalista en 1901, no podía excluir
de su programa político la creación de escuelas, puesto que
no había partido político importante de Barcelona que no
contase con su propia red de escuelas; la preocupación docente de
los Partidos se debía a numerosas razones, entre las que cabe recordar
la ineficacia y despreocupación de los poderes públicos,
la demanda escolar de las masas proletarias en un ambiente saturado de
pedagogismo, las ventajas que suponía para el electorado afiliarse
a una u otra tendencia, el adoctrinamiento político que se llevaba
a cabo en estas escuelas... Lerrouxistas, anarquistas, católicos,
etc., tenían sus propias escuelas al margen de las públicas
o estatales.
La Lliga no podía inhibirse en aspecto tan importante,
ni tampoco podía promocionar otras escuelas que no fuesen catalanas.
Sobre este tema tan poco conocido escribe Bardina varias cartas en las
que nos proyecta una luz valiosa. El 21 de enero de 1904 la «Comisión
de Escuelas de la Liga» estuvo reunida con Bardina acordando los
puntos siguientes que previamente Prat había admitido:
-
La Lliga no debía aparecer como patrocinadora del proyecto del Patronato
de Escuelas Catalanas.
-
Estas escuelas debían agruparse bajo la base de un Patronato.
-
Las escuelas no sólo debían ser catalanas sino modernas.
-
No debían ser escuelas exclusivamente para obreros16.
Por otra parte, la Comisión de Escuelas de la Liga formada por los
señores Giralt, Sans, Ribas, etc., suspenderían temporalmente
la creación de nuevas escuelas, hasta ponerse de acuerdo con Prat
de la Riba y Bardina, el cual comunica al primero que le han anunciado
una nueva entrevista los promotores de las Escuelas del Distrito VI,
señores Estrany, Lleó y Morera y Montoliu; Bardina le avisa
para no acordar con ellos nada que pueda perjudicar al futuro Patronato.
Mientras éste cristaliza piensa informarse de la organización
y estructuras de algunos patronatos extranjeros17.
Para comprender mejor la importancia que la cuestión escolar
tiene para cualquier partido político, leamos este fragmento de
Bardina:
«Pensando, pensando sobre esto, y la manera de encarrilar la parte
pedagógica -consecuencia de la cual quedaría casi resuelta
la parte política contra la Liga, quiero decir, los intentos de
los que quieren inutilizar la Liga- se me ha ocurrido un plan, sobre cuya
eficacia y oportunidad usted, más enterado de estas cuestiones personales,
podrá juzgar18».
El plan consistía, en primer lugar, en constituir un Patronato
de Escuelas Catalanas formado por hombres de reconocido prestigio entre
los intelectuales, conservadores, políticos, etc., que se encargarían
de crear escuelas «purament socials, modernas, educativas, etc.».
Mientras se organizaba este Patronato, La Veu y si era posible,
el Brusi, orquestarían la campaña insistiendo «durant
aquell mes continuament en que las Escolas deuen ser independents de faccions
politicas, modernas, educativas, ab excursions, etc. Yo publicaria la meva
Memoria -si fos convenient- y estich cert que 'l mateix R. Monegal (...)
s'entusiasmaria. Al efecte, si convé, li dedicaria á ell
la Memoria. Simultáneament faría campanya la naixenta
Academia Pedagógica».
En tercer lugar, habría que reunir, al menos un centenar de personas
y «distribuirlas en secciones: Consejo Directivo, Comisión
Pedagógica, Caja de Ahorros, de Hacienda, de excursiones, de plan
social, etc.; 50 secciones con un número de miembros entre tres
y diez cada una. A estas personas se las distribuiría estratégicamente
por los barrios de Barcelona.
Posteriormente, en una reunión general, se determinaría
la cuota a satisfacer por cada miembro.
Una vez lograda la estructura del Patronato, habría que señalar
su política a seguir. Sobre todo, habría que englobar a todas
las escuelas catalanas dentro del Patronato, el cual se encargaría
de modernizarlas; o bien se integran las existentes de grado, o se les
amenaza con una campaña de descrédito -cosa que no se realizaría,
subraya Bardina- hablando públicamente del «estado atrasadísimo
de estas Escuelas y descubriendo la cuestión política que
se lleva a cabo a espaldas de ellas».
El plan quedaba completo con dos detalles más de suma importancia:
el Patronato, además de reformar las Escuelas catalanas existentes
y de crear otras nuevas, fundaría tma «Normal Catalana agregada
a la oficial, para acaparar (con hijos listos de obreros a los que se les
pagaría los estudios) las Escuelas públicas de toda Cataluña,
de chicos y chicas». En segundo lugar, era necesario crear una Revista
Pedagógica, con lo cual la Lliga se impondría -y con ella
Bardina- a todas las tendencias pedagógicas catalanistas de la época;
las escuelas catalanas dependientes del Obispado y recalcitrantes a la
hora de colaborar con los proyectos pedagógicos de la Lliga, no
podrían resistir la presión y terminarían sometiéndose.
Si la Liga -Prat de la Riba- daba el visto bueno a este plan, creía
Bardina que «la cuestión político-personal o de la
esquerra,
quedaba enterrada con esto. Nosotros influiríamos las Escuelas,
los Ateneos morirían anémicos sin este aliciente, y entonces
sería el momento -si no acababan y ustedes lo creían oportuno-
de crear Delegaciones de la Liga en cada Distrito que acabasen de rematarlo».
El Plan Bardina no era nada descabellado ni difería sustancialmente
del llevado a cabo por algunos de los restantes partidos políticos,
por ejemplo, el Partido Republicano. En principio, Prat de la Riba aceptó
las ideas de Bardina; así, en octubre de 1904, escribe éste
diciendo que siguen muy avanzados los trabajos para introducirse en los
Distritos III, V y VI para fundar sendos ateneos y escuelas adjuntas19;
por su parte, la estrategia de Lluhí, Giralt, Suñol, Carner
y Monegal, todos ellos de Esquerra Catalana, era muy semejante; pensaban
organizar cada Distrito en torno a un ateneo, «con la excusa de Escuelas»,
o introducir en los constituidos una minoría encargada de «organizar
una resistencia, al menos pasiva, contra la Lliga, y el día de las
elecciones -teniendo atada a la gente por los intereses económicos
de la Escuela- imponer el criterio y las personas que ellos quieran».
Si en un principio Prat consideró útiles las ideas de
Bardina, los acontecimientos políticos se precipitaron con el triunfo
de la Lliga y quedaron relegados a un segundo término. El Patronato
no llegó a constituirse en serio, a pesar de que se redactaron sus
estatutos, se multiplicaron las reuniones y se habló de él
en los periódicos. Bardina enumera algunas de las causas políticas,
económicas y técnicas que hicieron inviable el proyecto.
En primer lugar, no era posible crear un Patronato capaz de dotar 4.000
escuelas en Cataluña, con un presupuesto de 20.000 pesetas diarias;
era más razonable ir reformando lentamente lo existente, dada la
buena disposición reformista de muchos de los maestros del magisterio
privado y público. ¿De dónde sacar, si no, tantos
maestros como preveía el Patronato?. En segundo lugar, las elecciones
municipales y provinciales estaban próximas y «la acción
demagógica disminuía». Prat de la Riba pensaba que
comenzaba a pasar el peligro lerrouxista que, como un vendaval, había
irrumpido y arrollado la vida política de Cataluña, organizando
un partido verdaderamente moderno, ganando elecciones, creando Fraternidades,
Casas del Pueblo, Círculos y, sobre todo, escuelas en abierta oposición
a las vinculadas de algún modo a la burguesía20.
Ante esta nueva situación política Prat preveía con
razón que los potentados catalanes se mostrarían reacios
a financiar semejante empresa. Por otra parte, una vez controlados los
ayuntamientos y diputaciones, era más fácil invertir fondos
del erario público en la cuestión escolar. El Patronato
de Escuelas quedó archivado para coyuntura más propicia
y el problema quedó sin resolver, a pesar de su gravedad y urgencia21.
En la Memoria del primer año de la Escola de Mestres
se esfuerza Bardina en convencer a todos de la bondad y necesidad que Cataluña
tiene de su institución. Para con Prat de la Riba no tiene sino
elogios, como si quisiera seguir teniéndolo ganado para su causa.
Le llama amich y mestre y lo considera «siempre con el oído
atento a toda la integridad de la cuestión catalana», sin
olvidar en medio de la barahunda política los asuntos educativos.
No obstante, a Prat de la Riba no acababan de convencerle los proyectos
y empresas de Bardina, y no pensaba en su foro interno asignarle el papel
de protagonista principal que Bardina se asignaba. Mi sospecha se basa
en la actitud que la Diputación adoptó frente a la Escola
de Mestres, en el fracaso económico de la misma y la marcha
de Bardina a París y, posteriormente a América. Prat de la
Riba no contó con él a la hora de la autonomía; Bardina
no volvió nunca a Cataluña. Al finalizar el primer año,
la Escola solicitó al Ayuntamiento y a la Diputación
de Barcelona 10.000 pesetas. El primero concedió la mitad de lo
solicitado, gracias a las gestiones de Joan Ventosa y Calvell y Hermenegildo
Giner; la Diputación tan sólo concedió 1.000, no como
subvención, sino como becas para los gastos oficiales de seis alumnos;
de este dinero «no cobramos ni un céntimo», exclama
con amargura Bardina22.
Prat de la Riba había sido elegido diputado en las elecciones de
marzo de 1905 y presidía la Diputación en este año
1907. El 9 de octubre solicitaba de nuevo Bardina la misma cantidad que
en el curso anterior: 10.000 pesetas. La instancia la firmaban Bardina
y su esposa Josefa Soronellas como directores y Félix Jové
como secretario de la Escola. La instancia iba acompañada
de un ejemplar de la Memoria del primer año, a la que remiten
para mejor información acerca del funcionamiento técnico,
económico y pedagógico. En la instancia recuerdan que «la
crítica de nuestro país y aún la extranjera de las
Revistas profesionales, ateniéndose, no a las promesas y teorías,
sino a los hechos registrados durante el primer curso de funcionamiento,
han colocado a nuestra institución entre las más eminentes
de Europa en métodos y procedimientos de educación integral.
Sólo falta a esta Escola -añaden-, para superar
a muchas extranjeras, poder pagar una mezquindad a los 28 profesores que
la integran23».
Dos días después -el 11 de octubre de 1907- los diputados
discuten en sesión ordinaria la solicitud. Ramón Albó
y B. Tona presentaron a la Corporación un informe favorable en el
que aconsejaban acceder a la solicitud presentada. La importancia que dicha
Escala
supone para «el fomento de la cultura catalana» aconseja -decían-
«que las Corporaciones oficiales se presten a ofrecerla su valioso
concurso». Al tratarse de «una Escuela Normal a la altura de
las extranjeras, en métodos y procedimientos, con educación
sajona, talleres manuales, educación física, enseñanza
objetiva y profesorado escogido; de ser una Escuela enteramente gratuita,
aún para las matrículas y títulos oficiales, pues
oficialmente obtienen las alumnos y alumnas el título de maestros;
de ser estos alumnos escogidos entre las clases desheredadas, talentos
perdidos, haciendo obra social y a la vez patriótica, y finalmente,
el ser los organizadores y el alma de ella personas responsables, conocidos
por sus trabajos pedagógicos en el extranjero, justifican e imponen
el apoyo material de esta Diputación, a la Escola de Mestres24».
El diputado señor Tona leyó el informe al que pertenece
el fragmento transcrito, añadiendo nuevos argumentos que terminasen
de inclinar las voluntades en favor de la Escola; si es urgente
-decía- «fomentar la educación catalana procurando
que en ella encarnen nuestras costumbres y manera de ser, hay que atender
ante todo a crear la primaria materia, o sea, un núcleo de profesores
o maestros formados, no por la imaginación que predomina en los
inspirados por la mentalidad castellana (?), sino por la reflexión
que cuida a la vez de las tres grandes fuerzas que se concretan en el desarrollo
del entendimiento, del cuerpo y de la voluntad».
Los diputados se dejaron convencer ante los argumentos expuestos, pero
enviaron la documentación a la Comisión de Fomento, la cual
no fue del mismo parecer puesto que, a pesar de la innegable importancia
de la institución bardiniana para la transformación de los
«defectuosos sistemas pedagógicos» vigentes, y de que
la esfera de las enseñanzas técnicas recaían directamente
en el ámbito de protección de las Diputaciones provinciales,
no bastaba el ensayo de un año para otorgar lo pedido; era preferible
esperar a que demostrase «sus beneficiosos resultados y, por lo tanto,
la utilidad de su fomento por medio de una mayor protección25»,
por cuyas razones se aconsejaba conceder una subvención de 5.000
pesetas. Esta espera fue fatal para la Escòla de Mestres
nacida de la nada como una maravillosa quimera pedagógica que no
consiguió los recursos y ayuda necesarios para que fuese posible
llegar a frutos de madurez. El nuevo dictamen quedó aprobado y fue
firmado por el presidente de la Diputación Prat de la Riba y el
secretario José Parés. El presidente de la Diputación
dejó hacer a los diputados y no intervino a favor de la Escola26,
la cual acabó muriendo asfixiada de deudas. El Clamor del Magisterio
barcelonés recoge la noticia y publica el siguiente comentario:
«La Escuela de Maestros cierra, según dicen; cierra la
citada Escuela Normal Catalana, en la que tantas ilusiones depositaron
sus fundadores: Juan Bardina, Félix Jové y Josefa Soronellas.
Quienes hayan estado cerca de este nuevo plantel de maestros y conozcan
su nacimiento, su vida y su muerte, podrán juzgarla con equidad
y decir si era una cosa que podía vivir y si merecía vivir.
El cronista no conoce apenas la estructura de la Escuela de Maestros y,
por este motivo, cree que su pérdida llenará de tristeza
a muchos catalanes que tampoco la conocen apenas, pero que la querían
como una esperanza pedagógica, como el sueño de una nueva
orientación para formar al magisterio. En la actualidad Cataluña
ve desaparecer demasiadas cosas que nos hacían creer en nuestra
superioridad. ¿Eran locuras las muchas cosas que desaparecen?. ¿Eran
unos ilusos los que creyeron en ellas?. No lo sé; escribo al pie
de un árbol y ahora que las hojas se le mustian y alguna de ellas
cae por los calores estivales, yo presiento las nuevas primaveras y no
pierdo la fe. ¡Adiós, instituciones que morís!. ¡Buenos
días, instituciones que naceréis27!».
El ocaso y la huella de Bardina.
Cabe preguntarse el por qué de los repetidos fracasos de Bardina
en todas sus empresas, fracasos que no quieren decir que sus esfuerzos
fuesen baldíos e inútiles. No es fácil señalar
las causas que expliquen y justifiquen, en cierta medida, sus fracasos
personales. ¿Eran debidos a su carácter radical e independiente
que le impedía rendir pleitesía a esta o a aquella tendencia
política o grupo constituido?. ¿O bien sus iniciativas estaban
deficientemente estructuradas con contradicciones mortales?. ¿Era
inconstante en la tarea emprendida?. ¿A qué fue debido que
el entusiasmo inicial de Prat de la Riba por su persona se trocó
en frialdad?.
Aunque sea resbaladizo entrar en el terreno de las hipótesis
no creo que las causas estén en su manera de ser, ni en sus limitaciones
personales, sino en el complejo ambiente político en el que desarrolló
sus actividades, sin perder de vista su actitud ante los conflictivos temas
de la coeducación y de la neutralidad religiosa en el campo de la
enseñanza. En la Escola de Mestres Bardina cuidaba la formación
religiosa de sus alumnos incluyendo la Religión en el plan de estudios
y contando con un director espiritual; no obstante, mantuvo una actitud
tolerante y respetuosa frente a la religiosidad de sus alumnos. La coeducación
no fue óbice para que el Cardenal Casañas mirase con simpatía
a la Escola y se constituyese en su protector. Esta cobertura oficial
de la máxima autoridad religiosa de la diócesis acalló
momentáneamente las críticas de aquellos que, conociendo
los antecedentes de Bardina, y su sincero espíritu religioso, no
acababan de comprender como había llegado a implantar la coeducación;
el prestigio y autoridad de Casañas, uno de los primeros socios
protectores de la Escola28,
pudo, quizás, acallar las voces que en este Presupuesto y
en la ola de pasiones desatadas en pro y en contra de las conciencias timoratas,
pero éstas se levantaron airadas con ocasión del Presupuesto
Extraordinario de Cultura del Ayuntamiento, en 1908; creo hay que explicar
el eclipse definitivo de Bardina en Barcelona; naufragó el Presupuesto
y naufragó con él Bardina.
Nos dice en varias ocasiones que fue él quien redactó
las bases pedagógicas del mismo; prescindiendo de la cuestión
religiosa y de la coeducación que tal polvareda levantó,
lo realmente importante del Presupuesto era su contenido pedagógico.
«Todo el mundo tuvo ocasión de conocerlo, y nada más
que los que lo desconocen de desaprobarlo. ¿Para qué repetirlo,
si era una obra absolutamente semejante a nuestra Escuela?.
Triunfe o no materialmente el Presupuesto todavía hoy en litigio,
sus ideas pedagógicas triunfarán siempre en cualquier otra
organización que el Ayuntamiento intente. Puede decirse que la Revolución
aquí está hecha e incluso codificada. Y nosotros estaremos
siempre orgullosos de haber intervenido activísimamente en esta
codificación de las nuevas ideas, a ruego de nuestros amigos del
Ayuntamiento29».
La Comisión encargada de defender el Presupuesto estaba
formada por Francisco Layret -uno de sus más firmes defensores-,
Francisco Magriñá, Pedro Rahola y Francisco Puig Alfonso.
Luis de Zulueta fue nombrado comisario y Bardina secretario. Tras obteper
la aprobación del Ayuntamiento se dio a conocer a la opinión
pública. Inmediatamente obtuvo el apoyo y aprobación entusiasta
de toda la gama republicana: unionistas, federales, nacionalistas y radicales:
los centros democráticos autonomistas, uniones republicanas, fraternidades,
etc., junto con los socialistas y librepensadores volcaron su entusiasmo
en pro del proyecto. Por el contrario, se opusieron con la misma unanimidad
los centros católicos, monárquicos, tradicionalistas, etc.;
el cardenal Casañas escribió dos cartas pastorales contrarias
al Presupuesto: se celebraron mítines en el Tívoli
y en el Frontón Condal; en la mesa presidencial de éste se
hallaba Puig i Cadafalch con otros miembros de la Lliga Regionalista.
Contra estos mítines católicos se organizó el «Mitin
de la Tolerancia» el 18 de mayo de 1908.
La oposición fue tan fuerte que el alcalde Sanllehy suprimió
la base 5ª que establecía la neutralidad religiosa; tras largas
polémicas que llegaron hasta las Cortes, el gobernador civil de
Barcelona, Angel Osorio, suspendió definitivamente el Presupuesto
en febrero de 1909.
La Lliga y su portavoz La Veu de Catalunya inicialmente
dio su visto bueno al proyecto, pero ante la tormenta desencadenada dio
marcha atrás: intentó mantenerse al margen de la disputa
pero acabó entre los opositores. En breve espacio de tiempo, el
periódico (La Veu) pasó de la defensa al silencio
y del silencio al ataque alineándose finalmente entre los detractores30.
Las causas de este cambio repentino fueron debidas a la presión
de la jerarquía eclesiástica: por otra parte, la Lliga
no podía ver con simpatía un proyecto promovido por la mayoría
republicana del Ayuntamiento que podía hipotecar en gran medida
los planes que la propia Lliga proyectaba para el futuro; no obstante,
era muy arriesgado y comprometido oponerse a un proyecto de escuelas catalanas
sin levantar protestas en las filas de los catalanistas, como en efecto
ocurrió. El Poble Català acusó a La Veu
de
anticatalanista por este motivo.
Al seno de la Diputación de Barcelona también llegó
la discordia. En la sesión del 12 de mayo de 1908 un grupo de diputados
propuso visitar corporativamente al alcalde de Barcelona para comunicarle
oficialmente el apoyo y aplauso de la corporación provincial a «tot
quant hagi de contribuir a promoure la cultura netament catalana i, per
tant, el Pressupost de Cultura que a aixo anava encaminat indisputablement31».
Esta propuesta fue sometida a votación y rechazada por 18 votos
contra 11; entre los contrarios estaba el voto de Prat de la Riba que,
en calidad de Presidente, exigió que la propuesta fuese votada por
los diputados.
El precio político pagado por la Lliga por su oposición
al Presupuesto fue alto pero, ¿y Bardina?. Luis de Zulueta había
sido propuesto para el cargo de Comisario por Pere Corominas; Bardina había
sido propuesto por los miembros regionalistas. Fracasado el proyecto, el
fracaso de Bardina era inevitable, con el agravante de que su espíritu
independiente le colocaba en una situación incómoda y aislada;
para la Lliga, Bardina no fue sino un peón al que se le había
utilizado para conseguir unos objetivos propios; para los católicos
-carlistas incluidos- debió ser considerado poco menos que un colaboracionista,
un hereje, por haberse prestado a defender tesis condenadas por la jerarquía
eclesiástica. En medio de la polémica no se vio libre de
burlas sarcásticas. Un periódico de Barcelona lo calificó
de «tarugo pedagógico», creador de una escuela en la
que se estaban formando los futuros maestros catalanistas y separatistas
que ocuparían las plazas de la futura Institución de Cultura
Popular. El resto es fácil suponer; Bardina quedó descalificado
para cualquier empresa pedagógica de envergadura. No es descabellado
suponer que, a partir de este momento, terminaran las raquíticas
subvenciones de la Diputación, de la Diputación, de la Lliga
y de los católicos a la Escola. De nada sirvió que
cediese la dirección a Eladio Homs; fue inútil recabar cualquier
tipo de ayuda eclesiástica.
A pesar de todo, no puede considerarse inútil la obra de Bardina
globalmente considerada. No es nada fácil inventariar su aportación
a la renovación pedagógica catalana, pero lo intentaremos,
aunque demostrar cada uno de los aspectos señalados requiera más
tiempo y más espacio del que ahora disponemos.
Hemos dicho que Bardina irrumpió con fuerza y autoridad en el
alicaído ambiente pedagógico barcelonés de principios
de siglo. Con la misma prisa con que leía, pensaba y escribía
se convirtió en una especie de oráculo al que todos dirigían
sus miradas. La influencia de Bardina puede analizarse en tres aspectos:
en la proyección de su pensamiento, en la influencia de las instituciones
por él fundadas y en sus alumnos. A nivel teórico no se puede
encontrar en Bardina un sistema pedagógico coherente elaborado con
cierto rigor lógico; lo que sí se puede encontrar en él
son ideas, sugerencias, intuiciones geniales, etc. Quizás esta misma
falta de rigor, la facilidad con que Bardina escribía y el apasionamiento
con que dice lo que siente explique el éxito de los primeros años
de sus actividades pedagógicas. Bardina importó y aclimató
en Barcelona, muchas de las ideas conocidas por la pedagogía extranjera,
sobre las que los institucionistas venían hablando y escribiendo
hacía tiempo. Bardina lee y lanza sin parar ideas e iniciativas.
No hay actividad en la que no se halle. «Nos introdujimos -escribe-
en muchas sociedades pedagógicas32;
ampliamos la propaganda por medio de la correspondencia privada, creándonos
en el magisterio una red de amigos cordiales; creamos la «Academia
Pedagógica Catalana»; intervinimos en casi todas las cuestiones
profesionales; empezamos a pesar sobre los Ayuntamientos y en especial
sobre el de Barcelona; ligamos en una Federación a todas las entidades
pedagógicas barcelonesas33;
vulgarizamos en conferencias las ideas regeneradoras; y por encima de todo
este trabajo inmenso -llevado a cabo en horas robadas al sueño y
al trabajo diario para ganar nuestro pan- ideamos la Escuela de Maestros34».
Esta profusa siembra de ideas no siempre es fácil de comprobar.
Baste decir que gran parte de los métodos, principios e ideas preconizados
por el movimiento de la Escuela Nueva (preocupación por la higiene,
por la educación física, por las excursiones, por la libertad
y autogestión de los alumnos, por la educación del carácter
y de la voluntad, por los métodos intuitivos, etc.) ensayados con
éxito en otras instituciones catalanas, tienen un claro precedente,
influyente, sin duda, en Bardina.
La misma impronta bardiniana puede observarse en los numerosos educadores
que siguieron sus huellas: Eladio Homs, Alejandro Galí, Palau Vera...,
muchos de los cuales trabajaron en instituciones educativas que intentaban
convertirse en escuelas auténticamente modernas y nuevas. Finalmente,
cabe señalar que gran parte del programa pedagógico de la
Mancomunidad de Cataluña es una herencia directa de Bardina: Patronato
de Escuelas, Consell de Pedagogía, Quaderns d'Estudi, etc.,
actividades que, o bien fueron sugeridas o realizadas por Bardina, o bien
fueron llevadas a cabo por hombres que, durante algún tiempo, recibieron
su influencia directa.
Notas:
1Ver
J. Bardina, Escóla de Mèstres. Memoria del Curs 1906-7.
Barcelona, 1907.
2En
su obra La energía en 10 lecciones. Educación práctica
de la voluntad con una introducción y un epílogo. Barcelona,
Sociedad General de Publicaciones, S. A., entona un canto apasionado a
la voluntad humana, «motora de todas» las demás facultades,
y ensalza la lucha, el esfuerzo, el ideal y el triunfo como recompensa
del hombre de carácter.
3J.
Bardina, El valor de la educació. (Toch d'alerta, en vigilies
de la nostra organisació pedagógica). Barcelona, F. Giró,
1908, p. 6.
4J.
Bardina, ib., p. 8.
5Esta
conferencia y la pronunciada posteriormente con el título de L'Optimisme
en la Educació (Escola de Mestres, Barcelona, 1909) constituyen
las dos obras claves donde con mayor claridad expone Bardina su pensamiento
pedagógico.
6J.
Bardina, ib., p. 9.
7J.
Bardina, ib., pp. 13-14.
8J.
Bardina, ib., p. 14.
9J.
Bardina, Memomia del Curs 1906-07, ob. cit., p. 4.
10Carta
catalogada con el número 6 (12 de diciembre de 1903).
11Carta
17, sin fecha.
12De
este modelo de pupitre la Memoria del Curs 1906-07 de la Escola
de Mestres publica una fotografía en la página 36 con la
siguiente explicación: «Taula y seyent models especials de
l'Escola. El seyent es giratori, elevatori y ab respatller movil a cada
contracció del cos. La fusta dels peus és graduable segons
el qui segui. El tinter (model exprés) no pot vessar a pesar d'anar
sense tapa».
13Las
cartas en las que Bardina habla de estas Bases están sin fechar.
14De
ella escribe Bardina una carta fechada el 6 de noviembre de 1905 en la
que se queja de que lleva corrigiéndola tres meses a razón
de seis o siete horas diarias, a pesar de lo cual no saldrá como
debería, pero no será un libro de tantos.
15Años
después, en la conferencia de Bardina pronunciada en el Ateneo Autonomista
del Distrito VI (28 de noviembre de 1908), alude, una vez más, a
su «Reorganización Escolar de Barcelona», como publicación
de inminente aparición.
16Carta
número 8 (22 de enero de 1904).
17Carta
número 10 (9 de febrero de 1904).
18Carta
número 10 (sin fecha).
19Carta
número 13 (19 de octubre de 1904).
20Ver
J. Bardina, Memoria del Curs 1906-07, p. 6. El peligro comenzó
a disminuir a partir de 1906 y, sobre todo, con los resultados de las elecciones
del 21 de abril de 1907, en las que triunfó Solidaridad Catalana,
forjada y controlada por Prat de la Riba, Cambó y Agulló.
21Es
probable que muchas de las ideas de este nonato Patronato de Escuelas fuesen
aprovechadas en la redacción del Presupuesto Extraordinario de
Cultura del Ayuntamiento de Barcelona (1908), en cuya elaboración
intervino activamente Bardina, aunque los objetivos de este Presupuesto
fuesen mucho más modestos.
22J.
Bardina, Memoria del Curs 1906-07, p. 42.
23Es
sabido que el profesorado de la Escola no tenía remuneración
alguna. La instancia, así como los dictámenes de la Diputación,
se halla en el Archivo de la Diputación Provincial de Barcelona,
en el legajo 2.292.
24Archivo
de la Diputación, legajo citado.
25«Dictamen
de la Comisión de Nuevos Servicios» (22 de noviembre de 1907)
Archivo de la Diputación de Barcelona, leg. 2.292.
26Al
menos no consta ninguna intervención suya a favor o en contra durante
el debate en los documentos consultados. La última carta de Bardina
a Prat de la Riba fue escrita en París el 29 de noviembre de 1912;
es una carta de agradecimiento por la subvención de la Diputación
para el viaje de estudios, en la que brilla una cierta esperanza respecto
a las relaciones entre ambos: «Si fos possible -escribe- que, per
un dia, se trasladés al nostre pavillon, y vegés la
febre de ciencia, les batalles d'autoeducació que estén lliurant
tots set -sols continuables ab aquesta subvenció- aleshores comprendía
tota la intensitat del meu afraiment. Gracies y mani».
27El
Clamor del Magisterio, «Escola de Mestres», 2 de julio
de 1910. En Ll. Jou i Olió, Calendari Pedagógic (1910-1915),
Barcelona, 1930, pp. 25-26.
28Figura
en la Memoria del primer curso entre los socios protectores; en la Memoria
del segundo año se reproduce su fotografía al lado de otros
protectores ilustres, como los diputados Eduardo Calvet y Joan Ventosa
i Calvell, los industriales Ramón Monegal y Rosendo Peitx, del catedrático
Hermenegildo Giner y del conde Güell.
29J.
Bardina, Escola de Mestres. Memoria del Curs 1907-08, p. 43. El
subrayado es nuestro.
30Jaume
Matas i Tort, El Presupuesto Extraordinario de Cultura de 1908 del Ayuntamiento
de Barcelona en el marco de la renovación escolar de Catalunya.
Tesis Doctoral. Universidad de Barcelona. Facultad de Geografía
e Historia, 1977, p. 337.
31Ajuntament
de Barcelona, Les construccions escolars de Barcelona, 2a. edició,
p. 101, Barcelona, 1921.
32A
principios de siglo había en Barcelona numerosas asociaciones de
este tipo; sin pretender ser exhaustivo, en 1915 había las siguientes:
Asociación del Magisterio Oficial de Cataluña, Asociación
de Maestros Nacionales de la provincia de Barcelona, Asociación
de Maestros Nacionales del partido de Barcelona, Decanato de maestros públicos
de Barcelona, Unión de profesores particulares de Barcelona, Defensa
del Profesorado particular de Barcelona, Gremi de profesors particulars
de Catalunya, Colegio de Maestros titulares privados, Sociedad Barcelonesa
de Amigos de la Instrucción, Associació Protectora de l'Ensenyanca
Catalana, Lliga Barcelonina d'Higiene Escolar, Agrupación Pestalozziana,
Agrupación Normalista y Fundación Horaciana d'Ensenyanca.
33¿La
«Associació Protectora de l'Ensenyança Catalana»?
(34) J. Bardina, L'Escóla de Mestres. Memoria del Curs 1906-07,
página 6.
34J.
Bardina, L'Escòla de Mestres. Memoria del Curs 1906-07, página
6.