Agustí Chalaux de Subirà.
(Sant Genis dels Agudells, 1911 - Barcelona, 2006).
Nací en Sant Genís
dels Agudells, un pequeño pueblo de 15 habitantes, cerca
de Barcelona, el 19 de julio de 1911.
Mi padre era un industrial francés que tenía
una fábrica de tintes de lana en la calle de los Almogávares,
en Barcelona. La madre procedía de la familia de los Subirà,
de tradición carlista catalana.
A los cuatro años me llevaron a la escuela
Montessori, una de las primeras que se abrieron en Europa.
Mis amigos eran los obreros de la fábrica.
Como que vivíamos encima, jugaba con ellos frecuentemente.
De pequeño, empecé a oir hablar de
Joan Bardina, conocido de mi padre. Él le ayudaba a afrontar
las deudas que con frecuencia generaban sus experimentos escolares,
como el de la «Escola de Mestres» («Escuela de
Maestros»). Personalmente, sin embargo, no conocí nunca
a Joan Bardina.
A los nueve años, los padres me enviaron
a Francia a estudiar. Estuve en Toulon hasta terminar el bachillerato.
A
los 14 anys conocí al banquero Horace
Finaly. Estaba paseando cuando ví anunciada una conferencia
sobre El rol de los banqueros en la sociedad. Entré.
La sala estaba llena de señores con grandes barbas. Cuando
Finaly terminó la conferencia solicité la intervención
del público. Pedí la palabra pero, como que casi no
se me veía, me hicieron subir a una silla. Finaly me dijo
que me atendería personalmente al final de la reunión.
Este hecho fortuito fué el inicio de una amistad que duró
unos 14 años. Periódicamente me encontraba con Finaly
y él me contaba experiencias, hechos, conocimientos, informaciones...
sobre su vida y sobre su profesión: el desconocido mundo
interno de los banqueros. Me decía: cuando tu comprendas
y sepas qué hacer de todo lo que yo te digo, no me inquieta
en absoluto; hará tiempo que yo «serai chauve»
(criaré malvas).
Tres años después de aquel encuentro,
en una de les entrevistas periódicas, sucedió un hecho
capital. La cita era a las ocho y media de la tarde en el despacho
de Finaly. Al llegar, un atento servidor me hizo saber que a monsieur
Finaly le sabía muy mal no poder atenderme inmediatamente,
porque tenía una reunión importante. Me pedía
que le quisiera esperar en la biblioteca.
En primer lugar me entretuve consultando libros.
Después me senté en la su mesa-despacho y maquinalmente
fuí confirmando que había cajones abiertos. La inquietud
de lo profundo del alma no impidió mi osadía de remover
los cajones. Todo estaba muy ordenado en carpetas bien tituladas,
unas más interesantes que otras. Mi astucia de adolescente
tomaba precauciones para conservar el orden de las carpetas. En
el fondo del cajón de abajo del todo encontré una
carpeta confidencial. Leí su contenido sin entender
gran cosa. Era bastante nuevo para mí. Se trataba del informe
de una reunión importante celebrada en París en el
año 1919. Recuerdo que los componentes exclusivos de la reunión
eran J.P. Morgan, sir Henry Deterding y Finaly como anfitrión.
En la reunión participaban ellos solos, pero, a veces, llamaban
a diferentes expertos, el nombre de los cuales no recuerdo, y les
pedían aclaraciones. Aquello que más me interesó
fue un resumen que había al final.
El resumen contenía dos puntos:
Primero. Según los expertos, pero
también según la opinión general de los grandes
economistas de antes y de durante la guerra de 1914, las existencias
de oro solamente permitían de cubrir los gastos bélicos
durante tres meses. Para superar esta dificultad los banqueros internacionales
habían sugerido a los gobiernos el abandono de la convertibilidad
en oro de los respectivos papeles-moneda, al menos en el interior
de cada Estado.
Segundo. Si el papel-moneda, desvinculado
del oro, que se había preconizado y realizado durante la
guerra, era ahora, una vez finalizada, racionalizado, permitiría
a los banqueros internacionales y a los responsables de las clases
poderosas -según los expertos- ganar más dinero que
si se mantenía la moneda desinformativa y anónima
vigente entonces y hasta hoy.
Conclusión. La decisión de
los reunidos fué que no les interesaba racionalizar
los papeles-moneda escriturales irracionales vigentes porque,
primero, de dinero ya tenían suficiente y, segundo, el papel-moneda
irracional actual les permitía el juego (sucio) de la plutarquía
mundial.
Mientras estaba sumergido en la lectura apasionada
de este informe recibí una bofetada mayúscula que
me tiró al suelo. Durante un rato no supe qué me pasaba.
Después, Finaly, cambiando de actitud, me ayudó muy
gentilmente a levantarme y me pidió perdón. Me hizo
ver mi indiscreción ante la confianza que me había
demostrado al dejarme solo en su biblioteca con los cajones abiertos.
Me iba diciendo que ni un criado suyo hubiese osado hacer aquello
que yo había hecho. (Lo dudo, pero seguramente él
tenía más espías en casa de los demás
que a la inversa).
Después del incidente fuimos a cenar. Nadie
no conoció nada del rapapolvo de Finaly. Durante la cena
me pidió qué había entendido del informe.
Le dije que prácticamente nada.
- La palabra que más me ha llamado la
atención es «plutarquía».
- Poco a poco -dijo- te lo iré explicando.
Aquel día no me explicó nada. Después
caería en la tentación de expansionarse conmigo a
propósito de todos estos temas tan embriagadores. Tuvo el
gusto de abrir su cerebro más recóndito a un adolescente
sediento que, en una oscura intuición, había adivinado
la importancia de unos cononcimientos mantenidos ocultos por esta
casta superior de los grandes banqueros. Finaly me abrió
la cabeza con una hacha.
Juntamente con las confidencias bancarias, Finaly
me transmitió elementos de la tradición no escrita
de Platón. Era un hombre de una gran cultura y muy influyente.
De ascendencia judía, había nacido en Budapest el
1871 y murió en Nueva York el 1945. Sucedió a su padre
Hugo (1844-1914) al frente de la Banque
de Paris et des Pays-Bas y lo convirtió en uno
de los primeros bancos de negocios de Francia.
J.P. Morgan -junior-, uno de los que acompañaban
a Finaly en la reunión confidencial, había nacido
en Irvington, Nueva York, en 1867 y murió en Boca Grande,
Florida, en 1943. Había heredado en 1913 la dirección
de la firma de su padre S P Morgan and Co. Durante la guerra
de 1914 contribuyó ampliamente a sostener el esfuerzo financiero
de los aliados. La Banca Morgan estableció una preciosa ayuda
al gobierno francés durante la crisis financera de 1926.
Sir Henry Deterding, el tercer participante, era
un importante industrial holandés. Desde 1901 fué
director general de la Royal Dutch Petroleum Company de Holanda
que se unió en 1907 con The Shell Transport and Trading Company
Ltd de Londres para formar la famosa Royal Dutch/Shell en concurrencia
con la Standard Oil Company de Nueva Jersey de los Estados Unidos.
Deterding, nacido en Amsterdam el 1866 murió en St Moritz
en 1939.
Apasionado por todos estos descubrimientos empecé
a estudiar Ciencias Económicas en París. Finaly tomaba
con cierta mofa los problemas que me suscitaban los estudios, ya
que consideraba muy poco científicos los conocimientos económicos
que impartían en la universidad.
Aconsejado por Finaly y cumpliendo el deseo de
mi padre me matriculé en la Escuela de Química de
Mulhouse. En esta escuela me estropearon toda la retórica,
toda la manera de pensar idealista que yo tenía. Me hicieron
decir: los fenómenos se estudian con un método
preciso, independientemente de tus creencias éticas, de los
ideales transcendentes, de las ideologías y de las pasiones
que tengas. Un fenómeno es un fenómeno, una cosa objetiva
que se puede estudiar y documentar. Cuando te centras en el estudio
de un fenómeno no has de hacer otra cosa que esto. La lógica
sirve para estudiar los fenómenos y para nada más.
La lógica es un campo de concentración: que entras
y sales cuando quieres (no como la religión). Cuando sales
de la lógica haz lo que quieras, para la vida corriente no
sirve para nada. Esta instrucción básica me ha
servido de mucho.
El descubrimiento de este método científico,
preciso y riguroso, aplicado a los fenómenos físicos
y químicos, me permitió comenzar a enfocar el
estudio de los fenómenos sociales y económicos
con parecidas precisión y rigor.
El intento de aplicación de este método
a los fenómenos políticos ha sido la causa de
numerosos conflictos. Cada vez que he ido a un partido político
he preguntado: ¿Qué queréis hacer?
Me han respondido: Queremos la Justicia, la Libertad, la
Igualdad... defender esto y aquello... Yo decía:
¿Qué fenómenos queréis estudiar,
qué soluciones concretas proponéis?. No
he encontrado otra respuesta que retórica y retórica...
El resultado es que tengo más de 80 años y he
pasado la vida siendo un solitario que busca, con el estudio
de los fenómenos humanos, propuestas a experimentar.
Cuando a veces venía a Barcelona, me encontraba
con los obreros de la fábrica y con los del sindicato textil
del Clot. Conocí a Ferriol y todo un grupo de gente muy inteligente.
Reencontraba el ambiente libertario que de pequeño había
mamado en la fábrica. Me dolía el contraste entre
los fuertes ideales de aquel momento y la manipulación de
los idealismos por un grupo de realistas que sacaban partido. Un
obrero, a quién le llamaban el Jesucristo de la Rambla,
me dijo: Has de buscar la manera de transformar los ideales en
realidades, porque vivir de ideales es muy bonito pero no conduce
a ningún sitio; has de buscar como liberarnos totalmente.
Un dia, en Palestra1,
después de una reunión, yo y Llopis el malo
nos declaramos insurgentes contra Batista i Roca porque encontrábamos
que Palestra quería imitar demasiado las juventudes checoslovacas
que en aquel tiempo estaban de moda. Entonces creamos una pequeña
asociación que se llamaba Via Fora. El catalanismo
del momento (Liga Regionalista, Acción Catalana...) era burgés
y nadie se ocupaba del pueblo catalán. Este pueblo lleno
de aspiraciones libertarias no sabía como darles forma.
Disponía de la intuición de Finaly
y del método científico de Mulhouse. Los acontecimientos
de 1936 me mostraron crudamente que la aspiración libertaria
no era suficiente para hacer la revolución.
La primera cosa que aprendí fué que
la huelga general fallaba cuando la gente había de salir
de casa para ir a comprar. Hacía falta preparar la huelga
general con suficiente comida en casa para aguantar un mes.
La segunda, que uno no ha de lanzarse a la revolución
sin tener los instrumentos preparados para llevarla a cabo y sin
tener el dinero necesario para hacerla.
Dos conversaciones tenidas en los primeros meses
de la guerra me mostraron esta necesidad de una revolución
bien preparada.
La chispa me fué dada el día que
Abad de Santillán me dijo, referente a la moneda y a la banca,
el mes de septiembre de 1936, exactamente la misma conclusión
que había sacado de mis largas conversaciones con el banquero
Finaly: Ya hemos perdido la guerra y la revolución por
no haber sabido, desde un principio, dominar la moneda y la banca
como instrumentos al servicio del pueblo; hemos considerado, como
unos adolescentes, que las armas y la violencia lo eran todo.
Esta declaración de Abad de Santillán
corroboraba las palabras de otro dirigente de la CNT, Mariano Vázquez:
durante veinte años nos hemos preparado para obtener
«la Luna en un cubo», ahora que ya la tenemos, no
sabemos qué hacer con ella; hemos estudiado y practicado
todos los caminos de la revolución, pero no hemos previsto
qué hacer del comandamiento sin trabas que nos ha dado la
revolución.
Aquel día de la conversación con
Abad de Santillán decidí que estudiaría a fondo
el problema planteado según la técnica realista
que me habían enseñado en la Escuela de Química:
todo fenómeno podía ser dominado a través de
un análisis reductor y de una expresividad matemática,
a condición de ponerle el precio correspondiente. El precio
yo estaba dispuesto a pagarlo con toda mi vida y toda la vida de
las personas que sintiesen nacer en ellas la misma vocación
de bien común al entero servicio del hombre.
Aquellos años empecé a escribir sobre
los estudios e investigaciones que realizaba. La mayoría
de los materiales se perdieron en dos ocasiones. En 1939, el director
de la fábrica quemó todos mis papeles en la caldera
para evitar problemáticos registros. Cuando más tarde
en Francia había vuelto a rehacer nuevo material, tuve que
dejar unos 20 baúles llenos de papeles en casa de un amigo,
de los cuales nunca más he sabido nada.
En la guerra española pude ser un observador
crítico y activo por mi nacionalidad francesa. Colaboraba
con los sindicalistas y hacía de gerente de la fábrica
que nunca fué colectivizada y trabajó a pleno rendimiento.
Al comenzar el año 1939, con la inminente ocupación
de Barcelona, preferí ir a París y esperar los acontecimientos.
El inicio de la segunda guerra mundial me cogió,
entonces, en París. Fuí movilizado en la Escuela de
oficiales de artillería. En seguida, después de la
ocupación alemana, el Gobierno de Petain me desmovilizó,
y de nuevo reemprendí mis estudios y reflexiones. Un amigo
de la familia me invitó a ir escribiendo mi libro en su casa.
Me quedé nueve meses. No hacía otra cosa que pensar
y repensar el problema. Al cabo de este tiempo, una insolencia me
hizo huir. Era un pueblo pequeño y un vecino me trató
de parásito. A pesar de la bondad del amigo que insistía
en quedarme, otra vez tuve que ganarme la vida, desde las 5 de la
mañana a las 8 de la tarde, sábados incluídos,
como proletario consciente y organizado, enterrando el estudio iniciado.
Pronto, gracias a un anuncio del diario, me contrató
un simplón con dinero que quería un secretario. Tenía
despacho, papel, provisiones... sin haber de hacer gran cosa. Aproveché
la ocasión para estudiar a fondo el problema pendiente.
Al volver a Cataluña, en el año 1945,
perdí todos los libros y papeles. Como que la cabeza y la
memoria funcionaban, me ví libre de no poder ser fiel a mis
textos, quizá erróneos, a pesar de que fuesen apreciados
por el mucho trabajo que en ellos puse.
Durante estos años era lector asiduo de
la Semana Internacional que editaba Joan Bardina desde Chile.
Su lectura me inspiraba numerosas y originales ideas, muchas de
las cuales aún comparto.
Hasta el 1956 había creído en la
violencia revolucionaria. A partir de esta fecha, con la ocupación
de Hungría, y analizando los numerosos fracasos históricos,
descubrí la inviabilidad de la violencia. Con la violencia
el Estado es prácticamente indestructible porque tiene todos
los medios para mantenerse (ejército, policía, dinero,
armas...). Mi opción es por la no-violencia inteligente
y activa. Es decir, la no violencia ha de hace una llamada a la
consciencia, a la acción y a la inteligencia del adversario;
no se ha de limitar a hacer una llamada solamente a la consciencia,
porque acostumbra a costar mucho de despertarla.
Dentro del sistema actual todavía se puede
hacer política, pero hay que ser inteligente. Normalmente
los que están dentro del sistema no son capaces de imaginarse
uno de nuevo, ni son capaces de hacer política dentro del
sistema.
Yo soy un ladrón de ideas. De ideas propias
tengo pocas porque considero que el mundo es tan viejo que no vale
la pena romperse la cabeza intentando alguna idea radicalmente nueva.
De mi vida en Barcelona, una vez dejé el
trabajo de químico sobre el año 1968, el famoso año
en que todo hervía, en el qué la gente quería
cambios, en el que la situación del país estaba muy
encorsetada y nos venían aires más frescos de nuestro
país vecino, Francia, unos cuántos sacerdotes (obreros,
monjes, rectores, canónigos
) muy preocupados por el
ambiente político y social que se respiraba, supieron aprovechar
las ventajas de una plataforma tan intocable como era la Iglesia
para montar unos pequeños corpúsculos que se llamaban
Comunidades Cristianas de base. Cada una de estas comunidades hacía
lo que podía, unas más socializadoras, otras más
politizadas y otras que estaban más preocupadas por el tema
puramente religioso. Cada comunidad tenía un coordinador
que era a la vez transmisor de aquello que podríamos llamarle
«la cúpula» la cual se fue fraccionando en: Solidaridad,
La misa para todos, La Universidad del carrer y otras más
polarizadas.
En la Universidad del carrer que posteriormente se oficializó
la organización como Instituto de conferenciantes y tertulianos,
con título académico o sin él, ponían
al alcance de los asistentes los conocimientos que habían
adquirido o creado, sobre temas muy diversos y que, en aquellos
tiempos del franquismo, era difícil de encontrarlos en otros
lugares. Yo la frecuentaba mucho y alguna vez intervine como conferenciante.
Durante algunos años estas reuniones y tertulias fueron acogidas
en la sala Claret , buen cobijo, pues no se permitían reuniones
de más de tres personas sin permiso de la autoridad y, evidentemente,
nunca nadie pidió ningún permiso. Al llegar la democracia
y abrirse otros foros, como los ateneos populares y las asociaciones
de diferentes tendencias, se consideró aquella una etapa
acabada y las personas más emblemáticas en especial
Oriol Albó, Canónigo del Camerún , que en aquel
momento residía en Barcelona y Lluís M. Xirinacs ex
senador por Barcelona, ambos dieron todo su apoyo a mi proyecto
los cuales se incorporaron posteriormente. Para tirar mi proyecto
adelante se creó el Centro de Estudios Joan Bardina, una
asociación sin ánimo de lucro que se fundó
el 25 de octubre de 1984 con los siguientes socios fundadores. Agustí
Chalaux de Subirà, Xavier Espar Ticó, Magda Grau Figueras,
Lluís Maria Xirinacs, Laura Fusté Dalmases, Joan Parés
Grahit, Martí Olivella Solé, Catherine Sallarés
Gegu, Miquel Chicano Colodrero, Enric Suárez González,
Manuel García Sanz, Joan Verdura Pons y Jordi Via Llop. El
nombre del Centro es deudor del pedagogo y maestro de maestros Joan
Bardina y Castarà (Sant Boi de Llobregat 1877 - Valparaiso
1950) que además de revolucionar la pedagogía catalana
de principios del siglo XX, fue un buscador y sugerente de nuevos
caminos sociales, económicos y políticos. A este proyecto
se añadieron mis amigos, colaboradores y varias personas
interesadas en el estudio y la profundización de mis teorías
propuestas. Muchos de los trabajos que se encauzaron fueron subvencionados
por el mecenazgo de algunos amigos míos y otros.
El centro de trabajo se instaló a la calle
de Almogávares 43, en la antigua fábrica de mi familia,
la que posteriormente fue expropiada a beneficio del Parque de la
estación del Norte.
Durante los tres cursos previos a la fundación
del Centro (1981-1984) la escuela AHIMSA (calle Mistral),
dirigida por Lluís M. Xirinacs me invitó a dar
una clase semanal, el primer año sobre la moneda telemática,
el segundo sobre la prehistoria y la historia de la economía
y el tercero sobre una posible Constitución (Decretos
- ley) renovadora. En este tiempo frecuentaba un grupo de
jóvenes a «l'ajuda dels caputxins» de Sant
Pere més baix. Allí conocí a Magda Grau,
gran estudiosa de mis proyectos que por este motivo estudió
la carrera de Economía y escribió el libro Ensayo
sobre moneda, mercado y sociedad, editado por nuestro centro.
El año 1979, cuanto frecuentaba el Club
de amigos de la Unesco conocí a Joan Parés Grahit,
que rápidamente fue mi amigo y secretario colaborador en
la realización de los cursos que se hacían a Ahimsa.
Posteriormente fue uno de los fundadores del Centro Bardina y mi
médico homeópata.
Durante dos años Lluís M. Xirinacs
estuvo escribiendo «Una tercera vía económica»
ensartando sus escritos en forma de libro, basado en mis manuscritos
ordenados por Magdalena Grau y subvencionado por Xavier Espar. Aún
no ha sido publicado. Pero en él se han basado el «Diseño
de civismo» y «El poder
del dinero» de Martí Olivella i Solé que
participó activamente en el Centro de Estudios Joan Bardina
(1983 - 1991), sobre mi pensamiento.
En Lluís M. Xirinacs basó los aspectos
económicos de su tesis doctoral «Un modelo global de
la realidad», en las fórmulas económicas de formato
y pretensión científicas de las cuales yo me sentía
orgulloso.
El objetivo de la asociación es la de desarrollar estudios
y propuestas que ayuden al diseño de modelos de solidaridad
y convivencia humana. Las investigaciones en curso, planteadas por
mí desde hace muchos años, se sitúan alrededor
de los siguientes puntos:
- Aplicación del «empirismo fenomenológico
experimental» a los fenómenos sociales, económicos
y políticos, susceptibles de ser analizados lógicamente
y experimentados técnicamente, de cara a buscar estructuras
favorecedoras de las libertades concretas.
- Elaboración de una terminología
unívoca - imprescindible en todo tratamiento «científico»
de los fenómenos- según el estudio del significado
original de las palabras y sus derivaciones (semi- etimo-linguística).
- Estudio interdisciplinar de las diferentes etapas
de la historia natural, especialmente la humana, como marco para
comprender los conflictos sociales y mercantiles actuales.
- Estudio sobre el determinante tema utilitario
en la historia: economía, invento, empresa, capital, mercado,
trabajo, moneda, ecología...
- Estudio y propuestas sobre racionalización
de la moneda, para convertirla en un instrumento responsabilizador,
omniinformativo y, pues, intracontable, del mercado y de la sociedad
(«factura-cheque telemática»).
- Estudio de las posibles consecuencias sociales
que se derivan de la reforma monetaria telemática: archivo
telemático de datos personales bajo protección de
una Justicia independiente del Estado, simplificación fiscal,
omnicontabilidad, mercometría exacta, ciencia económica
experimental...
- Elaboración de propuestas sobre:
- «Libre mercado claro y sociedad transparente».
Evitar que el «dinero mercantil» se transforme en «dinero
de corrupción y de poder» e impedir la mercantilización
de las vocaciones e instituciones liberales.
- «Dialéctica entre «arquia
i anarquia»». Precisar las funciones de los órganos
de mando social a todos los niveles, para impedir la transformación
en poder contra las personas individuales, sociales y nacionales.
- «Dialéctica entre bien privado
y bien común». Formulación de la hipótesis
del «bien común mercantil» técnicamente
experimentable con la «factura-cheque telemática».
- Estudio de estrategias de consecución
de las propuestas formuladas.
Nota:
1Entidad
catalanista fundada en Barcelona (1930) por un grupo de amigos de
Josep M. Batista i Roca. De carácter educativo y patriótico,
organizó cursos de historia, literatura, círculos
de estudios de dialéctica, etc.