¿Fué Horace Finaly el último gran banquero?
Queremos
presentar un auténtico banquero, quizás el último
en el Estado francés que pudo desplegar toda su personalidad, imponiendo
su política y la filosofía de sus negocios a través
del enorme poder de que disponia el banco que dirigía. Nos referimos
a Horace Finaly, director general de la Banca de París y de los
Paises Bajos.
Su padre, Hugues Finaly, nació en Budapest el 13 de julio de
1844. Israelita, muy pronto se introdujo en los círculos financieros
internacionales, y gracias a la influencia de su primo, el barón
de Landau, se benefició de la protección de Rothschild.
Hugues Finaly llegó al Estado francés a principios de
1880 y muy pronto se introdujo en negocios franceses. Frecuentaba los dirigentes
de la banca francesa y italiana, y cuando esta se fusionó con el
Banco de Descuento de París para fundar el Banco de Depósito
y Amortizaciones, Finaly ingresó como director-administrador. Al
desaparecer el Banco durante la crisis de 1882, Hugues Finaly se dedicó
a la puesta en marcha de la Compañía Financiera y Comercial
del Pacífico, bajo la égida del Crèdito Industrial
y Comercial. A esta Compañía dedicó una actividad
sostenida durante diversos años, y asumió también
la liquidación.
Fué durante el curso de este negocio que Hugues Finaly entró
en contacto con el Banco de París y de los Paises Bajos, formando
unos lazos que ni la muerte habia de romper, ya que Hugues Finaly se perpetuó
en su hijo.
El 28 de agosto de 1890 Hugues Finaly obtenía la nacionalidad
francesa para él y su família. El terreno que pisaba se hacía
así definitivamente sólido, y Finaly participó en
diversas creaciones, como la Compañía Francesa de Metales,
sucesora de la que se había hundido con el crac del cobre, la Sociedad
Comercial Francesa de Chile, reminiscencia de la Compañía
Financiera y Comercial del Pacífico, la Sociedad Francesa de Perforaciones
Mineras... Finalmente, el Banco de París lo envió a presidir
la Banca Comercial Italiana.
La carrera de Hugues Finaly fué próspera, pero sin gran
brillantez. Como todos los padres cuyos hijos posseen una vocación
excepcional, parece que su única misión en el mundo haya
sido la de dar la vida a su hijo.
Horace Finaly, nacido el 30 de mayo de 1871 en Budapest, cursó
sus estudios al Lycée Condorcet. En retórica y filosofia,
sus condiscípulos fueron literatos de la talla de Fernand Gregh,
Robert de Flers, Marcel Proust. La licenciatura en derecho completó
su formación. Después cumplió el servicio militar
en el 54º Regimiento de Infanteria en Compiègne, con lo cual
concluyó el primer acto de su joven existencia. Los negocios y la
banca habian de constituir sus nuevos dominios, donde se representarian
los actos siguientes. Hugues Finaly lo retuvo con él durante algunos
años, para iniciarlo en los arcanos de las finanzas, y hizo para
su hijo lo que él creía que era mejor, es decir, lo hizo
ingresar el 17 de abril de 1900 en el Banco de París y de los Países
Bajos.
Horace Finaly cumplía entonces los 30 años. Era ya un
personaje muy completo, un israelita de la Europa central imbuido de cultura
francesa, a la vez grave y sutil, que acomodaba el autodominio a la violencia
y poseía, como toda naturaleza fuera de serie, una reserva de recursos
insospechados que utilizaba en el momento adecuado.
La carrera de Horace Finaly en el Banco de París fué extremadamente
rápida. El 23 de diciembre de 1902 fué nombrado apoderado,
y el Banco le confió algunas misiones en el extrangero. Así,
Horace preparó, negoció y concluyó los empréstitos
búlgaros de 1902, y los noruegos de 1904.
Tres años mas tarde, Horace Finaly era nombrado subdirector.
Su papel en el Banco era cada vez mas amplio, y sus viajes lo llebaban
por toda Europa, en el Extremo Oriente, y en América. Un periplo
de estudios lo llevó al Japón y a los Estados Unidos precisamente
el 1907, es decir, la época en que una fuerte crisis sacudía
los USA y sus países deudores. Finaly no pudo hacer nada, pero se
dió cuenta de la situación y supo sacar partido. A él
se debe, ya en funciones de director, la constitución del Banco
Franco-Japonés, del cual fué administrador. Además,
perteneció al consejo de la banca privada, del Banco del País
del Norte y del Banco Comercial Italiano, donde relevó su padre
con un intervalo de 20 años.
El papel que hasta entonces había jugado Finaly en la banca,
todo y que no era despreciable, tampoco no era mas que el propio de un
cargo elevado. Pero la guerra había de tener para él grandes
consecuencias. Por un lado Finaly se consagró en la lucha económica
contra Alemania, y por otro lado, contrajo matrimonio. Sin él, la
Compañía Nacional de Materias Colorantes no habria visto
la luz. Sus objetivos eran muy ambiciosos, ya que en un futuro próximo
pretendía abastecer la Defensa Nacional de los productos químicos
exigidos para las operaciones militares, y a largo plazo aspiraba a conquistar
el mercado mundial de materias colorantes, dominado por la Badische Aniline.
Respecto a su matrimonio, le afectó en lo mas íntimo de
su ser. Con Marguerite Aslan se revela bajo su máscara de hombre
grave y impasible un pozo profundísimo de ternura.
Durante la guerra, Horace Finaly se dedicó a numerosas empresas
en los países neutrales, para conseguir los medios financieros que
exigía el avituallamiento de la población francesa en territorio
ocupado.
El final de la guerra lo llevó al punto culminante de su carrera,
y le proporcionó un gran dolor. En efecto, al acabar el año
1918, Thors, uno de los promotores mas antiguos del Banco de París,
renunció a su cargo de director general, el cual se confió
provisionalmente a Finaly, haciéndose definitivo el nombramiento
el 7 de octubre de 1919. Pero desapareció también la Sra.
Finaly, y la pena por su esposa dictó sobre su tumba esta inscripción:
«Dilectissima Margarita Suae Çoniux Memor D.D.D.»
El gabinete de trabajo que ocupaba Finaly en el Banco era la antigua
sala de la alcaldía del distrito segundo, donde tuvo lugar el matrimonio
civil de Bonaparte con Josefina de Beauharnais. Singular coincidencia para
quien recuerde las concepciones oligarquicas y la opinión autocrática
de Finaly.
Los grandes bancos cuentan con un Consejo de Administración que
escoje el Director General. Pero cuando el director general possee una
personalidad de gran vuelo, es éste quien inspira, orienta y a veces
domina el Consejo de Administración. Esto es lo que sucedió
con Finaly.
Una de sus primeras preocupaciones consistió en asegurarse la
continuidad de su banco en Marruecos, ya que si Lyautey hizo el Marruecos
militarmente y políticamente, el Banco de París lo construyó
económicamente. Después se aplicó a extender la influencia
del banco en diversas direcciones; ya fuese creando bancos nuevos como
el Banco de los Países de la Europa Central, ya fuese introduyéndose
en bancos ya existentes, como la banca francesa y italiana de la América
del Sur, el Banco Otomano, el Banco de Siria, ja fuese coayudando a la
reorganización de entitades como la Banca Industrial de China.
Finaly no había olvidado el proyecto que había trazado
al crear la Compañía Nacional de Materias Colorantes. Pero
en esta ocasión la suerte fué adversa. La Compañía
rivalizó tan amistosamente con la Badische Aniline, que en lugar
de aniquilarla terminó por asociarse. Finaly no perdonó nunca
a los industriales franceses su indolencia, y no toleró nunca la
ingerencia de grupos nacionales industriales en el Banco.
No obstante, trabajó sin descanso en el fortalecimiento del dominio
del Banco en ciertos sectores de la industria, así como en la industria
eléctrica y sus derivados, mediante la Compañía General
de Electricidad o la Compañía General de T.S.F.
El Banco de París se había de convertir con Finaly en
la primera banca petrolera. Si bien Finaly intuía la creciente importancia
asumida por el oro negro en la economía moderna, no ignoraba tampoco
la importancia del instrumento de penetración representado por Inglaterra
por el grupo Royal-Dutch-Shell, que contaba con el soporte del Banco Lazard.
Finaly resolvió entonces, para contrarestar lo que consideraba como
una amenaza, dirigirse a los americanos y concretar una alianza con la
Standard Oil. Así nació la Standard Franco Americana (49
por ciento Standard Oil, 51 por ciento Banco de París), de la cual
surgiría mas tarde la Esso Standard.
La envergadura de esta iniciativa era inmensa, y sin duda constituyó
un acto de alta política internacional.
No obstante, Finaly no se interesaba por la política internacional;
la política interior era el objectivo de su atención. Por
gusto, y por necesidad. Un banco importante y, sobre todo, un banco de
negocios, no puede ser «apolítico». Finaly se había
inclinado hacia la derecha, y después se orientó hacia la
izquierda. Leon Blum era amigo suyo desde la adolescencia. Painlevé
se había introducido en su intimidad. Herriot escuchaba sus consells.
Se pretendió que el Banco de París había financiado,
aunque fuese en parte, el bloque de izquierdas. Lo cierto es que en 1925
Finaly ocupó un despacho en el Ministerio de Hacienda, muy próximo
al del Director del Movimiento de Fondos.
Para poder apreciar lo que significaba este hecho, hemos de manifestar
que toda la política del Tesoro se elaboraba en este santuario:
preparación de los emprésitos, estado de las reservas dinerarias
dia a dia, vigilancia de los cambios, contacto con los grandes organismos
financieros.
Era la primera vez, según nuestras noticias, que un banquero
de negocios se establecía en la IIIª. República en el
mismo cuerpo de la ciudadela del Estado.
Caillaux, ministro de Hacienda, no toleró esta especie de sacrilegio.
Así, desalojó Finaly, a pesar de que el Presidente del Consejo
era Painlevé. Entonces sucedió lo inevitable. El gabinete
Painlevé dimitió el 27 de octubre de 1925, para volverse
a constituir inmediatamente... sin Caillaux.
En realidad, Finaly no era de derechas ni de izquierdas, ni anglófilo
ni anglófobo, y la política nacional se había de confundir,
según él, con la política internacional en la consecución
de un objetivo supremo: la reconciliación continental europea.
He aquí porqué la defección de este ideal resultó
funesta para Finaly. Painlevé lo urgió a una aproximación
con Caillaux. Finaly cedió a instancias de la amistad. Así,
en 1931 manifestó su buena voluntad. Moreau, antiguo gobernador
del Banco de Francia, se convirtió en presidente del Banco de París
y de los Países Bajos. Moreau era un adicto a Caillaux, y tras de
sí se perfilaba el Banco Lazard.
El antagonismo entre los dos hombres se hizo evidente en seguida. La
lucha duró seis años. Finaly, que había protegido
su banco contra la crisis mundial a pesar de un intenso expansionismo,
tuvo ventaja en un principio. Pero en 1937 tuvo que inclinarse, y presentó
una dimisión que causó estupor en su época.
Este último fracaso no disminuyó en nada la gloria de
Finaly. Fué uno de los promotores mas prodigiosos de su tiempo y,
rodeado por un ejército de economistas y técnicos, hizo del
Banco de París una potencia capaz de operar en igualdad de condiciones
con los primeros bancos anglosajones de la época.
A medida que avanzaba en su existencia, mas indescifrable aparecía
Finaly, escondido bajo su impavidez, su brutalidad. No obstante, era sensible
y caritativo, y poseía una extensa cultura personal. Marcel Proust
lo tuvo hasta su muerte entre los privilegiados a quien honraba en sus
extensas cartas. Painlevé fué el testimonio del sorgimiento
de los recursos insospechados de que hemos hablado antes. Horace Finaly,
indiferente a las matemáticas cuando estaba al Lycée Condorcet,
descubrió su vocación cuando ya era un hombre, y se elevó
al nivel de las especulaciones de un Einstein.
Finaly, como su padre, mostró predilección por Florencia.
Tenia dos propiedades, y se complacía en sumergirse en la atmósfera
de esta aristocrática ciudad, donde se ejercitó un día
el genio político y financiero de los Médici. Su biblioteca,
que contenía 66.000 volúmenes, la legó a la Biblioteca
Nacional de Italia.
La segunda guerra mundial lo expulsó de Europa. Murió
en Nueva York el 19 de mayo de 1945, si bien reposa en Pére Lachaise,
en tierra parisiese, no lejos de la capital de la cual fué uno de
los señores del momento.
Horace Finaly, banquero francés, nacido
en Budapest en 1871 y muerto en Nueva York en 1945. Sucedió su padre
Hugues (1844-1914) al frente de la Banque de Paris et des Pays-Bas,
Paribas y lo convirtió en uno de los primeros bancos de negocios
del Estado francés. (Grand E. Larousse. París, 1972).