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Al servicio de este pueblo. Lluís Maria Xirinacs. Artículos publicados en el diario Avui, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979, traducidos al castellano.
Diario de un senador. Lluís Maria Xirinacs. Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.
Con su sentido crítico habitual, Michael Moore se dispone a sustituir al ejército a la hora de invadir países y llevar a los Estados Unidos una serie de cosas buenas que echa de menos.
Adelantos sociales que los Estados Unidos harían bien en «robar».
Michael Moore invade Europa, en «YouTube».
Vacaciones pagadas, menús escolares saludables, universidad gratuita, seguridad social, educación sexual... ¿qué se lleva Michael Moore a los Estados Unidos cuando lo envían a invadir Europa? «¿Qué invadimos ahora?», un documental en clave de humor del radical periodista americano.
Las fuerzas armadas americanas no saben qué hacer. Se aburren. Los mandos han perdido el sueño: las últimas guerras en que se han metido no les ha ido nada bien, y no se les ocurre qué podrían invadir ahora. ¿Quién les podría aconsejar? Convocan al periodista y documentalista Michael Moore al Pentágono para hablar. O al menos, así empieza el documental.
«Lamentaron haberse gastado trillones de dólares y haber ayudado a crear nuevos grupos terroristas como ISIS. Admitieron que lo único que habían sacado, de aquellas guerras era más guerra. Ni siquiera habían podido llevarnos el petróleo de Irak que nos habían prometido. Se sentían avergonzados, humillados, y me pidieron consejo.»
Lleno de entusiasmo patriótico, Michael Moore se compromete ante los militares a invadir personalmente y en solitario unos cuántos países de los que los Estados Unidos puedan sacar algo útil de verdad. Pero con algunas condiciones: «Invadiré países habitados por blancos, con nombres que pueda pronunciar. cogeré aquello que necesitemos –no petróleo– y me lo llevaré en casa, a los Estados Unidos. Porque tenemos problemas que ningún ejército puede solucionar.»
Poco después, Moore aterriza en Italia. A partir de aquí, ya estamos en el documental de verdad. Todo lo que se diga a partir de ahora es cierto, quizás un poco idealizado. Por ejemplo, en el primer encuentro con el «enemigo», una pareja llamada Johny y Cristina Fencalli –policía y trabajadora de unos grandes almacenes– le explican que en su país hay vacaciones pagadas. No una semana ni dos, sino entre 30 y 35 días anuales, «sin contar las fiestas nacionales, las locales, la Navidad» Con los ojos desorbitados, Moore se lo hace repetir. «Y quince días cuando te casas, para el viaje de boda», añaden. «¿Y todo esto os lo pagan?» «Está claro, son vacaciones pagadas. Y en diciembre tenemos una paga extra.»
Incrédulo, Moore se va a ver una familia de grandes empresarios, los Lardini, fabricantes de ropa de marca. «¿No os sabe mal pagar todas estas vacaciones a vuestros empleados?» «No nada. Nos gusta, es justo, está bien, tienen derecho.» Las trabajadoras se lo confirman. Claudio Domenicali, presidente de Ducati, le explica que sus trabajadores también tienen vacaciones pagadas, «y un sindicato muy potente». Aun así, la fábrica tiene grandes beneficios, no se puede quejar. Salvatore Bernaducci, uno de los líderes sindicales de la fábrica, le aclara la situación: a los italianos no se lo han regalado, todo esto, se lo han ganado. «Lo ganaron, en una lucha feroz, los sindicalistas que vinieron antes de nosotros. Fueron perseguidos, detenidos, condenado, despedidos. Fue una lucha, y todavía lo es.»
«¿Sabéis cuántas vacaciones pagadas tenemos por ley en los Estados Unidos?» pregunta Michael Moore a Johny y Cristina. «Cero.» «¿Cero?», ahora son ellos los que no se lo creen. «Si tenéis un buen sindicato podríais obtener dos semanas. En un buen trabajo. No conozco nadie a quien le paguen cuatro semanas de vacaciones.»
Los Estados Unidos e Italia están entre los 15 países más productivos del mundo, «y los americanos trabajamos muchas más horas que los italianos, pero no somos tan productivos como ellos», dice Moore. «Esto es porque no hacéis suficientes vacaciones» (Johny). «Esto es porque no hacéis bastante el amor» (Cristina). «Creo que aquí tenéis más tiempo, hacéis más sexo y por eso sois más felices y trabajáis mejor», reconoce el periodista americano. «Y una de las cosas que me llevaré de aquí es esta idea de dar a los trabajadores cuatro semanas de vacaciones pagadas». Moore planta la bandera americana en el cuarto de estar de la pareja italiana, y también en las fábricas Lardini y Ducati.
La invasión individual e incruenta de Europa continúa en Francia, «en una de las mejores cocinas del país, para ver como preparan un menú gourmet». Es la cocina del comedor escolar de una escuela pública, en una de las zonas más deprimidas del país. «¿Qué comen aquí los niños?», pide al cocinero uniformado. «Un menú diseñado por un nutricionista, como siempre. Hoy, ensalada de tomate y mozzarella, jamón a la mostaza, pasta y helado de vainilla». En las escuelas francesas, le explican, la hora de comer es como una clase más, donde las criaturas aprenden a comer civilizadamente. «Así cuando sean grandes sabrán cómo es una dieta equilibrada», le explica la regidora de enseñanza. Los alumnos beben agua del grifo, comen en mesa con platos y mantel y hacen cara de asco cuando Moore les enseña una foto de la típica comida de una escuela americana: rancho servido en una bandeja metálica o porquerías sacadas de una máquina expendedora. «Me miran como si les hubiera enseñado fotos truculentas de un episodio de CSI», dice.
«¿Y como es que los franceses se pueden permitir estas comidas en las escuelas, ellos que incluso tienen la sanidad pública gratuita?», se pregunta y responde el periodista. «Por los impuestos. Pagando algo más que los americanos, reciben muchos más servicios. Y encima, les explican en detalle, con el recibo de los impuestos, en que se gasta el gobierno su dinero.» No gastan tanto en armamento como los americanos, dice, «porque los franceses no son guerreros, son amantes».
En una clase de educación sexual en un instituto, Moore observa como la profesora explica a los alumnos la importancia de la primera experiencia amorosa. «Tomaos el tiempo que necesitéis, haced que vuestro amante sepa lo que queréis, para que sea un momento mágico». «¿Un momento mágico?», estalla el «invasor». «¡Cuando yo iba a la escuela, el objetivo de las clases de educación sexual era asustarnos para alejarnos del sexo!» Moore explica a la maestra que en las escuelas de Texas funciona un llamado «Programa de abstinencia», para promover la castidad entre los alumnos. «Pero Texas es el tercer estado americano con más embarazos adolescentes y en los Estados Unidos la tasa de madres adolescentes es el doble que en Francia, y multiplica por seis la de Alemania y por siete la de Suiza». Como botín, Michael Moore se llevará de Francia los comedores escolares y algunas buenas ideas sobre impuestos y sobre educación sexual.
Subiendo al norte, el periodista llega a Finlandia para robarles el sistema educativo. Ha descubierto que –a pesar de tener la mejor educación del mundo– en este país nórdico los deberes se consideran obsoletos y una pérdida de tiempo. Krista Kiuru, la ministra del ramo, le recuerda que los niños «necesitan más tiempo para ser niños, para ser jóvenes, para disfrutar de la vida». Incluso para el profesor de matemáticas, el objetivo es que los alumnos sean felices. ¡Y funciona! Con los horarios escolares más cortos, Finlandia tiene los mejores resultados académicos. Allá casi todas las escuelas son públicas, y todas son igual de buenas y gratuitas. «Es deprimente pensar que nuestros niños no tienen todo esto», reflexiona inquieto Michael Moore después de plantar la bandera en el patio de un centro escolar.
De Eslovenia, «el país de Rapunzel y la Bella Durmiente», el «invasor» se llevará la idea de la universidad gratuita para todo el mundo, sin estudiantes esclavizados por la deuda que adquieren los americanos para pagarse los estudios. También pueden ir alumnos extranjeros, entre ellos encuentra algunos compatriotas.
De Alemania, el botín «robado» por Michael Moore no serán sólo las fábricas con vistas y las jornadas de siete horas, sino también el esfuerzo por reconocer la tragedia y el crimen que supuso el nazismo. El periodista recuerda que en los Estados Unidos no hubo un Museo de la Esclavitud hasta el año 2015. «Si hay una cosa que tendríamos que robar a los alemanes, es la idea que si reconoces tu lado oscuro y miras de reparar el daño causado, puedes liberarte y ser un pueblo mejor. Si ellos pueden, nosotros también.»
De Portugal, Moore se lleva la despenalización del consumo de drogas, con un sistema sanitario gratuito que promueve la rehabilitación de los toxicómanos, y la idea –explicada por un policía– que la dignidad humana tiene que ser la columna vertebral de la sociedad. «La pena de muerte va en contra de la dignidad humana.»
En Noruega, el pacífico «invasor» se enamora de unas prisiones ejemplares destinadas a rehabilitar a los presos y reintegrarlos en la sociedad; de Túnez –el único país no europeo que visita– Michael Moore se lleva las clínicas de salud reproductiva y el aborto gratuito. Y cuando llega a Islandia, donde admira el poder femenino en muchas de las instituciones más poderosas del Estado, el periodista rinde homenaje al fiscal que encausó a los responsables de la gran crisis financiera.
«He invadido Islandia porque decidisteis investigar y procesar a vuestros banqueros después del colapso financiero, y cerrasteis unos cuántos en la prisión. Es una idea genial que me quiero llevar a los Estados Unidos.»
Si viste desde aquí el resultado de la expedición invasora de Moore es un retrato demasiado idealizado del bienestar social europeo, el negativo de la fotografía nos muestra los déficits más crueles del sistema americano. Un negativo que Moore expone sin piedad, ridiculizando y denigrando por comparación la situación en su país, con datos y ejemplos que evidencian estos problemas «que ningún ejército puede solucionar». Problemas que revierten en injusticia, desigualdad, ignorancia e infelicidad para gran parte de sus conciudadanos. Pero, a la vez, su periplo de invasor de pacotilla nos demuestra –sobre todo al público americano– que ni son problemas inevitables, ni son irresolubles, ni tienen soluciones tan complicadas que tengan que durar para siempre jamás. Y es chocante, pero muchos de los primeros en plantearlos y en proponer soluciones fueron norteamericanos.
Y es que en Europa Michael Moore escucha decir a menudo que muchas de las ideas que quiere «robar» para los Estados Unidos son, paradójicamente, ideas que nacieron en este mismo país. «No eran ideas europeas, no eran ideas nuevas, eran nuestras ideas. No necesitamos invadir todos estos países para llevarnos sus ideas: ya eran nuestras. No había que invadir nada. Estaban en las oficinas de objetos perdidos de nuestro país». Lástima que la única parte del documental que es ficción sea, justamente, el encargo del Pentágono.