El 14 de febrero de 2016 murió la que fue presidenta de Òmnium Cultural y luchadora por la libertad de la nación catalana, la diputada del Parlamento de Cataluña Muriel Casals.
Fue víctima en Barcelona del atropello por una bicicleta, cuando intentaba cruzar la calle. Dicen que el semáforo de los peatones del cruce donde ella atravesaba estaba cambiando al rojo.
Este hecho no es ni más ni menos que un signo de los tiempos en los que vivimos en nuestra sociedad occidental, y os lo demostraremos en el presente artículo.
La clave nos la proporcionó quien fue primer concejal verde del Ayuntamiento de Barcelona, Pep Puig, quien afirmó que los partidos gobernantes del mismo consistorio estaban incentivados a favorecer el transporte del coche en el interior de las ciudades. La razón es que la entidad o las entidades bancarias que pagan las campañas electorales de estos partidos quieren, como contrapartida, que puedan conceder un número, el mayor posible, de préstamos personales bancarios para permitir la adquisición de vehículos privados.
Esta misma lógica hace que el transporte público no se mejore ni amplíe lo suficiente para sustituir el uso del coche. Por ejemplo, no hay suficientes líneas de metro disponibles, las antiguas correspondencias entre diferentes líneas se habilitan con cuentagotas, el número de autobuses en algunos trayectos es insuficiente, su cadencia de paso en ciertos casos puede ser más lenta y no todas las paradas advierten del tiempo que tarda el siguiente autobús en venir.
Casi todas las vías públicas barcelonesas tienen la mayor parte del espacio reservado a la circulación de los coches y del resto de vehículos. Lejos queda el ejemplo de ciudades como Curitiba, en Brasil, convertida en una gran isla peatonal. En Barcelona y en las poblaciones catalanas son pocos los barrios y pasos reservados exclusivamente a los peatones y al transporte público, donde los aparcamientos disuasorios estén dispuestos en la periferia para pacificar el tráfico.
La misma lógica sirve para que se ofrezca espacio a la bicicleta, en algunos casos no en detrimento del espacio reservado al coche, sino en detrimento del espacio y la seguridad de los peatones. Los ciclistas suelen circular en paralelo con los coches y la regulación de su paso es coincidente con éstos.
Las empresas que gestionan la concesión de los semáforos no están motivadas para favorecer el paso de los peatones, sino para favorecer el paso de los coches y el del resto de vehículos. En las grandes vías, el tiempo reservado al paso de los peatones es insuficiente, y es normal que algunos de estos peatones, como la propia Muriel, pierdan suficientemente la paciencia como para atravesar el paso del semáforo cuando se pone rojo.
Algunas administraciones incentivan el vehículo privado por interés propio, a fin de conseguir más ingresos, pues, cuantos más coches hay, más ingresos tienen en concepto de multas de tráfico, aparcamientos de pago, impuestos de circulación, etc. En Cataluña, incentivadas a favor del coche están también las empresas concesionarias de los peajes de las autopistas de pago.
Dentro de los grandes canales de televisión que se ven en Cataluña, como en todos los países de occidente, los anuncios de coche privado destacan por su coste, su complejidad y por su capacidad de seducción. Con un buen coche nuevo y caro siempre uno puede hacerse más el guapo que con un coche barato de segunda mano. Además, hay economistas que asocian la riqueza de su propia nación a la cantidad de la facturación anual para la adquisición de coches nuevos.
La cosa empeora cuando sabemos que la mayor parte de los coches no consumen energías renovables, sino que gastan un combustible basado en una materia prima, el petróleo, cuyo control quiere ser monopolizado por una minoría de jefes de grandes multinacionales petroleras que empujan a los gobiernos de occidente a hacer la guerra o a provocar, por todos los medios, enfrentamientos dentro de los estados de los países productores.
En consecuencia, miles, por no decir millones de refugiados procedentes de estos países productores de petróleo se dirigen, sin papeles, hacia los países de Occidente, para convertirse en mano de obra barata que provoca, a su vez, que los salarios y las condiciones laborales de los trabajadores con papeles de los países donde llegan se vayan igualando a la baja con los de los recién llegados.
No, la muerte de la Muriel no es un simple atropello. Es una muestra de un inmenso atropello colectivo. Es una muestra clara del camino hacia donde va el mundo si no corregimos el rumbo, y que la consecución del nuevo estado catalán sólo será un paso más para intentar liberarnos de cadenas todavía mucho más pesadas que las de los estados que abandonamos.
Brauli Tamarit Tamarit.
Martes, 26 de abril de 2016.
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