El Nacional. Viernes, 12 de Julio de 2019.
Opinión.
Lo tengo claro, ¿y ustedes?
Gonzalo Boye.
Madrid. Viernes, 12 de Julio de 2019.
Tiempo estimado de lectura: 4 minutos.
No somos pocos los que hace tiempo que decimos que la represión no pasa por un único juicio y que existe un auténtico plan para implementarla en varios ámbitos. Los hechos de estas últimas semanas nos están dando la razón y tendrían que ayudar a comprender la inmensidad del concepto «todo es el proceso», que tanto gusta a algún fiscal del Tribunal Supremo.
Las actuaciones represivas no siempre son claramente visibles, pero siempre responden a un mismo patrón: intimidar el afectado directo y, a la vez, servir de aviso a navegantes. Esto es, justamente, lo que se está haciendo cada vez más visible y, especialmente, en estas últimas semanas.
Montar una operación policial en territorio francés, y ampliarla a la parte alemana, para detener y trasladar rápidamente a España el presidente Puigdemont y Toni Comín, saltándose los molestos trámites de un proceso de extradición, es sólo un síntoma de hasta donde están dispuestos a llegar algunos para salvaguardar la «indisoluble unidad de la nación española» y, también, un aviso a navegantes: ni las fronteras ni las leyes no les detendrán porque todo es el proceso.
Acusar al presidente Torra de un delito de desobediencia por una denuncia de una politizada entidad llamada Junta Electoral Central, actualmente en manos de auténticos talibanes, también es una muestra de hasta donde están dispuestos a llegar y cuántas personas están preparadas para «ayudar», incluso a riesgo de cargarse el ordenamiento, la credibilidad profesional y, incluso, la imparcialidad que se presupone a los jueces.
Imponer multas, por presunta temeridad, a quienes solicitan medidas cautelares para garantizar sus derechos y el de sus electores, como ha hecho la Sala Tercera del Supremo respecto del presidente Puigdemont y Toni Comín, así como deducir testigos en contra de su abogado para preparar y presentar estos escritos, no son más que muestras del mismo, pero, en este caso, con un plus añadido: no quieren que sean defendidos, los prefieren indefensos... para acabar ya con el proceso.
Investigar durante más de un año a Laura Borràs, diputada, hacerlo en secreto y por parte de una jueza que es claramente incompetente para investigarla, bien como diputada autonómica o como diputada a las Cortes, sólo es un nuevo ejemplo que contra los independentistas todo se vale y las leyes no son más que una referencia... mientras no molesten el objetivo de criminalizar el proceso.
Haber espiado las comunicaciones entre la Generalitat y sus delegaciones en el exterior, junto con las posibles consecuencias legales que esto tenga aquí o más allá de los Pirineos, es otro claro síntoma de como desprecian la ley y los derechos fundamentales y de cómo están dispuestos a adentrarse en una guerra sucia con objeto de acabar con el proceso.
Los anteriores son sólo algunos ejemplos de los muchos actos represivos que hemos visto en estos días, pero, sin duda, podríamos continuar exponiendo casos para llegar a la misma conclusión: todo forma parte de un plan perfectamente orquestado para reprimir a unos y acobardar a otros y, así, poderse cargar el proceso.
La represión ni está empezando ni está acabando, simplemente se está haciendo más y más visible porque su aplicación, cada vez, requiere más dosis de desvergüenza. Lo que arrancó siendo algo sutil se está demostrando ineficaz ante la persistencia del pueblo catalán y, por lo tanto, los métodos son cada vez más bastos, más descarados y, por qué no decirlo, más ilegales.
Algunos estamentos del Estado han decidido atravesar la frontera de lo que es el comportamiento propio de un estado democrático y de derecho para adentrarse en un laberinto de ilegalidades en que lo único que se tiene claro es donde empezó pero no donde acabará. En otros momentos históricos se ha incurrido en el mismo error y se han buscado varios métodos, incluidos los violentos, para intentar conseguir el mismo: aniquilar al disidente.
Los hechos de Estrasburgo, del 2 de Julio, me han recordado mucho –manteniendo las distancias– lo que pasó en el sur de Francia durante el apogeo de los GAL, y tenemos que confiar que no se llegue a estos extremos, pero, insisto, una vez se atraviesan determinadas líneas rojas, es muy difícil deshacer el camino.
La actuación de la Sala Tercera del Supremo, en contra del presidente Puigdemont, Toni Comín y, también, en contra mío, me recuerda mucho algunas decisiones de tribunales turcos en que no sólo se persigue sancionar el disidente, sino, de paso, privarlo de un derecho tan básico como es tener un abogado de confianza que lo defienda.
La laxitud e imparcialidad con la cual se pretende sentar en el banquillo de los acusados al presidente Torra y con la cual se ha estado investigando en secreto la Excma. Sra. Borràs son otros claros ejemplos de una justicia politizada y tremendamente comprometida con una idea de lo que tiene que ser España, que poco y mal encaja con el contexto europeo en que se supone que nos situamos.
Del Borrellgate mejor ni hablar, porque esto, seguramente, acabará siendo investigado por tribunales de otros países con más cultura democrática y donde no mirarán a otro lado ante una ilegalidad tan grande.
Ejemplos aparte, la cuestión de fondo no es cuánto reprimirán, que será mucho, sino si estamos dispuestos a tolerarlo o no. Es decir, como nos posicionaremos ante la represión y si conseguirá o no su objetivo: castigar a unos para atemorizar a otros. En mi caso, que sé muy bien lo que es sufrir la represión, no lo conseguirán.
La defensa de los derechos humanos y de los derechos civiles y políticos siempre ha comportado el riesgo de acabar siendo víctima de la represión a la cual se combate. Y ante situaciones como las que estamos viviendo, viene bien recordar a José de San Martín cuando dijo: «El enemigo es grande si se le mira de rodillas», o a José Martí cuando explicó: «Vale más un minuto de pie que una vida arrodillado». Yo lo tengo claro. ¿Y ustedes?
Enlace del artículo original en catalán:
https://www.elnacional.cat/ca/opinio/gonzalo-boye-tinc-clar-vostes_403057_102.html
Enlace relacionado:
Aquí no pasaría. Gonzalo Boye. El Nacional.