1. Joan Bardina Castarà (Sant Boi, 1877, Valparaíso,
1950). Esbozo biográfico.
Buenaventura Delgado.
Introducción.
Dos son los principales trabajos existentes sobre este pedagogo catalán:
Joan
Bardina Castarà. Dades biogràfiques recollides per alumnes
de l'Escola de Mestres, obra multicopiada que consta de 99 folios fechada
en Barcelona el año 1959. Los alumnos que realizaron este interesante
estudio, basándose en sus recuerdos personales y en las obras y
documentos que pudieron recoger sobre su maestro, fueron Artur Martorell,
Cassasses y Josep Parunella. Contaron para su investigación con
la preciosa ayuda de otros discípulos supervivientes, entre los
que cabe citar a Carmen Segarra, Gloria Bulbena y Miguel Fornaguera.
Dos años después, en 1961, Artur Martorell publicó
un artículo titulado «Joan Bardina i l'Escola de Mestres1»,
en el que el antiguo director del Institut Municipal d'Educació
analizaba algunos de los aspectos de la genial creación bardiniana
de la Escola; en él lamentaba Martorell el olvido con que
Cataluña y España han correspondido a los afanes y angustias
de Bardina en pro de la educación; como botón de muestra
cita las escasas líneas plagadas de errores que la Enciclopedia
Espasa le dedica. Se puede seguir haciendo la prueba en otras enciclopedias
y diccionarios de autores publicados más recientemente con idéntico
resultado. Tampoco en el Diccionario de Pedagogía Labor aparecido
en 1964 y en la segunda edición revisada de 1970 aparece el nombre
de Bardina. Otro tanto puede decirse de la Antología de textos
pedagógicos hispanoamericanos dirigida por Ángeles Galinó.
La Gran Enciclopedia Catalana, no obstante, le dedica unas líneas,
no tantas como en justicia merece.
Para pergeñar esta elemental biografía hemos tenido, además
de los dos trabajos inicialmente citados, la inestimable aportación
de los discípulos vivos, la documentación y obras del Archivo
de Prat de la Riba, de la Universidad y Diputación Provincial de
Barcelona, de la Biblioteca Popular de Sant Boi -la más rica en
fondos sobre Bardina- y, por supuesto, la extensa y polifacética
obra escrita de este samboyano ilustre. Las fuentes para reconstruir su
biografía son relativamente abundantes y de fácil localización
en todo aquello que se refiere a la etapa de Barcelona; las dificultades
crecen cuando se trata de reconstruir su andadura por tierras americanas
en las que vivió más de treinta años.
La formación de Bardina.
Joan Bardina nació en Sant Boi del Llobregat el 27 de mayo de
1877 en el seno de una familia muy humilde. Su padre era herrero. Su facilidad
e interés por el estudio, la precaria economía familiar y
el acendrado espíritu religioso de su madre, dieron con él
en el Seminario de Barcelona, en el que ingresó con diez años.
Salvo el bache de la adolescencia y pubertad, Bardina se tomó
en serio el estudio obteniendo siempre las máximas calificaciones;
disfrutó de beca durante sus estudios, ganó un concurso de
catecismo y obtuvo un primer premio en un certamen organizado por el Seminario
de Valencia con un trabajo titulado «Crítica del juicio sintético
a priori de Kant».
Este premio y sus cada vez más asiduas colaboraciones periodísticas
en El Mestre Tites. Setmanari de bona mena, le ocasionaron tensiones
con sus superiores; Bardina decidió abandonar el Seminario y marchar
a Méjico con otros compañeros en semejantes dificultades
y con deseos de mayor amplitud para sus inquietudes y afanes apostólicos.
Bardina tenía 19 años al dejar el Seminario.
Entre 1896 y 1899 hizo su Bachillerato en el Instituto de Gerona e inmediatamente
después ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras
de Barcelona. Al mismo tiempo siguió entregado de lleno al periodismo;
firmaba sus artículos con una variada gama de seudónimos:
Said, Pepet de les Pomes, Abel, Fusta y Valcarlos, nombre con el que firmaba
sus trabajos de contenido carlista. Posteriormente siguió utilizando
otros seudónimos al verse urgido a escribir precipitadamente obras
cuya paternidad le costaba confesar: Dra. Fanny, Dr. Saimbraun, Un Capitán
de Estado Mayor..., escritos realizados, en ocasiones, precipitadamente,
angustiado por su situación económica y la de su familia.
Su padre había muerto cuando él estaba en el Seminario.
El Mestre Tites le acarreó polémicas, multas y
suspensión gubernativa el 29 de abril de 1900.
En estos años juveniles Bardina militó activamente en
el carlismo, al que estuvo vinculado antes de salir del Seminario. El Círculo
Carlista de Barcelona estaba instalado en el actual cine Coliseum de
la Gran Vía. Bardina presentó a un certamen organizado por
este Círculo el trabajo Aparisi y Guijarro. Apuntes biográficos
del que fue honra de España y gloria de la Comunión Tradicionalista;
lo firmaba con el seudónimo de «Valcarlos» y obtuvo
un premio. A este trabajo siguieron otros del mismo o parecido talante:
Táctica de Infantería (1899).
Catalunya i els carlins (1900).
Orígenes de la Tradición y del Régimen Liberal,
título de su Tesis de Licenciatura defendida en mayo de 1905, con
la que obtuvo el Premio Extraordinario fin de carrera2.
Joan Bardina no se redujo a investigar como un erudito las bases fundamentales
del carlismo, sino que participó activa y apasionadamente en este
movimiento. En mayo de 1902 fue detenido por unos artículos escritos
en La Barretina; liberado muy pronto, el gobernador militar de Barcelona
le nombró profesor particular de su hijo. La noche anterior al Corpus
de 1902 -aquel año cayó en el 28 de mayo- tuvo lugar lo que
se ha venido denominando con el nombre de «Intentona de Badalona»,
con cuyo motivo fueron detenidos varios militares carlistas; la amistad
de Bardina con el gobernador consiguió la pronta liberación
de los mismos.
El periodismo, las clases particulares y el estudio absorbían
el tiempo de Bardina. En 1902 comenzó a colaborar en La Veu de
Catalunya, dirigida por Prat de la Riba; en octubre inició sus
campañas pedagógicas en este periódico portavoz de
la Lliga Regionalista. El motivo fue, sin duda, el decreto del conde
de Romanones, ministro de Instrucción Pública, prohibiendo
la enseñanza del catecismo en catalán. Bardina colaboró
en La Veu en dos etapas: de 1902 a 1912 y de 1914 a 1916. Entre
este cúmulo de actividades encuentra tiempo Bardina para estudiar
Magisterio y algunas asignaturas de Derecho, especialidad por la que sentía
especial predilección.
«Era por octubre de 1902, si no me equivoco -escribe- cuando
comencé en La Veu de Catalunya la campaña pedagógica.
¿Por qué la inicié, y precisamente en aquellos
momentos?.
Cansado, muchacho todavía, de una vertiginosa lucha en un partido
político, lucha -sin vanidad- heroica, y desengañado de la
eficacia de los remedios exclusivamente políticos, por ley de reacción
-inevitable en un espíritu luchador- me fui convencien- do de que
no existe más que un camino para la regeneración estable:
la reforma de las generaciones por la educación.
Ya en este terreno, no voy a explicar cómo mi espíritu
comenzó a devorar los libros capitales de educación escritos
fuera; ni cómo seleccioné algunos como punto de partida de
la obra que vagamente iba dibujando; ni cómo llegué a persuadirme
firmemente no sólo de la tesis general de que la educación
era la gran y única palanca, sino también de que, debiendo
aceptar lo bueno que tanto abunda más allá de nuestras fronteras,
era absolutamente necesaria una firme base nacional sobre la que desarrollar
todo el sistema, horno de asimilación de todo lo bueno de los demás3».
Es cierto que Bardina concentra sus energías y coloca sus esperanzas
en la educación, creyendo, como todos los intelectuales de su tiempo,
que la educación es el resorte mágico que hay que mover para
forjar las nuevas generaciones futuras que España necesitaba. En
sentido estricto se puede hablar de un desencanto político y de
una «conversión pedagógica», siguiendo la moda
del regeneracionismo y del pedagogismo que impregnaba el pensamiento del
momento; ahora bien, este cambio de orientación no se produjo en
Bardina de la noche a la mañana, sino lentamente, paulatinamente
y apasionadamente, como todo lo que él hacía. Conviene recordar
el tema de su Tesis de Licenciatura anteriormente citada, presentada en
mayo de 1905 y no en 1900 como indican sus discípulos, lo que demuestra
que su interés por el carlismo sigue vigente, teóricamente
al menos, aunque cada vez con menos vigor; a partir de 1902 la educación
será su principal preocupación y su actividad fundamental.
En el fragmento transcrito afirma su afán por devorar
las obras capitales de educación escritas en el extranjero; es probable
que lo hiciese dejándose llevar por el tópico de aquella
época -y de otras- de que lo bueno estaba más allá
de los Pirineos, pero no únicamente se nutrió su pensamiento
pedagógico de obras extranjeras; también conoció los
escritos de los pedagogos y educadores españoles del círculo
de Giner de los Ríos, al que Bardina estuvo unido como podrá
comprobarse en otro lugar de esta publicación.
Con las influencias de dentro y de fuera y sin perder de vista los movimientos
culturales y políticos de Cataluña, Bardina llegó
a elaborar su pensamiento pedagógico, original en muchos aspectos,
y quizás único en la Historia de la Pedagogía Española.
Sin abandonar sus principios cristianos, fue capaz de asimilar el estilo
educativo y el buen hacer pedagógico de los institucionistas, llegando
a defender las dos tesis fundamentales objeto de disputa entre tirios y
troyanos: la neutralidad religiosa y la coeducación. Esta síntesis
sorprendente le granjeó todas las simpatías y apoyo de los
hombres de Giner, pero le acarreó también incomprensión
e indiferencia en el campo de los católicos; lo que para unos era
digno de aplauso, para otros era motivo de escándalo.
Actividades pedagógicas de Bardina.
No es exagerado afirmar que durante la década de 1902 a 1912
apenas existe actividad pedagógica en Barcelona en la que no participe
de forma descollante Bardina; en los Congresos, en la organización
de escuelas catalanas, en la política escolar de la Lliga,
en la publicación de libros de texto, en conferencias, en la fundación
de instituciones pedagógicas, en el asesoramiento técnico,
en la política educativa del municipio, en las asociaciones protectoras
de enseñanza, en la prensa, en la publicación de obras, revistas,
etcétera, aparece Bardina como el técnico indiscutible y
conocedor de las más modernas corrientes y métodos pedagógicos.
Veamos su participación en los Congresos.
Entre enero y febrero de 1903 tuvo lugar el Primer Congrès
Universitari Català en el que defendió una ponencia titulada
«Organització de la Universitat Catalana».
En el Primer Congrès Internacional de la Llengua Catalana,
celebrado en Barcelona del 13 al 18 de octubre de 1906, presentó
una comunicación titulada «Guia pedagógica per a escriure
les vocals àtones dubtoses oe y ou» y defendió una
ponencia en la Secció Social y Jurídica titulada «La
llengua catalana és l'única apta, tractant-se de catalans,
per a l'instrucció dels noys y dels grans». Sin entrar en
detalle consignemos que, entre las conclusiones sometidas a debate la segunda
iba dirigida contra «la classica divisió de les anomenades
parts
de la oració», por considerarlas inadecuadas y contrarias
al «naturalismo filológico»; la 3ª y 4ª se
presentaron para la discusión en los siguientes términos:
«La instrucció en català, sense tenir l'importancia
pedagògica que se li dona, es d'una trascendencia capdal, segons
la llògica y les estadístiques».
«La pedagogía moderníssima d'educació natural
exigeix la llengua natural com a vincle entre'ls mestres y els deixebles4».
A finales de 1909 y principios de 1910 se celebró en Barcelona un
Congreso
de Primera Enseñanza en el que Bardina intervino muy activamente.
La idea de celebrar un Congreso de tal índole la había lanzado
la Sociedad Barcelonesa de Amigos de la Instrucción a mediados
de 1908; poco después la Asociación de Maestros Públicos
de Barcelona acordó celebrar una Asamblea de Maestros con fin parecido.
Se evitó de común acuerdo la duplicidad de actos y se nombró
una Comisión Organizadora del Congreso con representantes de ambas
entidades. Se constituyeron cuatro secciones: una de propaganda, en la
que figuraba Bardina con Rosa Sensat y M. Angelles Moncunill, otra técnica,
otra económica -en ella figura la esposa de Bardina, Josefa Soronellas,
en calidad de tesorera- y una cuarta sección dedicada a la organización
de una Exposición de material escolar aneja al Congreso.
Durante la celebración del Congreso, Bardina multiplicó
su presencia en todas las secciones, matizando, rectificando o presentando
y defendiendo enmiendas o conclusiones5.
Le tocó presidir la sección más conflictiva del
Congreso, la sección 4ª, titulada «Organización
y funcionamiento de las Escuelas Primarias en sus diferentes clases y grados».
Fue la sección más concurrida y la más polémica;
entre los asistentes había una representación prestigiosa
del clero: el jesuita Ruiz Amado, el futuro cardenal primado Enrique Pla
y Deniel, representante del cardenal de Barcelona y los presbíteros
Cosme Parpal, profesor de la Universidad, y Pedragosa, entre otros muchos.
Entre los discípulos de Bardina estaba Artur Martorell. Habían
acudido otras personas de reconocido prestigio: el arquitecto y amigo de
Bardina Buenaventura Conill, Jerónimo Estrany, médico y director
de las Escuelas del Distrito VI, María de Maeztu... Bardina
presentó además una comunicación «Sobre la educació
de la personalitat», en la que resume lo que, a su juicio, debería
ser la pedagogía estimulante de la acción y de la voluntad.
La tensión se disparó cuando el P. Ruiz Amado interrumpió
la exposición del ponente Vicente Pinedo, «por haber creído
ver en las palabras del disertante algo de descortesía a nuestra
patria», según dicen eufemísticamente las Actas del
Congreso6.
En la sala abarrotada de congresistas se originó un buen tumulto
y el ponente, acompañado de un grupo de maestros, se retiró
sin que en los días siguientes se reintegrasen al Congreso.
En octubre de 1906 abrió Bardina su Escola de Mestres
en la calle Nueva San Francisco, 23, de la que se habla en otro lugar.
En este mismo año se casó con Josefa Soronellas de la que
tuvo una hija, Remedios, «fiel retrato de su padre» en opinión
de Carmen Segarra y Miguel Fornaguera7.
En 1908 intervino en la redacción de las bases pedagógicas
del polémico Pressupost de Cultura del Ayuntamiento barcelonés
donde sintetiza su pensamiento pedagógico. En este mismo año
perdió a su mujer.
En marzo de 1909 lanzó una interesante revista pedagógica
catalana de la que únicamente pudo publicar un número: Revista
Catalana d'Educació; en ella colaboraron sus discípulos
de la Escola. Más tarde reapareció en castellano con
el nombre de Revista de Educación. Esta Revista y
las reuniones periódicas con parte de los alumnos de la clausurada
Escola
de Mestres -dio por terminadas sus actividades en agosto de 1910- mantuvo
unido al grupo de maestro y discípulos que no acababa de comprender
por qué Cataluña se encogió de hombros y permitió
el fin de una institución trascendental.
No renunció el grupo a sus proyectos y continuó en la
brecha, a pesar de que sus fuerzas eran en realidad escasas. Les sobraba,
no obstante, el entusiasmo que los auténticos educadores son capaces
de trasmitir a sus alumnos, entusiasmo que todavía perdura en ellos,
a pesar de los años transcurridos. El eclipse de Bardina en Barcelona
es terriblemente dramático; ninguna fuerza política cuenta
con él. A fin de salvar la Escola de Mestres llamó
precipitadamente a Eladio Homs que estudiaba entonces en Estados Unidos,
ofreciéndole la dirección de lo que él más
quería; la misma cesión y con idéntico resultado negativo
hizo con la Revista de Educación que acabó muriendo
después de dos años y medio de existencia. Es significativo
que ni él ni ninguno de sus discípulos participaran en el
Primer
Congreso Español de Higiene Escolar celebrado en Barcelona entre
el 8 y el 12 de abril de 1912.
Durante el curso 1911 y 1912 Bardina se recluyó en la Institución
Spencer, última de las experiencias por él creadas en
Barcelona. Estaba ubicada en la calle Margenat, número 13, de Sarriá,
gracias a la ayuda económica del matrimonio Durall. El local era
«magnífico, con material espléndido construido exprofeso,
con un excelente campo de experimentación y con una abundancia no
igualada del más adecuado utillaje escolar8».
Bardina se encargó de la dirección y de la explicación
de las matemáticas, del Lenguaje y de la Geografía e Historia;
Carmen Parunella explicaba dibujo, costura y trabajos manuales a las niñas;
Ramón Espina -joven maestro formado en la Escola de Mestres-
se encargaba de la enseñanza de las Ciencias Físicas, Químicas,
Naturales y de los trabajos manuales de los niños; Adrià
Gual se cuidaba de la educación artística.
La Institución Spencer estaba destinada a muy pocos alumnos
pertenecientes a familias acomodadas; la suficiencia de medios económicos
y el reducido número de alumnos permitiría impartir una educación
personalizada. El ideal era preparar a estos alumnos para triunfar en la
vida; capacitarles para «comprender el mundo actual, poniendo al
alumno en comunicación con cosas e instituciones; injertarles ideales
de perfección del mundo y entusiasmo para realizarlos; entrenarle
en la iniciativa y en la acción, habituándole a proyectar
cosas provechosas y a emprenderlas con valentía; acostumbrarles a
la perseverancia hasta lograr el fin propuesto, creciéndose en las
dificultades e imperando sobre cosas y personas; hombres triunfadores,
en provecho propio y de la comunidad9»,
ideales que encajaban perfectamente con la ideología burguesa.
Como medios para lograr estos objetivos, la escuela prometía
el estudio de la psicología individual de cada alumno, una disciplina
y orientación personal, un régimen de libertad discretamente
vigilada por el profesorado, la participación del alumnado en la
administración, en la disciplina, en la higiene, etc. Además
de estos procedimientos que sorprenden por la modernidad y vigencia de
los mismos, implantaba Bardina la globalización de las enseñanzas
sustituyendo las tradicionales asignaturas en cuatro grandes grupos: Estudios
de la Naturaleza, Cálculo, Expresión e Instituciones (religión,
moral, geografía, política, Historia, Arte, Urbanidad, Civismo,
Industria y Comercio, Economía). Se educaría la memoria,
pero sin caer en el memorismo; los libros de texto quedaban excluidos y
el material auxiliar, excepto el de precisión, debía confeccionarlo
cada alumno. En resumen, la Institución Spencer conservaba
muchos de los principios de la Escola de Mestres e introducía
otros nuevos. Duró poco, sin que sepamos por qué, pero su
huella fue profunda.
El viaje a París.
Aunque la Institución Spencer le ponía a salvo
de las penurias económicas que asfixiaron a la Escola de Mestres,
no por ello le libraron de los acreedores; por otra parte, la Institución,
por moderna y modélica que fuese, no podía satisfacer del
todo a Bardina que había acometido empresas de mayor envergadura.
Una vez más -no será la última- los hombres de Giner
de los Ríos le prestaron su ayuda y consiguió para él
y algunos de sus discípulos una beca de la Junta para Ampliación
de Estudios en el extranjero; con ayudas semejantes de la Diputación
y del Ayuntamiento de Barcelona salía Bardina hacia París
el 2 de octubre de 1912 acompañado de sus discípulos Pere
Blanch, Joan Batllori, Ramón Espina, Josep Costa, Pere Solé
y Miguel Fornaguera. La marcha a París de Bardina no suponía
ninguna recompensa a sus méritos, sino todo lo contrario; marchar
al extranjero en viaje de ampliación de estudios un hombre de 35
años que había estado en el candelero y había actuado
como experto en las lides pedagógicas no era precisamente un éxito
sino un reconocimiento de fracaso; así debió comprenderlo
Bardina y así se explica el estado de abatimiento físico
y moral en que fue sorprendido por sus discípulos en París,
enfermo y llorando en la cama. París suponía una huida de
Barcelona en espera de coyuntura más propicia.
El grupo alquiló una casa en la calle Charleroi, 33, en Ivry,
cercano a la capital francesa. La casa era un chalet de dos pisos con jardín;
en la planta baja instalaron mesas individuales de trabajo, el comedor
y la cocina; en la galería cubierta organizaron los laboratorios
de Física y Química y el taller de trabajos manuales; en
la planta superior, los dormitorios. Cada uno se comprometió a estudiar
una especialidad distinta; siguieron cursos en la Normal Superior, en la
Institución de Francia, en la Escuela de Artes y Oficios, en la
Escuela de Bellas Artes...; al mismo tiempo visitaron escuelas, museos,
bibliotecas, monumentos, etc.
En la residencia estudiaban Geografía, Física, Historia
y otras materias; Bardina les dio un curso de periodismo. Cada semana uno
de ellos se encargaba de escribir el diario de la comunidad y otro de la
administración.
Una de las actividades constantes fue el montaje de diversos aparatos
de física (bombas hidráulicas, pilas eléctricas, telégrafo,
óptica...). Al finalizar su estancia en París, enviaron al
Museo
Pedagógico Nacional 500 aparatos por ellos montados aprovechando
material de desecho encontrado en las calles. Rafael Altamira visitó
a esta pequeña academia platónica y quedó sorprendido
del espíritu y de la capacidad de inventiva de los bardinianos.
Un año duró la experiencia; en octubre de 1913 se deshacía
el grupo; mientras unos volvían a Barcelona, Bardina, Batllori y
Fomaguera marchaban en bicicleta a Bélgica y Holanda. Pedagógicamente
Francia no se encontraba a mayor altura que España; en Barcelona
y en Madrid existían centros docentes más avanzados que en
París, quizá por ello y por el espíritu bohemio que
siempre animó a Bardina y a sus discípulos, se lanzaron a
recorrer las escuelas de los Países Bajos; visitaron Charleroi,
Gante, Waterlóo, Malinas, Amberes, Lieja, Rótterdam, La Haya;
visitaron con especial interés la escuela del Ermitage y
conocieron personalmente a su creador Ovidio Decroly, así como la
Escuela
Modelo de Alex Sluys. Este conocimiento directo explica, entre otras
causas, que los bardinianos fueran siempre partidarios del método
del pedagogo belga y no del de Montessori, implantado oficialmente en las
escuelas por la Mancomunidad de Cataluña.
Viaje sin retorno a América.
Las causas y circunstancias del viaje de Bardina a América nos
son parcialmente conocidas, gracias a la copia de una carta conservada
por Fornaguera y que gentilmente nos ha cedido10.
La carta de Bardina estaba fechada el 4 de abril de 1918, primer aniversario
de su embarque en Barcelona. Algunos de sus discípulos ya estaban
en América y habían acordado que él se reuniría
pronto con ellos en Colombia. Bardina tenía todo preparado para
escapar de Barcelona y llegó a comprar el pasaje para Colombia;
los planes eran, en primer lugar, iniciar una empresa político-educativa;
en segundo lugar, hacer deporte y excursionismo; en tercer lugar, «llenar
la bolsa rápidamente». Aunque Bardina estaba decidido a todo
con tal de abandonar Barcelona -los acreedores de la Escola de Mestres
le perseguían judicialmente para recuperar poco más de 30.000
pesetas- veía en el plan serias dificultades. Pablo Vila, hombre
prestigioso en Bogotá y demás ilustrados de la colonia catalana
podían ser un grave obstáculo para su éxito, por conocer
sus fracasos en Barcelona. Si no había otra salida, no obstante,
estaba dispuesto a la lucha y a «conquistarse la prensa, políticos,
maestros, etc.», escribía.
Por otra parte, pensaba como buen maestro que sus discípulos
no le necesitaban; le repugnaba seguir ayudando y haciendo de mentor de
hombres de 24 años. «Si mi actuación entre vosotros
-escribía- (comercial, pedagógica, etc.) fuese un éxito,
sería perjudicial para vosotros que habéis de tener seguridad
absoluta en vuestras fuerzas y seguridad real y probada en la arena de
la lucha feta i suada no en la lucha teórica; hasta deseada;
por eso me repugnaba venir». Por el contrario, deseaba ir a un país
donde nadie le conociese y donde fuese apreciado, no por sus obras anteriores,
sino por sus obras futuras. Si no había otra salida iría
a Colombia; cualquier cosa menos permanecer en Barcelona; «continuar
en Barcelona era matarme», confiesa angustiado Bardina.
Providencialmente para él no se vio obligado a ir a Colombia.
El 31 de octubre de 1916 apareció en el Boletín del Ministerio
de Instrucción Pública y Bellas Artes de Madrid el siguiente
anuncio:
«El Gobierno de la República de Bolivia ha resuelto establecer
en la ciudad de La Paz, desde principios del año próximo
el Instituto Normal Superior, destinado a formar el profesorado de instrucción
secundaria, y desea un profesor de reconocida competencia y con título
de doctor en Filosofía y Letras se haga cargo de la dirección
de la Sección de Filosofía del mencionado Instituto en las
condiciones siguientes:
El Gobierno de Bolivia se propone que el contrato se haga por un plazo
de cuatro años; satisfará los gastos de viaje de ida y regreso,
y asignará al profesor a quien se confíe el cargo mencionado
la retribución de 600 pesos bolivianos mensuales (pesetas 1.200
m/n).
Las personas que aspiren al indicado puesto deberán participarlo
por medio de instancia, acompañando una hoja de servicios, en el
plazo de diez días a contar desde la fecha de la publicación
de este anuncio en la Gaceta de Madrid.
Madrid, 18 de octubre de 1916. El subsecretario, Rivas. (Gaceta
del 26).
La persona seleccionada por el Ministerio para ocupar cargo tan importante
fue don Rufino Blanco y Sánchez. Muy pocos podían aventajarle
en méritos; La Gaceta del 18 de diciembre de 1916 resolvía
el concurso y proponía al cónsul de Bolivia en España
a este insigne pedagogo. Los méritos aducidos y publicados en La
Gaceta y en el Boletín Oficial del Ministerio de Instrucción
Pública y Bellas Artes eran los siguientes:
«Maestro, por oposición, de la Escuela Superior Modelo
Municipal de Madrid, por Real orden de 29 de julio de 1889. Cesó
el 1º de enero de 1894.
Maestro regente de la Escuela Práctica agregada a la Normal Central
de Maestros, en virtud de oposición, por Real orden de 12 de diciembre
de 1893. Cesó en 25 de junio de 1896.
Profesor numerario de Literatura general, Literatura y Lengua españolas
de la Escuela Superior del Magisterio, por Real orden de 24 de julio de
1909. Cesó en 23 de agosto de 1910.
Profesor numerario de Historia de la Pedagogía fundamental y
Prácticas pedagógicas de la Escuela de Estudios Superiores
del Magisterio, cargo que hasta la fecha continúa desempeñando.
Doctor en Filosofía y Letras, con la calificación de sobresaliente.
Profesor normal.
Ponente de la Junta Central de primera enseñanza del proyecto
de creación de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio,
en la cual ha desempeñado los cargos de subdirector del establecimiento
y director de estudios.
Colaborador, por encargo de la Real Academia Española, del Diccionario
de calígrafos españoles, de Rico y Sinobas, publicado
por dicha corporación.
Autor, premiado por la Biblioteca Nacional, de una Bibliografía
pedagógica hispano-americana, en cinco tomos, única en
su género publicada en castellano.
Autor, igualmente, de un folleto de propaganda titulado Escuelas
graduados, de que se hizo el año 1900 una copiosa edición
oficial en la República de Bolivia, y de otras varias obras didácticas
declaradas de mérito por el Ministerio de Instrucción Pública,
previos informes favorables de las Reales Academias.
Medalla de bronce en la Exposición Internacional de París
del año 1900.
Diploma de primera clase y premio de honor en la Exposición Escolar
de Bilbao de 1905.
Cuatro premios de honor en la Exposición de Quito de 1909.
Premio de la Biblioteca Nacional en el concurso del año 1904.
Comendador de la orden civil de Alfonso XII.
Miembro honorario de la Societé de Bruselas».
Sin embargo, el gobierno boliviano -masón, según la mencionada
carta de Bardina a sus discípulos- no aceptó la designación
de Rufino Blanco, alegando razones de edad. Por aquellas fechas se hallaba
Bardina defendiendo en Madrid su Tesis Doctoral, motivo por el que los
institucionistas pensaron en él para este cargo, a pesar de que
no había acudido al concurso de méritos.
Según los bardinianos, la educación boliviana estaba en
manos de treinta profesores belgas enviados por el masón Alex Sluys,
amigo de los institucionistas, y considerados como el no va más
de la pedagogía moderna. También el director general de Instrucción
Pública del país era un belga. Desde el punto de vista económico
el contrato era muy ventajoso; además de una buena remuneración,
se ofrecía al seleccionado la dirección y supervisión
de los libros de texto, con lo cual podía retornar diners i fer
comers.
Tras un largo y accidentado viaje, llegó Bardina a La Paz dispuesto
a la pelea, a sabiendas de que el grupo masónico no iba a renunciar
fácilmente a sus prebendas, ni le iba a facilitar el trabajo.
Poco sabemos de su aventura boliviana; Fornaguera nos ha mostrado una
carta de Batllori en la que, de forma telegramática, dice lo siguiente:
«Me cuenta que el señor Bardina tuvo un... (¿éxito?)
extraordinario en Bolivia: Hizo dimitir a un ministro de Instrucción,
desacreditó al director general de Instrucción. Escribía
simultáneamente en tres periódicos. Revolucionó a
los estudiantes de la Universidad. Tenía una sociedad con un catalán
dueño de una cantina muy lujosa en La Paz...».
y como balance final de su tumultuosa gestión, tuvo que abandonar
precipitadamente el país, disfrazado de fraile, después de
haber sido avisado de que su vida corría peligro. Una vez más,
su carácter impetuoso, radical e independiente, chocó en
La Paz Como en Barcelona con muchos intereses creados.
El arraigo definitivo en Chile.
Desconocemos las circunstancias en que inicialmente se desenvolvió
Bardina en Chile, pero son fáciles de imaginar. Cuentan sus biógrafos
que comenzó a escribir simultáneamente en el Diario Hispano-Americano,
en La Unión y en el Diario Ilustrado firmando sus
colaboraciones, Como era en él costumbre, Con nombres supuestos;
en el último Diario citado firmaba con el nombre de «Lautaro»,
famoso caudillo araucano derrotado y muerto en 1557. Poco a poco logró
abrirse camino y una situación estable. En 1921 se casó con
Raquel Venegas de la que tuvo cuatro hijos entre 1922 y 1927: Juan, Raquel,
Rebeca y Marta.
Fundó con Joaquín Blaya el Anuario Internacional Americano,
para cuya redacción se vio obligado a viajar de acá para
allá en busca de información de primera mano; Perú,
Colombia, Venezuela, Argentina, Ecuador y el propio Chile fueron países
visitados una y otra vez. En el periódico La Unión,
en cuya redacción entró Bardina en 1921, tenía reservada
una página titulada «La Semana Internacional», página
que le proporcionó un gran prestigio y aumentó considerablemente
el número de lectores. Durante una huelga en la que los obreros
pedían mejoras salariales, se puso del lado de los obreros y tuvo
que abandonar el periódico; Con este motivo fundó uno nuevo
con el título de la página que le había hecho famoso,
La
Semana Internacional, publicación que consiguió ininterrumpido
éxito durante 17 años, como lo demuestra el «Gran Diploma
de Honor» obtenido en la Exposición Internacional de Publicaciones
Periódicas celebradas en Matanzas, en diciembre de 1937; a esta
Exposición había acudido más de un millar de publicaciones
representando a 51 países. Anteriormente -junio de 1936- el presidente
de la República de Bolivia lo había nombrado «Gran
Maestre de la Orden Nacional del Cóndor de los Andes» en reconocimiento
por su destacada labor americanista.
Después de la segunda guerra mundial, los Estados Unidos de Norteamérica
declararon el boicot a La Semana Internacional hasta conseguir su
desaparición definitiva. Al parecer, La Semana se oponía
sistemáticamente a los afanes imperialistas yanquis en la América
latina.
En Chile no abandonó su preocupación pedagógica;
en 1928 fue nombrado profesor de Derecho del Trabajo en la Facultad
de Derecho de Valparaíso, cátedra que desempeñó
durante veinte años hasta su muerte. Los biógrafos de Bardina
recogen el testimonio de uno de sus alumnos chilenos en el acto de su entierro:
«El doctor Bardina cumplió su cometido con tal maestría
que la tarea docente por él realizada fue tan fecunda y tan provechosa
que será recordada siempre con singular complacencia por los que
tuvieron la suerte de ser sus discípulos. El alumno, impresionado
por la extensa erudición del maestro, por su extraordinaria agilidad
mental y por su larga experiencia, estaba pendiente de su docta palabra
y por su gesto vivo y cautivador, y era llevado a través de lógicos
raciocinios a las más notables conclusiones que, después
de este magnífico proceso mental, aparecían revestidos de
claridad y sencillez11».
En noviembre de 1948 sufrió un ataque de apoplegía y el 10
de julio de 1950 murió cristianamente en Valparaíso a los
73 años.
Notas:
1Separata
de la Miscel·lània Fontseré. Editorial Gustavo
Gili, Barcelona, 1961, páginas 259-276. Recientemente comienza a
publicarse la Obra Completa de A. Galí, en la que se incluyen
numerosas alusiones a Bardina y a la Escola de Mestres, en especial
en Historia de les Institucions i del moviment cultural a Catalunya.
Barcelona, 1978.
2Fue
publicada en 1906.
3J.
Bardina, Escòla de Mèstres. Memoria del Curs 1906-07.
Any primer de son funcionament. Barcelona, 1907, página 3.
4Primer
Congrés Internacional de la Llengua Catalana. Barcelona, octubre
de 1906. Estampa d'En Joaquim Horta. Barcelona, 1908.
5Una
de las conclusiones presentadas hacía referencia a la
Escola
de Mestres: «Los alumnos de las Escuelas Normales libres que
estén a igual o mayor altura que las organizadas por el Gobierno
(en el local, profesorado, metodología, etc.) saldrán con
idénticos derechos, sin otra formalidad que las de las Escuelas
del Gobierno; ejerciendo éste una inspección constante y
severa». Esta conclusión fue aprobada por 298 votos. El único
caso en Barcelona al que podía referirse esta conclusión
era la Escola de Mestres.
6Congreso
de Primera Enseñanza de Barcelona. Celebrado en el Palacio de
Bellas Artes a últimos de diciembre del año 1909 y primeros
de enero de 1910. Tipografía «La Industrial», de Manuel
Tasis, Barcelona, 1911, página 2. En el Epílogo de las Actas
se vuelve al incidente con los siguientes términos: «Una imprudente
interrupción de uno de los miembros más eminentes del Congreso
que sintió inmotivadamente herido su sentimiento patriótico
ante afirmaciones severas, pero veraces de un señor ponente, movió
brevemente los ánimos serenándose al momento» (página
33).
7En
abril de 1978 me escribió una carta Remedios Bardina, de la que
se puede extraer su brillante curriculum académico. Estudió
Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Barcelona entre
1926 y 1929; obtuvo el Premio Extraordinario en Filosofía y marchó
a Madrid, donde se doctoró en ambas Facultades. Con una beca del
Ayuntamiento de Barcelona y la «Humboldt Stiftung» del gobierno
alemán, marchó a Berlín, donde se doctoró.
Volvió a España al año siguiente y fue destinada al
Instituto de Segunda Enseñanza de Seo de Urgell, donde profesó
dos años. Volvió de nuevo a Alemania y de allí a China
con su marido de esta nacionalidad. Actualmente es catedrática en
Taipei.
8Joan
Bardina Castarà. Dades biografiques recollides per alumnes de l'Escola
de Mestres, obra citada, página 58.
9J.
Bardina, «Programa circular de la Institución Spencer»,
en Revista de Educación, Barcelona, noviembre de 1911, páginas
752-754.
10El
señor Fornaguera lamenta la pérdida de abundante documentación
de la Colla bardiniana que conservaba Ramón Espina. En un
cajón guardaba desordenadamente «folletos, boletines, planos,
estadísticas, esquemas, correspondencia, etc.». Su muerte
en América y muy probablemente el comején, especie de termita,
dio al traste con tan valiosa documentación.
11Joan
Bardina Castarà. Dades biogràfiques..., ob. cit., página
82.