Alternativas a los impuestos para financiar la Renta Básica y la necesidad de una alternativa a la moneda anónima.
1. Alternativas a los impuestos para financiar la Renta
Básica.
La implantación de una Renta Básica para asegurar un mínimo consumo de todas las personas sin ingresos choca con un posible primer obstáculo para su implantación: los impuestos para financiarla serían tan onerosos que los contribuyentes afectados se opondrían a su aplicación, impidiendo que se alcance un consenso en ese sentido.
Sin embargo, existen hipótesis de financiación alternativas
que supondrían, de verificarse, la superación de este inconveniente.
La propuesta de Banco Comunitario de Maurice Allais.
Maurice
Allais, Premio Nobel de Economía del año 1988, propuso
que las personas que están obligadas a ingresar sus ahorros en cuentas
bancarias, -que se calcula son el 95% de los asalariados en los estados
ricos-, establezcan un contrato con las entidades financieras privadas
(bancos, cajas de ahorros y compañías de seguros) cediéndoles
la totalidad o una parte de su saldo, por un tiempo determinado.
El resto de ese saldo, libre de este contrato, se denominaría
«saldo exento de contrato bancario».
El conjunto de estos saldos exentos, a pesar de permanecer formalmente
en las cuentas de las entidades financieras privadas, estarían a
disposición de un Banco Comunitario, creado por ley. Esta disponibilidad
se puede ver facilitada por el uso de las redes telemáticas.
Es posible que la masa monetaria a disposición del Banco Comunitario
pudiera ser considerable.
Los excedentes de producción.
Gracias, entre otras cosas, a los avances tecnológicos en el
campo de la producción de bienes de consumo, podemos afirmar que
existe un potencial productivo suficiente para alimentar a todas las personas
del planeta.
Por un lado, existe un potencial productivo que podría generar
una cantidad considerable de excedentes. Por otro lado, existe un conjunto
de personas dispuestas a adquirir estos excedentes, si dispusiesen del
dinero para adquirirlos.
Para resolver este problema, dentro de una comunidad geopolítica
tal como un estado o un conjunto de estados (por ejemplo, la Comunidad
Europea), una hipótesis consistiría en inventar el dinero
necesario para adquirir estos excedentes, y repartirlo en las cuentas corrientes
bancarias de las personas sin la liquidez necesaria.
Una objeción a la invención de dinero para permitir la
compra de excedentes es que ello provocaría inflación. Conviene
aclarar que la invención de dinero propuesta supondría precisamente
un equilibrio entre oferta y demanda, -que, por definición, es la
ausencia de inflación y deflación-, y que la carencia de
dinero para comprar unos bienes de consumo existentes es deflacionaria.
La invención de dinero en cuentas corrientes es una herramienta
común de las entidades financieras privadas, que se emplea, por
ejemplo, en la concesión de préstamos. Los límites
a esa invención de dinero lo constituyen los llamados «coeficientes
de caja», basado en los límites de prudencia establecidos
según la actividad de los clientes para retirar una parte de estos
saldos en efectivo.
El impuesto sobre la tierra de Henry George.
La tierra es un bien limitado, no está producida por el hombre
y, originariamente, era de propiedad comunitaria. Por lo tanto, restablecer
la antigua situación supondría que los municipios podrían
realizar un urbanismo con capacidad de decisión sobre su territorio.
Henry
George (1839-1897) propuso el establecimiento de un impuesto único,
que gravaría sobre la tierra. Sus propuestas económicas han
sido aplicadas en diferentes partes del mundo y en épocas históricas
distintas.
En
Hungría, entre los años 1918 y 1919, el gobierno de Mihály
Károlyi (apodado el «Conde Rojo») intentó
llevar a cabo un sistema paulatino de municipalización de la tierra,
basado en algunas ideas de Henry George.
La idea de esa propuesta era constituir, en cada municipio, un consejo
tripartito formado por representantes de los propietarios, de los funcionarios
y de los ciudadanos. En zonas más pobladas, como por ejemplo Budapest,
el consejo trabajaba a nivel de distrito.
La misión de este consejo era negociar con cada propietario.
Se le pedía las escrituras de las tierras que tenía y se
le proponía que fijase un precio para cada una. Si el precio de
cada propiedad era considerado demasiado elevado para el consejo, éste
comunicaba al propietario que había de pagar, por adelantado, al
municipio un impuesto anual del 6% del valor declarado. Entonces, el propietario
podía disminuir este valor. Si el precio de la propiedad no era
demasiado alto, entonces el consejo decidía comprar aquella propiedad,
dando inmediatamente un 6% de su valor declarado, pues las arcas públicas
húngaras se consideraban demasiado empobrecidas por la guerra como
para hacer frente, de buen principio, al precio total.
Con este sistema, cada municipio húngaro iniciaba un proceso
progresivo de compra de las tierras, requisito previo para poder realizar
una autentica política urbanística con posibilidades de aplicación.
La propiedad comunitaria del suelo, establecida gradualmente, podría
suponer unos ingresos para las instituciones públicas, ingresos
oportunos para financiar las diferentes partidas de sus presupuestos y,
entre ellas, la misma Renta Básica.
2. La necesidad de una alternativa a la moneda anónima.
Desde hace aproximadamente 4.500 años, la humanidad vive inmersa
en un sistema de intercambio comercial basado en la moneda anónima,
ya sea metálica o en papel.
La característica principal de este tipo de moneda es que no
deja prueba de cada transacción. Ello permite la compra incontrolada
de bienes lícitos e ilícitos, facilita el juego sucio, la
corrupción y el soborno de cualquier persona e institución
y es un elemento imprescindible para la existencia del mercado negro. Además,
la desinformación que produce este tipo de moneda comporta dificultades
tanto para una correcta planificación pública, como para
el comercio privado.
En
la actualidad podemos saber, gracias a la arqueología, que existía
un sistema de intercambio diametralmente distinto, en el que cada transacción
dejaba constancia de todos los elementos que participan en ella. Prueba
de ello son los restos arqueológicos existentes en el Asia Sud-Occidental,
pertenecientes a ciudades que utilizaron este sistema durante miles de
años. En el yacimiento de la ciudad de Uruk, su «Templo Rojo»
almacenaba documentos contables realizados a lo largo de 200 años.
El regreso a un sistema de intercambio transparente y responsabilizador
supondría la necesidad del establecimiento de una red pública
de intercambio. Las informaciones particulares de cada agente del mercado
deberían estar a disposición de este mismo agente, y en manos
de un juez solamente en caso de apertura de una instrucción. Las
informaciones del conjunto del mercado deberían estar a disposición
de todos.
El
cambio formal de las antiguas monedas de algunos estados europeos al Euro
es una ocasión perdida para establecer la eliminación del
dinero anónimo y la construcción de una red pública
de intercambio en este continente. Además, con la circulación
de los nuevos billetes de 100, 200 y 500 euros, se incrementarán
las facilidades para corromper y sobornar.
3. Conclusión.
Renta Básica y sistema de intercambio no anónimo y responsabilizador
son dos propuestas a tener en cuenta si queremos hacer frente a las injusticias
del actual sistema económico imperante. Con ellas, podemos substituir
el actual monopolio del capitalismo privado, con el establecimiento de
un capitalismo comunitario complementario que supla sus carencias.
Brauli Tamarit Tamarit.
Centro de Estudios Joan Bardina.
Año 2001.