Protección de las especies animales depredadoras.
Una vez, el parlamento de Canadá decidió aprobar una ley
para la eliminación total de los lobos en su país.
El gobierno canadiense, antes de aplicar esta ley, quiso saber la opinión
de los indígenas indios y esquimales y llamó a un jefe de
la policía montada para poder contactar con sus representantes.
Este oficial convino un día para encontrarse en un lugar. Llegó
a aquel lugar y vio que, donde el quería poner la tienda de campaña,
había un camino de lobos. De una manera deliberada y provocativa
puso su tienda en el camino de los lobos.
Cuando llegaron los lobos, el lobo dominante se lo pensó y se
sentó. Al cabo de un cierto tiempo, decidió de dar la vuelta
a la tienda de campaña.
El oficial, en su tienda, y la manada vivieron en paz y tranquilidad.
Llegó un momento que a este oficial se le acabaron las provisiones,
y el no llevaba armas. Pero vió que una loba, a veces, cogía
alguna cosa y se la comía. El oficial se dió cuenta que aquello
que cogía la loba eran ratones y decidió cazar y comer ratones.
Cuando llegó su primer invitado, que era el indio, éste
le hizo una reprimenda porque decía que comer ratones disminuía
la virilidad de quien lo hacía y le dijo que no hacía falta
que los cazase porque el llevaba comida para los dos.
Entonces empezaron a hablar de los llobos. El oficial le explicó
el porqué el gobierno canadiense le había enviado, a resultas
de la nueva ley, y el indio le respodió que no matasen los lobos,
porque los indios los necesitan.
El oficial le preguntó porqué, y el indio le contestó
que al dia siguiente vería como se comportaban los lobos y que el
mismo sacaría las consecuencias.
Al
día siguiente fueron los dos a una pequeña montaña
que dominaba una valle repleta de caribús, que son unos ciervos
muy pequeños. Frente de donde ellos estaban había una manada
de lobos, con un lobo dominante y varios lobeznos.
Durante todo el día no hicieron otra cosa que bostezar, dormir
y jugar entre ellos. Cuando vino el momento en que la manada de caribús
se fuese, como siempre lo hacen, salieron disparados. Las manadas de caribús
suelen ser de unos cuantos miles de cabezas y, para irse, necesitan un
poco de tiempo.
Cuando los caribús comenzaron a huir, los lobos se despertaron
y siguieron las incidencias de la huída de los caribús con
mucha atención. Cuando la huída ya estaba al final, los lobos
se lanzaron encima de los caribús que no podían correr como
la manada y los masacraron.
Fue entonces que el indio dijo al oficial: «-¿lo ves?.
Los lobos son nuestros veterinarios y solamente atacan los enfermos, los
inválidos, los que no podían seguir el rebaño. De
esta manera, estamos seguros que, al matar un caribú de un rebaño
cualquiera, comemos carne muy buena y no carne de caribús enfermos
o poco alimentados por invalidez. Así es que no matéis los
lobos, porque nosotros los necesitamos-».
Al cabo de unos pocos días, vino el esquimal y le dijo lo mismo.
Debido al resultado de esta encuesta del oficial canadiense, el gobierno
hizo entender al Parlamento de cambiar esta ley, pero en el sentido que
querían las tribus que vivían de la caza, en los inmensos
pastizales del Canadá nórdico, evitando que se matasen sistemáticamente
los lobos.
Este es un caso típico de donde lleva la persecución sistemática
de los lobos en un país en que se los quiere proteger contra el
parecer de los ganaderos autóctonos.
En una montaña de Galicia, los protectores de los
animales salvajes, entre éstos los lobos, dijeron a los ganaderos
que pagarían por cada animal de pastizal matado por los lobos.
Pero no tuvieron suficiente, y convencieron a un ganadero de cerrar
su rebaño durante la noche dentro de una cerca de paredes muy altas.
Se encontraron con una decepción previsible: un lobo saltó
la pared muy alta de la cerca, pero no mató solamente una oveja,
que sabía que no podría sacarla del cercado. Entonces, utilizando
su inteligencia, masacró más ovejas de las necesarias para
hacer un plano inclinado en el interior de la cerca y otro fuera de la
cerca, y así toda la lobada pudo entrar a comer lo que quisieran.
Barcelona, a martes 2 de Noviembre del 1999.
Guión: Agustí Chalaux de Subirà.
Transcripción y dibujo: Brauli Tamarit Tamarit.