¿Queda algo por destruir?
El Unilateral. Martes, 9 de Febrero de 2021.
Versión extensa del artículo del mismo título publicado en el rotativo «L’Ebre», el viernes, 29 de Enero de 2021.
¿Queda algo por destruir?
Por Xavier Garcia Pujades.
Compatriotas de la especie humana:
Ustedes se deben de haber hecho ya esta pregunta. ¿Tienen alguna respuesta? ¿Sí? Magnífico, les felicito. ¿Saben realmente qué está pasando? Yo sólo tengo algunas intuiciones según la inercia de la historia que vivimos, que ya era bestia en los años –por no decir siglos– pasados. Que tampoco se trata ahora de ir a ver cuando se estropeó el invento de vivir en común encima de este planeta azul.
El caso es que de hace casi un año, vivimos en una pandemia que lleva todas las trazas de devenir un ataque frontal contra la esencia humana, de la naturaleza y de la economía, y que ha convertido el mundo, más que nunca, en una Torre de Babel, en la base de la cual –más o menos aplastados, desconcertados, incrédulos y resignados– vamos resistiendo y muriendo los llamados de «poca ropa», una amplísima mayoría. La franja intermedia de la torre está ocupada por gobiernos, partidos, sindicatos, patronales, instituciones internacionales y grandes medios de información, cada cual también con sus intereses y, en lo alto de todo, en el vértice de la torre-pirámide, vigilante, controlando y dirigiendo toda la manada humana, aparece como un Ojo iluminado enmarcado dentro del Sagrado Dólar, un pequeño grupo, encantado de haberse conocido, guiando la especie sin que se note mucho, en secreto como si dijéramos, si bien ya se van a sabiendas de los nombres y cuadrillas bancarias, financieras, industriales, mediáticas y tecnológicas detrás las cuales se esconden.
Con este planteamiento –con sus matices y rectificaciones– es evidente, según la «corrección política» dominante, es decir, «democrática», que no puede ser calificada de otra cosa que de «conspiranoica» y de difundir fake news, pero yo les aseguro que esta conspiración, permanente y no ocasional, es la que ejercen los grandes poderes en la sombra, que saben manipular, engañar y pervertir perfectamente a toda la realidad y que son los inductores directos de los dramas que vive el mundo: de los trapicheos bancarios en la Bolsa, de los precios de las materias primas al hundimiento de las economías, de la expansión de armamentos a la justificación de guerras, de las destrucciones planificadas (casos, entre tantos, de los grandes incendios de la Amazonia, Siberia, Australia o California) a las migraciones masivas del Sur al Norte –con tantos muertos por el camino–, de las acciones militares para cambiar el clima de la Tierra al objetivo de convertirnos a todos en autómatas teledirigidos por la tecnología 5G y, en fin, de la alta electrónica a la aparición de epidemias, como las que han ido surgiendo los últimos años, y ahora mismo con gran magnitud propagandística, fruto querido o imposible de evitar, de las enormes conspiraciones globales tejidas, como algunas de las reseñadas.
Ante este estado de cosas, que se han ido forjando de muchos años atrás, ante las actuaciones de los gobiernos –desorientados y sometidos seguramente a unos «expertos» que tienen que cumplir órdenes de muy arriba– y no digamos ya ante una población, tanto desconcertada como incordiada, ¿es posible no pensar como toda la escala de la torre mencionada no engaña a la inmensa mayoría?
A mí me habría gustado leer en los diarios y ver en las teles las figuras que hacen estos personajes (tipos David Rockefeller, ya traspasado); Henry Kissinger (con 96 años) o los Rotschild, por decir algunos de los que se tendrían que haber juzgado por enemigos de la humanidad, y la camada de sus sucesores, como Bill Gates (gran patrón de la OMS y de las vacunas), Elon Musk (propietario de Tesla y de Space X, introductor de la tecnología 5G de telefonía móvil) o Warren Buffet y los otros que constan en los primeros lugares de la Lista Forbes de grandes fortunas mundiales.
Pero estos sucesores –y tantos otros–, que aprendieron las primeras lecciones del capitalismo industrial y financiero de los veteranos de los años 1950, 60 y 70, no los veréis mucho, o nada, en la prensa y en las grandes cadenas televisivas, pero son los que dictan, a través de sus fundaciones, de las universidades y de los centros médicos y farmacéuticos, que tienen comprados, los llamados protocolos para dirigir la emergencia sanitaria –que conocen muy bien, porque ya advirtieron que sucedería–, en una simbiosis perversa, parece que perfecta y siempre secreta, entre el gran capital financiero (los llamados Fondos Buitres y de Pensiones, que provocan desahucios y la crisis de la deuda), las industrias de los bienes de primera necesidad: agricultura, alimentación, química, automóvil, energía, minería, textil, etc., que han corrompido y degradado, y todo el sector de los grandes medios de comunicación y de tecnologías de la información, encargados de difundir a la opinión pública todo el que estamos soportando –con el lenguaje esotérico que los caracteriza, a fin de que no entendamos nada–, a base de miedo, chantaje, coacciones y mentiras.
Todos aquellos médicos, biólogos, ecólogos, filósofos o sociólogos que han hecho la crítica radical, y documentada, de cómo ha aparecido y se ha promovido la pandemia, que han denunciado la manipulación a que se ha sometido la genética humana y seguramente la de los animales para hacer pasar por infección vírica lo que puede ser causado por otras muchas patologías –ocasionadas, todo se tiene que decir, por el desorden contaminado del mundo en que vivimos–, todos estos científicos, de aquí y de afuera, que han osado hablar alto y claro, no los encontraréis en nuestros medios habituales. Por ejemplo, en TV3, donde talmente como en el caso de la información política sobre el independentismo, la opinión médica está ahora monopolizada por unos cuántos gurús, seguramente aleccionados en las correspondientes escuelas de élite, como se hizo con muchos economistas, de derecha e izquierda, antes y durante la transición política.
Toda esta ofensiva de las élites y de sus acólitos se proyecta sobre unas poblaciones sacrificadas y desbordadas, que ya han tenido que sufrir descalabros económicos, ocasionados por estos mismos plutócratas del dinero, el poder y el control, contra los cuales se han movido varias entidades de resistencia –aquí y en todo el mundo– y que el abogado alemán Reiner Fuellmich piensa denunciar ante los tribunales por Crímenes contra la humanidad.
En nombre del «Progreso» y de la «Libertad», durante todo el siglo XX (y lo que llevamos del XXI), se han producido, ciertamente, todo tipo de destrucciones humanas y naturales, culturales y espirituales. Aun así, y a pesar de que lo intentan, el Espíritu Humano y de la Tierra, obra de Dios, no morirá.
Enlace del artículo original en catalán:
https://unilateral.cat/2021/02/09/queda-alguna-cosa-per-destruir/